Días 893 y 894 (25 y 26/4/2012): ¿El lago azul?

Desconozco donde se filmó la conocida película así titulada, aunque bien podría haber sido en los lugares en que hemos estado estos días.

No hace falta que os lo jure, podéis verlo vosotros mismos en las fotografías que ya he subido a la web, el azul turquesa es el color predominante en el paisaje de Rangiroa.

Varios motu (islotes en polinesio) conforman una especie de apéndice rectangular en el extremo sudeste del atolón. A lo largo de su costa interior (la que da al lagoon) se acumula un inmenso banco de arena que se extiende como una franja de centenares de metros. El resultado es una inmensa extensión de aguas bajas (por debajo de la rodilla) que durante kilómetros sigue en paralelo la línea de las islas.

Como si pudieras caminar sobre el agua, puedes desplazarte andando desde unos metros más allá de donde fondeamos el Bahari hasta la costa, o de motu en motu, aunque al final es más cómodo y rápido hacerlo remando, ya que no hay calado ni para poner en funcionamiento el motor fueraborda de la auxiliar.

La profundidad condiciona el color del agua, cuanto mayor es más se aproxima al azul marino, a medida que disminuye se torna en azul más claro y eléctrico, los bajos frente a nosotros eran de un turquesa casi lechoso.

Hicimos un intento de atravesar por tierra motu Maufano, pero desistimos, la vegetación es realmente cerrada, avanzar resulta costosísimo y doloroso (por los arañazos). Como es habitual el suelo está plagado de cocos caídos, hay una especie de cangrejos que se alimenta de ellos, con ejemplares que pueden superar el medio kilo de peso y llegar casi a los 50 cm de envergadura. Visto el tamaño de sus extremidades capturamos algunos para probarlos, ¿quién sabe? Igual eran como centollas. La operación requirió de mucha precaución, creo que con esas pinzas capaces de romper la corteza de un coco pueden cortarte un dedo de cuajo. Su tamaño y osadía es su perdición, ya que los mayores ejemplares no corren para esconderse, plantan cara; si con decisión y rapidez los atrapas con una mano de cada pinza ya no pueden defenderse.

Esa misma noche probamos un par cocidos, su sabor no es malo, me recuerda a las bocas, pero tienen menos carne de la que pensábamos, únicamente en las extremidades, de modo que concluimos que era una pena sacrificarlos solo por eso, al día siguiente bajé a tierra para liberar al resto.

Pasear por el bajo (la zona poco profunda) es un auténtico placer, genera muchas sensaciones. Los pies descalzos sobre la arena, cubiertos por fresca y transparente agua de mar; el sol calienta, pero la brisa amortigua la temperatura, la sensación térmica es agradable; la luminosidad es muy intensa, a ello contribuye el azul claro que te rodea y sus reflejos, los colores son especiales; la visión combina la belleza y tranquilidad del lagoon con los islotes creando una verde barrera perimetral, a veces forman una línea continua, a veces están separados, dando la impresión que por allí se conecta con el mar abierto, pero no es cierto, la barrera de coral siempre está, prueba de ello es la espuma blanca del romper de las olas; el silencio es prácticamente absoluto, únicamente un murmullo lejano del batir del océano en el exterior del atolón y el chapoteo de los pies al arrastrarlos dentro del agua.

Paz y espacio casi infinitos solo se alteran ocasionalmente por el rápido movimiento y el consecuente ruido de las rayas o los tiburones huyendo de la presencia humana, lo que recuerda que también existe vida en ese pequeño universo. Hay que tener cuidado de no pisar las rayas, su picadura como defensa podría llegar a ser grave, es venenosa. Los tiburones son más curiosos que peligrosos, sobre todo se trata de pequeños ejemplares de puntas negras que nadan con la aleta fuera del agua, se les ve a distancia, y dada la visibilidad de su estandarte se puede observar su comportamiento: en cuanto detectan la presencia de algo se acercan en línea recta pero con sigilo, al aproximarse intuyen que se trata de algo raro y comienzan a dar vueltas a una distancia de pocos metros, con el menor movimiento salen disparados, de otro modo llegan a la conclusión de que no vale la pena el riesgo y siguen con su búsqueda indiferente.

Llevamos un kayak hinchable abordo, y se me ocurrió que sería un buen medio para ir a conocer Sables Roses, la playa de arena rosa ubicada en motu Vahituri, a unos 3 Km. de nuestra posición. Jose Carlos y Hugo preferían acercarse en lancha a visitar un motu más accesible, así que preparé todo y comencé a remar.

La corriente en contra era fuerte, imposible hacer rumbo directo, la mejor estrategia: costear hasta un falso paso que separa los motu Maufano y Vahituri. A veces me quedaba tan absorto contemplando la belleza que me rodeaba que hasta se me olvidaba remar, percibir como el kayak navegaba marcha atrás me devolvía a la realidad.

Casi llegando al paso distinguí una cabaña entre la vegetación que parecía habitada, lástima que no tenía mucho tiempo, el sol se pondría en menos de una hora, y todavía me quedaba un buen trecho, me habría gustado acercarme a socializar un rato, mis experiencias con los polinesios siempre han sido muy buenas.

Tras el esfuerzo del último tramo llegué a la supuesta playa de arenas rosas, y digo supuesta porque no estaba allí, ya sabía que en función de los temporales puede aparecer y desaparecer, en este caso solo quedaban algunos vestigios de su presencia. Sea como fuere, la isla tenía muy buena pinta, solo un paseo por ella merecía la pena.

No es muy grande, menos de 1 Km de larga y unos 500 metros de ancha, llena de cocoteros y con una estrecha franja de arena y piedras en sus bordes, cierto es que con tonos rosados, debido a la erosión del coral. Recorrí todo su perímetro, con la mirada alternada entre el paisaje y la búsqueda de conchitas o trocitos de coral. En una pequeña piscina natural vi algo que me llenó de emoción, una docena de tiburoncitos de apenas 10 cm. de largo, realmente curioso, tan chiquitines y con las mismas formas que cuando alcanzan varios metros, hasta las aletitas superiores tenían la misma punta negra que sus congéneres que había visto por el camino. Todo ser, por temible que nos parezca, tiene su etapa vulnerable, ninguna criatura es intrínsecamente buena o mala, todo forma parte del complejo equilibrio de la naturaleza, no siguen más que sus instintos, y como tal debemos respetarlos y valorarlos.

Casi de regreso al punto en que había dejado el kayak me sorprendió la puesta de sol, he visto muchas, pero el colorido que generó esta sobre el lagoon fue tan espectacular como lo es durante el día. La cosa no quedo ahí, el ocaso proyectó en el cielo una gama de rojos, naranjas y azules, aderezados con el punto blanco de la luna, como pocas veces se da, os invito a ver la fotografía, algo así es muy ocasional.

Por la noche el viento calmó por completo, más que un lago aquello se convirtió en una piscina. La luna se fue a dormir pronto, y sin competencia, las estrellas dominaron el firmamento. Tumbarse en cubierta a observar el cielo es uno de los placeres de la vida en el mar; Orión, omnipresente, nos acompaña desde que salimos de Valencia; la osa mayor, que se vuelve a ver en estas latitudes, me transporta a las noches de verano en Formentera, muchos recuerdos; La Polar, la estrella del Norte, no se verá hasta que no cambiemos de hemisferio, pero el lateral del «cazo» ya apunta claramente a donde se encuentra dicho punto cardinal.

Por la mañana, a una hora prudencial para no molestar con nuestro ruido a los peces, levamos ancla y nos dirigimos de nuevo a Tiputa, con objeto de tratar de conseguir -infructuosamente- un repuesto del compresor de buceo. Durante trayecto de regreso al punto de salida del atolón el agua parecía un espejo, tanto, que producía un efecto óptico por el que eras incapaz de averiguar la frontera entre mar y cielo, el horizonte se había perdido…

¿Será una señal eso de perder el Norte (la estrella de) y que desaparezca el horizonte?

En este momento hemos abandonado ya el paraíso que representa Rangiroa, nos dirigimos a Tahití, la capital de la Polinesia, donde tenemos algunas gestiones que realizar y suministros que conseguir, 200 millas por la proa, menos de dos días de navegación.

Sed felices.

Kike

Días 880 y 881 (12 y 13/4/3/2012): ¿Alguien quiere un poco de atún?

De nuevo hemos batido nuestro record en pesca, además en el momento que menos esperábamos.
El cebo que llevamos es un colorido pulpito de plástico, al lanzarlo bromeamos con la posibilidad de entrenar al pulpo para capturar lo que deseamos, así que le hablamos y explicamos cual iba a ser su objetivo.
Aprendió bien la lección, por la mañana picó un atún de unos 4 Kg, un tamaño ideal para nosotros, suficiente para un par de comidas como más nos apetezca prepararlo. Desde que zarpamos de Chile no habíamos tenido mucho éxito con esta especie, que para nosotros es uno de los manjares más exquisitos que se pueden obtener del mar.
Como muchas veces los atunes van en bancos, y a pesar de que es algo que normalmente no hacemos (una vez pescamos no volvemos a lanzar la caña hasta que no nos lo hemos acabado, hay que gestionar los recursos del mar como si fueran los de tu casa, no hay que abusar ni desperdiciar pensando erróneamente en una infinita abundancia), probamos suerte de nuevo, con otro de similar tamaño podríamos congelar para ir tirando si tardábamos en sacar otro.
A mediodía la carraca de la caña sonó con fuerza, bastante más que en la picada anterior. Navegábamos a vela a 9 nudos (a un largo), tuvimos que parar bruscamente aproándonos para que no se soltara o perder el sedal si acababa partiéndolo. Comenzó una dura pelea que se prolongó casi por 40 minutos, soltando y recogiendo hilo.
Por la forma de tirar (hacia abajo) pensábamos que era de nuevo un atún, y desde luego no era pequeño, en cualquier caso es un pez que pelea mucho, hasta un ejemplar mediano da bastante guerra.
Cuando estaba prácticamente bajo el barco, y tirábamos a mano, había algo raro, parecía que ya estaba agotado, sin embargo costaba mucho subirlo a la superficie, como si siguiera haciendo fuerza.
Al situarse entre dos aguas nos dimos cuenta del motivo, era un ejemplar enorme, tendríamos que usar el garfio para poder sacarlo. Entre dos, y con bastante esfuerzo conseguimos subirlo a cubierta y contemplar la hermosa pieza ganada.
Calculamos su peso en 35 Kg. (pesaba más que un bidón de gasoil de 30 litros, pero menos que dos garrafas de agua de 20) y mediría como un metro y medio (sus formas son robustas), ya veréis las fotos.
¡Qué barbaridad! Allí había atún para dar y vender, lástima estar en medio del mar y no tener a quien regalar, cuando sobra hay que compartir, algo habitual entre los transmundistas.
Tal cual buque factoría, nos pusimos manos a la obra para procesar los casi 40 Kg. de atún que teníamos en cubierta, había que aprovecharlo bien y no desperdiciar nada. Del ejemplar grande salieron 4 lomos que parecían solomillos de vaca, nos llamó la atención su voracidad, en su estómago llevaba otro atún de más de 1 Kg. que se había tragado entero, además de glotón, caníbal, parece que es algo habitual en la zona…  (es broma, lo del alemán del año pasado fue una excepción).
Con las cabezas preparamos caldo para guisar un marmitako, congelamos todo lo que cabía, preparamos unos 2 kilos en ceviche y otros tantos en escabeche (conservantes naturales a corto plazo), separamos las cortadas que nos pudiéramos comer en par de días (de forma generosa, más de medio kilo por persona y ración), y el resto lo distribuimos entre salazón (mojama) y conserva en aceite.
Estamos cocinillas ¿eh?, en un lugar normalmente mal aprovisionado, de escasos recursos y con precios elevadísimos en cualquier cosa comprada, como es la Polinesia, hay que agudizar el ingenio, y si algo se nos da bien es adaptarnos a las circunstancias.
Tratamos de que gran parte de nuestra dieta sea lo que podemos obtener gratis de nuestro entorno, como la pesca, el fruto del árbol del pan (similar a la patata), los plátanos, aguacates, mangos, limones, y hasta una cabra, si tenemos la oportunidad. Además de esto hacemos nuestro propio pan, conservas e incluso yogurt, hemos descubierto que dentro de un termo metido al lado del motor apagado (que mantiene la temperatura), se hace del mismo modo que en las yogurteras que usaban nuestras madres cuando éramos pequeños.
Os sorprenderíais de lo poco que gastamos al mes, muchísimo menos de lo que nos costaría vivir en Valencia, cierto es que no hay muchos sitios donde gastar y vivimos sin grandes lujos materiales (si de otro tipo), pero si además de organizarte bien con la comida, produces el agua para beber (con la desalinizadora) y no consumes mucho gasoil (navegando a vela lo máximo posible y economizando energía, casi somos capaces de mantenernos con las placas solares y el hidrogenerador), los números se mantienen muy aquilatados.
En otro orden de cosas, seguimos navegando rumbo a las Tuamotu, en realidad nos dirigimos a Tahití porque tenemos un compromiso allí a finales de mes, pero por el camino iremos parando en atolones del archipiélago de las infinitas islas.
Por primera vez, desde hace mucho tiempo (tanto que ni lo recuerdo), hemos coincidido con otros dos veleros haciendo la misma ruta, los detectamos por primera vez en el radar durante la noche del miércoles, estaban unas 10 millas delante de nosotros. Nuestra velocidad es ligeramente superior a la suya, de modo que por el día nos situamos prácticamente a su altura, aunque mientras pescábamos (estaríamos parados casi una hora) volvieron a distanciarse. Esta noche nos hemos situado de nuevo en su proa, y por la mañana ya ni divisábamos sus velas ni aparecían en el radar, quedaron por nuestra popa.
Es una sensación extraña, porque por un lado te sientes como acompañado, sabes que si a alguno le pasara algo muy pronto tendría a su lado dos barcos apoyándole, por otro implica atención, no vaya a ser que con lo grande que es el océano acabes chocando.
Nuestro ritmo de avance sigue siendo bueno, en torno a 180 millas diarias, hemos recorrido ya 400 y nos quedan menos de 100 para llegar a la que prevemos nuestra próxima parada, el atolón de Ahe, si todo va bien mañana durante el día afrontaremos el paso hacia el lagoon interior del mismo.
A las 10 horas GMT del día 14 (mediodía en España), nuestra posición es 13º 22’ S, 145º 01’ W, navegamos a 8,2 nudos rumbo 227º, viento el Este-sudeste superior a 15 nudos nos impulsa a un largo con mayor y génova izados.
Ya os contaré a ver si se nos pone cara de atún o que.
Sed felices.
Kike

(Este reporte es anterior al último, se traspapeló a la hora de subirlo)

De nuevo hemos batido nuestro record en pesca, además en el momento que menos esperábamos.

El cebo que llevamos es un colorido pulpito de plástico, al lanzarlo bromeamos con la posibilidad de entrenar al pulpo para capturar lo que deseamos, así que le hablamos y explicamos cual iba a ser su objetivo.

Aprendió bien la lección, por la mañana picó un atún de unos 4 Kg, un tamaño ideal para nosotros, suficiente para un par de comidas como más nos apetezca prepararlo. Desde que zarpamos de Chile no habíamos tenido mucho éxito con esta especie, que para nosotros es uno de los manjares más exquisitos que se pueden obtener del mar.

Como muchas veces los atunes van en bancos, y a pesar de que es algo que normalmente no hacemos (una vez pescamos no volvemos a lanzar la caña hasta que no nos lo hemos acabado, hay que gestionar los recursos del mar como si fueran los de tu casa, no hay que abusar ni desperdiciar pensando erróneamente en una infinita abundancia), probamos suerte de nuevo, con otro de similar tamaño podríamos congelar para ir tirando si tardábamos en sacar otro.

A mediodía la carraca de la caña sonó con fuerza, bastante más que en la picada anterior. Navegábamos a vela a 9 nudos (a un largo), tuvimos que parar bruscamente aproándonos para que no se soltara o perder el sedal si acababa partiéndolo. Comenzó una dura pelea que se prolongó casi por 40 minutos, soltando y recogiendo hilo.

Por la forma de tirar (hacia abajo) pensábamos que era de nuevo un atún, y desde luego no era pequeño, en cualquier caso es un pez que pelea mucho, hasta un ejemplar mediano da bastante guerra.

Cuando estaba prácticamente bajo el barco, y tirábamos a mano, había algo raro, parecía que ya estaba agotado, sin embargo costaba mucho subirlo a la superficie, como si siguiera haciendo fuerza.

Al situarse entre dos aguas nos dimos cuenta del motivo, era un ejemplar enorme, tendríamos que usar el garfio para poder sacarlo. Entre dos, y con bastante esfuerzo conseguimos subirlo a cubierta y contemplar la hermosa pieza ganada.

Calculamos su peso en 35 Kg. (pesaba más que un bidón de gasoil de 30 litros, pero menos que dos garrafas de agua de 20) y mediría como un metro y medio (sus formas son robustas), ya veréis las fotos.

¡Qué barbaridad! Allí había atún para dar y vender, lástima estar en medio del mar y no tener a quien regalar, cuando sobra hay que compartir, algo habitual entre los transmundistas.

Tal cual buque factoría, nos pusimos manos a la obra para procesar los casi 40 Kg. de atún que teníamos en cubierta, había que aprovecharlo bien y no desperdiciar nada. Del ejemplar grande salieron 4 lomos que parecían solomillos de vaca, nos llamó la atención su voracidad, en su estómago llevaba otro atún de más de 1 Kg. que se había tragado entero, además de glotón, caníbal, parece que es algo habitual en la zona…  (es broma, lo del alemán del año pasado fue una excepción).

Con las cabezas preparamos caldo para guisar un marmitako, congelamos todo lo que cabía, preparamos unos 2 kilos en ceviche y otros tantos en escabeche (conservantes naturales a corto plazo), separamos las cortadas que nos pudiéramos comer en par de días (de forma generosa, más de medio kilo por persona y ración), y el resto lo distribuimos entre salazón (mojama) y conserva en aceite.

Estamos cocinillas ¿eh?, en un lugar normalmente mal aprovisionado, de escasos recursos y con precios elevadísimos en cualquier cosa comprada, como es la Polinesia, hay que agudizar el ingenio, y si algo se nos da bien es adaptarnos a las circunstancias.

Tratamos de que gran parte de nuestra dieta sea lo que podemos obtener gratis de nuestro entorno, como la pesca, el fruto del árbol del pan (similar a la patata), los plátanos, aguacates, mangos, limones, y hasta una cabra, si tenemos la oportunidad. Además de esto hacemos nuestro propio pan, conservas e incluso yogurt, hemos descubierto que dentro de un termo metido al lado del motor apagado (que mantiene la temperatura), se hace del mismo modo que en las yogurteras que usaban nuestras madres cuando éramos pequeños.

Os sorprenderíais de lo poco que gastamos al mes, muchísimo menos de lo que nos costaría vivir en Valencia, cierto es que no hay muchos sitios donde gastar y vivimos sin grandes lujos materiales (si de otro tipo), pero si además de organizarte bien con la comida, produces el agua para beber (con la desalinizadora) y no consumes mucho gasoil (navegando a vela lo máximo posible y economizando energía, casi somos capaces de mantenernos con las placas solares y el hidrogenerador), los números se mantienen muy aquilatados.

En otro orden de cosas, seguimos navegando rumbo a las Tuamotu, en realidad nos dirigimos a Tahití porque tenemos un compromiso allí a finales de mes, pero por el camino iremos parando en atolones del archipiélago de las infinitas islas.

Por primera vez, desde hace mucho tiempo (tanto que ni lo recuerdo), hemos coincidido con otros dos veleros haciendo la misma ruta, los detectamos por primera vez en el radar durante la noche del miércoles, estaban unas 10 millas delante de nosotros. Nuestra velocidad es ligeramente superior a la suya, de modo que por el día nos situamos prácticamente a su altura, aunque mientras pescábamos (estaríamos parados casi una hora) volvieron a distanciarse. Esta noche nos hemos situado de nuevo en su proa, y por la mañana ya ni divisábamos sus velas ni aparecían en el radar, quedaron por nuestra popa.

Es una sensación extraña, porque por un lado te sientes como acompañado, sabes que si a alguno le pasara algo muy pronto tendría a su lado dos barcos apoyándole, por otro implica atención, no vaya a ser que con lo grande que es el océano acabes chocando.

Nuestro ritmo de avance sigue siendo bueno, en torno a 180 millas diarias, hemos recorrido ya 400 y nos quedan menos de 100 para llegar a la que prevemos nuestra próxima parada, el atolón de Ahe, si todo va bien mañana durante el día afrontaremos el paso hacia el lagoon interior del mismo.

A las 10 horas GMT del día 14 (mediodía en España), nuestra posición es 13º 22’ S, 145º 01’ W, navegamos a 8,2 nudos rumbo 227º, viento el Este-sudeste superior a 15 nudos nos impulsa a un largo con mayor y génova izados.

Ya os contaré a ver si se nos pone cara de atún o que.

Sed felices.

Kike

Días 875 a 879 (7 al 11/4/3/2012): La piedra de los sacrificios

Xavier es un jubilado francés que vive desde hace 10 años en Ua Pou, el día anterior se acercó al barco a nado, todas las mañanas y las tardes practica sus ejercicios en la bahía de Hakahau. Durante la conversación nos propuso llevarnos en su coche a recorrer la isla, lo que nos pareció una excelente idea, puesto que tanto Jose Carlos como yo seguimos con heridas en los pies que están costando demasiado de curar.

El sábado por la mañana nos recogió cerca del embarcadero, y el primer desafío del día fue conseguir meternos los 4 en el pequeño automóvil, Hugo y yo, que íbamos en el asiento posterior, hicimos todo el viaje con los pies por fuera para poder caber, aprovechando el hueco del inexistente cristal trasero.

A medida que nos alejábamos del pueblo, y ascendíamos la montaña, el paisaje era muy diferente, curioso como la perspectiva cambia completamente el escenario y la composición, no es lo mismo ver las montañas desde el mar, que el mar desde las montañas. En este caso podéis comprobarlo a la vez que me leéis, puesto que las fotografías están subidas a la web, dentro del último álbum (he añadido varios).

Habíamos leído que Ua Pou era una isla árida, pero no estoy para nada de acuerdo, en cuanto comenzamos a recorrer el camino de tierra que la atraviesa, jungla y espesa vegetación nos rodeó. Ya os he mencionado la frondosidad de estas islas volcánicas, que sumada a su elevada humedad da como resultado una fertilidad que llama la atención, por todos lados hay árboles, palmeras y frutales permanentemente repletos.

Fuimos parando en los lugares desde los que se divisan las mejores vistas, Xavier los conoce bien, y tras un par de horas de saltos en el interior del vehículo y elevadas pendientes llegamos a un antiguo centro ceremonial restaurado recientemente.

La primera impresión es de un lugar de celebraciones, con sus techos de paja alrededor de un patio central, diversos tikis (estatuas de piedra) y ornamentos, etc. Cuando conoces su historia te das cuenta de que no era algo tan lúdico.

Los ancestrales polinesios que habitaban Ua Pou se distribuían en los tres valles existentes, cada uno de ellos concentraba a un grupo tribal, y por lo que parece no se llevaban muy bien, las guerras eran habituales. En los centros ceremoniales se llevaban a cabo los preparativos al combate, y cuando acababan eran el escenario de la ignominia que le sucedía.

Los prisioneros de las batallas eran conducidos a este tipo de lugares sagrados, se convertían en los tristes protagonistas de un ritual espeluznante. Todo comenzaba con las danzas de los guerreros en el patio, al son de enormes tambores. Mientras tanto el público contemplaba el espectáculo, sentados cómodamente bajo los techados.

En el momento álgido los maestros de ceremonias conducían a los pobres desgraciados que habían tenido la mala suerte de ser capturados a una piedra que todavía mantiene su posición original, allí eran sacrificados y posteriormente canibalizados por los presentes.

Por mucho que trates de contemplarlo como un observador lejano y atemporal, las escenas se suceden en tu mente, y si tienes mucha imaginación y te fijas, casi puedes recrear la orgía de sangre y gritos que debía ser aquello.

Lo que más me impresionó fue la piedra, ubicada estratégicamente en una esquina de la explanada, de modo que la acción sea perfectamente visible tanto para participantes como para espectadores. Su forma plana y elevada recuerda a un altar, pero fue un patíbulo. Su superficie está llena de hendiduras, en cada una de ellas imagino al menos una muerte, hendiduras de sangre y mutilación, hendiduras de dolor, hendiduras hechas al devorar seres humanos… jamás las grietas de una roca me había puesto los pelos tan de punta…

No quiero demonizar a los antiguos polinesios, puesto que todos los pueblos hemos tenido nuestras etapas de barbarie y rituales espeluznantes, pero cuanto más conozco, más leo y más escucho, más claras tengo las dos caras de esta cultura. Por un lado eran tranquilos, hospitalarios, generosos y con unos valores humanos muy arraigados. Sin embargo, cuando la presión demográfica era excesiva, los recursos escaseaban o surgía un conflicto con otro grupo tribal, de una forma natural eran capaces de las mayores barbaries imaginables, son las dos caras de la misma moneda.

Independientemente de los detalles macabros, los tikis, la ornamentación y las tallas son realmente elaborados. Destaca un ave tallada solidariamente a un tronco cuyas raíces lo siguen aferrando al suelo, el artesano que lo elaboró solo tuvo una oportunidad, igual ver la piedra al lado fue una buena motivación para no fallar y decepcionar al gobernante. Nos hizo mucha gracia un tiki que bautizamos como «el trípode», no tenéis más que ver la foto para entenderlo.

Continuamos camino hasta llegar a la bahía de Hohoi, donde comimos en una preciosa y solitaria playa de piedras. Al regreso Xavier nos invitó a tomar café en su casa, situada en un punto elevado tiene unas preciosas vistas a Hakahau.

Al día siguiente decidimos cambiar de entorno, levamos ancla y nos dirigimos a la playa de Hakanahi, se ubica en el Noroeste, dentro de una zona sin cartografiar. Allí acuden las tortugas a desovar (un maravilloso espectáculo del que pudimos disfrutar en la isla de Henderson) y grandes tiburones a darse un banquete sin mucho esfuerzo. Con muchísima precaución fondeamos frente a la arena blanca del deshabitado santuario natural.

Tras otear el horizonte, y no divisar ninguna gran aleta ni caparazón, la curiosidad pudo más que el respeto y me zambullí en el agua cámara en mano. Recorrí todo el perímetro, pero no vi nada más allá que los peces habituales en este océano y grupo de islas. Por la tarde, dado que no acudió a la cita ninguna de nuestras orondas amigas, zarpamos rumbo a Nuku Hiva.

Llegamos bien entrada la noche a Taiohae, centro administrativo y económico de las Islas Marquesas, una capital de 1.700 residentes, en la que nos hemos podido aprovisionar razonablemente bien de comida y sobre todo de gasoil, desde Isla de Pascua que no conseguíamos, nuestras reservas estaban ya en las últimas.

Jose Carlos y yo hemos bajado poco del barco, por las heridas en los pies, aunque tengo que deciros que van muchísimo mejor, nos resistíamos, pero llegó un momento en que consideramos necesario tomar antibióticos, de otro modo no había forma de avanzar en su curación, estaban permanentemente infectadas. Estamos acostumbrados a tener permanentemente cortes y heridas, es lo habitual en una Aventura así, y normalmente no tenemos ningún problema, pero en la zona parece que hay mucho estreptococo, de modo que la curación y cicatrización es mucho más compleja, tenemos referencias de amigos navegantes que han tenido problemas serios.

Allí hemos permanecido hasta esta mañana, fondeados en la amplia bahía, con temperaturas bastante elevadas (por encima de los 33ºC) y escasa brisa, todo ello más los antibióticos incitaba más a la somnolencia que a mucha actividad.

En estos momentos navegamos rumbo 227º al archipiélago de las Tuamotu, a las 11 horas GMT del día 12 llevamos recorridas más de 60 millas, un viento del Este de unos 10 nudos de intensidad nos permite navegar a vela a un largo, con velocidades entre 5 y 8 nudos, depende de las rachas. Nuestra posición es 09º 35′ S, 140º 49′ W.

Estimamos navegar durante 3 días hasta llegar al primer atolón en el que pararemos, muy probablemente Ahe. Así pues, los siguientes días van a ser puro mar, que tampoco está nada mal, a ver si con un poco de suerte pescamos que nos apetece pescado fresco, os lo voy contando.

Sed felices.

Kike

Días 867 a 871 (30/3 al 3/4/3/2012): Tahuata, Hiva Oa y el final de la Aventura

¡Tranquil@s!, que queda Aventura Oceánica para rato… Pero si recordáis la planificación inicial, la que teníamos prevista aquel 15 de noviembre de 2009, esa mañana de domingo en la que en compañía de muchos de vosotros zarpamos rumbo a lo desconocido, en la que iniciamos el sueño por el que tanto habíamos luchado, en la que sentí tantas emociones que jamás olvidaré… la fecha fijada para el regreso a Valencia era marzo de 2012.

Como tantas veces pasa en la vida, las cosas no suceden exactamente como planeas, tras superar el punto en teoría más complicado del recorrido, el temido Cabo de Hornos, un terrible temporal nos arrasó la noche del 3 de febrero de 2011, desarbolándonos y dejando al proyecto gravemente herido.

El primer éxito fue salir casi indemnes de aquello, que a punto estuvo acarrear desgracias personales, el segundo no cejar ni un momento en el empeño de continuar, aunque a veces fuera realmente desesperante.

Casi un año para llevar a cabo una reparación que inicialmente se iba a demorar 45 días, muchos sinsabores y frustración por la falta de profesionalidad de algunos y los continuos retrasos, pero al final lo conseguimos, eso sí, con un desgaste físico y emocional (los más cercanos lo saben bien) que hemos tardado algún tiempo en recuperar.

El 28 de enero de este año zarpábamos de nuevo, en lo que para nosotros fue la segunda salida de Aventura Oceánica, con emociones mucho más neutras y el bagaje acumulado de más de 2 años navegando por el mundo, poníamos proa a la Isla de Pascua.

La ilusión, el esfuerzo y la capacidad de sufrimiento tienen siempre su recompensa, y yo creo que esta parte del viaje esta siendo la nuestra. Experiencias en la navegación, islas y atolones desiertos, la vida de robinsones, un mundo subacuático repleto de vida y color, paisajes de belleza sin igual y las vivencias con la gente conocemos, nos están transportando a los mejores momentos de la Aventura.

Yo soy de los que piensan que las cosas suceden por algo, y siempre para mejor, aunque a veces, a corto plazo no seas capaz de entender el porqué. La cuestión es que en lugar de estar en Valencia estamos en la Polinesia y hasta, como mínimo, dentro de un año no estaremos de regreso, podéis ver la nueva planificación aproximada en nuestra web.

Durante estos días hemos recorrido las islas de Tahuata e Hiva Oa, todavía pertenecientes a las Marquesas. Son volcánicas, montañosas y cubiertas de una verde vegetación que apenas deja hueco a ver el sustrato en el que se sustenta. El paisaje es completamente diferente al de los atolones de las Tuamotu, y en general no tienen barrera de coral debido a la corriente fría Sudequatorial.

Tahuata no es muy grande (15 Km por 6), fondeamos en el Noroeste, frente a una pequeña playa rodeada de acantilados, de arena blanca y un enjambre de cocoteros y frutales tras ella. Poco se podía hacer más que disfrutar del entorno, bañarnos, pesca submarina, tomar el sol, recolectar cocos y vida de barco, que tampoco está nada mal.

Hiva Oa es la segunda isla más grande de las Marquesas (después de Nuku Hiva) y Atuona su principal población, allí nos dirigimos y hemos estado hasta hoy. La bahía de Atuona es un antiguo cráter volcánico inundado, cuyo muro Este desapareció. El puerto está protegido levemente de la ola oceánica por un pequeño espigón, dentro de él nos apiñábamos una decena de veleros, que para evitar el borneo y no crear un caos con las continuas corrientes que hacen que el barco vaya hacia todos lados hemos tenido que fondear con ancla en popa además de la de proa.

El pueblo está a media hora caminando desde la bahía, no hay medios de transporte. Resultó mucho menor de lo que nos imaginábamos, aunque es la primera vez que vemos un banco y una especie de supermercado (en otros sitios no pasaría de considerarse una tiendecita) desde que salimos de Isla de Pascua.

Paul Gauguin (el famoso pintor) y Jaques Brel (cantante belga) residieron en aquel lugar, su recuerdo está presente de numerosas formas, como museos, nombres de calles, etc.

A pesar de ser el centro administrativo de las Marquesas del Sur no hemos podido conseguir gasoil (confiamos tener en Nuku Hiva, ya nos queda poco) y tampoco muchas provisiones.

Lo que si hemos tenido es conexión Internet, de modo que he aprovechado para subir las últimas imágenes, las podéis ver a través del apartado correspondiente de www.aventuraoceanica .es, podréis conocer a Hermano, la Isla Maldita, los delfines, Pukapuka y su gente y Bahía de las Vírgenes.

Por la tarde nos hemos desplazado a Puama’u, en el Noreste de Hiva Oa, donde se sitúa uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de las Marquesas, mañana por la mañana iremos a verlo, ya os lo cuento.

Sed felices

Kike