Días 440 y 441 (28 y 29/1/2011): Caleta Villarrica

Ayer dormimos hasta el mediodía, el cansancio acumulado, y la tranquilidad del lugar, con el barco tan quieto como en puerto y silencio absoluto roto únicamente por el canto de los pájaros, sin duda ayudaron a ello. Como es habitual en la zona, el tiempo cambiaba cada 5 minutos, alternándose lluvias, nubosidad y algunos minutos de sol que aprovechábamos a la carrera para poder tomar imágenes con mejor luz del precioso entorno.

Tras remolonear un rato por el barco salimos a explorar. En primer lugar nos dirigimos al estrecho paso de entrada con la fueraborda. Desde allí tuvimos una preciosa estampa del Bahari fondeado casi entre los árboles, así como la impresionante vista de las rocas que flanquean el acceso, como guardianes de la puerta del paraíso. A pesar de su aridez, la vegetación desafía todas las leyes de la lógica y puja por invadir lo que debiera ser yermo.

Por el camino divisamos una extraña espuma en mitad de la laguna, nos extrañó, puesto que según la carta y la sonda cuando pasamos por allí, la profundidad es de más de 100 metros. No tardamos mucho en darnos cuenta de nuestro error, se trataba de delfines, una pareja que debió encontrar el pasadizo y decidió disfrutar de sus tranquilas aguas, enseguida vinieron a jugar con nosotros. Y no son los únicos habitantes con los que nos hemos topado, además de aves, hemos podido ver habitualmente unos animales, tipo nutrias o castores, que nadan cansinamente de una orilla a la otra.

Regresamos a la caleta donde se encontraba el barco y bajamos a tierra justo a su popa, allí desemboca un pequeño río que atraviesa el bosque, siguiéndolo llegaríamos al lago que le da origen. El cauce es demasiado profundo para caminar por él, pero no lo suficiente como para navegar con la auxiliar, así que no tuvimos más remedio que atravesar la tupida vegetación. No fue sencillo, nos llevo un buen rato, y no poco esfuerzo, cruzar por  la maraña de ramas, troncos, arbustos, musgo, líquenes, etc.  El suelo es tan mullido y esta tan cubierto por todo tipo de restos vegetales que muchas veces no sabias si caminabas sobre tierra, troncos o sobre una red tejida por las ramas. El esfuerzo valió la pena cuando apareció ante nuestros ojos un inmenso lago, aguas oscuras atrapadas entre mil tonalidades de verde, bordes irregulares para no poder adivinar su forma, un tesoro escondido por la naturaleza, tan remoto e inaccesible que pocas miradas habrán podido invadir su soledad.

La vuelta fue aun más penosa que la ida, incluyendo momentos de emoción cuando atravesamos un tronco sobre el río, que crujió y se quebró a nuestro paso, aunque por suerte ninguno caímos al agua.

Por la tarde, observando a mi alrededor desde cubierta, me vino a la mente un pensamiento, y es que si todo el esfuerzo y la apuesta que supone Aventura Oceánica hubiera sido únicamente para el recorrido de la Patagonia y el Cabo de Hornos, sin duda que habría valido la pena. Tierras y mares realmente especiales, vírgenes y salvajes, duros y desolados, pero de una belleza y riqueza de vida incomparables. Son muy pocos los que se aventuran en estas aguas, y lo entiendo, pero aquellos que lo hacen, además de algún mal rato, pueden vivir experiencias únicas.

Poco hemos sufrido el temporal desde nuestro excelente refugio, alguna racha aislada y chubascos. Las últimas previsiones indicaban una mejoría para hoy y un cambio en la dirección del viento para mañana, haciendo cálculos hemos decidido reemprender la navegación a mediodía, de modo que para cuando se produzca hayamos salido ya del laberinto y estemos en mar abierto para poder aprovecharlo.

Los canales nos han vuelto a demostrar que ellos deciden sobre viento y corriente en su territorio, un primer intento de navegar el Pitt ha sido infructuoso, en el momento lo hemos encarado rachas de 50 nudos y mar en contra nos dejaban avanzar a escasamente 1 nudo, cuando la previsión de viento de gradiente era entorno a 20 nudos. Imposible recorrer de ese modo 90 millas, hemos dado la vuelta dudando si volver al refugio o intentarlo por el canal Sarmiento, más al Oeste, un poco más amplio y con algunas luces de señalización (lo que ayudaría bastante durante la noche).

Ha ganado la segunda opción y esta vez sí lo hemos conseguido. En este momento, a las 23:00 hora local, navegamos por el canal Inocentes, rumbo al Golfo de Trinidad, donde si todo va bien llegaremos por la mañana. Desde allí accederemos al Océano Pacifico en cuanto las condiciones nos lo permitan.

Vamos despacio, yendo hacia el norte viento y corriente siempre son contrarios, pero podemos ir ganando millas. Ahora mismo tendremos unos 20-25 nudos de proa, aunque de vez en cuando llega una especie de chubascos que doblan la velocidad del viento y descargan lluvias torrenciales, afortunadamente no duran más de media hora o 40 minutos.

Durante bastante tiempo, y a pesar de las condiciones, la fauna local nos acompaña, los delfines han estado jugando a zambullirse bajo la proa cuando el barco se levantaba para dar pantocazos durante un buen rato. Las focas no se han quedado atrás, hacen cabriolas a nuestro alrededor cuando más encrespadas están las olas.

Hoy me quiero despedir con una frase que me ha gustado mucho, dice así: «el auténtico viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevas tierras, si no en tener nuevos ojos» (Marcel Proust).

Sed felices.

Kike

Día 438 (26/1/2011): En manos de Eolo

Como dice el refrán: «el hombre propone y Dios dispone», la última previsión meteorológica anuncia la llegada para mañana por la noche de un temporal muy violento, nuestros planes han cambiado por completo.

El viento medio en superficie se estima entorno a 45 nudos, según nuestra experiencia tras un tiempo navegando por la zona, eso implica que las rachas superaran holgadamente los 60-65 nudos y las olas podrían alcanzar perfectamente los 8-10 metros. Teniendo en cuenta que además su dirección es Norte-Noroeste (justo contrario a la nuestra, de proa), sería una temeridad continuar con nuestra idea de navegación oceánica hacia Valdivia.

Contra algo así no se puede luchar, solo podríamos tratar de mantenernos o correr el temporal (navegar con él). Al famoso navegante Slocum, el primero que dio la vuelta al mundo en solitario, le paso algo similar en el punto exacto en el que nos encontramos, tras un mes esperando a poder salir del Estrecho de Magallanes por mal tiempo, tuvo unos días de calma que aprovecho para hacerse a la mar (similar a la situación meteorológica que tenemos), al poco se vio atrapado en un fortísimo temporal que le arrastró hasta el Cabo de Hornos. Sin duda, de no ser por la tecnología la historia se repetiría con nosotros, y esta vez no creo que el mito de los océanos nos mostrara su cara más amable.

Asumimos perfectamente que los elementos son muchísimo más poderosos que nosotros, estamos  en sus manos, no pretendemos desafiar su autoridad, así que lo razonable es adaptarse y elaborar una nueva estrategia.

Y es que es normal, estamos en 53º Sur, en el frente polar, donde las bajas se originan y vienen del Oeste con los Westerlies (vientos predominantes de esa dirección que soplan con intensidad casi permanentemente), navegar entre los 50 aullantes y los 60 bramadores lleva aparejado este tipo de inclemencias atmosféricas, que además se agravan en la costa occidental de Chile por la corriente fría de Humboldt y la escarpada orografía, que canaliza y acelera los vientos.

Mientras la situación se mantenga tampoco podremos navegar por los canales, ya aprendimos con mucho sufrimiento lo que pasa en estos casos, y por lo que parece el que se aproxima es peor que el que pasamos.

Así que no hay muchas opciones, tenemos que buscar un lugar seguro para protegernos hasta que se den las condiciones para continuar. Trataremos de ganar todo el Norte que podamos navegando esta noche y todo el día de mañana, antes de que llegue la oscuridad tendremos que estar refugiados, mala cosa si no lo conseguimos.

Para ello nos estamos adentrando en este mismo momento en el Canal Smyth, casi en el extremo occidental del Estrecho de Magallanes, lo seguiremos mientras podamos, hasta que llegue el momento de parar.

Por lo demás, anoche fue muy cerrada, era imposible distinguir nada en la oscuridad, afortunadamente los instrumentos de navegación nos permitieron superar sin problemas los pasos más angostos y complicados del Estrecho.

Viento y mar en calma nos acompañan desde que zarpamos de Punta Arenas, hoy ha lucido el sol como no lo hacía desde hace mucho tiempo, supongo que es la calma que precede a la tempestad. Dentro de lo que cabe, parece que las piezas encajan en nuestro puzle, puesto que el extremo occidental de Magallanes e incluso en canal Smyth son conocidos por la extrema dureza de sus condiciones de navegación con viento del Noroeste, poder superarlos con buen tiempo nos evita esa incertidumbre, tenemos referencias de barcos que han tenido que esperar más de 10 días hasta que han podido salir de aquí.

Siguiendo con el refranero, a mal tiempo buena cara, lo encajamos con la tranquilidad de aquello que escapa a tu control y que por mucho que te empeñes seguirá siendo del mismo, modo. Bien mirado, si conseguimos un buen lugar de abrigo podremos disfrutar de unos días de relax que no nos vendrán nada mal para la larga travesía que nos espera hasta Valdivia. Así que, Eolo, estamos en tus manos, cuando nos lo permitas proseguiremos nuestro camino.

Sed felices.

Kike

Días 434 y 435 (22 y 23/1/2011): Infierno en los canales de Tierra del Fuego

Noche muy tranquila la que pasamos en Puerto Engaño (no hizo lo que su propio nombre indica). Muy temprano iniciábamos la maniobra de recogida de los cabos dados a tierra y salida del fondeo. Reemprendíamos la navegación con el objetivo de ganar todo el norte que pudiéramos y recalar con las últimas luces del día. La previsión meteorológica era muy mala (temporal del Norte-Noroeste), así que la estrategia más razonable sería avanzar por los canales, o eso pensábamos.

La mañana amaneció excepcionalmente fría y lluviosa, incluso granizó en ocasiones, permanecer en cubierta era un castigo difícil de soportar durante mucho tiempo, pero no había más remedio, pasos estrechos, continuos accidentes geográficos y posición imprecisa en la cartografía obligan a controlar la visual permanentemente.

Aunque el viento soplaba con fuerza, todo fue bien a lo largo del Canal Ballenero y los pasos hasta el Canal Brecknock, ahí era donde nos esperaba el auténtico infierno. Orientado hacia el Noroeste y con su extremo abierto a mar, encañonaba viento y oleaje de forma terrorífica. Nuestra navegación era a motor, no podíamos hacer otra cosa con viento de proa, sin espacio para dar bordos y rachas endiabladamente intensas y variables. En el momento nos incorporamos al canal sufrimos un vendaval impresionante, entre 45 y 60 nudos estables, superando los 70 en ocasiones. El mar era blanco de espuma, el agua saltaba en horizontal y hacía daño al impactar en la cara, teníamos que protegernos los ojos con gafas de ventisca, imposible mirar hacia el frente de otro modo. Los aullidos y silbidos sobre la jarcia eran más que inquietantes. Las olas, como dientes de sierra, tenían una altura inusitada para producirse dentro de un canal.

Queríamos buscar abrigo lo antes posible, pero no había muchas opciones, el punto que teníamos localizado como seguro estaba en Seno Ocasión, para eso tendríamos que avanzar 6 millas contra la tempestad, antes de podernos desviar a la derecha para escapar de aquello. Dar la vuelta no tenía sentido, nos alcanzaría la noche antes de encontrar refugio seguro. No había más remedio que pelear por avanzar.

Nos costó más de 6 horas recorrer ese trecho, las 6 millas más largas de mi vida. El baharí está sobredimensionado de motor y hélice, en condiciones normales podemos superar los 9 nudos sin ir al máximo de revoluciones, lo diseñamos así para tener siempre un margen de holgura. Pues bien, el freno de viento y mar era tal que a toda máquina apenas progresábamos, en ocasiones retrocedíamos hasta a 3 nudos de velocidad, llegamos a navegar marcha atrás sobre el agua con la proa al viento intentando gobernar como podíamos, si la perdíamos había que virar para tomar velocidad y recobrarla, imposible luchar con el empuje del viento. Por supuesto teníamos que llevar el barco a mano permanentemente, el piloto automático era incapaz, al entrar de la guardia estábamos completamente helados y empapados, no había forma de reaccionar hasta pasado un rato.

La nota de color la puso un grupo de focas que nos acompañaron durante un rato de la navegación, aparentemente ellas no lo estaban pasando del mismo modo, parecía que disfrutaran saltando entre las olas y jugando con sus vaivenes, hasta daba la impresión de que sonreían (espero que no se estuvieran riendo de nosotros).

Cuando llegamos al brazo que conducía hasta Seno Ocasión pensamos que la pesadilla se había acabado, pero no fue así, aunque al menos el viento no nos venía de proa y pudimos avanzar a mejor ritmo. Durante todo el camino rezábamos para que las algas no bloquearan la entrada de agua del motor, quedarnos sin él habría tenido consecuencias catastróficas.

En el momento llegamos al acceso de la caleta, que en teoría iba a protegernos y permitirnos descansar, se me cayó el alma a los pies, era muy estrecha, canalizaba y aceleraba el viento de modo que formaba remolinos que levantaban el agua. Allí no se podía entrar, era una ratonera, metiéndonos habríamos tenido todos los números para acabar contra las rocas sin poder salir.

Teníamos un grave problema, a punto de caer la noche en medio de estrechas aberturas entre montañas, sin lugar en el que resguardarnos y con un temporal encima. Siempre estaba la posibilidad de mantenernos navegando en círculos hasta que aquello pasara, pero tampoco era muy seguro.

Casi a la desesperada se nos ocurrió una opción, a la izquierda teníamos una pequeña bahía, aunque en la carta no había información sobre ella, no sabíamos si habría rocas, arrecifes o un buen agarre para el ancla, pero podríamos aventurarnos a entrar con mucho cuidado y tratar de fondear como fuera, con que nos permitiera aguantar unas horas nos valía.

Poco a poco la fuimos explorando, y milagrosamente encontramos un lugar suficientemente protegido, con sonda apropiada para echar el ancla y con rocas y árboles para dar cabos a tierra. Llevamos a cabo la maniobra y quedamos razonablemente convencidos, aunque no del todo, estaríamos atentos durante la noche por si acaso.

Resultó ser una excelente opción, no entiendo porque no aparece en las cartas como fondeadero, pudimos tomar comida caliente para recobrar la temperatura y dormir sin sobresaltos.

Tras analizar las previsiones meteorológicas hemos decidido continuar camino hoy por la mañana, teníamos una ventana que nos permitiría abordar los pasos más complicados, luego las cosas empeorarían. Nos dirigiremos directamente a Punta Arenas, allí nos reabasteceremos de gasoil (estos últimos incidentes han desequilibrado nuestra previsión) y trataremos de buscar una solución más definitiva para el problema del motor.

Al principio del día la navegación ha sido penosa, pero nada comparable con lo de ayer. A medida que la jornada ha ido avanzando la situación se ha suavizado, incluso hemos tenido momentos de ausencia por completo de viento.

A mediodía la reparación del escape ha vuelto a fallar, otra vez el kelp ha bloqueado la admisión de agua. Por suerte ha sido en el Canal Cockburn, bastante amplio, y no hemos tenido muchos problemas en navegar a vela mientras lo solucionábamos, de hecho, hemos seguido así mientras el viento nos lo ha permitido. Una ballena nos ha acompañado durante un buen rato, aunque a distancia, no se separaba de nosotros, se trataba de un ejemplar pequeño, aunque no hemos podido distinguir si se trataba de una cría o de una especie de menor tamaño.

En este momento (a las 22:30 hora local) navegamos por el Seno Magdalena, apunto ya de entrar en el Estrecho de Magallanes, que nos conducirá hasta Punta Arenas. Nos quedan 55 millas para llegar, si no pasa nada mañana por la mañana estaremos allí.

Sed felices.

Kike

Día 431 (19/1/2011): Estéro Coloane

No puede haber mejor regalo para los sentidos que amanecer en un lugar como este. Salir a cubierta y encontrarte en una pequeña caleta rodeada de montañas, con las verdes ramas de los árboles que crecen en una pendiente casi vertical a escasos metros de rozar el barco, frente al blanco manto de los glaciares que se deslizan con la parsimonia de la que solo ellos son capaces hasta regresar al liquido elemento del que están compuestos, el agua brota de cada rincón de la tierra, formando todas las combinaciones de arroyos, ríos y cascadas que se puedan imaginar, la naturaleza configura una sinfonía de colores, formas y sonidos que roza la perfección.

Con las ganas y la alegría de niños que salen por primera vez de excursión, nos subimos de buena mañana a nuestro pequeño bote para buscar un lago que según las cartas se ubica bajo uno de los glaciares y da origen a varias cataratas. Localizamos un lugar en el que amarrar la auxiliar y nos adentramos en el bosque, avanzando monte a través, aquí no hay caminos.

Cada metro de ascensión fue penoso, árboles, cerrada vegetación, empinadas laderas, todo ello empapado de humedad y recubierto de un manto de musgo sobre el que resbalabas con facilidad. Al llegar a un claro tuvimos una vista de toda la cala con el Bahari atracado al fondo que compensó los esfuerzos. Continuamos avanzando, aunque descartamos el lago puesto que para acceder teníamos que atravesar un río infranqueable por más que tratamos de localizar un paso. El rugir nos indicaba que en las proximidades debía haber un salto de agua importante, ese fue nuestro siguiente destino. Cuando entre la maleza pudimos contemplarlo en su conjunto quedamos extasiados de lo que se abría ante nuestros ojos, una autentica maravilla, tanto por el torrente de agua deslizándose sobre las rocas perfectamente moldeadas, como por el verde omnipresente que cubría todo el entorno, incluso sobre las rocas, a modo que moqueta.

Estuvimos un buen rato disfrutando del lugar, observando cada detalle, saboreando la magia de esos sitios cuya belleza te emociona. El descenso fue casi más complicado que el ascenso, pero conseguimos llevarlo a cabo sin rompernos nada, algún que otro resbalón, culazo y pié dentro del agua, pero nada que no implicara unas risas. Eso sí, acabamos helados y completamente mojados.

Por la tarde, tras unos reconfortantes e hipercalóricos garbanzos cocinados en el barco, nos lanzamos de nuevo al exterior. Iniciamos la marcha ascendiendo en paralelo al curso de un río, a través del cual accedimos a prados rebosantes de flores y preciosas formaciones moldeadas por el agua. Fue muy curioso encontrar los restos de varias presas construidas por castores, auténticos ingenieros y leñadores, una pena que ninguna de ellas fuera reciente y estuviera operativa.

Luego nos dirigimos al mayor de los glaciares, subiendo por las rocas llegamos hasta su morrena, encontrándonos de frente con el límite del hielo. Verificamos con nuestros propios ojos que todo lo que estudiamos sobre ellos en el colegio es cierto, si hubiéramos venido unos cuantos años antes seguro que lo habríamos entendido mejor. En cualquier caso, hemos tomado un buen número de fotografías que seguro que os servirán para explicárselo a vuestros hijos cuando lleguen a ese tema. Las enormes grietas y los tonos azulados de algunas  zonas del hielo resultan impactantes, así como oírlo crujir permanentemente, a la vez que el sordo silencio provocado por la absorción del sonido. Por prudencia no permanecíamos mucho tiempo en determinadas zonas, no habría sido divertido un desprendimiento de aquellas moles sobre nuestras cabezas. Como no podía ser de otro modo, subimos sobre él y estuvimos un rato haciendo el cabra, lástima no llevar crampones y piolet, resbalaba mucho.
En el momento la temperatura descendió de forma desagradable regresamos a nuestro hogar flotante, tan tranquilo y quieto en el fondeadero que se diría fijo al suelo. Una noche más hemos tenido la suerte de dormir en la naturaleza más salvaje y aislada, inaccesible por cualquier otro medio, un día más hemos podido vivir experiencias únicas.

Sed felices.

Kike

Día 429 (17/1/2011): Cruzamos el Cabo de Hornos

A las 20:00 horas locales (4 horas más en España) bordeábamos el famoso Cabo de Hornos, línea divisoria entre los océanos Atlántico y Pacífico, extremo austral del continente americano y  el lugar más peligroso para navegar del planeta.

Posiblemente hayamos hecho muchas cosas mal en nuestra vida, pero algo deberemos haber hecho bien, cuando Neptuno y los elementos se conjuraron para facilitarnos el mejor cruce del gran cabo que se pueda imaginar. El sol brillaba con intensidad, la temperatura no era extremadamente fría, una ligera brisa del Noreste nos empujaba con dulzura y suavidad, pequeñas olas nos mecían más que balancearnos…    Si lo hubiéramos intentado durante 100 días seguidos en apenas 1 ó 2 habríamos conseguido las condiciones que hemos tenido, es más, unas horas antes la situación era penosa, con vientos de 55 nudos del Noroeste (contrarios a nuestra dirección) y mar arbolada, y dentro de unas horas a buen seguro que no será mejor, puesto que cuando se intensifiquen los vientos de componente Este (contrarios a la corriente) las olas se levantaran con una verticalidad inusitada.

Somos afortunados, a pesar de que en ocasiones se nos compliquen las cosas, nuestra estrella no nos abandona, y nuestro ángel de la guarda tampoco, no me extrañaría que hubiera tenido algo que ver en el pacto favorable de los señores del viento, tierra y mar. Siempre habíamos pensado que nos resultaría muchísimo más dificultoso, y cierto es que la elección del momento del ataque definitivo ha sido clave, pero no por ello hay que pensar que todo el merito es nuestro, tenemos que dar gracias, podía haber pasado mucho tiempo sin ventanas meteorológicas o incluso teniéndola prevista todo podría haber cambiado súbitamente, como sucede habitualmente en estas latitudes.

La noche anterior no pudimos dormir debido a la avería del motor, la mañana y la tarde, hasta el gran momento, transcurrieron alternando descansos y guardias mientras navegábamos rumbo sur por la Bahía Nassau con viento suave y buena mar. Tal vez para que la emoción no decayera, o porque de un modo u otro Hornos demandaba un tributo, cuando faltaban 7 millas para llegar tuvimos un nuevo problema, uno de los guardines se salió de la roldana y nos quedamos sin timón. Quedarse sin gobierno en estas aguas, frente al innombrable de los océanos, no creo que sea situación que nadie deseara, una vez más gracias a las excelentes condiciones meteorológicas la hora que estuvimos al pairo mientras lo solucionábamos no se convirtió en un drama, intuyo que no serán muchos en la historia a los que les ha pasado eso en este lugar y han podido contarlo.

Desde muchas millas atrás divisábamos ya la Isla de Hornos, al sur de las Wollaston. Su orografía es abrupta, difícil de adivinar sin una carta, aunque claramente visible como obstáculo en el mar debido a la considerable altura del cabo (425 metros). De repente el mar estalló de vida, un numerosísimo grupo de delfines vino a recibirnos y confirmarnos los buenos augurios para el momento que nos esperaba, saltaban y hacían cabriolas como nunca los había visto, parecían tan extasiados como nosotros por la excepcional ocasión.

A medida que nos aproximábamos se iba perfilando más y más el aspecto del monstruo, bello y aterrador a la vez, de forma piramidal, combinación de colores verdes por la vegetación con marrones de la roca viva, con innumerables desgarros y hendiduras por tantos temporales soportados, con su zona baja erosionada violentamente por las inmensas olas que sobre el impactan, con tantas muescas como vidas se ha cobrado…

En el instante nos situamos cara a cara estalló la alegría y la emoción, bromas, risas y abrazos, lo habíamos conseguido, otra prueba más superada en ese viaje jalonado de constantes desafíos, pero en este caso no era uno más, era el rey de los desafíos náuticos, el Everest de los mares. Los delfines decidieron acompañarnos mientras lo bordeábamos, parecía que estaban tan contentos como nosotros, ¿se puede tener mejor presagio para una vuelta al mundo a vela? Cruzar el mítico Hornos, con buen tiempo, mar en calma y rodeados de delfines.

La celebración fue muy española, jamón ibérico que  trajo Eduardo, regado con un buen vino valenciano (obsequio de nuestro amigo Rodolfo, de Bodegas Vegalfaro). El brindis también con cava valenciano (en este caso gracias a nuestro amigo Alfredo Soler, Castell dels Sorells).

Hoy no somos mejores o peores que ayer, no sabemos navegar más o menos, pero lo que sí es cierto es que hemos pasado a formar parte de los Cap Horniers (barcos, capitanes y tripulaciones que lo han cruzado), además con el orgullo de haberlo hecho en el sentido Este-Oeste, el más complicado. Se ha escrito mucho acerca de los privilegios de un Cap Hornier, el más conocido es el derecho a ponerse un aro en la oreja izquierda (lado por el que se encara la roca en el sentido habitual), la leyenda dice que si en alguna ocasión naufragaban Neptuno reconocería su valor como marinero y agarrándole de él le devolvería a la superficie. También he leído que a partir de ese momento se les permitía comer con un pie sobre la mesa, mear a barlovento (dudosa honra) o no estaban obligados a hacer una genuflexión en presencia del Rey. Sea como fuere, fiel a la tradición, yo hoy me colocaré el aro en la oreja izquierda, como muestra del máximo respeto a las leyes y costumbres del mar, y de satisfacción por la hazaña conseguida de llegar hasta aquí.

Sé que mucha gente ha estado pendiente estos últimos días, quisiera agradeceros a todos aquellos que nos seguís en cualquier grado vuestra presencia al otro lado de la comunicación, notamos vuestro calor y compañía. También quisiera dar las gracias a patrocinadores y todos los que nos han ayudado a que estemos aquí, entre ellos la Concejalía de Deportes del Ayuntamiento de Valencia, Radio Televisión Valenciana, Grupo S2, Prodevelop, Propeller Club de Valencia, Oesía, mychiringuito.com, Altura de Vuelo, el RCN de Valencia y muchos más que no menciono individualmente para no extenderme.

Cruzando Hornos llevaba dentro de mi corazón a muchas personas, como mis amigos, mi familia y Belén, inseparable de Aventura Oceánica para mi, ha estado en todo momento y os ha informando puntualmente. Hay alguien a quien le dedico especialmente este éxito, figura clave en mi vida, le debo en gran medida ser quien soy y como soy, ella me enseño lo que es el valor, a aguantar el sufrimiento, me enseño a querer y a actuar en la vida como sientes, sin miedo a nada, ella es mi madre, aunque ya no esté siempre está conmigo, ella es mi ángel de la guarda.

Me despido emocionado, deseándoos que seáis extremadamente felices.

Kike