Días 986 y 987 (27 y 28/7/12): La nave de un millón de años

Durante estos días he disfrutado de la lectura de este clásico (y obra maestra) de la ciencia ficción escrita por Paul Anderson, en el que un pequeño grupo de personas descubren su inmortalidad, se van reuniendo a lo largo de los siglos de historia, y posteriormente se embarcan en un viaje por el universo en el que, por su naturaleza, el tiempo para ellos no es un problema.

¿Nunca os habéis planteado porque se usa prácticamente el mismo lenguaje para la navegación marítima que para los viajes espaciales? Curioso que tantos términos sean similares, sin duda la primera fue la precursora e inspiradora de la segunda.
Desde que zarpamos nuestra navegación está siendo bastante desatendida, apenas hay que tocar las velas, no pasa nada, no hemos cruzado ningún barco, en el radar no aparece más que algún chubasco de vez en cuando, el resto del tiempo no es más que una pantalla negra, en el horizonte no hay más que la inmensidad del océano, en el cielo se alternan las nubes, el sol y los astros…

En nuestros días el desafío, el resultado de la inquietud de conocer recónditos lugares a los que resulta imposible llegar de otro modo,  otras formas de vivir, otros paisajes, otros fondos marinos, es dar la vuelta al mundo en un velero. ¿Si hubiésemos nacido en el futuro, seriamos navegantes de las estrellas? Yo creo que sí. El que nace con el veneno de la curiosidad por descubrir no puede más que seguir su destino, existirán nuevos medios, nuevos desafíos, los límites estarán cada vez más lejos, pero siempre habrá quien los mire con la atracción de un imán, y que nada ni nadie pueda evitar que se lance en una Aventura para llegar hasta ellos.

Anderson hace una descripción de la vida a bordo que, salvando las distancias, es muy similar a la nuestra. La nave sigue el rumbo fijado previamente, de forma casi autónoma, con el apoyo de los instrumentos de navegación y el piloto automático, aunque siempre gobernada por un capitán. Cada uno cumple con sus obligaciones de abordo, además de disfrutar de su tiempo libre cuando no está de guardia. Una energía casi inagotable les impulsa, el infinito les rodea y todo ser o creación humana está muy muy lejos. Si algo sucede, tienen que agudizar el ingenio para resolverlo por sus propios medios, porque allí es complicado que llegue alguien en un tiempo razonable.

Desde nuestra cubierta también vemos a Vega, Altair, Sirius u Orión. La Vía Láctea cruza nuestro techo y los astros confirman nuestro rumbo y posición. Aunque existan mapas (que no siempre son correctos), avanzamos hacia lo desconocido, con la ilusión del que ha oído y leído hablar de un lugar maravilloso y está a punto de verlo con sus propios ojos.

Navegantes marítimos o estelares, argonautas o astronautas, qué más da, lo importante es el camino y las experiencias que proporciona, lo importante es vivir sintiéndose vivo…  ¿Y quién vive? Vive quien tiene un sueño, y el valor para perseguirlo…

Sed felices

Kike

PD: A las 13:30 GMT del día 29 nos encontramos en 18º 54′ S, 169º 54′ W, navegamos rumbo 270º a 5 nudos de velocidad con mayor y génova desplegados por completo, una leve brisa del sudeste nos impulsa suavemente, el mar hace caso al viento y está casi en calma. En aproximadamente 6 horas llegaremos al extremo norte de Niue, estamos a menos de 30 millas. La navegación desde Palmerston ha sido tan variable como el viento, aunque nuestro rumbo ha permanecido casi siempre directo y en ningún momento hemos estado parados.

Días 981 y 982 (22 y 23/7/12): A su aire…

Así se está comportando el viento, por no decir cómo le da la gana, independientemente de previsiones meteorológicas o estadísticas de intensidades medias en la zona durante esta época del año.

Prueba de ello es la gran variación en velocidad que estamos teniendo tras zarpar de Papeete, desde quedarnos parados, hasta superar ampliamente los 12 nudos.

Comenzamos con poco viento y mucha ola, situación que cambió al día siguiente permitiéndonos izar el spinnaker y avanzar a buen ritmo. Nuestra alegría no duró mucho, puesto que esa misma noche el soplido de Eolo se fue quedando sin fuerzas y el spi acabó con un numerito de circo de esos a los que nos tiene acostumbrados.

A veces pasan cosas que cuesta creer que sucedan de forma fortuita, pero o asumimos que son así, o tenemos que aceptar que hay duendes en el barco. Hace tiempo que cuando navegamos con spi , viento suave y mucha ola, izamos un foque para evitar que se lie en el estay; bien, pues fijaos en lo que pasó: una driza se soltó de su enganche en la base del palo, no sabemos porque arte de magia se dedicó a dar vueltas sobre el foque, enredándose con él, estrangulándolo por así decirlo alrededor del estay. Claro, el spi que vio la oportunidad, no lo dudó, dijo -esta es la mía- y se lio de tal forma sobre los dos anteriores que cuando lo vimos no dábamos crédito. ¿Pero cómo ha podido pasar? Nos repetíamos una y otra vez, ¡increíble! Si no lo veo, no lo creo…   En fin, menos mal que lo pudimos bajar y desliar, aunque esa noche decidimos no izarlo de nuevo, ya teníamos bastante.

Desde ese momento, hasta anteanoche, dominaron las calmas, hasta un extremo que, cansados ya de escuchar el flameo de las velas, arriamos todo y conectamos motor. A cambio el día era excelente y el mar se había serenado casi por completo, ¿qué es lo mejor que podíamos hacer? pues eso, darnos un baño en mitad del océano, una experiencia siempre emocionante. Dimos un cabo largo por popa, al que atamos una defensa, como seguridad, puesto que el barco jamás se queda quieto, y ¡al agua patos!  Por supuesto, no tenía ningún sentido mojar la ropa…

Para Paco fue su primer baño a más de 800 Km de tierra firme y con 5.000 metros de agua por debajo, y lo disfrutó como merecía la ocasión. Jose Carlos, a punto de tirarse, se acordó de la herida, que prácticamente está curada al 100%, pero prefiere ser conservador.

Durante la noche, y tras el paso de un monstruoso chubasco que ocupaba prácticamente toda la pantalla del radar, llegó el viento. Al principio pensábamos que sería pasajero, fruto del fenómeno meteorológico local, pero no fue así, desde entonces nos acompañan 20-25 nudos prácticamente del Este, con lo que navegamos a un largo, casi de popa.

Si las condiciones acompañan, el Bahari es un barco rápido, en las últimas 24 horas hemos recorrido casi 200 millas, a una velocidad media superior a los 8 nudos. Hemos visto planeadas de 14 nudos, y durante varias horas tuvimos una velocidad media de entorno a los 9,5 nudos con puntas de 12. Las condiciones se mantienen, creo que seguirán hasta nuestra llegada a Palmerston. Todo esto contrasta con las poco más de 100 millas que hicimos el primer día y las entorno a 150 millas de media diaria que resultarán al final de la travesía, si hubiéramos tenido este viento desde el principio estaríamos allí hace ya más de un día, pero el mar es así…

Como es normal, el viento no viene solo, las olas constituyen sus amigas inseparables, eso nos ha envuelto en un encrespado mar con crestas de 4 metros de altura,  las hemos visto hasta de unos 6.  Como consecuencia nos movemos bastante,  a veces muy bruscamente, lo que ha ocasionado algún que otro divertido incidente en el interior.

Ayer Jose Carlos preparó para comer unos deliciosos garbanzos con mojama (hecha por nosotros, secando el atún o dorado y luego en aceite), en el momento de servir a Paco el plato se le fue de las manos volando por el aire. Hubo alguna que otra broma, nos reímos un poco, lo recogimos y le volvimos a servir. Por segunda vez pasó exactamente lo mismo, los garbanzos acabaron de nuevo en el suelo. A la tercera, ya a carcajadas, casi lo clavamos el plato en la mesa para que no se moviera de allí.

Más allá de la anécdota, es perfectamente normal, de hecho su nivel de adaptación ha sido rápido y muy bueno, hace falta mucha práctica para desenvolverse con naturalidad sobre lo que parece un potro desbocado.

Por lo demás, están siendo días muy tranquilos que se rigen por los horarios de las guardias, 6 horas de descanso cada 3 de turno dan para mucho, además de dormir y disfrutar del esplendido paisaje del mar infinito en cualquier dirección.

A las 4:40 GMT del día 24 (dos horas más en España y 10 horas menos aquí), nos encontramos en 17º 59′ S, 162º 27′ W, navegamos a 9 nudos rumbo 270º con mayor (tomado el primer rizo) y 2/3 de génova desplegados, viento y ola continúan fuertes. Nos quedan 40 millas para llegar a Palmerston, eso implica que llegaremos esta noche, ya veremos cómo nos las podemos ingeniar para fondear sin visibilidad, si resulta demasiado complicado tendremos que esperar dando vueltas hasta que se haga de día.

Sed felices

Kike

Días 975 a 978 (16 al 19/7/12): ¡En marcha!

Surcamos ya el Océano Pacífico Sur rumbo a Fiji, en esta larga travesía de aproximadamente 2.000 millas náuticas durante la que haremos breves escalas en las Islas Cook, Niue (la pequeña isla-estado) y Tonga. Hasta mediados de agosto la navegación oceánica va a ser nuestra actividad fundamental.

Tras la dura y movida singladura entre Fakarava (Tuamotu) y Tahití, los días de estancia en Papeete han estado cargados de una actividad frenética para reparar, aprovisionarnos y realizar los trámites oportunos en el menor tiempo posible. Creo que no se nos ha dado nada mal, llegamos a puerto el 16 por la mañana y el 18 por la tarde estábamos de nuevo navegando.

Entre ambas fechas, el 17, fue mi cumpleaños. No hubo mucho tiempo para celebraciones, aunque si nos pudimos tomar un rato para ir a cenar a las roulottes de la plaza. No me quejo, si tener un excelente día de cumpleaños es ser feliz, hacer lo que deseas y vivir como sientes, últimamente se podría decir que lo celebro casi todos los días. Solo hubo una cosa que me faltó, poder tener a mi lado y compartirlo con amigos, familia y todas aquellas personas a las que quiero un montón. Pero esta vida no es perfecta, cumplir un sueño también tiene daños colaterales, mejor concentrarse en lo bueno que se tiene y disfrutarlo al máximo.

Aprovecho desde aquí para dar las gracias por la enorme cantidad de felicitaciones que recibí, tanto por correo, facebook, skype o SMS. No he podido responder todavía a la mayoría, y no podré hacerlo hasta que no vuelva a tener internet (no sé cuándo), pero os prometo que lo haré. Se me ensanchó el corazón y se me iluminaron los ojos al sentir el calor y la cercanía de tantos, especialmente de gente que es muy importante para mí.

En torno a las 17 horas de ayer (hora local) largábamos amarras, zarpando del Quai des Yachts,  en pleno centro de Papeete, con barco, provisiones y tripulación en perfecto estado de revista.

La previsión era de 15 a 20 nudos de viento del Este, pero no se cumplió, solo una pequeña brisa hizo acto de presencia. Al principio pensamos que podría ser el apantallamiento de la isla de Tahití, pero cuando dejamos Moorea por estribor, pusimos rumbo Oeste y ambas islas (de escarpada orografía) quedaron a muchas millas por detrás, la situación no varió.

En cambio la ola era mucho más grande y desordenada de lo previsto, venía de cualquier dirección. Poco viento y mucha ola es una de las peores combinaciones posibles para navegar a vela, ya que los bruscos movimientos y el escaso empuje/embolsamiento de las velas hacen que se plieguen una y otra vez, sin cesar de golpear. Es un sonido de algo que no trabaja bien, de material forzado y esfuerzos para los que no está previsto, hay que templar mucho los nervios para no desesperar escuchando al barco como gruñe y se queja.

Así ha seguido toda la noche, hasta bien entrada la mañana no hemos comenzado a deslizarnos sobre las olas como el Bahari bien sabe hacer. Sobre las 12 hemos considerado que las condiciones eran adecuadas para izar spinnaker, y así lo hemos hecho, desde ese momento la travesía se ha convertido en otra completamente diferente, el movimiento y el sonido reflejan la alegría de un corcel que galopa cómodamente, la fuerza de gobernar y pasar sobre las olas, no que ellas te impacten y te zarandeen hacia todos lados.

Paco, nuestro tercer tripulante que nos acompañará hasta Fiji, está disfrutando como un niño, aunque ya tenga dos nietas. Su enorme ilusión y predisposición compensan su escasa experiencia náutica, Jose Carlos y yo estamos felices solo de ver como se lo está pasando.  Hoy se ha sentido preparado para incorporarse al turno de guardias, además de habernos cocinado para comer un excelente gazpacho andaluz y un exquisito pastel de carne, así da gusto.

Ya apenas me sorprende nuestra capacidad de adaptación, tras unas semanas de travesía corta y mucho fondeo, volver a la travesía larga no ha supuesto el más mínimo esfuerzo, parece que es lo que hayamos estado haciendo siempre.

En este momento, a las 06:00 horas GMT del día 20, nos encontramos en 17º 58′ S, 152º 11′ W. Navegamos a entre 8 y 9 nudos de velocidad con mayor, spi y un pequeño foque a modo de trinquetilla. Hemos tenido que desviarnos un poco de rumbo orzando hasta los 250º para que el viento, de unos 18 nudos del Este, no nos alcance de popa redonda. Las olas continúan entre 1 y 2 metros de altura, pero con velocidad y potencia no resulta un problema superarlas.

160 millas han quedado por popa desde que iniciamos esta travesía, 625 quedan por proa en línea recta hasta lo que preveíamos nuestra primera recalada, Palmerston, pero creo que serán bastantes más, tendremos que ir haciendo bordos para evitar la popa redonda, os lo iré contando.

Sed felices

Kike

Días 971 y 972 (12 y 13/7/12): ¿Sueñan los peces?

Es una pregunta que me hice al verlos plácidamente dormir, escondidos bajo las rocas o sencillamente panza arriba flotando tranquilamente sobre el mar; curiosa la experiencia de la vida nocturna sobre el arrecife, ahora os la cuento en detalle.

Mientras estábamos en el fondeadero norte de Tahanea coincidimos de nuevo con nuestros amigos del Touareg, Christian, Olga y su hija de 12 años Johana. Ellos pensaban zarpar hacia Fakarava, nosotros hacia alguno de los motu del interior del lagoon, pero dado que se preveía viento fuerte del Sudeste, y que nos apetecía compartir algunos días, decidimos ir juntos al abrigo de uno de los motu situados al Sudeste, es lo bueno de cuando no tienes planes fijos, siempre se pueden cambiar sobre la marcha.

Hasta ahora no habíamos estado allí, pero nada más llegar tuvimos claro que había sido una buena elección, paisaje de película: varios islotes coronados por cocoteros y rodeados por un cinturón blanco de arena, aguas con los distintos tonos de azul, piscinas naturales transparentes como el vidrio, todo desierto y salvaje.

Para que os hagáis una idea de la claridad del agua os contaré una anécdota,  en el momento del fondeo pasamos un mal rato, a pesar de que la sonda marcaba entre 6 y 7 metros, nos vimos rodeados por cabezas de coral que parecían estar a ras de agua. Tras inmovilizar el barco me zambullí para analizar la situación, era un efecto óptico, hasta la más elevada estaba a más de 4,5 metros de profundidad (nuestro calado es 2,5 m.).

Christian es una persona con la que conecto mucho, coincidimos en gran medida en cuanto a la visión de la vida y compartimos muchas aficiones. Durante estos días hemos tenido largas jornadas de pesca submarina o con su pequeña auxiliar a vela, buceo, barbacoas en la playa, cenas en uno u otro barco, largas tertulias, etc. No está mal un poco de vida social, si no tantos días viviendo como ermitaños nos asilvestramos un poco.

Otro aspecto muy interesante es el de compartir experiencias, bien sea de supervivencia usando los recursos naturales, navegación, destinos interesantes, recetas de cocina, etc. Siempre se aprende algo nuevo, siempre hay que estar dispuesto a aprender y enseñar lo poco que uno puede saber.

La langosta siempre es una exquisitez, sea donde sea. No es difícil encontrarla en los atolones del Pacífico Sur, aunque capturarlas requiere un poco de sacrificio, hay que ir de noche al arrecife exterior y mojarse, aquí aplica al pelo el dicho: «el que quiere pescar tiene que mojarse el culo…»

Hace tiempo que no comíamos, así que la otra noche nos animamos a ir. Tras desplazarse con la auxiliar a un punto adecuado hay que atravesar el motu o arrecife hasta el borde exterior, próximos a la rompiente, y comenzar a caminar iluminando el agua con linternas. Si hay se las encuentra fácilmente, sus ojos brillan como dos faros de colores anaranjados o amarillos, y su forma oscura es inconfundible.

Una vez localizadas el siguiente desafío es conseguir atraparlas, lo mejor es con la mano, aproximándose lentamente al principio para acabar con un rápido movimiento, solo hay una oportunidad, si escapan ya no hay forma de volverse a hacer con ellas.

Con un arpón o el fusil sería más fácil, pero el problema es que quedarían heridas de muerte, sin la posibilidad de liberar a hembras con huevas o las que son demasiado pequeñas, algo importante para poder seguir comiendo langostas en un futuro.
Pasear en medio de la noche por la plataforma del arrecife es toda una experiencia, a pesar de que se buscan sitios en que no cubra más allá de la rodilla, a veces el agua alcanza más allá de la cintura, teniendo en  cuenta que estas a merced de las olas y las oyes rugir con fuerza a escasos metros, la sensación de riesgo es intensa, los sentidos se agudizan y ante la menor percepción de que el mar te puede arrastrar te agarras con fuerza a lo que sea.

La vida bajo el mar siempre está presente, aunque sea de madrugada. Sus primeras representantes suelen ser pequeñas morenas escondidas entre las rocas antes de llegar a la plataforma, suelen ser inofensivas, pero visto lo visto aquí, hay que tratar de evitar exponerse a su radio de ataque, por lo que te fijas muy bien donde pones el pie en cada paso.

Una vez llegas a la plataforma y empiezas a caminar en paralelo al borde exterior del arrecife se encuentran nuevos habitantes nocturnos. Los que más me llamaron la atención fueron los peces loro durmiendo en los huecos o bajo las rocas, sus colores vivos azulados o verdosos destacan nítidamente.

Normalmente no nos preguntamos si los peces duermen, pero es muy curioso ver como lo hacen, buscan su hueco al abrigo de la corriente y se relajan por completo, panza arriba o de costado, como si estuvieran acostados sobre un lecho de ingravidez. Inmóviles descansan como muertos, allí donde se creen a salvo de los depredadores.

En este momento son tan vulnerables que no me atrevería a pescarlos, demasiado fácil, no es una competición justa, sería como un asesinato. Más que otra cosa despiertan ternura, y si dejas volar tu imaginación te planteas ¿estarán soñando? ¿con que soñaran los peces? Con islas paradisiacas, playas espectaculares, aguas cristalinas o preciosos arrecifes no creo, porque es donde viven. ¿Soñaran con bellas montañas? ¿Tendrán pesadillas imaginándose que llega un humano con una linterna y los atrapa? ¿Cuáles serán sus deseos?  No me digáis que no os entra curiosidad, y tampoco es que les quiera atribuir una inteligencia superior, pero cuanto más conozco estos seres, cuanto más tiempo paso con ellos y los observo, más cuenta me doy que tienen su inteligencia y su carácter, su forma de relacionarse, sus hábitos, sus expresiones, aprenden e intuyen, desde luego algo tienen.

Además de los peces loro también puedes encontrar salmonetes y otras pequeñas especies durmiendo sobre el agua a la deriva. Estos lo hacen en grupo, con sus vientres blancos reflejando la luz de las luces como si fueran perlas. Tienen que tener muy buen dormir, porque las olas no cesan de balancearlos, incluso es muy posible que alguna los arrastre hacia la rompiente, pero bueno, es su medio, supongo que en ese momento despertaran y se  desplazaran a un lugar más tranquilo.

El coral también se ve precioso bajo los focos, sobre todo destacan los colores azulados, naranjas y rosas. Iluminar el fondo es un espectáculo multicolor.

A pesar de que tantas reflexiones pasaran por mi cabeza no perdí de vista el objetivo de pescar langostas, la cacería se saldó con tres buenos especímenes, tras descartar otras tantas por escaso tamaño y que se me escaparan un par más, suficiente para degustarlas y guardar un par en el congelador para un día en que las condiciones permitan hacer una paella.

Sed felices

Kike

Días 957 a 963 (28/6 al 4/7/12): La ciguatera y la luna llena

Una intoxicación por ciguatera y la influencia de la luna en la abundancia de vida en el paso Sur de Fakarava, estos han sido los principales factores que nos han condicionado los últimos días, el primero de forma negativa, el segundo todo lo contrario.

No es la primera vez que os hablo de la Ciguatera y las precauciones que tenemos que tomar para evitarla, pues bien, esta vez volveré a mencionarla, pero por experiencia propia.

En resumen, es una intoxicación alimenticia que se produce por la ingesta de pescado de arrecife envenenado a causa de la toxina que produce un micro-alga (Gambierdiscus Toxicus). Los peces la comen y son inmunes, pero van acumulando la toxina en su cuerpo, a medida que se sitúan en una posición más alta en la cadena trófica y tienen mayor tamaño, más cantidad y concentración de la sustancia venenosa puede tener su cuerpo.

De este modo, los depredadores de mayor tamaño son los potencialmente más peligrosos (por ejemplo morenas, barracudas, meros, jureles, napoleones, etc.), aunque en realidad no se trata de algo exacto, depende de las zonas, las especies e incluso los individuos. Una buena práctica es preguntar a los pescadores locales, que es lo que hemos venido haciendo hasta ahora, aunque tampoco eso es una garantía al 100%.

No hay forma de detectar si un pez esta envenenado o no (los polinesios dicen que si lo está no van las moscas, las hormigas huyen, o al colgarlos no se quedan rectos, pero no veo mucha base a esto), y la toxina no se destruye con la temperatura (alta o baja) o con otras sustancias (por ejemplo jugo de limón).

Los efectos también dependen de cada persona, se pueden presentar trastornos gastrointestinales, cardiovasculares (bajada de pulsaciones y tensión), neurológicos (inversión de las sensaciones térmicas, picores, calambres) y musculo-esqueléticos (fatiga, dolor muscular), llegando incluso a la parada cardio-respiratoria en los casos más graves. No hay remedios, solo tratamientos sintomáticos.

Siendo así parece una ruleta rusa, pero visto con visión de contexto tampoco tiene porque serlo, por ejemplo, en Polinesia Francesa, con unos 300.000 habitantes, se registran 800-900 casos al año, teniendo en cuenta que la dieta fundamental durante toda su vida es pescado de arrecife, tampoco es tanto.

Siguiendo unas prácticas lógicas, como no comer tamaños grandes (máximo 2 Kg), limpiar bien el pescado nada más capturarlo (las toxinas se concentran en vísceras y cerebro), preguntar siempre a los pescadores locales y a ser posible evitar los depredadores, la probabilidad de resultar intoxicado es muy baja.

En nuestro caso, creo que nos confiamos un poco, en los atolones en que hemos estado recientemente los nativos decían que se podía comer todo o prácticamente todo, pero en estas cosas nunca hay que bajar la guardia.

El primer mero que comimos en Tahanea (hace ya casi dos semanas) tenía ciguatera, los síntomas no se hacen esperar mucho, los notamos al día siguiente. Afortunadamente la intoxicación fue leve, en mi caso un par de días de dolor muscular y agotamiento, en el de Jose Carlos, además de estos, picores e inversión de las sensaciones térmicas, que aunque se le están yendo, todavía le duran; no ha sido bueno que se le juntara con la infección de la picadura en el pié y la toma de antibióticos, poco a poco se está restableciendo.

¿Os acordáis del mero que me robó el gran tiburón gris? Una vez más el destino nos recuerda que lo que un día puede parecer una tragedia, al día siguiente te das cuenta que fue una fortuna, el mero era mayor que el segundo que capturé y nos comimos, muy posiblemente los efectos de la ciguatera habrían sido mayores.

Para mayor seguridad visitamos la enfermería de Rotoava (la población de Fakarava), donde nos diagnosticaron y dieron buenos consejos, además de volver a aplicar curas al pié de Jose Carlos.

Por si acaso tendremos que estar un tiempo sin comer pescado de arrecife (los de mar abierto no tiene ciguatera), para no acumular más toxina y dar margen a eliminar la que podamos tener.

Tras compras, gestiones y paso por la enfermería, pusimos rumbo de nuevo al sur, al paso de Tumakohua, el paso Sur de Fakarava, donde nos encontramos actualmente. No puede haber un lugar mejor y más tranquilo para descansar, además de tener un buceo espectacular.

La luna llena de julio es una fecha mágica aquí, varias especies de peces se concentran de forma inusual para reproducirse, las imágenes bajo el agua son grandiosas, cardúmenes que tapizan de ojos el fondo marino, o que se concentran de tal modo que parecen un solo ser de dimensiones monstruosas; todo esto además de los ya habituales 200 o más tiburones grises que forman una especie de enjambre en medio del paso, lástima que Jose Carlos no pueda bucear todavía, ya veréis las imágenes.

Aunque un poco más bajos de revoluciones, seguimos disfrutando de un incomparable paisaje, de preciosas puestas de sol, y de una vida subacuática rebosante, acompañados por las noches de una luna que parece un sol.

Si todo va bien, en un par de días volveremos a Tahanea, el atolón desierto que tanto nos gustó, aunque esta vez dejaremos que los tiburones se coman todo el pescado.

Sed felices

Kike