Día 456 (13/2/2011​): Ciao 40 rugientes

Espectacular día de sol, con viento y mar en calma. Horizonte despejado, línea de costa a la vista, únicamente el ruido del motor altera la paz del momento.

Una singular despedida de los 40 rugientes, abandonamos las latitudes inferiores a 40º Sur, y si todo va según nuestro plan de viaje, no volveremos a entrar en ellas durante este periplo, únicamente nos aproximaremos a sus límites cuando bordeemos el Cabo de Buena Esperanza, tal vez el siguiente gran hito complicado de Aventura Oceánica, aunque visto lo visto, las dificultades aguardan en los lugares más insospechados.

Salimos magullados, vapuleados, machacados físicamente, con el frío y la humedad todavía metida en los huesos, navegando a motor por haber desarbolado y sufrido el destrozo total de jarcia y velas, pero no derrotados y mucho menos hundidos, no se lo tengo en cuenta, no los odio, los temo o los maldigo, es su naturaleza, una realidad física y geográfica que fue y será así a lo largo de nuestro pasado y futuro.

Todas las expectativas que teníamos puestas en esta parte del viaje se han visto superadas, las buenas y las malas, en un principio nos lo planteábamos únicamente como un periodo de sufrimiento para alcanzar el hito deportivo de cruzar el Cabo de Hornos. Asumíamos el riesgo, el dolor físico, el azote más brutal de viento y mar, la navegación en condiciones extremas, la dureza psicológica de soportarlas durante días y mantener la mente clara para tomar las decisiones correctas en los momentos clave, todo, lo aceptábamos todo como el precio a pagar por superarnos a nosotros mismos, por alcanzar la cima de los océanos, por mirar de frente y erguidos a la gran roca cuyo nombre siempre ha hecho temblar a los marinos más curtidos.

Pero, frente a lo que pensábamos, no ha habido solo sufrimiento, hemos tenido momentos de auténtico disfrute navegando incluso en los 50 bramadores o los 60 aullantes; la Patagonia en general, y la Tierra del Fuego en particular, nos ha mostrado que su corazón es despiadado, pero tremendamente bello.

Península Valdés y Puerto Deseado nos introdujeron en el ocre del paisaje patagónico desértico y la riqueza en la vida de sus aguas, plagadas de pingüinos chapoteantes y delfines disfrazados con los colores de las orcas. En la Isla de los Estados, uno de los lugares más remotos del mundo, franqueamos el acceso al interior del castillo que conforma su agreste orografía a través de estrechos pasos, rodeados por murallas de piedra de más de medio kilómetro de altura; convivimos con hospitalarios militares, los únicos habitantes humanos, exploramos escondidos lugares, encontrando preciosos lagos, el Faro del Fin del Mundo, o el cementerio del antiguo penal de San Juan de Salvamento, vestigios históricos que la naturaleza reclama para sí. Allí aprendimos en nuestras propias carnes lo que es un Williwaw (vientos de alta montaña), con sus latigazos de más 70 nudos, o lo que son los tiderips (inmensas rompientes en medio del mar), con sus muros de agua desplomándose sobre nosotros.

El Canal de Beagle nos transportó a un nuevo concepto en la navegación, entre elevadas cumbres nevadas, con él nos adentramos en la tierra que a pesar de tener un nombre cálido vive bajo un permanente invierno, en la que los 40 nudos de viento, lo que antes para nosotros era un temporal, se convirtió en un valor normal que podía incrementarse muchísimo más. Ushuaia, la población más austral, el fin del mundo, nos enseñó que contemplar cada mañana el entorno compensaba las inclemencias meteorológicas. Allí conocimos a gente que amaba navegar por aquellas aguas sobre todas las cosas,  en un principio no les entendíamos, ¡que ignorantes fuimos!, ahora comprendemos perfectamente, no hay nada comparable sobre la faz de la tierra.

Y llegó el gran día, y partimos a cruzar el Cabo de Hornos, que nos recibió con los brazos abiertos acompañado de unas condiciones  meteorológicas excepcionales,  la mayor dificultad fue contra nosotros mismos, teniendo que solucionar diversas averías en el barco para poder llegar hasta allí. ¡Qué momento tan emocionante y especial!, cuantas sensaciones y sentimientos, superar el mito significaba tantas cosas… No bordeamos el Gran Cabo solos, muchísima gente estuvo con nosotros, siguiéndonos minuto a minuto, y dentro de nuestro corazón. Velero y tripulación nos convertimos en «Cap Horniers» por derecho propio, con el orgullo de haberlo hecho en el sentido más complicado, fiel a la tradición un aro cuelga de mi oreja izquierda desde entonces.

Increíblemente entramos en el  Océano Pacífico con mar en calma y vientos portantes del Noreste, aunque ya se cobraría su crédito en un futuro. Posteriormente nos internamos en los canales fueguinos de Chile, íbamos camino de descubrir los lugares más solitarios, aislados y de espectacular belleza natural que jamás hubiésemos imaginado.

Durante días disfrutamos de pequeñas calas entre árboles y rocas, navegamos entre montañas, caminamos sobre glaciares adentrándonos en sus grietas color azul milenario, paseamos por prados rebosantes de flores, nos internamos en tupidos bosques de vegetación imposible y mil tonalidades de verde. El agua, omnipresente, se expresa en todos los modos a su alcance, dando lugar a torrentes, ríos, lagos y cascadas tan bonitos que no puedes dejar de mirarlos. El hielo ha sido otra constante, hemos navegado entre icebergs y quedado atrapados en sus témpanos, hemos visto desprenderse inmensos bloques de las verticales paredes de glaciares, a los que posteriormente nos hemos subido y tomado posesión como si de una isla flotante se tratara. Apenas hemos distinguido trazas humanas en tantas millas y lugares recorridos, pero no hemos estado solos, los delfines han sido acompañantes casi permanentes, sus saltos y carreras apenas han cesado a nuestro alrededor; también las focas, nadando en formación con una sonrisa casi burlona; lobos de mar amenazantes en inmensas y ruidosas colonias, pingüinos, ballenas, castores, cóndores, pájaros carpintero e infinidad de tipos más de ave, han estado junto a nosotros.

Los canales son un paraíso, pero encierran una bestia dentro, bastan segundos para que se conviertan en infierno, encañonando vientos de una virulencia inusitada que nos hicieron navegar marcha atrás sobre el agua con el motor a tope avante, levantando una ola corta y puntiaguda que te puede poner en serios problemas. El frío, la niebla, el granizo y la lluvia son constantes, aunque compensa el soportarlos, cuando sale el sol, los colores se resaltan, la alegría rezuma, la maravilla cobra su máximo esplendor.

Quisimos continuar nuestro camino hacia el Norte por mar abierto, donde el Bahari despliega su máximo potencial navegando a vela, pero sucesivos temporales nos obligaron a refugiarnos una y otra vez en los canales. Gracias a ello conocimos Punta Arenas y surcamos el Estrecho de Magallanes, siguiendo los pasos del descubridor y de grandes navegantes como Slocum; por fuerza mayor también tuvimos que buscar abrigo en entrantes inexplorados y sin cartografiar, tal vez fuéramos los primeros hombres que pisaron algunos lugares, que contemplaron la belleza oculta que la naturaleza guardaba para sí, que pusieron nombre a calas carentes de él.

Cuando el Pacífico decidió permitirnos volver, lo hizo manteniendo siempre un tamaño de ola descomunal, aunque con vientos moderados. Por primera vez en mi vida pude divisar el destacado montículo en el horizonte que forman las olas solitarias.

Todo iba fenomenal, avanzábamos tranquilamente a buen ritmo, nos quedaba poco para escapar de los 40 rugientes, las temperaturas se suavizaban, cada vez menos millas a Valdivia, las previsiones meteorológicas eran buenas, nadie podía imaginar lo que acontecería esa noche.

La furia del mar en su estado puro, la «tormenta perfecta», nos atrapó súbitamente y sin avisar en plena oscuridad, nos arrasó barriendo prácticamente todo lo existente de cubierta para arriba. Vivimos la noche más larga, o la más corta, al pairo, a merced del temporal. Toda una experiencia vital que devuelve la escala de valores a lo más básico, lo realmente importante es estar bien, el resto tiene solución.

Han sido dos meses intensos, repletos de emociones, la mayor parte del tiempo en comunión con la naturaleza, disfrutando de paisajes y experiencias realmente singulares y extraordinarias, parece que hayan sido dos años. Aunque es momento de mirar al futuro, jamás olvidaré esta etapa de mi vida que me ha enseñado tanto.

Sed felices.

Kike

Día 452 y 453 (9 y 10/2/2011): Volvemos a navegar

Zarpamos ayer a las 9 de la noche (hora local), aunque nuestra idea inicial era jueves por la mañana, decidimos adelantarnos para tener las mejores condiciones meteorológicas y sobre todo cruzar el Canal Chacao (el camino más corto) con corriente favorable (vaciante de marea), teniendo en cuenta que puede alcanzar valores de hasta 8 nudos.

Si todo va según nuestras previsiones llegaremos a Valdivia mañana viernes a mediodía, repostaremos, recogeremos unos repuestos, descansaremos y el sábado volveremos a ponernos en ruta rumbo al náutico de Higuerillas, al lado de Valparaíso, podríamos estar allí martes a última hora o miércoles (la distancia es un poco superior a las 450 millas).

El miércoles lo dedicamos a preparar el barco para una navegación segura, no queremos más sustos y sorpresas, al menos hasta dentro de una buena temporada. Acabamos de despejar la cubierta, desembarcamos los restos del incidente que no podemos transportar, estibamos correctamente y reforzamos la sujeción de lo que queda de mástil.  Trámites habituales de salida de puerto, lleno hasta los topes de combustible (porque ahora somos como una motora) y largamos amarras.

Ahora mismo, si no te fijas, o para un profano en la vela, podría llegar a pasar inadvertida la grave avería que sufrimos. De hecho, queda hasta bien, todo mucho más libre de cabos, velas, etc. Si no fuera por el combustible que necesitaríamos para cruzar océanos lo dejaríamos así (es broma).

Durante la noche hemos tenido que estar muy alerta, para ahorrar distancia hemos atravesado estrechos canales en los que había salmoneras y barcos fondeados, no estamos para tonterías y lo que menos quisiéramos es enredar algo en la hélice o tener cualquier tipo de problema.

La mañana ha coincidido con el regreso al Océano Pacífico, una densa niebla, con una visibilidad de apenas un centenar de metros, ha sido nuestro recibimiento. Aunque no ha sido el único, puesto que la salida al Golfo Coronados es aparentemente muy rica en vida acuática, focas, delfines y distintos tipos de aves nos han dado también la bienvenida.

Por el momento el Pacífico nos trata con cariño, sus olas nos acarician, su aliento nos empuja suavemente, parece ser consciente que en este momento un combate con él sería una lucha desigual. Aceptamos que su furia puede ser mucho más fuerte que nosotros y arrasarnos (así nos lo demostró), en estos momentos tendríamos pocas oportunidades de defendernos, aunque algún arma oculta si tenemos, hemos puesto un aparejo de fortuna y en un momento dado, bajo necesidad, podríamos izar de forma muy rudimentaria un tormentín y una mayor de capa, esperemos que no sea necesario, como así lo indican las previsiones.

No le doy muchas vueltas, pero cuando pienso en el día “D” mis sensaciones actuales son de tranquilidad, creo que todo lo que hicimos fue correcto, no se podía más en esas condiciones, no me queda ninguna duda acerca de si podríamos haber hecho esto o lo otro, cualquier otra actuación podría haber acarreado daños mayores o desgracias personales. Fue un justo duelo entre hombre y mar, las cosas son así, asumíamos los riesgos que corríamos el día que zarpamos de Valencia. Ha sido toda una experiencia de la que creo que salimos reforzados, ahora solo queda mirar al futuro y concentrar todas nuestras energías en solucionar todo lo antes posible para continuar Aventura Oceánica con normalidad.

Para aquellos me que me preguntan, mi ojo está completamente recuperado, un suave morado y una cicatriz en la ceja, heridas de guerra que al mirarme al espejo me recuerdan lo inmensamente afortunado que soy.

A las 22:30 GMT  nos situamos en las coordenadas  40º 56’S, 74º 02’W, vamos rumbo Norte a casi 7 nudos de velocidad, 83 millas más y avistaremos Valdivia.

Sed felices.

Kike

Hemos llegado!!!

Estamos ya amarrados en Puerto Montt, hoy no me voy a extender en los comentarios, únicamente quería avisaros a todos aquellos que se que seguíais nuestras últimas horas con inquietud. Mañana subiré un reporte y os contaré como hemos vivido esta travesía después del desastre hasta el puerto más cercano.

Físicamente estamos bien, mis leves heridas en la cara sin problemas, la herida que queda abierta es la del estado en que ha quedado el Bahari, aunque cada uno lleva la procesión por dentro, no os costará imaginaros como nos sentimos.

Hoy va a ser un día de relax y homenajes, celebraremos por todo lo alto la suerte que hemos tenido, mañana empezaremos el largo y duro trabajo que nos queda por delante.

Eso si, tened muy claro que Aventura Oceánica continua, os seguiré teniendo actualizados, no nos vamos a dar por vencidos, lucharemos hasta el final, más difícil fue cuando solo era un sueño en nuestras mentes. ¡Aquí no se rinde nadie!

En estos momentos es posible que necesitemos vuestra ayuda, cuando me haga una composición de lugar exacta os diré de que manera puede ser.

Nada más por el momento, enviaros muchos besos y abrazos, vamos a necesitar vuestros ánimos.

Sed felices.

Kike

Día 447 (4/2/2011): Problemas muy graves

Estábamos navegando bien, viento de 15-20 nudos y avanzando a buen ritmo, las previsiones eran que continuara de ese modo. Poco después de la medianoche se produjo la catástrofe, de repente, sin previo aviso, fue como si se abrieran las puertas del infierno, enviándonos toda su furia en forma de rachas huracanadas y mar demoledor.

No sé deciros la intensidad del viento, jamás había viso tanto, ni sé deciros la altura de las olas, en la oscuridad de la noche, sin apenas poder ver por los rociones que lanzaba contra nosotros, solo sé que éramos pequeños entre montañas de agua que rebosaban espuma blanca.

Inmediatamente fuimos a intentar controlar la situación, extremando medidas de seguridad con arneses y chalecos. Tratamos de arriar todo, tan fuerte era la ira de Eolo y Neptuno, pero súbitamente un ruido seco nos anunció lo peor, el mástil había partido, y en fracciones de segundo sonó una especie de explosión, la mayor había saltado en mil pedazos, casi se había desintegrado.

En ese momento estaba en proa con el génova, y el latigazo del estay al perder tensión y caer me alcanzó en la cara, un golpe amargo pero sin graves consecuencias, una brecha en la ceja, algunos cortes y el ojo un poco morado.

Rápidamente entendimos la situación y tuvimos claro lo que hacer, lo primero parar motor que acabábamos de conectar para ayudar en la maniobra, porque si algo se liaba en la hélice habríamos perdido nuestro único medio de propulsión, lo segundo lanzar el génova por proa para que nos hiciera de ancla de capa y que el temporal no nos revolcara, lo tercero recoger y trincar bien todo lo que pudimos para que los restos no dañaran el casco ni nos hicieran abatir con el fuerte viento, lo cuarto meternos dentro a refugio, en la oscuridad de la noche y en esas condiciones poco más se podía, también temíamos que pudiera caer algo y producir una desgracia personal.

Con las primeras luces del día analizaríamos el estado de lo que había quedado, nos aseguraríamos que nada pudiera enredarse en el eje, afirmaríamos todo lo posible y nos dirigiríamos a motor al puerto más cercano.

Nada más entrar nos alegramos de que a ninguno de los tres le hubiera pasado nada de importancia y asumimos con la tranquilidad de lo inevitable lo sucedido. Ninguno se alteró ni durante la arriesgada maniobra ni después, las cosas salieron fáciles a pesar de la gravedad de los problemas.

Nos dispusimos a descansar un rato hasta que pudiéramos continuar, aunque las condiciones no eran las más idóneas, fuera la pesadilla continuaba, a la deriva como un cascaron de nuez estábamos a merced del mar, los golpes de las olas eran como latigazos, el aullido del viento y el sonido metálico del trozo de palo, estays, poleas y cabos impactando con todo era descorazonador.

No sé a Jose Carlos y Eduardo, pero para mí fueron horas muy largas, por un lado deseaba que pasaran rápido para arrancar motor y salir de allí, por otro que no acabaran nunca para no tener que enfrentarme al tremendo desastre, hubiera querido dormir y que al despertar todo no hubiera sido más que un mal sueño.

Pero no fue así, llego la claridad y evidenció la realidad, la fuerza y la energía brotaron de nuevo, teníamos una situación que resolver, manos a la obra. La visión desde cubierta encogía el alma, el mástil partido a nivel de la tercera cruceta, con el trozo roto colgando golpeándolo todo tipo badajo, estays de proa y popa desprendidos y parcialmente en el agua, un amasijo de hierros, cables y cabos enredados por todas partes, un jirón de la mayor volando libremente como una cometa, imagen de desolación, de ruina, como si un huracán hubiese pasado sobre nosotros arrasándonos, y no sé lo que fue, pero seguro que estaban emparentados cercanamente.

Afirmamos lo que queda de palo con drizas a proa y las burdas a popa, recogimos con mucho esfuerzo el génova del agua, nos aseguramos de limpiar todos los cabos y que nada saliera de cubierta, trincamos los estays y arrancamos motor, funcionaba perfectamente, nada se había liado, así que nos pusimos en marcha rumbo a Puerto Montt.

En este caso viento y mar nos favorecen, nos ayudan impulsándonos a mayor velocidad, parece que se arrepienten del brutal castigo que nos han infringido.

La distancia es de unas 180 millas para llegar a puerto, si no hay problema deberíamos estar allí el domingo, las previsiones son que la meteorología continúe del mismo modo.

De todas las averías a las que nos podíamos enfrentar, salvo irnos a pique, la que nos ha sucedido es la peor, nuestra pesadilla más amarga, puesto que va a implicar mucho tiempo, coste económico y complejidad. Aventura Oceánica está gravemente herida, con diferencia, el mayor problema desde que salimos.

Pero sabéis que si algo nos ha caracterizado ha sido nuestro tesón y espíritu de lucha, la ilusión por cumplir nuestro sueño, asumimos el esfuerzo y el sufrimiento como contraprestación a las increíbles vivencias y experiencias que nos está dando, no cejaremos en nuestro empeño. Nos esperan momentos difíciles, durante un tiempo nuestro día a día va a cambiar mucho, pero lo que si os aseguro es que la Aventura continua, y yo voy a seguir contándoosla, no nos vamos a rendir.

Sed felices.

Kike

Día 445 (2/2/2011): Navegar así es duro…

A las 6 de la mañana estábamos en pie, queríamos aprovechar la jornada de navegación y ganar tanto norte como nos fuera posible antes de que role el viento. A esa hora aquí ya es completamente de día, aunque hoy no se notaba mucho, el cielo ha amanecido totalmente cubierto, llovía intensamente y hacía un frío del que congela hasta las ideas.

Casi como autómatas por el amargo despertar, hemos realizado la maniobra de salida: recoger cabos a tierra, desmontar y guardar la auxiliar, estibar todo, izar ancla…

Sobre las 8 de la mañana abandonábamos del canal y nos hemos encontrado nuestra primera desagradable sorpresa, olas enormes, tipo rompiente, en lo que podría ser la salida de la bahía que conforma. Mar encrespado, indefinido (puesto que venía de todos lados), ola corta y puntiaguda, rompiendo cuando le venía en gana. Nos ha costado un buen rato superarlo, y no os cuento los pantocazos dados y el movimiento tenido.

Llegados a mar abierto las cosas han mejorado, olas de 4-5 metros, aunque más tendidas y razonables. En el momento hemos podido izar vela nuestra estabilidad ha mejorado considerablemente y nuestra navegación ha sido más regular, aunque con los sobresaltos de los chubascos que periódicamente nos azotan.

De nuevo hemos podido comprobar el buen corazón de los pesqueros de la zona. En medio del mar nos hemos cruzado con uno, que nos ha llamado por VHF para preguntarnos si teníamos alguna necesidad, nos ha ofrecido pescado (que hemos rechazado por llevar más del que podemos comer) y ha compartido con nosotros toda la información meteorológica de que disponía, dándonos consejos y avisándonos de la fortísima ola que se montará con el viento fuerte del Oeste. Como un padre nos ha recomendado refugios y hasta parecía preocupado por nuestra seguridad. Que gente más solidaria, sin duda que si hubiéramos precisado cualquier cosa se habrían desvivido por ayudarnos.

El viento es muy variable en intensidad, aunque hasta primera hora de la tarde hemos avanzado bien,  luego ya ha rolado al Noroeste y se nos ha ido casi a la proa.

No teníamos muchas opciones, la previsión indica que se mantendrá así entre 6 y 12 horas y luego rolará al Oeste, no podemos caer (abrir nuestro ángulo con respecto al viento) porque allí está la tierra, si hacemos un bordo (virar y cambiar el lado por el que nos entra el viento) retrocedemos, así que hemos conectado motor y capearemos sin perder posición ni barlovento hasta que las cosas mejoren. Eso tiene más miga de la que parece, porque despacio (para no pegar mucho pantocazo), con la ola que hay, y sin vela que nos estabilice, nos movemos como metidos dentro de una batidora, los bandazos son terribles, realmente incómodo, pero hay que aguantar, todo pasará.

A las 21:15 (hora local)  nos encontramos en 47º50’S, 75º 55’W, navegamos rumbo 010º a escasos 3,5 nudos, si es que se puede llamar así. Nuestra intención es continuar directos hasta Valdivia, unas 500 millas, y en principio parece que según el parte podremos hacerlo, salvo breves periodos de tiempo (como el actual) el resto de la previsión es de vientos razonablemente favorables. Os mantendré actualizados.

Sed felices.

Kike