Días 1.123 a 1.126 (11 al 14/12/12): Entre dos mares

¿Cuántos mares hay en el mundo? No lo sé, pero solo en el Sudeste Asiático debe haber como una docena. En este momento atravesamos el estrecho de Vitiaz, que separa dos de ellos, el mar de Salomon y el mar de Bismarck, ya en aguas de Papúa Nueva Guinea; durante nuestro periplo por esta zona del planeta atravesaremos unos cuantos más.

Las cartas sitúan una anomalía magnética de intensidad desconocida a muy pocas millas de nuestra posición. Mientras escribo aquí son casi las 5 de la mañana, estoy de guardia, y por si acaso no lo quito ojo a la electrónica, no vaya a ser que se vuelva loca y empecemos a dar vueltas en círculos o el piloto automático se confunda y nos envíe a unos arrecifes situados a nuestro Norte. Por ahora todo está tranquilo, nada da síntomas de estar afectado por la anomalía.

Desde que salimos de Salomon el día 10 por la noche no hemos tenido mucho viento aprovechable para navegar a vela, nada o muy escaso y de proa, sin que apenas de para hacer bordos. Nuestro ritmo de avance es lento, la zona de calmas ecuatoriales está haciendo honor a su nombre, y eso que todavía quedan bastantes millas para el Ecuador geográfico.

Sin embargo las noches son amenazantes, en cuanto se pone el sol el horizonte se llena de zonas muy oscuras y comienza una especie de castillo de fuegos artificiales, chubascos realmente violentos pueblan la oscuridad. Rara es la madrugada que no tengo que saltar de la cama a la carrera para abrir escotas o aproar un poco el barco y capear, cuando el chubasco nos alcanza la transición entre nada y 30-40 nudos de viento es cuestión de segundos.

Por el momento los vamos soportando, incluso a veces nos vienen bien para aprovechar los efímeros vientos que envían y avanzar un poco más, pero lo que si me inquieta son los rayos, las tormentas de aquí son excepcionalmente activas eléctricamente, se les ve caer a no mucha distancia, y en muchas millas a la redonda somos el camino más fácil para que la corriente pase de la atmósfera al mar (22,5 metros de mástil metálico sobre el nivel del agua). En fin, cruzaremos los dedos, porque no conozco ningún velero que haya escapado al impacto de un rayo sin graves daños, o pérdida total…

La pesca se nos resiste estos días, nuestra velocidad no es buena para curricar. Hoy hemos tenido tres picadas, dos de ellos seguro que eran peces espada porque los hemos visto saltar fuera del agua, el tercero no estamos seguros, puede haber sido lo mismo o un atún enorme, pero no hemos conseguido sacar ninguno de los 3, demasiado grandes para nuestro equipo, han acabado partiendo.

En aproximadamente 24 horas llegaremos a Madang, primer destino en Papúa Nueva Guinea, un país delicado por seguridad y enfermedades, pero que posee una naturaleza cuasi virgen, poblados que viven como hace centenares de años y el sabor de aventura de los lugares escasamente explorados. Como desventaja apenas hay información de fondeaderos y la cartografía es escasa e intuyo que bastante inexacta, habrá que improvisar e investigar para encontrar los lugares adecuados.

A las 18:45 GMT nos encontramos en 6º 01′ S, 147º 54′ E, navegando a 6,1 nudos rumbo 288º, mayor izada con motor apoyando, viento muy débil casi de proa.

Sed felices

Kike

Días 1.114 a 1.116 (2 al 4/12/12): Donde las islas aparecen y desaparecen…

Navegábamos por el Mar de Salomon, más allá de Guadalcanal, aproximadamente al Sur de la isla de Vangunu, sabía que se trataba de una zona peligrosa y había que estar muy alerta.

El caprichoso viento desapareció una vez más, de modo que nos dispusimos a arriar todo, las velas únicamente nos frenaban. Mientras hacíamos la maniobra detecté un cambio brusco de color en el agua, de azul oscuro pasó a verde casi fosforescente, estaba claro que algo raro pasaba allí abajo y mi intuición no me engañó.

Al principio el verde del agua presentaba una frontera clara, una línea precisa, pero sin mucho margen de reacción nos vimos envueltos por él, ya no estaba claro cómo salir de allí, continuamos rumbo, tarde o temprano abandonaríamos la extraña zona, aunque permanecer en ella daba escalofríos.

Todos en cubierta oteábamos concienzudamente el horizonte, debíamos estar alerta ante lo que podía suceder, o tal vez no sucediera, pero no había forma de estar seguros, pacientemente permanecimos vigilantes.

Súbitamente, como a una media milla por nuestro través de estribor, una columna de agua se levantó más de 25 metros sobre la superficie formando una especie de hongo en su parte superior, acompañada de un sordo sonido tipo trueno, parecía la explosión de un pesado obús de artillería, pero en realidad estaba claro lo que era, una erupción volcánica submarina. La impresión nos hizo gritar a todos a la vez, las exclamaciones se sucedieron a bordo durante minutos.

La zona por la que navegábamos presenta una actividad volcánica subacuática elevadísima, de hecho a lo largo de los años en multitud de ocasiones han aparecido pequeñas islas, que desaparecen de igual modo como consecuencia del oleaje que quiebra sus frágiles cimientos.

El color verdoso del agua evidentemente tenía que ver con algún tipo de emisión en las profundidades, ese era el motivo que me inquietaba, tal vez la corriente la arrastrara, o podíamos estar situados justo encima de un volcán activo, idea que como entenderéis no me hacía mucha gracia, sobre todo tras ver la primera explosión, si nos atrapara una de esas nos podría subir la orza al salón y catapultarnos por los aires convirtiéndonos en un barco volador.

Además estaba el riesgo de impactar con alguna formación emergida recientemente y no cartografiada, solo podíamos confiar en nuestros ojos para detectar cualquier anomalía en el mar que evidenciara la presencia de algún obstáculo sumergido.

No tardó mucho en sobresaltarnos una segunda explosión, esta vez un poco más lejana (como a una milla) pero más violenta, a esa distancia distinguimos perfectamente el color negruzco del humo disuelto en la masa de agua disparada hacia el cielo, así como durante casi un minuto como el agua hervía con gigantescos borbotones a su alrededor, no me hubiese gustado nada estar más cerca.

Durante una media hora divisamos otras dos erupciones más de buen tamaño, así como numerosas menores, todas ellas en una franja entre media y una milla en dirección a Vangunu. De vez en cuando se escuchaban aterradores sonidos que no podían proceder de ninguna tormenta cercana (no se divisaban en el horizonte), dedujimos que posiblemente se tratara de algún fenómeno asociado a la actividad volcánica que éramos incapaces de divisar desde nuestra posición.

Me tranquilizó comprobar que el grueso de las explosiones se producía en una zona concreta, aunque a decir verdad, no estuve relajado hasta que no nos alejamos suficientemente, desconocía las posibilidades de un cambio espontáneo del lugar de las emisiones.

Posteriormente hemos sabido que no es un fenómeno fácil de observar, nos consideraron afortunados por ello, en ocasiones expediciones de científicos se desplazan hasta allí y tras esperar durante horas o días no consiguen verlas.

Es impresionante observar las inmensas fuerzas de la naturaleza en acción, tal demostración de potencia te hace sentir frágil e insignificante, y por supuesto, completamente en manos de sus designios.

Tras una tranquila noche de navegación, alterada únicamente por algún chubasco aislado, hoy entorno al mediodía hemos llegado a Gizo, nuestro destino elegido en las islas Salomon, bautizadas así por nuestro compatriota Álvaro de Medaña cuando las descubrió en 1.568 buscando El Dorado, pensó que eran tan ricas o incluso la fuente del inmenso tesoro del Rey Salomón, aunque posteriormente nunca encontró oro en ellas.

Salomon es un destino poco frecuentado por los turistas, la mayoría de los foráneos que se encuentran están vinculados a la cooperación internacional o a las fuerzas de pacificación lideradas por Australia tras los graves enfrentamientos étnicos de hace unos años. Sin embargo es un diamante en bruto, dispone de toda la variedad de paisajes (desde frondosas y elevadas islas volcánicas a paradisiacas playas llenas de palmeras en atolones), su fondo marino es excepcionalmente rico y diverso, es un auténtico museo lleno de reliquias de la Segunda Guerra Mundial (que se pueden encontrar tanto en tierra como bajo el mar) y su gente es amable y acogedora, ¿qué más se puede pedir?

Entre arrecifes se llega a la resguardada bahía de Gizo ciudad, con 3.000 habitantes una de las principales poblaciones de un país eminentemente agrícola y de autosubsistencia. Todavía se aprecian los trazos de la base japonesa que fue durante el conflicto mundial, largas canoas de madera impulsadas a remo o con fuerabordas transitan sus aguas, especialmente cuando hay mercado, cuyo colorido y la gente que compra o vende constituyen una buena muestra de los nativos y su modo de vida.

Durante los próximos días recorreremos la zona y nos sumergiremos en los puntos más significativos del entorno, aquí tenemos la ventaja de que Julián y Alaitz estuvieron trabajando durante un año como instructores de buceo, conocen perfectamente el lugar, la gente y la infraestructura necesaria.

Sed felices

Kike