Días 921 a 926 (23 al 28/5/2012): Historias de Tikehau

DE LA “PATATA” AL PLATO…
En un lado de una granja de perlas abandonada, a un metro de profundidad, existe una magnífica “patata” (como comúnmente se llama a las cabezas de coral). Está completamente orientada hacia el Oeste y en su cumbre existe una preciosa cavidad. No hacía falta nada más para que pulpito, que pasó por allí por casualidad, decidiera instalarse para contemplar la puesta de sol y pasar una agradable velada. Pero la vida es cruel. Un gladiador oceánico que estaba en las proximidades descubrió su maravilloso escondite. El idílico paisaje se transformó rápidamente en un infierno. De repente, multitud de humeantes manchas negras cubren el fondo marino. Un drama sucederá en el centro de la escena. Puñal en mano, arpón en la otra, el agresor se ensaña. Pulpito esquiva, escupe, trata de quitar las armas a su verdugo con sus tentáculos. Fue una pelea sin piedad, solo uno de los luchadores podía quedar vivo. El momento de gracia llega. Con mano firme, el cazador agarra tres de sus tentáculos, los enrolla entorno a su antebrazo y tira potentemente para extirpar a Pulpito, desfallecido, de su agujero. Al instante siguiente, le retuerce la cabeza. Es el fin… La continuación es sabrosa: agua hirviente, aceite de oliva y pimentón, pero esto es otra historia. Moraleja: los lugares más bonitos no son siempre los mejores, sobre todo cuando eres un pulpo…
MANTAS RAYA, SEGUID VUESTRO CAMINO
En otro lado de la misma granja de perlas abandonada, durante una mañana soleada, algunas aletas hacen su aparición a ras de agua. No hay duda, las mantas están aquí. La tripulación del Bahari, felices testigos del espectáculo, no se lo piensa: gafas de buceo y tuba, todo el mundo se zambulle. La escena es increíble, un ballet de mantas raya, al principio dos, luego tres y hasta cuatro en el mismo campo de visión, a pesar de un agua turbia. Posiblemente son 5 ó 6, o más, su talla varía entre 2 y 3 metros. Dibujan un círculo, lentamente, partiendo de un fondo arenoso a una profundidad de 10 metros, para venir a frotarse contra la pared de coral, hasta su parte superior, en el límite del agua. Su movimiento es grácil, su trayectoria parece inmutable, previsible. Los espectadores se sitúan inicialmente en el centro, y después claramente en su camino. Permanecen inmóviles esperando que den una y otra vuelta. Las rayas se desplazan siempre despacio, con elegancia y majestuosidad, rozan estos extraños obstáculos con forma humana en cada pasada, sin tocarlos nunca, ajustando su trayectoria justo lo necesario, siguiendo el principio del mínimo esfuerzo. A pesar de su imponente talla, las mantas controlan el espacio disponible al centímetro. A menudo se paran, situándose frente a los buceadores, justo bajo, encima (en caso de inmersión) o detrás de ellos, pero nunca a su lado, como para preguntarles lo que han venido a hacer. De esta forma es posible que seres que no tienen realmente nada en común pueden cruzar sus caminos para pasar un buen momento juntos. Tras un espectáculo de varias horas la tripulación se retira, y cada ser retoma su rumbo.
UNA INMERSION ALUCINANTE
Hace mal tiempo, el viento sopla con fuerza, no vale la pena buscar un camino hacia Eden o Puarua (ambos motu de Tikehau), no seriamos capaces de ver una “patata” a dos metros de distancia. La opción más razonable: dirigirnos de nuevo a fondear en las proximidades del paso de Tuheiava, con el objetivo de, al menos, disfrutar del buceo, aunque sin confiar mucho en ello…  A la llegada el cielo está oscuro, pero el agua parece clara. Los dos buceadores (Daniel y Kike) nos sumergimos sin sorpresas. Avanzamos tranquilamente, el agua esta turbia durante 50 metros, tratamos de buscar una zona más clara y, de repente, el shock emocional: una especie de inmenso acuario natural aparece ante nosotros, visión panorámica, agua cristalina en 360º, todos los tonos de azul que puedan existir, la luz del atardecer a 15 metros de profundidad crea un contraste especial con plateados y otros colores de la fauna submarina, bancos de peces por todos lados, tan lejos como pueden ver nuestros ojos, palometas, meros, napoleones, atunes, barracudas, peces loro, ángel, mariposa, cirujano y todas las especies de arrecife que sea posible encontrar. Todos están allí, en solitario, en pequeños o grandes grupos, ocupan todo el espacio disponible con una organización perfecta, indescriptible, ¡una obra de arte subacuática gigante! Después llegan los protagonistas, cuatro tiburones de puntas blancas hacen su aparición, dan vueltas sin cesar a nuestro alrededor, aparecen y desaparecen, uno de ellos mide más de 3 metros. Pasan cerca, muy cerca, nuestras miradas se cruzan, están en fase de análisis. La respiración se corta, los brazos en cruz, nos miramos como para asegurarnos que el otro está viendo lo mismo, nos cuesta creer lo que impregna nuestras retinas. Ni en sueños se podría haber hecho un mejor diseño, es como si Neptuno se hubiera asociado con el mejor estudio de Hollywood para ofrecernos esta escena única en el mundo. Nos quedamos inmóviles, con los ojos bien abiertos, como si contempláramos las estrellas. Magnífico, mágico, fantástico, fantasmagórico, las palabras faltan para calificar este instante. Desgraciadamente nuestras botellas de aire comprimido se acaban rápido y tenemos que volver a la superficie, una pena, nos habríamos quedado durante horas tumbados en el fondo marino, únicamente regalándonos la vista con el más bello espectáculo que se pueda contemplar bajo el mar. De regreso al barco asumimos una nueva misión, recargamos las botellas para el día siguiente, revisamos el equipamiento multimedia, vamos a tener mucho trabajo 😉
Daniel y Kike

DE LA “PATATA” AL PLATO…

En un lado de una granja de perlas abandonada, a un metro de profundidad, existe una magnífica “patata” (como comúnmente se llama a las cabezas de coral). Está completamente orientada hacia el Oeste y en su cumbre existe una preciosa cavidad. No hacía falta nada más para que pulpito, que pasó por allí por casualidad, decidiera instalarse para contemplar la puesta de sol y pasar una agradable velada. Pero la vida es cruel. Un gladiador oceánico que estaba en las proximidades descubrió su maravilloso escondite. El idílico paisaje se transformó rápidamente en un infierno. De repente, multitud de humeantes manchas negras cubren el fondo marino. Un drama sucederá en el centro de la escena. Puñal en mano, arpón en la otra, el agresor se ensaña. Pulpito esquiva, escupe, trata de quitar las armas a su verdugo con sus tentáculos. Fue una pelea sin piedad, solo uno de los luchadores podía quedar vivo. El momento de gracia llega. Con mano firme, el cazador agarra tres de sus tentáculos, los enrolla entorno a su antebrazo y tira potentemente para extirpar a Pulpito, desfallecido, de su agujero. Al instante siguiente, le retuerce la cabeza. Es el fin… La continuación es sabrosa: agua hirviente, aceite de oliva y pimentón, pero esto es otra historia. Moraleja: los lugares más bonitos no son siempre los mejores, sobre todo cuando eres un pulpo…

MANTAS RAYA, SEGUID VUESTRO CAMINO

En otro lado de la misma granja de perlas abandonada, durante una mañana soleada, algunas aletas hacen su aparición a ras de agua. No hay duda, las mantas están aquí. La tripulación del Bahari, felices testigos del espectáculo, no se lo piensa: gafas de buceo y tuba, todo el mundo se zambulle. La escena es increíble, un ballet de mantas raya, al principio dos, luego tres y hasta cuatro en el mismo campo de visión, a pesar de un agua turbia. Posiblemente son 5 ó 6, o más, su talla varía entre 2 y 3 metros. Dibujan un círculo, lentamente, partiendo de un fondo arenoso a una profundidad de 10 metros, para venir a frotarse contra la pared de coral, hasta su parte superior, en el límite del agua. Su movimiento es grácil, su trayectoria parece inmutable, previsible. Los espectadores se sitúan inicialmente en el centro, y después claramente en su camino. Permanecen inmóviles esperando que den una y otra vuelta. Las rayas se desplazan siempre despacio, con elegancia y majestuosidad, rozan estos extraños obstáculos con forma humana en cada pasada, sin tocarlos nunca, ajustando su trayectoria justo lo necesario, siguiendo el principio del mínimo esfuerzo. A pesar de su imponente talla, las mantas controlan el espacio disponible al centímetro. A menudo se paran, situándose frente a los buceadores, justo bajo, encima (en caso de inmersión) o detrás de ellos, pero nunca a su lado, como para preguntarles lo que han venido a hacer. De esta forma es posible que seres que no tienen realmente nada en común pueden cruzar sus caminos para pasar un buen momento juntos. Tras un espectáculo de varias horas la tripulación se retira, y cada ser retoma su rumbo.

UNA INMERSION ALUCINANTE

Hace mal tiempo, el viento sopla con fuerza, no vale la pena buscar un camino hacia Eden o Puarua (ambos motu de Tikehau), no seriamos capaces de ver una “patata” a dos metros de distancia. La opción más razonable: dirigirnos de nuevo a fondear en las proximidades del paso de Tuheiava, con el objetivo de, al menos, disfrutar del buceo, aunque sin confiar mucho en ello…  A la llegada el cielo está oscuro, pero el agua parece clara. Los dos buceadores (Daniel y Kike) nos sumergimos sin sorpresas. Avanzamos tranquilamente, el agua esta turbia durante 50 metros, tratamos de buscar una zona más clara y, de repente, el shock emocional: una especie de inmenso acuario natural aparece ante nosotros, visión panorámica, agua cristalina en 360º, todos los tonos de azul que puedan existir, la luz del atardecer a 15 metros de profundidad crea un contraste especial con plateados y otros colores de la fauna submarina, bancos de peces por todos lados, tan lejos como pueden ver nuestros ojos, palometas, meros, napoleones, atunes, barracudas, peces loro, ángel, mariposa, cirujano y todas las especies de arrecife que sea posible encontrar. Todos están allí, en solitario, en pequeños o grandes grupos, ocupan todo el espacio disponible con una organización perfecta, indescriptible, ¡una obra de arte subacuática gigante! Después llegan los protagonistas, cuatro tiburones de puntas blancas hacen su aparición, dan vueltas sin cesar a nuestro alrededor, aparecen y desaparecen, uno de ellos mide más de 3 metros. Pasan cerca, muy cerca, nuestras miradas se cruzan, están en fase de análisis. La respiración se corta, los brazos en cruz, nos miramos como para asegurarnos que el otro está viendo lo mismo, nos cuesta creer lo que impregna nuestras retinas. Ni en sueños se podría haber hecho un mejor diseño, es como si Neptuno se hubiera asociado con el mejor estudio de Hollywood para ofrecernos esta escena única en el mundo. Nos quedamos inmóviles, con los ojos bien abiertos, como si contempláramos las estrellas. Magnífico, mágico, fantástico, fantasmagórico, las palabras faltan para calificar este instante. Desgraciadamente nuestras botellas de aire comprimido se acaban rápido y tenemos que volver a la superficie, una pena, nos habríamos quedado durante horas tumbados en el fondo marino, únicamente regalándonos la vista con el más bello espectáculo que se pueda contemplar bajo el mar. De regreso al barco asumimos una nueva misión, recargamos las botellas para el día siguiente, revisamos el equipamiento multimedia, vamos a tener mucho trabajo 😉

Daniel y Kike

Días 915 a 917 (17 al 19/5/2012): Rumbo a las Tuamotu (la visión de Daniel)

Daniel, mi amigo suizo que nos acompañará durante unos días, ha querido colaborar en el blog contando su visión de estas últimas jornadas, lo que me parece una excelente idea para transmitiros las experiencias pueden vivir en Aventura Oceánica los que se unen a nosotros en alguna ocasión. El texto original es en francés, he hecho la traducción lo más literal posible para transmitiros sus sensaciones.
LUNES (14/5/2012)
Llegada sin problemas en el horario previsto   Una navette nos lleva del aeropuerto de Bora-Bora a dos pasos de la marina, después un taxi hasta el restaurante Maikai, no confundir con el hotel Maitai…
Hugo, (un argentino que conoció Aventura Oceánica en la red y que ha acompañado a los aventureros durante 3 meses y medio) y Henry (otro amigo suizo) llegan al mismo tiempo que nosotros a la marina con la embarcación auxiliar y el desayuno… Afortunadamente el restaurante no estaba todavía abierto. Reencuentro con Kike en el barco, nos pellizcamos para estar seguros de que es cierto. Joloc duerme todavía.
Desayuno, toma de posesión del camarote y ronda de cervezas en la marina para despedir a Theo y Hugo que regresan a sus casas. Después un poco de snorkel (buceo con gafas y tuba) en el lagoon, meros, peces cirujano… ¡magnífico!
Olga tiene frío, un plato de pasta para cenar y a dormir.
MARTES
Despertar bajo un sol ya estallante, café y marcha al hyperU (supermercado) del lugar, con l’alinghi (nombre con que han bautizado la dinghy, como también se conoce a la embarcación auxiliar). Un café en la terraza del pantalán más próximo y directos al supermercado… ¡Guau! Cada uno coge una cesta para comprar lo que quiera   Desayuno de chorizo y gruyere para unos, mermelada para otros.
Día de snorkeling en el mismo lugar, barcos de buceo en la proximidad, con plomos (peso de buceo), licras, neoprenos, y gopro…  Durante el buceo nos encontramos un aquascooter con dos turistas japoneses en su interior. Después un paseo frente a las cabañas flotantes del Hilton y visita de la única playa natural de Bora-Bora, allí encontramos águilas marinas revoloteando a poca profundidad. Regreso magnífico con la zodiac, contemplamos una cacería durante la puesta de sol, los peces saltan del agua, los pájaros los atrapan, los lanzan en pleno vuelo y otros llegan a atraparlos de nuevo.
Lentejas de Joloc para cenar, una delicia. Jam session (sesión de música) con Joloc, mientras Kike y Henry llenan los depósitos de agua de la marina y recargan las botellas de aire comprimido.
MIERCOLES
Nos despertamos temprano, hoy Joloc y Kike van a bucear en el exterior del arrecife, el resto de la tripulación prepara el barco para la hora de zarpar. El Bahari está rodeado de peces que parecen querer esconderse a la sombra del sol, algunos amarillos, con o sin rayas, después grises plateados con un gran ojo redondo y negro. Entre limpieza y limpieza, un poco de gafas y tuba de bucear… 5 ó 6 grandes peces (¿jureles?) vienen a cazar los pequeños grises. ¡Hay miles! En el momento los grandes atacan es increíble, se organizan de diversas formas.
Los buceadores vuelven, se han encontrado cara a cara con tiburones limón de más de 4 metros de longitud, emociones fuertes. Una pequeña pausa para tomar un sándwich, atún con queso blanco o chorizo con queso gruyer y cebolla, ¡ñam!. Zarpamos de Bora-Bora después del mediodía, el paisaje es impactante, la isla está cubierta de vegetación verde profunda, las hojas de los árboles brillan bajo el sol, un pico majestuoso en la cima que contrata con un cielo azul profundo, algunas nubes que se cuelgan de él y un mar azul marino, las olas sobre el arrecife, los ojos miran en todas direcciones y las sonrisas van de oreja a oreja.
Olga no está en sus mejores momentos, un Sudoku en el interior del barco no perdona, pero para olvidar todo esto Henry nos agasaja con una súper cena, patatas fritas en rodajas y una enorme cortada de ternera cada uno. Organizamos las guardias, cada uno hará 3 horas, Kike empezará a las 21 horas, después yo, Joloc y Henry. La noche es cálida, Olga se despierta varias veces, alternamos mayor y génova, sin génova, con génova, a motor, sin motor, etc. Intentamos mantener el rumbo por encima de Moorea hacia Papeete.
JUEVES
Rumbo sin cambios y viento regular; un pez fino y largo entorno a un metro ha picado (para los que leyeran el reporte, de la misma especie que “el monstruo de las profundidades”), pero no lo hemos escuchado… otros peces lo han mordido, lo tiramos al mar 
Olga nos hace olvidarlo con una buena ensalada de pasta, a pesar de algunas averías (pre filtro de la potabilizadora, pantallazo azul del ordenador de a bordo, bomba para transferir el gasoil de los bidones al depósito, cargador de la cámara de fotos que se vuelve loco…). Nada especial aparte de dos troncos de árbol que flotan, un par de peces voladores vistos en la distancia, un gran albatros que se sitúa justo detrás de la bandera española y una degustación de leche de coco helada, ¡delicioso!  Una jornada tranquila, en la que cada uno hace una siesta cuando quiere, termina con una puesta de sol invisible, pero con nubes violeta y un mar completamente rojo.
Para cenar, una especialidad de Kike que no podrá hacer una segunda vez, dado que es improvisada, pero dentro hay mojama (atún salado y seco conservado en aceite). Son las 23 horas y estamos a 4 horas de Papeete.
VIERNES
Llegada al puerto de Papeete sobre las 3 de la mañana, todo el mundo sale a cubierta menos Olga, todavía buceando sobre los brazos de Morfeo. Amarramos sin problemas en el pantalán y nos acostamos enseguida. Olga es la primera en pié, se despierta en medio de la ciudad, una impresión extraña después de la calma de la travesía. Kike me ha pedido despertar a todo el mundo entre las 7 y las 8, para afrontar esta jornada llena de cosas que hacer.
Mientras que Kike se pelea con correos y la aduana del puerto para poder recuperar una cámara digital comprada por Internet, nosotros partimos a descubrir el mercado de Papeete. Café, zumo de frutas y croissant en una terraza. Percibimos las primeras tendencias del lugar, nos llama la atención los precios desorbitados y el elevado porcentaje de hombres afeminados (rae-rae). El paseo es magnífico: flores, frutas, verduras, pescados, recuerdos (aceite de monoi, vainilla, conchas, pareos, te y café de coco y vainilla, tallas de madera, etc.).  Cita en el barco para las compras, Joloc y Henry irán a por las verduras, Olga, Kike y yo al Champion. Regresamos al barco en taxi para poder recoger los bidones y repostar gasoil, 6 bidones de 30 litros. Después hacemos una última visita al mercado, donde compramos huevos y 2 kilos de atún para conjurar la mala suerte en la pesca. Acabamos de organizar todo y salimos a cenar en las famosas roulottes,  el atún crudo es el plato principal, en tartare, crudo con leche de coco, ceviche, etc. De regreso al barco los últimos preparativos, confirmar la meteorología y zarpamos de nuevo, sobre la 1 de la mañana, 170 millas por delante hasta las Tuamotu.
SABADO
Despierto a Joloc una primera vez durante mi guardia (de 3 a 6 de la mañana), un chubasco nos hace aumentar la velocidad de 6 a 9 nudos en segundos, medio dormido, me espeta un “larga la mayor” (pero de buen rollo).  Voy a pelearme con el carro, la mayor, la escota, el winche y el stopper, después él llega, hace lo necesario en menos de 3 segundos y vuelve a la cama. Al rato el génova empieza a flamear, no llego a fijarlo correctamente, vuelve, tira del balumero y vuelve a acostarse.
El amanecer es magnífico, hay rayos verdes que se dibujan con la sombra de las nubes, la luna está en medio, justo sobre el sol que todavía se esconde. Olga llega, iba a acostarme, pero un mercante nos pisa los talones a menos de 4 millas, pasa a derecha e izquierda del radar, se diría que quiere pasar por babor, pero no podemos ir más a estribor porque estamos ya ciñendo a rabiar… Kike, medio dormido, nos dice que dadas las condiciones no hagamos nada hasta que estemos a una milla de distancia, tenemos prioridad… Y funciona, con el mercante que pasa por estribor contrariamente a lo que creíamos. En ese momento ya decido irme definitivamente a la cama, pero a Olga, que preparaba el café, una gran ola le vuelca al suelo todo el contenido del filtro, acaba esparcido por todos lados.
De nuevo una jornada tranquila en la que ciñendo de un bordo avanzamos dirección Tikehau, con velocidad media de 7 nudos. En la mañana Joloc, más habituado a las sacudidas del barco, nos prepara el café, acabará enseñándonos a relajar el cuerpo, con la actitud del mono, para no caernos. Kike nos explica como desplazarnos por el barco, una mano para ti, y otra para el barco, hay que cogerse siempre, menos mal, porque estamos llenos de moratones. La comida llega tarde, Joloc prepara un arroz con verduras mientras una ola que entra por la escotilla aterriza sobre la cacerola y esparce el líquido amarillo por todos lados, segunda limpieza del suelo durante el día. Estamos tan cansados que todo el mundo, salvo el de guardia, se queda dormido, nos saltamos la cena.
Daniel Rappo

Daniel, mi amigo suizo que nos acompañará durante unos días, ha querido colaborar en el blog contando su visión de estas últimas jornadas, lo que me parece una excelente idea para transmitiros las experiencias pueden vivir en Aventura Oceánica los que se unen a nosotros en alguna ocasión. El texto original es en francés, he hecho la traducción lo más literal posible para transmitiros sus sensaciones.

LUNES (14/5/2012)

Llegada sin problemas en el horario previsto   Una navette nos lleva del aeropuerto de Bora-Bora a dos pasos de la marina, después un taxi hasta el restaurante Maikai, no confundir con el hotel Maitai…

Hugo, (un argentino que conoció Aventura Oceánica en la red y que ha acompañado a los aventureros durante 3 meses y medio) y Henry (otro amigo suizo) llegan al mismo tiempo que nosotros a la marina con la embarcación auxiliar y el desayuno… Afortunadamente el restaurante no estaba todavía abierto. Reencuentro con Kike en el barco, nos pellizcamos para estar seguros de que es cierto. Joloc duerme todavía.

Desayuno, toma de posesión del camarote y ronda de cervezas en la marina para despedir a Theo y Hugo que regresan a sus casas. Después un poco de snorkel (buceo con gafas y tuba) en el lagoon, meros, peces cirujano… ¡magnífico!

Olga tiene frío, un plato de pasta para cenar y a dormir.

MARTES

Despertar bajo un sol ya estallante, café y marcha al hyperU (supermercado) del lugar, con l’alinghi (nombre con que han bautizado la dinghy, como también se conoce a la embarcación auxiliar). Un café en la terraza del pantalán más próximo y directos al supermercado… ¡Guau! Cada uno coge una cesta para comprar lo que quiera   Desayuno de chorizo y gruyere para unos, mermelada para otros.

Día de snorkeling en el mismo lugar, barcos de buceo en la proximidad, con plomos (peso de buceo), licras, neoprenos, y gopro…  Durante el buceo nos encontramos un aquascooter con dos turistas japoneses en su interior. Después un paseo frente a las cabañas flotantes del Hilton y visita de la única playa natural de Bora-Bora, allí encontramos águilas marinas revoloteando a poca profundidad. Regreso magnífico con la zodiac, contemplamos una cacería durante la puesta de sol, los peces saltan del agua, los pájaros los atrapan, los lanzan en pleno vuelo y otros llegan a atraparlos de nuevo.

Lentejas de Joloc para cenar, una delicia. Jam session (sesión de música) con Joloc, mientras Kike y Henry llenan los depósitos de agua de la marina y recargan las botellas de aire comprimido.

MIERCOLES

Nos despertamos temprano, hoy Joloc y Kike van a bucear en el exterior del arrecife, el resto de la tripulación prepara el barco para la hora de zarpar. El Bahari está rodeado de peces que parecen querer esconderse a la sombra del sol, algunos amarillos, con o sin rayas, después grises plateados con un gran ojo redondo y negro. Entre limpieza y limpieza, un poco de gafas y tuba de bucear… 5 ó 6 grandes peces (¿jureles?) vienen a cazar los pequeños grises. ¡Hay miles! En el momento los grandes atacan es increíble, se organizan de diversas formas.

Los buceadores vuelven, se han encontrado cara a cara con tiburones limón de más de 4 metros de longitud, emociones fuertes. Una pequeña pausa para tomar un sándwich, atún con queso blanco o chorizo con queso gruyer y cebolla, ¡ñam!. Zarpamos de Bora-Bora después del mediodía, el paisaje es impactante, la isla está cubierta de vegetación verde profunda, las hojas de los árboles brillan bajo el sol, un pico majestuoso en la cima que contrata con un cielo azul profundo, algunas nubes que se cuelgan de él y un mar azul marino, las olas sobre el arrecife, los ojos miran en todas direcciones y las sonrisas van de oreja a oreja.

Olga no está en sus mejores momentos, un Sudoku en el interior del barco no perdona, pero para olvidar todo esto Henry nos agasaja con una súper cena, patatas fritas en rodajas y una enorme cortada de ternera cada uno. Organizamos las guardias, cada uno hará 3 horas, Kike empezará a las 21 horas, después yo, Joloc y Henry. La noche es cálida, Olga se despierta varias veces, alternamos mayor y génova, sin génova, con génova, a motor, sin motor, etc. Intentamos mantener el rumbo por encima de Moorea hacia Papeete.

JUEVES

Rumbo sin cambios y viento regular; un pez fino y largo entorno a un metro ha picado (para los que leyeran el reporte, de la misma especie que “el monstruo de las profundidades”), pero no lo hemos escuchado… otros peces lo han mordido, lo tiramos al mar 

Olga nos hace olvidarlo con una buena ensalada de pasta, a pesar de algunas averías (pre filtro de la potabilizadora, pantallazo azul del ordenador de a bordo, bomba para transferir el gasoil de los bidones al depósito, cargador de la cámara de fotos que se vuelve loco…). Nada especial aparte de dos troncos de árbol que flotan, un par de peces voladores vistos en la distancia, un gran albatros que se sitúa justo detrás de la bandera española y una degustación de leche de coco helada, ¡delicioso!  Una jornada tranquila, en la que cada uno hace una siesta cuando quiere, termina con una puesta de sol invisible, pero con nubes violeta y un mar completamente rojo.

Para cenar, una especialidad de Kike que no podrá hacer una segunda vez, dado que es improvisada, pero dentro hay mojama (atún salado y seco conservado en aceite). Son las 23 horas y estamos a 4 horas de Papeete.

VIERNES

Llegada al puerto de Papeete sobre las 3 de la mañana, todo el mundo sale a cubierta menos Olga, todavía buceando sobre los brazos de Morfeo. Amarramos sin problemas en el pantalán y nos acostamos enseguida. Olga es la primera en pié, se despierta en medio de la ciudad, una impresión extraña después de la calma de la travesía. Kike me ha pedido despertar a todo el mundo entre las 7 y las 8, para afrontar esta jornada llena de cosas que hacer.

Mientras que Kike se pelea con correos y la aduana del puerto para poder recuperar una cámara digital comprada por Internet, nosotros partimos a descubrir el mercado de Papeete. Café, zumo de frutas y croissant en una terraza. Percibimos las primeras tendencias del lugar, nos llama la atención los precios desorbitados y el elevado porcentaje de hombres afeminados (rae-rae). El paseo es magnífico: flores, frutas, verduras, pescados, recuerdos (aceite de monoi, vainilla, conchas, pareos, te y café de coco y vainilla, tallas de madera, etc.).  Cita en el barco para las compras, Joloc y Henry irán a por las verduras, Olga, Kike y yo al Champion. Regresamos al barco en taxi para poder recoger los bidones y repostar gasoil, 6 bidones de 30 litros. Después hacemos una última visita al mercado, donde compramos huevos y 2 kilos de atún para conjurar la mala suerte en la pesca. Acabamos de organizar todo y salimos a cenar en las famosas roulottes,  el atún crudo es el plato principal, en tartare, crudo con leche de coco, ceviche, etc. De regreso al barco los últimos preparativos, confirmar la meteorología y zarpamos de nuevo, sobre la 1 de la mañana, 170 millas por delante hasta las Tuamotu.

SABADO

Despierto a Joloc una primera vez durante mi guardia (de 3 a 6 de la mañana), un chubasco nos hace aumentar la velocidad de 6 a 9 nudos en segundos, medio dormido, me espeta un “larga la mayor” (pero de buen rollo).  Voy a pelearme con el carro, la mayor, la escota, el winche y el stopper, después él llega, hace lo necesario en menos de 3 segundos y vuelve a la cama. Al rato el génova empieza a flamear, no llego a fijarlo correctamente, vuelve, tira del balumero y vuelve a acostarse.

El amanecer es magnífico, hay rayos verdes que se dibujan con la sombra de las nubes, la luna está en medio, justo sobre el sol que todavía se esconde. Olga llega, iba a acostarme, pero un mercante nos pisa los talones a menos de 4 millas, pasa a derecha e izquierda del radar, se diría que quiere pasar por babor, pero no podemos ir más a estribor porque estamos ya ciñendo a rabiar… Kike, medio dormido, nos dice que dadas las condiciones no hagamos nada hasta que estemos a una milla de distancia, tenemos prioridad… Y funciona, con el mercante que pasa por estribor contrariamente a lo que creíamos. En ese momento ya decido irme definitivamente a la cama, pero a Olga, que preparaba el café, una gran ola le vuelca al suelo todo el contenido del filtro, acaba esparcido por todos lados.

De nuevo una jornada tranquila en la que ciñendo de un bordo avanzamos dirección Tikehau, con velocidad media de 7 nudos. En la mañana Joloc, más habituado a las sacudidas del barco, nos prepara el café, acabará enseñándonos a relajar el cuerpo, con la actitud del mono, para no caernos. Kike nos explica como desplazarnos por el barco, una mano para ti, y otra para el barco, hay que cogerse siempre, menos mal, porque estamos llenos de moratones. La comida llega tarde, Joloc prepara un arroz con verduras mientras una ola que entra por la escotilla aterriza sobre la cacerola y esparce el líquido amarillo por todos lados, segunda limpieza del suelo durante el día. Estamos tan cansados que todo el mundo, salvo el de guardia, se queda dormido, nos saltamos la cena.

Daniel Rappo

Días 906 y 907 (8 y 9/5/2012): No busquéis más a Nemo…

Porque está aquí conmigo, lo he encontrado… Nemo es un Pez Payaso, y no lo digo porque sea un graciosillo, así se llama la subfamilia a la que pertenece dentro de las Doncellas. Los Peces Payaso se dan en la región del Indo-Pacífico, y sin embargo no existen en otras zonas tropicales como el Caribe, no es raro encontrarlos, pero tampoco es algo que sucede todos los días.

Ha sido una coincidencia fortuita, mientras hacía tiempo esperando la aparición de las mantarraya gigantes, que son de costumbres fijas (acuden durante unas horas todas las mañanas a una cabeza de coral enorme tipo coliflor), me he dado una vuelta por los corales de alrededor. Sobre uno de ellos llamaba la atención una anémona de color rojizo precioso, cuando iba a pulsar el botón para hacer una foto, ahí estaba, frente a la cámara y a un palmo de mis gafas de buceo.

Su expresión es muy simpática, aunque en realidad son territoriales y osados, en el fondo estaba defendiendo su casa, la anémona, de una amenaza externa mucho mayor que él (mediría menos de 10 cm).

A partir de ahí ha comenzado un curioso comportamiento, no tengo claro si es que le ha gustado eso de ser modelo o que estaba un poco inquieto, la cuestión es que no ha parado de posar en las más variadas posiciones, y a mí, que no me cuesta pulsar el disparador, total, que le he hecho un book entero.

De repente se quedaba fijo a escasos centímetros de mi cara mirándome seriamente, al segundo desaparecía y se metía bajo la anémona, observándome con recelo, acto seguido se escondía en sus filamentos asomando solo la cabeza, como si me estuviera mostrando lo mullida que es su cama, o se sintiera a salvo en su bosque de miniatura, en este caso tenía una expresión más tímida.

He podido comprobar en mis carnes el efectivo sistema de protección de su casa, la anémona tiene células urticantes a las que ellos son inmunes por una mucosidad especial de que desarrollan desde larvas. Tratando de quedarme fijo, a causa de la corriente, y con las manos ocupadas con la cámara, me sujetaba como podía a las rocas, en uno de esos movimientos mi rodilla ha rozado la anémona, y todavía noto la quemadura, nada grave, pero molesto y doloroso.

He pasado unos bonitos y divertidos momentos con mi amiguito, y es que en el mar la belleza no entiende de tamaños ni de formas, cada criatura tiene la suya.

Tras varios intentos, por fin hoy he podido tener una inmersión tranquila con las mantarraya gigantes, usando equipo autónomo con botellas de aire. En un par de ocasiones no fue posible, me acercaba primero a localizarlas sin equipo, la cuestión es que en cuanto las veía no me podía resistir y me zambullía sin pensarlo, al rato, cuando me cansaba de hacer amneas a 10 metros de profundidad, iba a por la botella y regulador, pero a la vuelta ya no estaban, en fin, que parecía que estuvieran jugando conmigo. Hoy Jose Carlos también ha podido bajar un rato, pero no llevaba neopreno y ha tenido que salirse, se ha quedado helado. El agua no está fría, a unos 28 ºC, pero sigue existiendo una diferencia importante con la temperatura corporal, y al cabo de un tiempo no tarda en aparecer la hipotermia.

No os quiero poner los dientes largos, pero os adelanto que he podido captar unas imágenes espectaculares, tanto fotografías como vídeos, ya lo veréis.

Aunque llevamos varios días con ellas, sigue siendo emocionante el momento en que las ves aparecer entre el azul intenso de la profundidad, volando como grandes aviones articulados hacia ti. A partir de ahí comienza una serie de revoloteos y aproximaciones a la cabeza de coral, donde como os comentaba se desparasitan.

A pesar de su tamaño son muy tímidas, debes tener cuidado de no acercarte a ellas ni expulsar aire cuando están sobre ti (las burbujas les molestan), pero si te quedas quieto en una buena posición, son ellas las que se acercan, haciendo vuelos rasantes sobre tu cabeza.

En una ocasión me he quedado pegado al coral alrededor del que danzan, completamente inmóvil y tratando de que mis formas se mimetizaran con el entorno. Además de pasar rozándome, una se ha quedado parada a mi lado, su enorme ojo no estaría a más de 15 centímetros de mi cara, me observaba con detenimiento, o me ha reconocido de días anteriores o se preguntaba que era aquella extraña criatura pegada a la roca, la escena esta filmada…

No todo ha sido buceo, por las tardes hemos ido a conocer distintos lugares. Ayer dimos un paseo por la isla, casi la recorremos por completo, puesto que solo tiene 9 kilómetros de perímetro. El interior es elevado y escarpado, con cumbres que llegarán a los 400 metros, los pocos habitantes se concentran en la franja costera. Es verde y fértil, con infraestructuras básicas y gente realmente amable y cercana, como en épocas antiguas.

Existe una costumbre que me ha llamado fuertemente la atención, las casas tienen las tumbas de sus antepasados en la puerta, con su lápida y todo. Los hay que hasta les han construido un techado, dando la impresión de que hay dos casas, una para los difuntos y otra para los vivos. Es la primera vez que veo este habito, desde luego no es muy común, aunque intuyo las razones que les motivan.

Hoy la excursión ha sido a los motu más cercanos, los que franquean el paso al lagoon. Motu Tiapaa es más grande y tiene algo de desarrollo turístico (o sea, dos pensiones). El interior esta plagado de palmeras y vegetación, lo más cómodo es darle la vuelta caminando por la playa que prácticamente lo rodea. Motu Pitiahe es más pequeño y está prácticamente deshabitado, esto lo deja más virgen e intacto. Los árboles llegan a meterse en el mar, y eso que no tiene nada que ver con el manglar.

Realmente Maupiti es un lugar encantador, mires donde mires, lo tiene todo: un lagoon interior con aguas tranquilas e infinidad de tonos de azul, una frondosa y escarpada isla en su centro, arrecifes que lo rodean repletos de coral, motus y una vida subacuática espectacular, poco desarrollo turístico, y además hace buen tiempo todo el año, ¿qué más se puede pedir?

Sed felices.

Kike

Días 902 y 903 (4 y 5/5/2012): La isla de Marlon Brando

Tetiaroa, una pequeña joya en el Océano Pacífico, no en vano este precioso atolón fue históricamente la residencia privilegiada de la familia real Pomare de Tahití y posteriormente, en 1966, su propiedad pasó a manos Marlon Brando.

El actor la compró tras el rodaje de la película «El motín de la Bounty», y de casarse con su protagonista femenina originaria de Tahití. Hasta su muerte, en 2004, albergó una pequeña pensión en la que los huéspedes podían vivir como Robinson Crusoe en el paraíso, además de ser escenario de algunos de sus momentos de retiro. Sus herederos cesaron sus actividades y se planificó la construcción de un eco-resort de lujo, pero parece que problemas legales han demorado el proyecto indefinidamente.

A día de hoy la única forma de llegar a esta maravilla de la naturaleza es en barco, solo algunos pescadores y ocasionales veleros de charter de pequeño tamaño la visitan.

El atolón se sitúa a 60 Km al norte de Tahití, está formado por 13 pequeñas islas (motus) repletas de cocoteros que, junto a la barrera de coral, rodean un lagoon azul turquesa.

Llegamos poco después del amanecer, e inicialmente pensamos que no podríamos fondear, la zona a sotavento de menor profundidad que indicaba la cartografía estaba en medio de una fortísima rompiente. Recorrimos el arrecife hacia el sur, con la esperanza de encontrar algún punto adecuado, aunque fuera pasando un cabo a una roca del fondo marino. Al rato divisamos una boya en su extremo sudeste, pero estaba ocupada por una pequeña lancha.

Tuvimos suerte, llegó un catamarán que amablemente nos dejó el sitio, quedando en una excelente y segura posición.

La motivación de ver aquel espectacular paisaje no nos dejó ni un segundo para pensárnoslo, nos faltó tiempo para lanzarnos bajo el agua o explorar el motu más cercano.

Como siempre, franquear la barrera de coral tiene su truco, pero encontramos una zona accesible que a partir de ese momento se convirtió en nuestra puerta de entrada a un mundo de aguas cristalinas, islas desiertas, playas de arena blanca y verdes cocoteros que parecen complementar la decoración.

No hemos parado en estos días, un entorno así incita a la actividad: buceo, paseos por la playa, baños, excursiones a las islas, pesca submarina, remo con kayak e incluso un poco de kitesurf. Jose Carlos es un maestro de este deporte, y yo voy aprendiendo con sus consejos. El lugar es ideal, partiendo de una barra de arena en el interior del lagoon, rodeado de aguas someras color turquesa, ¿quién no se anima así?

Durante el regreso de la sesión de kite tuvimos un pequeño susto. Navegar con la auxiliar por el interior es navegar por un laberinto de cabezas de coral, hay que ir buscando los pasillos y a veces no los hay, por lo que toca descender, levantar motor y arrastrar la lancha a mano. Para ahorrar camino tratamos de salir al exterior por un lugar diferente, desde la distancia se veía factible. Cuando nos acercamos lo vimos un poco más complicado, pero a pesar de ello decidimos intentarlo.

En este caso, superar la barrera de coral es un ejercicio de sincronización con las olas, el agua baja, dejando la plataforma de coral al descubierto como medio metro, o sube, cubriéndolo 20-30 cm. Esto implica unas corrientes fortísimas en ambos sentidos, y una rompiente en la transición. Tras un primer intento, en el que casi volcamos, decidimos desistir, pero cuando nos retirábamos la resaca no nos lo quiso poner fácil. La corriente vaciante era tan fuerte que no pudimos sujetar la lancha, nos la arrancó literalmente de las manos, visto lo visto, la única opción fue saltar sobre ella y hacer lo que se pudiera, sin saber lo que iba a pasar, a tumba abierta.

Si os digo la verdad, todavía no sé cómo, pero milagrosamente conseguimos salir, durante un segundo pensé que no lo conseguíamos y que nos destrozaría sobre el coral (el revolcón sobre un arrecife es como meterse en el centrifugado de una lavadora repleta de cuchillas de afeitar), pero hubo una fracción en que pudimos bajar motor, arrancar y acelerar a toda velocidad.

Salvo este pequeño incidente, que nos recuerda que permanentemente estamos en manos del mar, todo ha sido tranquilidad y disfrute, la meteorología nos ha acompañado muy favorablemente.

Me pasaría horas describiéndoos los colores, los paisajes y la riqueza de la vida subacuática, que parecía un acuario, pero mejor os voy a emplazar a ver las fotografías, por aquello de que una imagen vale más que mil palabras.

Sin embargo, hay una que si voy a destacar, porque no creo que la hay podido captar con la suficiente calidad. No sé si os habéis fijado en la luna estos días, esta preciosa, redonda y muy luminosa. Sale muy temprano, aquí sobre las 18 horas, durante el ocaso, justo después de la puesta de sol, pero cuando todavía queda un poco de su luz. Verla aparecer por encima de los cocoteros, con el agua y la playa iluminada por una tenue y rojiza claridad, ha sido una de las escenas más bonitas que he visto en mi vida, durante un buen rato me he quedado embobado sin poder dejar de mirar fijamente; ha sido uno de esos momentos mágicos que desearías que nunca acabaran y compartir con alguien muy especial…

Tras la bucólica visión hemos reemprendido la navegación, rumbo a Maupiti, otra de las perlas de Pacífico, situada en las Islas de la Sociedad de sotavento. La distancia es de unas 160 millas, por lo que calculamos llegar el lunes a primera hora de la mañana.

Sed felices.

Kike