Días 760 a 773 (14 al 27/12/2011): Kwanyip, el último chaman.

Lo primero desearos que hayáis tenido una feliz Nochebuena y Navidad. Nosotros por fin tenemos buenas noticias que daros, todo apunta a que esta vez sí es la definitiva.

Curioso como una situación que se prolonga más de 10 meses puede cambiar en un día, aunque está claro que si hemos llegado hasta aquí es por todo lo que ha sucedido previamente, y por cómo hemos luchado y sufrido por ello.

Desde mi último reporte en el blog no se produjeron prácticamente avances; correos, gestiones y llamadas todos los días, pero sin resultados.  De hecho la semana pasada fue especialmente dura, además de los continuos retrasos en la recepción de las piezas que esperábamos de Argentina, apareció un nuevo problema: al levantar el barco para reposicionarlo en el varadero observamos 4 abolladuras en el casco, bastante profundas, todo apuntaba a que se había deslaminado en esas zonas por un mal apoyo, probablemente porque la orza estaba mal asentada. Eso implicaba una nueva reparación, sanear y volver a enfibrar, es decir, cortar las zonas de casco dañadas y rehacerlas, una tarea complicada que se podía demorar un par de semanas más. Todo ello se aderezó con discrepancias acerca de la responsabilidad de la avería y alguna complejidad añadida. Llegamos al fin de semana de Navidad agotados de lo que parecía una pelea continua con nuestro entorno, sin resultados tangibles y cada vez con un horizonte más oscuro…

¿Y que hicimos? Pues lo normal en estos casos… acudir a lo paranormal, si lo lógico no funcionaba ya… tendríamos que recurrir a lo ilógico, nuestra mejor opción: buscar un hechicero.

¿Y de dónde lo sacamos? No es nuestro país, no conocemos a ninguno. Ni cortos ni perezosos nos dirigimos a los viejos pescadores del lugar, y preguntamos… risas y carcajadas fue lo primero que obtuvimos a cambio, salvo uno de ellos, un anciano con el rostro negro por el sol, lleno de profundas hendiduras de tantas inclemencias meteorológicas soportadas. Si buscáis un auténtico chaman, tendréis que ir al sur –dijo sin levantar la mirada de la red que estaba reparando-, y buscad a un xoon, así se llama a los hechiceros del pueblo Selk’nam, indígenas que habitaban la Tierra del Fuego, son temidos y respetados por sus poderes, preguntad por sus últimos descendientes.

No sabíamos cómo ni dónde encontrarlos, pero tantas cosas habíamos intentado ya en estos casi 11 meses, que por probar una más, por descabellada que pudiera parecer, poco íbamos a perder.

Tomamos nuestras botas de montaña y nuestra mochila, a pesar de navegar en un barco somos tipos previsores y preparados para la vida moderna, y nos dirigimos hacia donde tintinea la Cruz del Sur, la estrella que marca el camino opuesto a nuestra querida Polar. Era irónico que tuviéramos que volver a la zona que nos castigó de tal modo que nos originó el problema para tratar de resolverlo.

Después de autobuses, colectivos y hasta carros tirados por caballos, llegamos a una pequeña aldea situada a la falda de los Andes, en plena Tierra del Fuego, no se nos ocurría un lugar más recóndito para buscar lo imposible, ¿Dónde mejor buscar una tribu perdida que en un lugar perdido?

Miradas furtivas, desconfianza, huidas, esas fueron las primeras reacciones de las pocas personas con las que nos encontrábamos, nadie hablaba, gestos negativos casi sin palabras ante las palabras xoon o Selk’nam. Yo creo que la desesperación en nuestros ojos fue la que ablandó el corazón de un hombre de edad indeterminada y aspecto de campesino del altiplano.

No sé cuál es vuestro problema ni quiero saberlo –comentó-, pero está claro que para llegar hasta aquí debéis tener una fuerte motivación, buscad a Kwanyip, él es el último xoon, el último chaman, el descendiente de los Selk’nam, su magia es tan poderosa que solo con desearlo puede mover una de esas cumbres nevadas que veis a nuestro alrededor.

¿Y cómo lo encontraremos?

No podéis –respondió-, si así es su deseo él os encontrará a vosotros, solo podéis elegir una montaña y ascenderla, el resto no está en vuestras manos.

Pero, ¿y que montaña? ¿Qué camino seguimos?  ¿y si nos perdemos? ¿Cómo sabremos cuando detenernos? ¿o si hemos elegido la montaña adecuada? No llevamos equipo de alta montaña ni de escalada, podemos morir de hambre, frío o despeñados por uno de esos interminables precipicios…

Ante nuestra avalancha de preguntas levantó la mano con gesto de no querer dar más explicaciones y sencillamente dijo: “es vuestra elección, seguid el camino que os dicte el corazón, el que tiene fe nunca se pierde”. Sin más se dio la vuelta y desapareció entre las pequeñas casas de piedra del mismo modo que había aparecido.

Nos asaltaron las dudas, el riesgo era importante, iba a ser muy duro, pero algo en nuestro interior nos decía que valía la pena, había que intentarlo.

Estudiamos las montañas que nos circundaban, imponentes y majestuosas, blancas e inexpugnables. Sobre ellas una destacó a nuestros ojos, era la más alta, pero la más bella, en cierto modo me recordaba a Zermatt, la mítica cumbre Suiza. Representaba la mayor complejidad en la subida, pero también el mayor desafío, fuera como fuera no podíamos dejar de mirarla, nuestro corazón ya había hecho su elección.

Nos encaramos a ella tras una larga caminata y comenzamos el ascenso. Todo era difícil, apenas podíamos respirar por la altura, frio y viento, rocas enormes, paredes casi verticales, ningún camino o senda, ¿podría alguien vivir allí arriba?  Paso a paso fuimos eligiendo el mejor recorrido, sin dejar de ganar altura, aunque cada vez las cosas se complicaban más y más, pero siempre que un tramo parecía imposible al final encontrábamos un paso alternativo. Hasta que llegamos a un punto que parecía el final del camino, la sombra del abandono planeó sobre el cruce de nuestras miradas, pero la vista era tan bonita desde allí, nos sentíamos tan bien anímicamente, que decidimos superar la última roca para contemplar mejor el esplendoroso paisaje. Solos no podíamos, pero subiendo uno a hombros del otro, y tirando éste del brazo del compañero si lo logramos.

Nos sentamos, exhaustos y tiritando, pero felices de poder estar disfrutando de un espectáculo del que pocos, o quizás nadie, haya podido captar en sus retinas.

De repente, junto a nosotros, en aquel risco, alguien nos observaba en silencio. Cubierto de pieles y con un aspecto entre un indio y un esquimal, nos asustó inicialmente, pero luego comprendimos, no podía ser otro…

¿Eres tu Kwanyip? Necesitamos tu ayuda,  tenemos un problema con nuestro barco que no logramos resolver, necesitamos tu magia.

Permaneció inmóvil durante tanto tiempo que dudamos de si en realidad estaba allí congelado, pero no, su mandíbula se movió, y con esa voz pausada y segura que solo procede de la garganta de los hombres realmente sabios, nos dijo: “vosotros no me necesitáis, solo necesitabais llegar hasta aquí, porque para eso hace falta tener el auténtico poder, el mismo con el que podría mover una montaña, ese poder es único e imparable, y se llama LA ILUSIÓN. Ahora bajad antes de que caiga la noche y volved, alimentad vuestro poder y creed en él, eso os permitirá conseguir lo que os propongáis, aunque tenga el mismo nivel de complejidad que llegar hasta aquí.”

Kwanyip calló y quedó de nuevo inmóvil, había hablado poco, pero nos había dicho mucho, habíamos entendido muchas cosas. Era el momento de regresar, pero con precaución, porque sin vida tampoco se pueden conseguir las metas.

No logro discernir si aquello fue realidad o no ha sido más que un sueño. Hoy todo ha cambiado, ha llegado el material que esperábamos de Argentina y mañana iniciaremos su montaje, al comenzar la reparación del casco nos hemos encontrado con que los daños eran en realidad superficiales (solo la masilla) y que la fibra no estaba deslaminada (eso simplifica y acorta enormemente la reparación).

Si todo va bien, es posible que el viernes se hayan acabado los trabajos y el sábado podamos echar el Bahari al agua, para que reciba el nuevo año en su elemento, el mar. Con suerte podríamos zarpar en los primeros días de enero, pero si no es así, no pasara nada, seguro que no quedara mucho, seguro que lo conseguimos, porque tenemos el poder, el poder de la ilusión…  ¡Gracias Kwanyip!

Sed felices

Kike

PD: ¡Feliz día de los inocentes! ¿Cuánto tendrá de real esta historia? Que cada uno lo juzgue, pero os aseguro que los resultados y los nombres son reales (buscad en Google), ya os cuento cómo va el montaje y la reparación…