¡Feliz Navidad!

Como os podréis imaginar, la llegada ha sido un cúmulo de cambios y emociones, durante estos días no he parado, ha sido imposible encontrar un hueco para contaros los detalles de las últimas horas de travesía y el recibimiento.

En cualquier caso todavía me quedan muchas cosas por contar, muchas imágenes que compartir, muchos vídeos que todavía no he empezado a procesar, por lo que este blog no ha muerto, seguirá vivo al menos por un tiempo.

También os iré informando de próximos eventos en los que vayamos a participar o convocar, la evolución del libro que se publicará en breve y algunas ideas que os iré desvelando…

Mientras tanto, os dejo con mi felicitación de Navidad:

“Si puedes leer esto es porque perteneces a la minoría de privilegiados de este planeta, si puedes celebrar estas Navidades con las personas a las que quieres eres realmente afotunad@.

Cuatro años recorriendo el mundo te ayuda a tener una perspectiva más clara de las cosas, a valorar lo realmente importante, a darte cuenta de lo que de verdad se necesita para vivir y ser feliz, piénsalo y verás como no es mucho, la mayor parte está en nuestro interior y no son cosas materiales.

Disfruta estas fiestas, sonríe, expresa a los que están en tu corazón lo importantes que son para ti, haz feliz a todo el mundo que puedas… eso debería ser el espíritu navideño.

Con mis mejores deseos, ¡feliz Navidad!

Recién llegado a Valencia,
Kike Fenollosa”

Felicitación Navidad 2013
Felicitación Navidad 2013

Días 1.490 y 1.491 (13 y 14/12/13): La travesía más larga…

El tiempo es relativo, a veces pasa muy rápido, a veces lento, todo depende de en lo que estés pensando…

En ocasiones os he contado como travesías de miles de millas y semanas de navegación no se me hacían largas, si uno se centra en el presente, disfruta de lo que está haciendo y no piensa en el momento de la llegada, sencillamente el tiempo fluye, las cosas transcurren a su ritmo y se vive cada instante.

Ahora la situación es distinta, es la travesía final de este viaje, de esta vuelta al mundo a vela que es Aventura Oceánica, y a pesar de ser, tal vez, una de las más cortas en distancia que hemos realizado, es la que se me está haciendo más larga.

No es porque el mar la este complicando, todo lo contrario, a mitad de camino entre el Cabo de Gata y el de Palos el viento calmó, e incluso posteriormente se estableció una suave brisa a nuestro favor, las olas no pudieron más que seguir al viento y pocas horas después la superficie del agua únicamente estaba ligeramente rizada.

En esas condiciones, con poca máquina, y más aun si añadimos la vela mayor apoyando un mínimo, nos es sencillo superar la velocidad de 5 nudos, que es la que nos habíamos establecido como objetivo.

Inicialmente pensábamos arrumbar desde Gata hacia la isla de Formentera, para evitar el viento contrario que se preveía más fuerte pegado a costa, también de ese modo tendríamos mejor ángulo para el tramo final hasta Valencia, ya que para esas horas se estimaba viento del Norte.

Al final no ha sido necesario, las previsiones meteorológicas del Mediterráneo son muy variables, en realidad ni ha habido viento fuerte pegado a costa, ni habrá un Norte bien establecido en el Golfo de Valencia mientras nos estemos aproximando, por lo que hemos hecho rumbo directo a Cartagena, y de ahí al Cabo de la Nao.

El avance ha sido mayor del esperado y hoy por la mañana nos situábamos en las cercanías del Cabo de San Antonio, de modo que hemos aprovechado para parar unas horas, descansar y organizar un poco el barco para que mañana este más presentable, aunque sea evidente que llevamos 54.000 millas a nuestras espaldas.

Un día soleado nos ha acompañado durante las horas que hemos estado fondeados frente a Jávea, tranquilidad en un precioso entorno natural, a la espera del ajetreo que seguro que nos espera mañana.

A las 9 de la noche poníamos proa de nuevo a Valencia, ya a un tiro de piedra, tenemos tiempo de sobra hasta las 11 de la mañana, hora prevista de nuestra llegada, pero preferimos ir con un poco de margen, la experiencia nos dice que los imprevistos surgen ellos solitos, precisamente cuando son más inoportunos.

Ahora si veo el final de viaje, supongo que, una vez despejadas las incógnitas debidas a la meteorología adversa que hemos tenido desde que entramos en el Mediterráneo, la mente ya se desliza hacia el siguiente hito importante, el momento en el que atracaremos en el Club Náutico de Valencia después de 4 años y 1 mes recorriendo el planeta a ras de agua.

Supongo que por eso esta travesía se me está haciendo larga, porque es imposible no pensar en la llegada, sobre todo cuando la navegación es fácil y no requiere mucha concentración, el barco es ya prácticamente una extensión de mi cuerpo.

Pero no estoy triste, todo lo contrario, ahora la emoción que puede es el deseo de reencontrarme con toda la gente que nos estará esperando en el pantalán, familia, amigos, todas esas personas especiales que muchas veces he echado tanto de menos.

Las horas pasan despacio en mi guardia de 12 a 4 de la mañana, aunque la temperatura es baja para mi gusto (15ºC), hace una noche estupenda, mar y viento en calma, cielo despejado, estrellas en el firmamento, todas aquellas que deja vislumbrar una potente luna que brilla con intensidad, las únicas luces en el horizonte son las de tierra, navegamos próximos a costa, nada peligroso en la pantalla del radar, avanzamos despacio, aunque de forma constante, hacia el final de esta Aventura…

Sed felices

Kike

Días 1.487 a 1.489 (10 al 12/12/13): Cabo de Gata, entre los más difíciles del mundo

No sé si será un ranking muy objetivo, pero desde luego si clasificamos los cabos del planeta en función de lo que nos ha costado superarlos, el Cabo de Gata estaría en las primeras posiciones.

La navegación desde el Estrecho fue una auténtica pesadilla, con el temporal de levante incrementando su violencia por momentos avanzar era una tarea titánica, viento en contra de 25 nudos con rachas que superaban ampliamente los 30, no podíamos ceñir a vela porque la mayor estaba inoperativa, enormes olas puntiagudas, de un periodo cortísimo, que nos golpeaban con fuerza parándonos en seco, pantocazos que parecía que iban a partir el barco por la mitad… el Mediterráneo nos recibía mostrándonos su cara más amarga.

En condiciones normales habríamos parado en el primer puerto y esperado a que calmara, pero si queríamos llegar el 15 a Valencia había que continuar, navegar avanzando lo máximo posible hasta el día 11, cuando llegaría lo peor del temporal, pasar ese día al abrigo y reparando, y a la mañana siguiente zarpar de nuevo.

Nos aproximamos más y más a costa buscando un poco de protección, pero el levante estaba bien establecido y era implacable, bajaba un poco cerca de tierra, aunque la navegación seguía siendo durísima y muy lenta.

Nuestro objetivo era intentar llegar a Aguadulce, cerca de Almería, y recalar allí. El martes por la tarde, cuando estábamos a la altura de El Ejido, peleándonos con el mar por avanzar unos metros, y vimos que una persona paseando por la playa iba más rápido que nosotros, decidimos que había llegado el momento de parar, ya habíamos hecho más de lo razonable y navegar así no tenía sentido, a unas millas se encontraba el puerto deportivo de Almerimar, nos refugiaríamos en su interior.

El destino todavía nos tenía guardada una prueba más antes de poder relajarnos, mientras recorríamos el estrecho canal de entrada al náutico el motor se paró y no había forma de arrancarlo, increíble. Con el fuerte viento que soplaba no tardamos en abatir e irnos peligrosamente hacia las rocas, como una macabra broma veíamos que tras dar la vuelta al mundo el viaje acabaría estampados contra una escollera de Almería.

Tratamos de largar el ancla y fondear para pararnos, pero ley de Murphy, la cadena no salía, probablemente los pantocazos la habían liado por completo y el molinete no podía con ella, no había tiempo para ir al pozo de anclas y desenredarla, no podíamos creer que eso estuviera sucediendo.

En un último intento probamos a ponernos de popa y navegar hacia la salida, pero el viento nos venía por la aleta y el barco se desviaba hacia las rocas sin poder gobernarlo, íbamos a la deriva.

Afortunadamente hay un bajo de arena tras los límites del canal, yo creo que llegamos a encallar porque el barco escoró, pero en ese mismo instante el motor arrancó, aceleré casi al máximo para liberarnos y sobre todo para que no se volviera a parar, lo conseguimos in extremis.

No había acabado ahí nuestra odisea, ya dentro de puerto, a escasos metros del amarre asignado, se volvió a parar, esta vez con la fortuna de que estábamos muy cerca y había dos marineros preparados para recibirnos, conseguimos lanzarles un cabo y que lo atraparan, fue un numerito conseguir no estrellarnos contra otros barcos, pero con paciencia y un gran esfuerzo físico pudimos llevarlo al sitio sin sufrir ningún tipo de daño.

Una vez seguros y bien amarrados casi besamos el suelo al descender a tierra, es impresionante como las cosas se pueden complicar en el mar cuando menos lo esperas…

Tras una buena ducha y una cena a base de tapas andaluzas volvimos a ser personas, el regreso a los sabores de España, el acento del sur y la música ambiente nos hizo sentirnos ya muy cerca de casa, felices y orgullosos por lo que habíamos conseguido hasta el momento, satisfechos de haber superado cada dificultad del camino.

El día 11, además de a un sueño reparador, lo dedicamos a reparaciones. Todos los problemas tenían el mismo origen, los pantocazos y golpes contra las olas. El motor fallaba porque el prefiltro de gasoil estaba obstruido, con el movimiento se remueven todas las inmundicias que pueda haber en el depósito y acaban bloqueando la entrada de combustible, limpiamos el circuito, cambiamos filtros y aparentemente quedo funcionando bien. El problema del ancla era efectivamente porque la cadena estaba completamente liada, con paciencia la sacamos toda y volvimos a meter de forma ordenada por si era necesaria. El carro de mayor no lo hemos podido reparar, pero en sustitución hemos puesto un fuerte cáncamo que sujetará la escota y hará las funciones necesarias hasta la reparación definitiva, por el momento funcionará y podremos navegar a vela.

Nos alegramos de pasar esa jornada en puerto, se cumplieron las previsiones y el temporal de levante azotó con su máxima dureza, no sé si sería algún efecto de las montañas próximas, pero en el puerto deportivo se registraron rachas de cerca de 50 nudos, en el mar habría sido un martirio, imposible avanzar contra eso.

Hoy nos hemos levantado sorprendidos por la súbita mejoría del tiempo, en teoría deberían quedar restos del temporal, pero no es eso lo que se apreciaba desde tierra.

Antes de zarpar me he pasado por Mercadona a hacer unas últimas compras para la travesía, hacía años que no entraba en un supermercado así, me he sentido como un indígena en Nueva York, ver tal cantidad de comida por todos lados, casi se me saltan las lágrimas, me he emocionado, había de todo, es casi obsceno comparado con lo que puedes comprar en la mayoría de países del mundo, no sabemos la suerte que tenemos de vivir en un país como España, aunque ahora no esté en sus mejores momentos.

A las 2 de la tarde salíamos a mar abierto, de nuevo en ruta en la que será la última travesía de esta vuelta al mundo. La recepción por viento y olas ha sido mucho mejor de lo que esperábamos, aunque todavía en dirección contraria su intensidad era suave, 15 nudos establecidos y en rara ocasión llegaba a 20.

Aun tuvimos un último susto antes de cruzar el Cabo de Gata, el motor se volvió a parar. A pesar de haber cambiado los filtros el prefiltro seguía teniendo algún problema, lo resolvimos cambiando a un tubo de alimentación alternativa que tenemos instalado por si acaso, a partir de ese momento funcionó correctamente.

Nuestro avance ha sido lento, costó bordear Gata y allí nos encontramos más viento y un mar más formado, la cola del temporal que esperábamos. Sin embargo a medida que ganábamos latitud Norte, en dirección al Cabo de Palos, iba perdiendo fuerza y la navegación se simplificaba.

Todo apunta a que no tendremos ningún problema en llegar el domingo 15 por la mañana al R. C. Náutico de Valencia, aunque en el mar, hasta que no estás bien amarrado en puerto, no se tiene nunca la certeza completa.

Sed felices

Kike

Días 1.483 y 1.484 (6 y 7/12/13): La procesión de los delfines y el simio acuático

Durante 5 ó 6 días hemos avistado a diario un grupo de delfines que se aproximan y comienzan a hacer cabriolas en la proa del Bahari. Suelen aparecer varias veces al día, lo más curioso es que nos acompañaron antes de nuestra recalada en Las Palmas y volvimos a coincidir con ellos a la salida de puerto, como si nos hubieran estado esperando, aunque evidentemente esto debería ser fruto de la casualidad.

Es habitual ver delfines durante las travesías, pero no que el mismo grupo repita varios días seguidos, y hablo del mismo grupo porque coincide en número, especie y reconocemos a varios de sus individuos por su forma, moteado y hasta el carácter más o menos alocado y juguetón.

Normalmente, aunque se divisen desde lejos, se acercan al sonido del barco y acuden rápidamente a la zona delantera, nadando en paralelo, cruzándose, yendo y viniendo, haciendo carreras, saltando, realizando acrobacias y piruetas en el aire, etc. parece que les gusta jugar con la estela de agua que provoca el casco al cortar las olas, y no desaprovechan un momento lúdico. Suelen estar un rato, hasta que se cansan y continúan su camino con la misma facilidad que con la que llegaron. El único caso en que no se aproximan es cuando están enfrascados en sus tareas de pesca, algo que he observado en varias ocasiones y os aseguro que también es un espectáculo, desde cubierta se puede apreciar cómo van arrinconando a sus presas en un círculo y de abajo hacia arriba (la superficie es la única frontera en mar abierto), hasta que llega un momento en el que el agua hierve por la concentración de peces y se lanzan en una serie de ataques implacables, que también son aprovechados por las aves. Una vez lo pude ver en todo su esplendor desde dentro del agua, buceando con snorkel, me sentí inmerso en una de las escenas de la película «Océanos».

Tal vez en esta ocasión hemos coincidido con un grupo que está migrando en nuestra misma dirección, hacia el Norte, y les servimos de distracción una vez han cumplido con su obligación fundamental de alimentarse. O tal vez piensan que somos un pesquero y se acercan de vez en cuando «a ver si cae algo».

No lo sé, pero lo que si tengo claro es que además de ser un buen presagio nos hacen pasar un rato divertido, y que son muy sociables, el otro día Jose Carlos logró acariciarlos con el pie desde proa, y no rehuían el contacto, todo lo contrario, incluso uno se puso panza arriba para facilitar las caricias en su vientre. Si en algún momento viento y mar calmaban por completo pensábamos parar el barco y zambullirnos con ellos, tratando de repetir la mágica experiencia que tuvimos con delfines en el atolón de Pukapuka, en Polinesia, donde estuvimos nadando durante horas con una docena de estos dicharacheros animalitos, su comportamiento fue el más amistoso que he visto en mi vida, retozaban a nuestro alrededor buscando el contacto, nos rozaban con ímpetu como gatitos mimosos, se empujaban entre ellos para recibir nuestras caricias, jugaban con nosotros e incluso se situaban una y otra vez dispuestos a que nos agarráramos de sus aletas dorsales para remolcarnos, una preciosa y emotiva experiencia en la que creo que nos comunicamos mucho, sin decir nada. Lamentablemente en este caso el mar no nos ha dado tregua, y no era razonable parar el barco para tirarnos al agua.

¿Por qué nos atraen tanto los delfines? ¿Por qué nos sentimos tan empáticos con ellos? Será porque son mamíferos, como nosotros, o porque están más próximos de lo que pensamos al ser humano, curiosamente son el animal que nos sigue en la relación peso del cerebro/peso corporal…

Y yendo más lejos: ¿Por qué nos atrae tanto el agua? ¿Por qué nos reconforta su contacto y sonido? ¿Por qué estamos muchísimo mejor adaptados a este medio que el resto de primates?

El otro día, mi buen amigo Gilberto, biólogo marino, me enviaba una curiosa teoría de mediados del siglo pasado que lo explica, aunque apoyada por eminentes científicos, no ha sido ampliamente aceptada por los expertos, es la teoría del simio acuático.

Más o menos defiende la hipótesis de que los antecesores inmediatos de los humanos modernos fueron unos simios que se vieron forzados a adaptarse y evolucionar en una vida semi-acuática durante un largo periodo de tiempo, tras ser alejados de los bosques por los grandes primates, en contra de la idea generalizada de que descendemos de los simios de la sabana, pero regresaron a la vida terrestre antes de estar completamente adaptados a la vida acuática. La teoría tuvo su origen en la observación de algunos rasgos que diferencian a los humanos del resto de primates, y que sin embargo tienen un paralelismo con otros mamíferos acuáticos.

Esto explicaría por ejemplo el bipedismo, como un medio más efectivo de caminar dentro del agua vadeando zonas poco profundas, además de la elongación de los miembros inferiores humanos con respecto a otros simios, que le permiten nadar de una forma más efectiva.

También justificaría la pérdida masiva de pelo corporal, como una adaptación similar a la de otros mamíferos acuáticos, terrestres que tienen ancestros acuáticos o aquellos que pasan gran parte de su tiempo en el agua. Del mismo modo sería la razón de porque el vello humano sigue la línea del flujo de agua alrededor del cuerpo.

Otro punto importante es la laringe descendente, una característica compartida con muchos animales acuáticos, que permite cerrar la tráquea mientras se bucea a la vez que facilita tomar largas respiraciones mientras se está en superficie. La capacidad de bucear del ser humano supera con mucho la de cualquier otro simio.

El incremento del tamaño del cerebro también se posiciona como argumento, según esta teoría seria debido al alto consumo de ácidos grasos y yodo presentes en una dieta a base de pescado y marisco.

Un rasgo adicional, completamente diferente a otro cualquier primate, es que los recién nacidos humanos tienen una capa de grasa corporal (que les facilita el aislamiento y la flotabilidad en el agua) y sin embargo no pueden caminar hasta como mínimo el primer año de edad. Sumado al hecho de que un bebé puede mantener de forma instintiva la respiración hasta 45 segundos bajo el agua, y que tiende a flotar, indica que en ese sentido estaríamos más preparados para nadar junto a la madre que para estar en tierra, teniendo como componente adicional que la superficie del agua es un entorno en el que se tendrían muchas menos amenazas por depredadores.

Además de las razones físicas, también existirían otras más ligadas a nuestro comportamiento, basadas en las reminiscencias y atracciones provocadas por un pasado acuático, esto explicaría porque la población siempre tiende a concentrarse en zonas costeras o la costumbre del baño higiénico extendida por toda la especie humana, sólo común en otros mamíferos terrestres con pasado semi-acuático, como los elefantes.

Aunque no sea la teoría más defendida por los paleo-antropólogos, me encanta, porque como bien dice Gilberto, significaría que los apasionados del mar y la vida subacuática no es que estemos locos del todo, sencillamente es que estamos menos evolucionados.

Sed felices

Kike

PD: seguimos navegando hacia la península, pero nos cuesta mucho avanzar, hasta la madrugada de anoche estuvimos ciñendo rumbo al cabo San Vicente, era lo que nos dejaba el viento, posteriormente calmó y hemos podido poner proa directa a Cádiz apoyados con el motor, aunque nuestra velocidad es inferior a 5 nudos por las olas en contra.

A las 10 horas GMT del día 7 nuestra posición es 35º 28’N, 009º 13’W, 155 millas al Sudoeste de la bahía de Cádiz, calculo que será difícil llegar durante el día 8, lo más probable es que sea durante el 9.

Días 1.481 y 1.482 (4 y 5/12/13): El mercante sordo

Durante la madrugada apareció un enorme eco en la pantalla de radar. Sin duda se trataba de un buque de carga cubriendo el trayecto entre la península y las Canarias, nos habíamos cruzado ya con varios de ellos, pero éste me llamó la atención desde el principio porque venía muy rápido (a más de 20 nudos) y a un rumbo directo de colisión con nosotros.

En general, en mar abierto, los mercantes suelen respetar las preferencias de paso, los veleros navegando a vela tienen prioridad, ya que tienen una maniobra más restringida y sobre todo una velocidad muy inferior. Normalmente alteran su rumbo y/o velocidad para darnos una distancia de resguardo de cómo mínimo 1 milla, aunque habitualmente dan más de 2.

De todas formas siempre hay que estar muy atento, si se trata de un pesquero faenando no suele moverse un ápice de su trayectoria, aunque en este caso su velocidad no es elevada y es fácil esquivarlo. Del mismo modo se puede evitar sin complicaciones plataformas petrolíferas, buques realizando trabajos submarinos o remolques, al ir despacio o estar parados se puede calcular con tiempo y prever las maniobras necesarias. Algo muy distinto es un barco que viene a elevada velocidad hacia ti, es difícil calcular su trayectoria exacta, especialmente en la noche, y si va en sentido contrario, a su velocidad se suma la tuya, por lo que en este caso nos aproximábamos a casi 30 nudos de forma muy peligrosa.

Para complicar un poco las cosas, en ese momento navegábamos casi con el viento en la popa, por lo que las opciones eran limitadas, si me desviaba hacia un lado (si orzaba) me daba la impresión que interceptaba más su trayectoria, si iba hacia el otro (arribaba), el margen era limitado, le podía dar unos grados, pero estaba al borde de la trasluchada, que en nuestro caso es violenta y puede provocar desperfectos, para hacer la maniobra bien tendría que virar por avante, pero a su vez eso implicaba quedarme parado durante un rato delante de él hasta que consiguiera tener otra vez velocidad en la dirección opuesta, no era sencillo…

Decidí contactar por VHF y explicarle mi situación, confiando en que lo entendería y sin más que cambiar su rumbo unos grados nos daría el resguardo suficiente. Mi sorpresa fue mayúscula cuando no respondió a una llamada que claramente lo identificaba, en castellano y en inglés.

Salí una vez más para comprobar sus luces, tratando ver si llevaba algún tipo de señal de maniobra restringida, y si nuestras luces de navegación a vela eran las correctas. No había duda, se nos identificaba claramente como un velero a vela, y a él como un buque a motor de gran tamaño sin más limitación, además a simple vista era evidente que seguía directo hacia nosotros, simultáneamente se veían las luces roja y verde, con la blanca arriba en el centro.

Estaba ya a poco más de una milla, realmente peligroso, y no había ni el más mínimo síntoma de querer esquivarnos por su parte. Le llamé de nuevo por VHF, siendo absolutamente nítido y repetitivo en el mensaje, y en ambos idiomas, pero una vez más su única respuesta fue continuar implacable en nuestra dirección, me sentí como atrapado en las vías del tren, viendo como se acerca un enorme expreso a toda velocidad, sin poder escapar.

Salí a cubierta preparado para lo que fuera, arribé al máximo y me mantuve dispuesto para el momento en que tuviera exactamente clara su trayectoria escapar en perpendicular de la misma, ya me daba lo mismo trasluchar o no, ya no se trataba de evitar daños, si no de impedir un abordaje.

Tras unos segundos de auténtica tensión pasó a unos 100 metros, ver tan cerca a semejante mole a esa velocidad me puso los pelos de punta, yo creo que mi suspiro de alivio al tenerlo al través lo debieron oír desde el puente de mando. En esos momentos eché de menos llevar instalado el sistema AIS, que permite conocer el los datos identificativos del buque (así como sus datos de navegación), os aseguro que habría presentado una queja a la naviera por una maniobra tan imprudente. No sé si el oficial al mando estaría dormido o sencillamente sería un temerario, pero por mucho que él sea más grande e impactar con nosotros le habría supuesto lo mismo que un mosquito en un parabrisas, no puede jugar así con la vida de la gente, desconocía si teníamos un problema a bordo y no podíamos maniobrar, había recibido dos llamadas y no contestó, y solo con habernos rozado nos habría enviado a pique sin duda alguna.

A parte de este desagradable incidente, la navegación transcurre sin problemas, no vamos rápido (5-6 nudos de velocidad media), pero cada vez estamos más cerca de Cádiz.

Tuvimos vientos favorables por la aleta durante las primeras horas, que se reforzaron al superar la latitud de Lanzarote y desaparecer la pantalla que ejercía dicha isla a los vientos del Sudeste. Pero no duró mucho, apenas un día después de zarpar de Las Palmas el viento fue rolando progresivamente a Noreste, y por lo tanto yéndose a la proa, casi en sentido contrario a nuestra dirección.

Desde entonces navegamos de ceñida contra el viento, que al no ser muy fuerte (10-15 nudos), no es excesivamente dura. Ya no podemos ir en línea recta hacia Cádiz, nos hemos tenido que desviar unos grados más al Norte para que el barco mantenga la velocidad. Todo esto nos retrasará y en lugar de llegar a Cádiz el 7 supongo que más bien será entorno al 8 de diciembre.

A las 18:30 GMT del día 5 nos encontramos en la posición 32º 44’N, 11º 37’W, unas 350 millas al Sudoeste de Cádiz, navegamos rumbo 12º a una velocidad de 6 nudos, el viento de Noreste ha subido a 17 nudos y ceñimos al máximo con mayor y génova completamente desplegadas, la previsión es que la situación se mantenga al menos durante las próximas 24 horas.

Sed felices

Kike

Días 1.473 a 1.477 (26 al 30/11/13): El regalo del mar

Hacía días que seguíamos con mucho interés la previsión meteorológica, se estaba formando una perturbación a la altura de las Islas Canarias, si seguía así nos podría beneficiar enormemente para la travesía entre Cabo Verde y Cádiz.

El día 26 por la tarde zarpábamos de la pequeña bahía de Palmeira, en la isla de Sal, con los mejores pronósticos confirmados, Eolo y Neptuno se conjuraban a nuestro favor abriéndonos una autopista de regreso a casa con la que no habríamos podido ni soñar, un auténtico regalo de los elementos que tendríamos que aprovechar bien.

Debido a una borrasca que entraba desde el Oeste, los vientos Alisios predominantes (de componente Noreste, y por tanto contrarios a nuestra dirección) se frenarían durante los siguientes días, dando paso a vientos débiles variables e incluso calmas, una situación idílica para avanzar en línea recta hacia las Canarias y posteriormente a Cádiz, impulsados con la ayuda del motor y/o las velas cuando se pudiera.

Para explicar lo valioso de de esta excepcional situación, realmente poco habitual, y más en esta época del año, os explicaré cual era el plan inicial que ya teníamos asumido.

La distancia a rumbo directo entre Cabo Verde y Cádiz es de unas 1.500 millas (aprox. 2.800 Km), basándonos en la información estadística de intensidades y direcciones de viento en este mes del año sería teóricamente imposible seguir la línea recta, así nos lo confirmaban también los barcos que llegaban a Cabo Verde en sentido contrario, el Alisio estaba bien establecido y soplaba con fuerza.

Un velero no puede navegar directamente contra el viento, necesita desviarse un cierto ángulo para poder avanzar que depende de las características de cada barco, los más regateros equipados con velas de altas prestaciones pueden ceñir a menos de 30º de ángulo real, los destinados al crucero pueden necesitar 60º, el Bahari bien trimado puede ceñir a 45º con buena velocidad sin que le sea muy difícil.

Siendo así, en condiciones normales tendríamos que dar un enorme desvío para poder llegar a la Península Ibérica, primero hacer un bordo de unas 1.200 millas en dirección prácticamente hacia las Islas Azores hasta alcanzar los aproximadamente 35º de latitud Norte, ciñendo a rabiar (al máximo), lo cual es duro para barco y tripulación, con viento fuerte la escora es importante, los golpes al impactar con las olas que van en sentido contrario son violentos, el mar barre la cubierta llevando torrentes de agua hasta la bañera, las velas tienen que trabajar con mucha tensión para presentar una forma de ataque limpia, interior y exterior del barco se convierten en un campo de batalla…

Una vez llegados a 35º Norte entraríamos en una zona de vientos variables, ahí tendríamos que adaptarnos a cada situación puntual para recorrer como fuera las aproximadamente 1.100 millas que nos separarían todavía de Cádiz, aunque ya no debería ser un viento contrario firmemente establecido.

En resumen, nuestro cálculo más probable era tener que recorrer unas 2.300 millas (en lugar de 1.500) describiendo una especie de triángulo, soportando además una navegación que implicaría un sufrimiento considerable, por eso entenderéis mi alegría al ver que desde que salimos avanzamos directamente hacia Cádiz bajo unas condiciones mucho más fáciles y cómodas.

No digo que esta anómala situación meteorológica se vaya a mantener hasta el final, todavía quedan muchas millas y las previsiones a más de 3 días no son muy fiables, pero cada milla que avanzamos hacia el Noreste es una bendición, aunque regresaran los vientos Alisios habituales y tuviéramos que ponernos a ceñir el desvío necesario sería muy inferior, nos habríamos evitado ya varios días de durísima navegación, además de que una vez superadas las Islas Canarias la probabilidad de vientos variables aumenta, por lo que se podrían repetir situaciones favorables.

En los días que llevamos de travesía nuestra velocidad es moderada, entre 120-140 millas por día, la inestabilidad atmosférica se traduce en vientos de cualquier dirección y en general muy suaves. Navegamos principalmente a motor, aunque hay intervalos de algunas horas en los que podemos apagarlo e impulsarnos exclusivamente con las velas.

Como consecuencia estamos gastando más gasoil del previsto, la reserva que preveíamos para cuando alcanzáramos las latitudes de vientos variables la consumiremos para llegar a las Canarias, por lo que cambiamos de planes y con toda probabilidad tendremos que parar en alguna de las islas para repostar, todo apunta a que eso no será un problema.

Así es el mar, unas veces te da y otras te quita, a veces lo imposible sucede en tu contra y otras a tu favor, aunque desde luego considero que no nos podemos quejar, en ocasiones nos ha puesto en serios aprietos pero siempre nos ha dejado una salida, y ahora parece que extiende una alfombra roja para que volvamos a casa en las mejores condiciones, sea como sea le doy las gracias, porque gracias a él estamos aquí.

A las 20:30 horas GMT nos encontramos en 24º 10’N, 17º 50’W, unas 250 millas al Sur de Tenerife, navegamos a 7 nudos de velocidad rumbo 025º, el viento ha subido y avanzamos en una ceñida cómoda hacia las Canarias, la previsión inmediata es que las condiciones sigan variables pero buenas para llegar en un par de días.

Sed felices

Kike

Días 1.462 a 1.472 (15 al 25/11/13): Cabo Verde, días de amistad

Durante la madrugada del día 15 arribábamos a la costa de Sal, la isla del archipiélago de Cabo Verde situada en su extremo Noreste. Ante la oscuridad de la noche, y los posibles errores en la cartografía, decidimos fondear para esperar la luz del día en la bahía de Mordeira, amplia y bien abrigada de los vientos predominantes. Después de más de 15 días de navegación, con guardias cada 4 horas, poder dormir algunas horas seguidas fue un auténtico lujo, hay veces que uno no necesita mucho para sentirse bien.

Por la mañana, el paisaje que nos envolvía me dejó estupefacto, la isla es una superficie plana, yerma, estéril… Únicamente algunos montículos piramidales, con formas suavizadas por la erosión y de apenas unos centenares de metros de altura, destacan sobre la llanura desértica. Al igual que el color azul se impone en el agua, el marrón lo hace en tierra, apenas se es capaz de distinguir algún matorral verde que rompa con el predominio de la roca volcánica, que en ausencia de precipitaciones, la vida no logró conquistar.

Posteriormente nos desplazamos a Palmeira, un pequeño pueblo de pescadores en el que se ubica el único puerto de la isla, que más bien es un modesto espigón capaz de acoger a cargueros de escasa talla, sin embargo es la principal vía de aprovisionamiento, ya que aquí prácticamente se importa todo, no hay cultivo, ganadería o producción.

En la bahía de Palmeira encontramos un buen número de veleros fondeados, es una parada estratégica en el camino entre Europa y El Caribe o Brasil, la última antes de cruzar el Atlántico, a partir de aquí se arrumba directamente al destino establecido al otro lado del Océano, ya que se encuentra en una latitud en que los vientos Alisios suelen estar bien establecidos.

Hablamos con varios de ellos para ver que tal travesía habían tenido desde Canarias, todos coincidieron en que viento fuerte y mar dura. Llevándolos a favor no ha sido fácil, cuando se enteran de que nosotros lo haremos al revés, con viento y mar en contra, nadie se cambiaría por nosotros, yo tampoco lo haría… Su mirada refleja el escepticismo del que sabe que por delante tendremos un reto importante, pero las alternativas son demasiado largas, en tiempo y en distancia, asumimos que la última gran travesía oceánica antes de volver a casa no será un paseo, pero creemos que se puede hacer.

El ambiente de Palmeira es tranquilo, nada turístico, los niños corren para ayudarnos a atar la auxiliar cuando llegamos al muelle, la gente se concentra en torno al puerto para recibir las capturas de las pequeñas lanchas de pesca y observar como las limpian, las mujeres se afanan en las tareas domésticas con las puertas de las humildes casas abiertas, todo transcurre a un ritmo pausado, como comprobaríamos posteriormente, uno de los lemas de la isla.

En Sal tenía prevista la visita de mis amigos Daniel de Suiza y Carlos de Valencia. Daniel llegó al día siguiente, un par de días más tarde aterrizaba Carlos con un bonito regalo. Mientras esperaba frente a la puerta de llegadas del aeropuerto divisé al fondo a tres personas con camisetas naranja, en broma le dije a Daniel: «mira, esos tres van vestidos de Aventura Oceánica». Pero al segundo de haberlo dicho, y a pesar de la distancia, reconocí que era verdad, Carlos venía acompañado por otros dos buenos amigos, Miguel y Rafa, no sabía nada, lo habían llevado en secreto para darme una sorpresa, y os aseguro que lo consiguieron… El arrebato de emoción fue tan grande que no pude contenerme y me lancé corriendo dentro de la zona restringida, pasé tan rápido ante los guardias de seguridad del control que no pudieron ni articular palabra, al vernos luego fundidos en un incesante abrazo lleno de emoción supongo que pensaron que lo mejor era hacer una excepción y esperar a que saliéramos tranquilamente.

Si, sé que soy afortunado por tener los amigos que tengo, y que a pesar de las dificultades decidieron venir para estar conmigo durante la última escala antes de España. Cuidado, que no me olvido de los que habrían querido estar allí pero les fue imposible, los que me han acompañado en otras ocasiones o a los que sus circunstancias no se lo permiten. Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro, en ese sentido me puedo considerar inmensamente rico, siempre han estado ahí, siempre me han animado y apoyado, a pesar de la distancia y del tiempo.

Estos días han sido un cúmulo de bromas y risas, de puestas al día, de conversaciones más o menos trascendentales y de momentos de amistad, aunque a decir verdad, han sido días intensos que hemos aprovechado bien, no hemos parado.
Hemos alternado el fondeo en calas, buceo o snorkel con la visita a los pueblos o escasos puntos de interés que hay en Sal, daba igual, lo importante era la compañía.

Las salinas dan nombre a Sal, en Pedra de Lume se encuentran los vestigios de unas salinas naturales explotadas comercialmente hasta mediados de los años 70 del siglo pasado. Cuando los portugueses descubrieron Cabo Verde, en 1.460, las islas estaban deshabitadas, sin embargo existen diversas pruebas que apuntan a que navegantes árabes y fenicios habían visitado mucho antes las salinas de Sal para aprovisionarse de lo que en la época era una apreciadísima mercancía.

En el interior de un antiguo cráter volcánico el agua salada brota del subsuelo, la evaporación hace el resto, dejando en su lecho un conjunto de piscinas blancas y rosáceas a medida que la sal se va concentrando. Como testigos del paso del tiempo quedan en pie un conjunto de torres de madera construidas a principios del siglo XIX mediante las que se transportaba la producción hacia la bahía costera próxima en la que se embarcaba.

En el Noroeste de la isla se encuentra Buracona, un complejo natural con piscinas de agua salada y cuevas inundadas. Allí encontramos una gran poza al abrigo de una gruta con esplendidas vistas al mar, disfrutamos de un baño de aguas cristalinas y del cálido sol como si fuéramos los únicos habitantes del planeta.

La zona turística se encuentra al Sur, en las proximidades de la localidad de Santa María. Una larguísima playa de arena ocre rodea toda la costa, la parte protegida hace las delicias de los que buscan tostarse al sol, sombrillas, toallas y gente bañándose conforman un paisaje veraniego; por el contrario el extremo Este, situado a barlovento, es un codiciado punto para windsurfistas y kitesurfistas.

En nuestro día a día hemos tratado de vivir la experiencia local, moviéndonos con sus medios de transporte colectivos y huyendo de lo más turístico. Una buena idea para acercarnos un poco más a cómo viven los caboverdianos fue organizar una cena en casa de una familia de Palmeira, una bonita experiencia en la que fuimos tratados con la sencillez y cercanía que caracteriza este pueblo. En cualquier caso, me alegré de comprobar que pese a la humildad generalizada de una isla sin apenas recursos, no existe la pobreza de otros países africanos, no hay chabolas, gente hambrienta o mendigos por doquier.

Cabo Verde tiene su ritmo, y eso es algo a lo que uno se acostumbra rápidamente, de hecho la mayoría de comercios tienen escritas las palabras «no stress» en sus fachadas, y os puedo asegurar que conocimos a algunos auténticos maestros del «no stress» durante nuestra estancia.

El idioma también generó más de una situación bastante cómica, aunque entre los nativos hablan una lengua criolla, el portugués es el idioma oficial, el subconsciente traicionaba en más de una ocasión a los recién llegados y el resultado a la hora de expresarse era una mezcla de italiano, castellano o valenciano, ante lo cual estallaba la carcajada general que apostillábamos con la coletilla: «dicho en perfecto caboverdiano…».

Pero el tiempo pasa rápido, sobre todo cuando estas a gusto, y llegó el momento de las despedidas, unos tenían que regresar a sus obligaciones cotidianas, y el Bahari debía continuar su largo camino hacia la Península Ibérica. Antes de partir nos ayudaron a todas las tareas logísticas y preparatorias, es increíble lo fácil y rápido que sale todo con tantas manos amigas ayudando.

Durante el camino de regreso del aeropuerto, a punto de embarcar ya rumbo a Cádiz, por mi mente desfilaban las imágenes de tan buenos momentos compartidos, la amistad es un valor muy importante en la vida, vale la pena cuidarla y esforzarse por ella.

Sed felices

Kike

Días 1.462 a 1.472 (15 al 25/11/13): Cabo Verde, días de amistad

Durante la madrugada del día 15 arribábamos a la costa de Sal, la isla del archipiélago de Cabo Verde situada en su extremo Noreste. Ante la oscuridad de la noche, y los posibles errores en la cartografía, decidimos fondear para esperar la luz del día en la bahía de Mordeira, amplia y bien abrigada de los vientos predominantes. Después de más de 15 días de navegación, con guardias cada 4 horas, poder dormir algunas horas seguidas fue un auténtico lujo, hay veces que uno no necesita mucho para sentirse bien.

Por la mañana, el paisaje que nos envolvía me dejó estupefacto, la isla es una superficie plana, yerma, estéril… Únicamente algunos montículos piramidales, con formas suavizadas por la erosión y de apenas unos centenares de metros de altura, destacan sobre la llanura desértica. Al igual que el color azul se impone en el agua, el marrón lo hace en tierra, apenas se es capaz de distinguir algún matorral verde que rompa con el predominio de la roca volcánica, que en ausencia de precipitaciones, la vida no logró conquistar.

Posteriormente nos desplazamos a Palmeira, un pequeño pueblo de pescadores en el que se ubica el único puerto de la isla, que más bien es un modesto espigón capaz de acoger a cargueros de escasa talla, sin embargo es la principal vía de aprovisionamiento, ya que aquí prácticamente se importa todo, no hay cultivo, ganadería o producción.

En la bahía de Palmeira encontramos un buen número de veleros fondeados, es una parada estratégica en el camino entre Europa y El Caribe o Brasil, la última antes de cruzar el Atlántico, a partir de aquí se arrumba directamente al destino establecido al otro lado del Océano, ya que se encuentra en una latitud en que los vientos Alisios suelen estar bien establecidos.

Hablamos con varios de ellos para ver que tal travesía habían tenido desde Canarias, todos coincidieron en que viento fuerte y mar dura. Llevándolos a favor no ha sido fácil, cuando se enteran de que nosotros lo haremos al revés, con viento y mar en contra, nadie se cambiaría por nosotros, yo tampoco lo haría… Su mirada refleja el escepticismo del que sabe que por delante tendremos un reto importante, pero las alternativas son demasiado largas, en tiempo y en distancia, asumimos que la última gran travesía oceánica antes de volver a casa no será un paseo, pero creemos que se puede hacer.

El ambiente de Palmeira es tranquilo, nada turístico, los niños corren para ayudarnos a atar la auxiliar cuando llegamos al muelle, la gente se concentra en torno al puerto para recibir las capturas de las pequeñas lanchas de pesca y observar como las limpian, las mujeres se afanan en las tareas domésticas con las puertas de las humildes casas abiertas, todo transcurre a un ritmo pausado, como comprobaríamos posteriormente, uno de los lemas de la isla.

En Sal tenía prevista la visita de mis amigos Daniel de Suiza y Carlos de Valencia. Daniel llegó al día siguiente, un par de días más tarde aterrizaba Carlos con un bonito regalo. Mientras esperaba frente a la puerta de llegadas del aeropuerto divisé al fondo a tres personas con camisetas naranja, en broma le dije a Daniel: «mira, esos tres van vestidos de Aventura Oceánica». Pero al segundo de haberlo dicho, y a pesar de la distancia, reconocí que era verdad, Carlos venía acompañado por otros dos buenos amigos, Miguel y Rafa, no sabía nada, lo habían llevado en secreto para darme una sorpresa, y os aseguro que lo consiguieron… El arrebato de emoción fue tan grande que no pude contenerme y me lancé corriendo dentro de la zona restringida, pasé tan rápido ante los guardias de seguridad del control que no pudieron ni articular palabra, al vernos luego fundidos en un incesante abrazo lleno de emoción supongo que pensaron que lo mejor era hacer una excepción y esperar a que saliéramos tranquilamente.

Si, sé que soy afortunado por tener los amigos que tengo, y que a pesar de las dificultades decidieron venir para estar conmigo durante la última escala antes de España. Cuidado, que no me olvido de los que habrían querido estar allí pero les fue imposible, los que me han acompañado en otras ocasiones o a los que sus circunstancias no se lo permiten. Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro, en ese sentido me puedo considerar inmensamente rico, siempre han estado ahí, siempre me han animado y apoyado, a pesar de la distancia y del tiempo.

Estos días han sido un cúmulo de bromas y risas, de puestas al día, de conversaciones más o menos trascendentales y de momentos de amistad, aunque a decir verdad, han sido días intensos que hemos aprovechado bien, no hemos parado.
Hemos alternado el fondeo en calas, buceo o snorkel con la visita a los pueblos o escasos puntos de interés que hay en Sal, daba igual, lo importante era la compañía.

Las salinas dan nombre a Sal, en Pedra de Lume se encuentran los vestigios de unas salinas naturales explotadas comercialmente hasta mediados de los años 70 del siglo pasado. Cuando los portugueses descubrieron Cabo Verde, en 1.460, las islas estaban deshabitadas, sin embargo existen diversas pruebas que apuntan a que navegantes árabes y fenicios habían visitado mucho antes las salinas de Sal para aprovisionarse de lo que en la época era una apreciadísima mercancía.

En el interior de un antiguo cráter volcánico el agua salada brota del subsuelo, la evaporación hace el resto, dejando en su lecho un conjunto de piscinas blancas y rosáceas a medida que la sal se va concentrando. Como testigos del paso del tiempo quedan en pie un conjunto de torres de madera construidas a principios del siglo XIX mediante las que se transportaba la producción hacia la bahía costera próxima en la que se embarcaba.

En el Noroeste de la isla se encuentra Buracona, un complejo natural con piscinas de agua salada y cuevas inundadas. Allí encontramos una gran poza al abrigo de una gruta con esplendidas vistas al mar, disfrutamos de un baño de aguas cristalinas y del cálido sol como si fuéramos los únicos habitantes del planeta.

La zona turística se encuentra al Sur, en las proximidades de la localidad de Santa María. Una larguísima playa de arena ocre rodea toda la costa, la parte protegida hace las delicias de los que buscan tostarse al sol, sombrillas, toallas y gente bañándose conforman un paisaje veraniego; por el contrario el extremo Este, situado a barlovento, es un codiciado punto para windsurfistas y kitesurfistas.

En nuestro día a día hemos tratado de vivir la experiencia local, moviéndonos con sus medios de transporte colectivos y huyendo de lo más turístico. Una buena idea para acercarnos un poco más a cómo viven los caboverdianos fue organizar una cena en casa de una familia de Palmeira, una bonita experiencia en la que fuimos tratados con la sencillez y cercanía que caracteriza este pueblo. En cualquier caso, me alegré de comprobar que pese a la humildad generalizada de una isla sin apenas recursos, no existe la pobreza de otros países africanos, no hay chabolas, gente hambrienta o mendigos por doquier.

Cabo Verde tiene su ritmo, y eso es algo a lo que uno se acostumbra rápidamente, de hecho la mayoría de comercios tienen escritas las palabras «no stress» en sus fachadas, y os puedo asegurar que conocimos a algunos auténticos maestros del «no stress» durante nuestra estancia.

El idioma también generó más de una situación bastante cómica, aunque entre los nativos hablan una lengua criolla, el portugués es el idioma oficial, el subconsciente traicionaba en más de una ocasión a los recién llegados y el resultado a la hora de expresarse era una mezcla de italiano, castellano o valenciano, ante lo cual estallaba la carcajada general que apostillábamos con la coletilla: «dicho en perfecto caboverdiano…».

Pero el tiempo pasa rápido, sobre todo cuando estas a gusto, y llegó el momento de las despedidas, unos tenían que regresar a sus obligaciones cotidianas, y el Bahari debía continuar su largo camino hacia la Península Ibérica. Antes de partir nos ayudaron a todas las tareas logísticas y preparatorias, es increíble lo fácil y rápido que sale todo con tantas manos amigas ayudando.

Durante el camino de regreso del aeropuerto, a punto de embarcar ya rumbo a Cádiz, por mi mente desfilaban las imágenes de tan buenos momentos compartidos, la amistad es un valor muy importante en la vida, vale la pena cuidarla y esforzarse por ella.

Sed felices

Kike