Días 1.108 a 1.110 (26 al 28/11/12): La tierra eterna, vacas marinas y President Coolidge

Vanuatu (cuyo nombre significa «la tierra eterna»), un país compuesto por una cadena de 83 islas que se extienden 1.300 km de Norte a Sur, ubicadas 2.500 Km al norte de Sidney y 800 Km al Oeste de Fiji.

El verde de la vegetación tropical domina sobre lo emergido, pero es tierra de ceniza y coral; situada en el borde Oeste de la placa tectónica del Pacífico, justo donde la Indo-australiana se desliza bajo ella, sus islas son empujadas 10 cm al año hacia el Noroeste y ascienden 2 mm, acompañadas de terremotos y erupciones volcánicas.

Tal y como teníamos previsto, escasos minutos antes del ocaso del domingo fondeábamos en la amplia, tranquila y protegida bahía de Lamen, en la costa Noroeste de la isla de Epi (para todos aquellos como yo, de la generación de «Barrio Sésamo», os confirmo que no existe una isla de Blas, o tomaron partido por uno de los personajes, o el nombre no tiene nada que ver con ellos…).

Llegamos hasta allí con un objetivo muy concreto: buscar dugones (vulgarmente llamados vacas marinas, muy similar al manatí del Caribe, un animal simpaticón y regordete, para que os hagáis una idea es como una foca, pero inmensa). Lamen Bay es un punto de encuentro de estos herbívoros submarinos, además, uno de los pocos del mundo en los que se muestran sociables y, con un poco de suerte, podríamos nadar y jugar con ellos.

El lunes se despertó gris y lluvioso, a veces torrencialmente, como los días anteriores, como corresponde bajo el efecto de una depresión tropical, no eran las mejores condiciones para la aparición de los dugones, prefieren el sol de mediodía.
En cualquier caso, no nos íbamos a amilanar por un poco de agua en superficie cuando llevamos tanto tiempo rodeados por ella, bajo el mar no llueve, y buceando uno se moja de todas formas.

Desde cubierta no se veía emerger a ninguno de nuestros orondos objetivos, decidimos bajar a tierra y preguntar, los nativos seguro que nos daban alguna pista. Frente al fondeadero hay un pueblo, con calles de barro y chozas de madera y paja, la sonrisa de los adultos y el juego a nuestro alrededor de los niños nos hizo comprender que éramos bien recibidos. Me hizo mucha gracia la conversación de un querubín de unos 4 añitos, de ojos vivos y piel morena, vestido únicamente con un bañador bajo la lluvia, vino a recibirnos metiéndose en el agua hasta la cintura a la vez que se comía un mango: ¿en tu isla hay mangos? -preguntó-. Se quedó con boca abierta de incomprensión cuando le respondí que mi casa no estaba en una isla, y rió con ganas al contarle que no había mangos, pero que a cambio teníamos tantas naranjas como pudiera imaginar, en su pequeño universo aquello era tan inverosímil como que pudiera llegar navegando desde Europa y vivir en un barco.

Vanuatu tiene 113 leguajes indígenas, alguno de ellos con varios dialectos, es el país del mundo con mayor densidad de lenguas diferentes per cápita (no más de 5.000 parlantes por dialecto), todos ellos pertenecientes a la familia Austronesia (con coincidencias desde Madgascar hasta isla de Pascua). Poseen una lengua vehicular (Bislama), un 40% habla inglés y un 20% francés. Nuestra estrategia para dirigirnos a ellos es empezar hablando en inglés, si sonríen y giran negativamente la cabeza, continuar en francés, y si a pesar de ello siguen negando lo mejor es sonreír a su vez y probar suerte con otra persona, porque entender una palabra de otras lenguas es imposible.

Conseguimos comunicarnos y tener una idea aproximada de donde iniciar la búsqueda, además de conseguir algo de fruta, verdura y pan. Si no encontrábamos nada en la bahía parece que la isla situada justo enfrente (Lamen Island) es un lugar de avistamiento probable.

A pesar de las malas condiciones nos pusimos en marcha, y también la ley de Murphy, justo en el momento que cambiábamos fondeo encontramos 3 dugones pastando tranquilamente, pero ni pudimos hacerles mucho caso ni tomar imágenes, estábamos a lo que estábamos. Regresamos cuando el barco estaba seguro, pero ni rastro de ellos. Inspeccionamos a nado prácticamente toda la bahía de Lamen, con resultado negativo, eso sí, lo que vimos fueron infinidad de tortugas, jamás había visto tantas concentradas en un sitio, algunos ejemplares de tortuga verde eran inmensos.

Por la tarde nos desplazamos a Lamen Island, tampoco hubo suerte, y casi al ocaso lo volvimos a intentarlo en la bahía, pero con el mismo resultado que durante la mañana. Parece que los dugones no tenían el mismo interés en conocernos que nosotros a ellos, o que la meteorología les importaba más que a nosotros para dejarse ver. No teníamos mucho más tiempo, de modo que por la noche zarpamos rumbo a nuestro siguiente destino en Vanuatu.

Espiritu Santo es la isla más grande del país, en ella se ubica la montaña más alta (monte Tabwemasana, 1879 m.), no hay ningún registro de que jamás se haya escalado. Se cree que en sus proximidades, en junglas impenetrables, todavía existen algunas tribus pigmeas que nunca han tenido contacto con el exterior. Durante la II Guerra Mundial fue una enorme base Americana, a la que llegaron más de 100.000 soldados, construyeron una completa ciudad, cuyos restos se pueden observar todavía en numerosos lugares.

Luganville, la segunda ciudad más importante de Vanuatu, está ubicada al borde de un canal en el Sudeste de la isla. Su aspecto es muy humilde y un poco destartalado, sin embargo concentra la mayor parte de los 11.000 habitantes de Espiritu Santo (o Santo, como ellos la denominan abreviando). Por las calles (más bien casi por la única calle) se aprecia la realidad de su economía (77% vive de agricultura a pequeña escala o autosubsistencia) y la mezcla de culturas, resulta curioso saber porque conducen por la derecha, parece ser que antes cada uno conducía por donde le venía en gana (los de origen inglés por la izquierda y francés por la derecha) , hasta que decidieron poner orden, para resolverlo decretaron que el siguiente coche importado fijaría sentido, fue un buggy que llegó de Nouméa el que condicionó la posterior circulación del país.

Santo es una meca del buceo que no queríamos perdernos, en el canal de Luganville reposa el pecio del SS President Coolidge, un crucero de lujo de más de 200 metros de eslora que fue convertido para el transporte de tropas durante la Segunda Guerra Mundial. El 26 de octubre de 1942 impactó con dos minas aliadas al intentar entrar en puerto sin ayuda, para evitar bajas su capitán lo encalló en la costa, solo 5 de los 5.440 militares que iban abordo fallecieron, teniendo en cuenta que se hundió en 2 horas (entre ellos su capitán ayudando heroicamente a evacuar soldados).

Es el barco hundido más grande buceable del mundo, apoyado sobre su costado de babor, la proa esta a una profundidad de 21 metros y transcurre en perpendicular a línea de costa hasta los más de 70 metros bajo el mar en su popa.

La visibilidad no era muy buena cuando nos sumergimos, desde arriba solo unas boyas indican que allí abajo hay algo interesante. Siguiendo el cabo se llega hasta la amura de estribor, es tan grande que se llega a perder la perspectiva, parece una antigua cuidad sumergida que se extiende en todas direcciones. Siguiendo la línea de cubierta se entra en un mundo en el que el tiempo se detuvo hace 70 años y cuyos únicos cambios han sido la proliferación de algas y coral. Nos adentramos en su interior en dos puntos diferentes, uno de ellos la sala de máquinas, explorándola llegamos hasta los casi 45 metros de profundidad. Todavía se pueden apreciar platos y vasos de los marineros, o papeleras que contienen desde zapatos viejos a botellas vacías, restos de un destino que cambió violentamente, historia explorable en estado puro.

En superficie nuestra sonrisa delataba la felicidad por un deseo cumplido, el Coolidge es otro nivel en cuanto a buceo de barcos hundidos se refiere, tan amplio y bien conservado que no extraña que haya gente que lleve más de 1.000 inmersiones en él y siga descubriendo cosas nuevas, todo un mundo.

Con un poco de aprovisionamiento y un breve paseo durante la tarde por Luganville terminó nuestra visita relámpago a Vanuatu, una pena, porque tiene muchísimos puntos más que me habría encantado conocer, pero lo apretado de nuestras fechas manda. Antes de la medianoche zarpábamos rumbo a las islas Salomon, 800 millas por proa en el inicio de las zonas de calmas ecuatoriales condicionarán nuestros próximos días.

Sed felices

Kike

Días 1.101 a 1.105 (19 al 23/11/12): El blanco de Cohé

Pascal es uno de los pocos blancos que viven perfectamente integrados en una tribu en el Noreste de Nueva Caledonia, según me contaba no le fue fácil, nada fácil al principio. Ex-paracaidista de élite del ejército francés, veterano de conflictos armados en África y Yugoslavia, un buen día decidió cambiar de vida y abandonar el puesto que ocupaba al frente de una empresa del Norte de Francia.

Llegó a Grande Terre con un amigo, con objeto de poner en marcha un proyecto que al final no funcionó; no encontró éxito profesional, pero encontró otra cosa, un pueblo que vive según sus propias leyes, respetando los antiguos valores y muy cerca de la naturaleza, esto le cautivó de tal modo que decidió quedarse a vivir entre ellos.

La desconfianza fue la reacción inicial de las tribus, ¿porque el blanco quiere vivir con nosotros? ¿quién es? ¿a qué se dedica?, llegaron a acusarlo de agente infiltrado del gobierno francés.

Tuvo que trabajar duro y pelear para ganarse su respeto, a veces incluso a puñetazos, los Kanak son violentos, sobre todo cuando beben, para ellos las peleas son algo normal, siguen sintiéndose guerreros, y si alguien rehúye el conflicto físico es porque es débil, y por lo tanto no digno de respeto.

Al final consiguió que lo aceptaran, le cedieron un pequeño terreno en el que asentarse, al borde del mar, en plena tribu, un lugar precioso rodeado de árboles y a escasos metros de una excelente zona de pesca submarina. Allí está acabando de construir una «case» (la cabaña tradicional de troncos y hojas, con techo cónico) usando únicamente sus propias manos y lo que le proporciona el bosque.

Aunque es más lógico, al principio puede chocar el sentido de la propiedad de los Kanak, no tienen problema en ceder gratuitamente tierra a alguien que vaya a «ponerla en valor», esto ya es bastante ingreso; bosques, montañas, playas, ríos, etc. no pueden pertenecer a nadie más que a la comunidad, no tendría sentido según su lógica.

Las tribus se rigen por sus propias leyes, no se aplica la legislación francesa; salvo excepciones por delitos sangrientos flagrantes, incluso los propios gendarmes deben pedir permiso para entrar. No se pagan impuestos, y aunque poco a poco se va extendiendo el uso de la moneda (Franco Polinesio), el trueque y los intercambios con dinero Kanak (una especie de obras de artesanía) siguen estando presentes. Su economía es fundamentalmente de autosubsistencia, todos pescan, cazan y cultivan o recolectan frutas y algunas verduras, los excedentes se venden.

Pero nada es perfecto, no se porque extraña razón aunque el hombre no tenga problemas en su entorno los inventa, y la vida en comunidad, sea esta del tipo que sea, acaba generando conflictos. Envidias, celos, rencillas familiares, problemas étnicos, etc. no son raros, y provocan tensiones entre tribus o dentro de ellas, todo el mundo se conoce, para lo bueno y para lo malo.

Tampoco la historia ha favorecido la armonía entre los distintos pueblos. Un dato curioso es que, a pesar de lo reducido del territorio de Nueva Caledonia, existen 32 distintas lenguas diferentes incomprensibles entre sí, su lengua vehicular es el francés, es evidente el aislamiento histórico entre comunidades, que a buen seguro desembocaba en infinidad de luchas por cualquier motivo. La colonización tampoco favoreció este hecho, numerosas tribus fueron trasladadas de sus hábitats originales, especialmente desde la costa Oeste (más llana y con mejor clima), donde preferían instalarse los colonos, hacia las montañas o la costa Este (más agreste y con lluvias abundantes debido a los vientos Alisios del Pacífico). Para dificultar su organización los miembros de las tribus trasladadas también se repartieron a lo largo de diferentes misiones, el resultado, una compleja mezcla de pobladores originales con desplazados, que a pesar de seguir organizándose entorno a tribus, sigue generando problemas.

Nuestra llegada al Noreste de Grande Terre tuvo lugar el pasado lunes por la mañana, tras el recorrido que realizamos por las islas de la Lealtad, inicialmente pensábamos recalar en Poindimié para organizar la logística de salida del país y la recogida del compresor de buceo, pero la poca protección de la costa nos hizo cambiar de idea y trasladarnos por dentro de la barrera de coral hasta la bahía de Touho, mucho más abrigada y segura.

No hemos podido bucear durante estos días, el agua está demasiado turbia como consecuencia de las permanentes lluvias y la aportación de los ríos, una lástima, no estábamos lejos de un arrecife en el que rodó una parte del conocido film-documental «Océanos», que recomiendo a todo aquel que no haya visto, las imágenes son espectaculares.

Cada mañana llamábamos por teléfono a Noumea para ver si ya estaba disponible el compresor de buceo, cuya llegada estaba prevista para el lunes, así hasta el viernes, cuando por fin, hemos podido ir a recogerlo y hacer todos los trámites de salida del país.

La meteorología y las obligaciones nos dieron un respiro el martes, aceptamos la invitación de Pascal para llevarnos y traernos del río Tiwaka, donde podríamos hacer una excursión remontando su curso, eso nos proporcionaría un cambio de escenario y la posibilidad de adentrarnos un poco en la selva montañosa de Nueva Caledonia.

Pascal conoce bien la zona, periódicamente la recorre durante varios días rio arriba para cazar cerdos salvajes y ciervos, introducidos por el hombre se han convertido en un plaga, no tienen depredadores, de hecho las Autoridades pagan una cierta cantidad por cada ejemplar abatido, además de poderse quedar con la carne.

Salvo los cerdos salvajes, serpientes y un tipo de conchas (todos ellos fáciles de evitar), no existen más animales peligrosos en la selva de Nueva Caledonia. Siguiendo el río tampoco hay pérdida, por lo que no parecía una actividad excesivamente arriesgada.

Parajes incomparables nos acompañaron durante toda la jornada, la densamente verde e impenetrable selva flanqueaba el río, avanzar unos metros por ella puede costar horas, lo más fácil era ascender por las inmensas rocas arrastradas por las crecidas o incluso caminar por dentro del agua en las zonas más tranquilas y menos profundas.

A simple vista, sin más que ver el aspecto y colorido de las rocas, se puede apreciar la riqueza en minerales de Nueva Caledonia, no en vano es la principal reserva de níquel del mundo, cuya exportación es una de las bases de su economía, a la vez que la posiciona como objetivo estratégico deseable.

Pascal nos previno acerca de la posibilidad de toparnos con hombres armados con fusiles o machetes, no teníamos nada que temer, serian cazadores, en cualquier caso, si alguien nos preguntaba que hacíamos allí, no teníamos más que decir que estábamos con el blanco de Cohé, la tribu en que reside.

A última hora de hoy viernes estábamos listos para zarpar, con el nuevo compresor de buceo bien estibado sobre el barco y cubierta e interior bien arranchados para una navegación que se prevé pueda ser movida.

Sobre nuestro destino, Vanuatu, descarga agua a mares en estos momentos una depresión tropical. No lleva mucho viento asociado (25-35 nudos) y se está desplazando hacia el Sudeste, a medio camino con Fiji. Si todo avanza según lo previsto la cola nos proporcionará buen viento del Sudeste que lanzará a navegar al Baharí por el través, rumbo a este nuevo país.

Sed felices

Kike

Días 1.095 a 1.100 (13 al 18/11/12): Entre jefes y tribus…

Las Islas de la Lealtad fueron declaradas reserva indígena por el gobierno francés en 1899, el 99% de sus habitantes son Kanak (como se autodenominan los nativos, palabra que proviene de kanaka, que significa «humano»), en ellas imperan las antiguas costumbres y el modo tradicional de vida.

En una entrada anterior del blog ya hice referencia a los enormes contrastes que se aprecian en Nueva Caledonia, mientras Noumea (la capital) es una gran urbe al estilo europeo, hasta con la misma señalización que en Francia, pocos kilómetros más allá el escenario cambia radicalmente y se entra en los dominios de un pueblo melanesio orgulloso y feroz defensor de su historia e identidad. Estas diferencias tienen una de sus máximas expresiones en el grupo de la Lealtad, con cuatro islas principales situadas a unos 100 Km al Este de Grande Terre.

El martes de madrugada fondeábamos frente a la bahía de Gaatcha, al Sur de la gran bahía de Santal, al Oeste de la isla de Lifou. Con un poco de precaución conseguimos encontrar un lugar adecuado en medio de la oscuridad de la noche.

Lifou es el mayor atolón coralino elevado del Pacífico, de dimensiones muy superiores a Niue, la isla-estado de igual origen geológico que visitamos meses atrás. Esto condiciona enormemente su orografía, aunque en este caso si existe alguna playa, y que playas, una auténtica preciosidad de arena blanca salpicada de rocas con la vegetación tratando de ganarle terreno. El turquesa de sus aguas es uno de los más intensos que he visto jamás, otro lugar de postal que se guardará en mi recuerdo, os lo demostraré con imágenes en cuanto pueda subirlas.

Gente realmente amable sus habitantes, muy acogedores nos ayudaron en todo momento para cualquier cosa. La mayoría cultivan sus propias frutas y hortalizas en el jardín, la vivienda por excelencia es el «case», una especie de choza con techo cónico fabricada a partir de troncos y recubierta de hoja de cocotero. Resulta curioso ver como en ocasiones las familias disponen de viviendas modernas adyacentes a las «case», pero insisten en que se sienten más cómodos en las tradicionales.

Cerca del lugar en que anclamos el Bahari existe un arrecife aislado, un pequeño parche de apenas 100 metros de diámetro. Fruto del sol y las corrientes el coral crece allí de forma exuberante, y los peces van donde hay buen coral. Pudimos disfrutar de unas estupendas inmersiones, en el que nuestro principal problema fue tal claridad de aguas e intensidad de sol que dificultaba la fotografía submarina. Por primera vez pude apreciar los huevos de un pez payaso, una semiesfera rojiza con infinidad de bultitos en su superficie, cada uno de ellos un futuro alevín de pez payaso, en un estado de desarrollo superior se llega a ver hasta los ojos de los nonatos.

Un par de días después zarpamos rumbo Ouvéa, la más tradicional y remota de las Islas de la Lealtad, un atolón coralino con tierra elevada concentrada en la mitad Este y en cuyo interior existe una interminable playa de arena blanca que envuelve el lagoon, una escena típica de isla paradisíaca del Pacífico Sur.

Ouvéa es uno de los puntos más calientes de las tendencias independentistas patentes en toda Nueva Caledonia. En 1988 tuvo lugar allí una masacre que permanece en el recuerdo, 16 gendarmes fueron capturados y retenidos como rehenes por los «guerreros de la libertad Kanak», las fuerzas de élite francesas tomaron al asalto la cueva en que se escondían, matando a 19 de los nativos, desde entonces Ouvéa es un símbolo del martirio y la heroica resistencia del pueblo Kanak frente al colonialismo.

Como españoles, y con la convicción de respetar sus costumbres no teníamos nada que temer, aunque hay gente que considera que es un lugar no seguro, desde luego esa no ha sido mi impresión.

Paramos primero frente a Fayaoue, una de las principales poblaciones. Nuestro objetivo era buscar al Jefe de la isla, pedirle permiso para recorrer sus aguas y cumplir con la tradicional «coutume», nombre por el que se conoce el acto de la ofrenda de un pequeño regalo (normalmente un paquete de tabaco o un billete pequeño envuelto en un pareo) al solicitar un favor o estar agradecido por algo.

Sabemos de barcos que han tenido serios problemas con los nativos por no cumplir con sus tradiciones y mostrar un estricto respeto. Para ellos es una ofensa, es como si alguien se mete en tu casa y se sirve de tu nevera sin pedir permiso, y si no respetas su código de atuendo es como si además lo hicieras desnudo.

Allí aprendimos que en la isla hay varias tribus, cada una de ellas con su jefe, el Norte es de origen étnico polinesio (procedentes de una invasión desde Wallis en el siglo XVIII), el centro y Sur son origen melanesio, incluso hablan lenguas diferentes incomprensibles entre sí.

Nos dirigimos a la «Jefatura» (chiefferie), una amplia cabaña sin paredes construida con troncos y hojas. Al vernos llegar ni siquiera preguntaron, prepararon unos asientos y nos indicaron que el Jefe nos atendería en breve. Apareció un hombre mayor, de facciones trabajadas por la intemperie y mirada cálida, su sonrisa delató que no íbamos a tener muchos problemas. Con muchísima humildad y respeto me dirigí a él en francés, pidiendo permiso para fondear en su costa, bucear en sus arrecifes, tomar fotografías y pescar justo lo necesario para comer. Orgulloso, solemne y satisfecho por nuestra pleitesía accedió sin dudar, especificando cuáles eran sus dominios por los que podríamos movernos sin problema, sin embargo, dos de los lugares que queríamos visitar pertenecían al Norte, por lo que tendríamos que desplazarnos a Saint Joseph para pedir permiso allí.

Tras disfrutar un poco de las espectaculares playas continuamos camino al Noreste del Atolón y fondeamos frente a la iglesia, donde nos habían indicado. Nuestros primeros encuentros al desembarcar nos hicieron intuir que esta vez las cosas no iban a ser tan fáciles, nos recriminaron enérgicamente no haber usado sus boyas de fondeo en lugar del ancla. En realidad ni las había visto ni lo sospechaba, echamos el hierro mucho más lejos de costa dado que se trata de aguas muy bajas, cuando la sonda llegó a 4,5 metros y sin una cartografía precisa es lo que me indicó el sentido común. Así se lo explique, pero comunicarse con los Kanak no es fácil, a pesar de que mi francés es fluido su forma de expresarse es muy particular, parece que no te escuchen, repiten insistentemente lo mismo una y otra vez, no hablan claro y su vocabulario es más bien primitivo.

Tras tener que dar explicaciones a casi todo aquel con quien nos encontrábamos, unas cuantas sonrisas a pesar de todo, y un poco de tiempo, conseguimos sentarnos frente al Jefe. No puso pegas a nuestras peticiones, insistió en que nuestra pesca debería limitarse a nuestro consumo, y nos especificó que los motu del Norte en que queríamos bucear pertenecen a una tercera tribu, pero no es sencillo contactar con ella, viven en la selva a 6-10 kilómetros de distancia sin medios de transporte para llegar allí.

No hubo una respuesta clara a la pregunta sobre el modo de conseguir el permiso de esta tercera tribu, todo fueron cambios de tema, evasivas e insistir en los dominios que les pertenecían. Tan complicada fue la comunicación que decidimos regresar al barco, cambiar el fondeo e ir a la boya (por si eso influía) y regresar al día siguiente para conseguir el beneplácito, si era necesario caminaríamos la distancia hasta la población.

De igual forma que cambió el día cambiaron sus reparos, por la mañana ya no había ningún problema, podíamos ir donde quisiéramos, no era necesario contactar con la otra tribu, incluso nos invitaron a ver y tomar fotografías de cómo estaban construyendo una nueva «casa común», la gran cabaña sin paredes en que se reúne la tribu para parlamentar, normalmente situada al lado de la jefatura. Todo un ejemplo de trabajo en equipo, cada hombre y mujer tiene una función, son capaces de construirla en dos días, impresiona ver lo que son capaces de hacer con unos troncos y hojas de palmera, y nos garantizaron que dentro no hay ni una gotera.

Con la tranquilidad de poseer todos los permisos y bendiciones de los Kanak, así como su simpatía, hemos pasado unos días recorriendo distintos motu e islas de la zona. El mar ha sido generoso con nosotros, desde que salimos de Noumena prácticamente nos hemos alimentado de él, en nuestro menú: atún, mahi-mahi (llampuga), peces de arrecife, cangrejos, langostas, etc.

De entre los lugares en que hemos estado hay uno que brilla con luz propia, el pequeño atolón de Beautemps-Beaupré, situado a 10 millas al Noroeste de Ouvéa. Desierto y completamente virgen es un lugar sagrado para los nativos, incluso fue lugar para el descanso de sus muertos. No hay forma de llegar (salvo barco privado) ni muestras de civilización alguna. Una minúscula zona entre un arrecife y un islote conforman el único punto de fondeo abrigado, el entorno es idílico, naturaleza en estado puro.

En sus aguas hemos visto la mayor concentración de tiburones desde que abandonamos Polinesia, puntas blancas y grises, e incluso un tiburón toro de tamaño mediano, muy peligroso cuando crezca un poco más. Buceo, pesca, barbacoas en la playa, recolección de cocos y disfrute de un entorno incomparable, estas han sido nuestras principales ocupaciones durante unos días de vida como robinsones.

Con las últimas luces del día hemos zarpado rumbo a Poindimié, en Grande Terre, se acerca el momento de recoger el nuevo compresor, realizar los trámites de salida y continuar camino hacia Vanuatu.

Sed felices

Kike

Días 1.083 a 1.086 (1 al 4/11/12): La isla de los pinos

El viento se empeñó en llevarnos la contraria, y a pesar de que el jueves por la mañana zarpamos de Port Moselle con la intención de navegar hacia L’Ile des Pins (la Isla de los Pinos), una hora de pantocazos contra el mar sin apenas avanzar nos dejó bien claro que esa pelea no tenía sentido, lo más prudente era aguardar a que se suavizaran los 20 nudos de proa con una ola corta y puntiaguda, recorrer 60 millas así habría sido un sufrimiento innecesario para barco y tripulación.

A pocas millas de la bocana del puerto de Noumea se ubica l’Îlot Maître, que a pesar de no tener más que unos 300 metros de longitud, nos proporcionaría un buen abrigo hasta que mejoraran las condiciones, previsiblemente durante la noche.

Es un fondeadero concurrido por su cercanía a la capital, allí existe un pequeño resort y numerosos barcos acuden para disfrutar de deportes náuticos como kite o windsurf, esquí acuático o buceo en sus aguas declaradas reserva natural. Evidentemente nos unimos a los presentes y mientras Jose Carlos volaba un rato la cometa, Alex y yo nos sumergirnos en el extremo Sur del arrecife que envuelve al islote.

El coral no es el más bonito que he visto, pero si había mucha vida, para empezar abundan las tortugas, raro era contemplar los alrededores del barco y no ver una cabeza asomar junto a su gran caparazón. También las encontramos bajo el agua, junto a un tiburón de puntas blancas, inmensos bancos de lutjánidos de Kasmira, grandes meros y palometas, labios dulces, peces loro y cirujano, etc. El inmenso lagoon de Nueva Caledonia es famoso por la cantidad de vida en su interior.

Entorno a medianoche el viento había calmado y reemprendimos la navegación, de ese modo llegaríamos a la mañana siguiente a nuestro destino y podríamos aprovechar el día. La información de navegación es buena como para confiar en la electrónica.

Nuestra primera escala en la Isla de los Pinos fue la bahía de Kuto, que junto a la adyacente playa de Kanuméra son realmente lugares paradisiacos. Aguas azul turquesa, arena tan blanca y fina como si fuera harina, verde intenso de la vegetación que llega hasta el borde el mar, incluyendo pinos de varios tipos, palmeras y otras especies de árboles. Frente a lo que pueda parecer los pinos no fueron introducidos por los europeos, son autóctonos, ya estaban allí cuando llegó el Capitán Cook en 1.774.

Mientras paseaba descalzo sobre la arena por el borde de playa, contemplando un paisaje que podría rayar la perfección, me alegraba de que todavía existan lugares así, y sobre todo de poder verlos con mis ojos y vivirlos. A veces hay imágenes de sitios tan bonitos que parecen no ser reales, podemos pensar que son una toma parcial o modificada con fines turísticos, posiblemente eso podríais imaginar si vierais una foto de Kanuméra, pero cuando estás en medio de ese grandioso espectáculo, y mires hacia donde mires es real, te maravillas de los rincones por descubrir que existen en este mundo.

Resulta irónico saber que la isla fue un penal hasta 1.912, todavía se conservan muchos restos, especialmente en la estrecha península que separa las playas de Kuto y Kanuméra, que se fortificó con un muro de piedra para defender a los administradores de la prisión en caso de una revuelta de los convictos. Millares de presos políticos se confinaron aquí a finales del siglo XIX, hoy en día más de uno delinquiría para pasar aquí el resto de sus días.

A pesar de que llegan algunos turistas, todo está bastante virgen y bien conservado, han sabido gestionar el patrimonio de la naturaleza. Como contrapartida las comunicaciones con Noumea son complicadas, nos estábamos planteando que el lunes fuera uno a hacer los trámites de inmigración en algún medio de transporte y volviera, manteniendo aquí el barco para disfrutar durante más días de este entorno, pero ha sido imposible, tendremos que regresar todos con el Bahari.

Nueva Caledonia es Territorio de Ultramar Francés, pero a pesar de ello es tierra de grandes contrastes. Mientras la capital es una ciudad moderna con avanzados servicios en la que se concentra la mitad de la población, el resto está poco habitado, con pequeños pueblos de escasos servicios. De hecho en muchas zonas todavía imperan las costumbres tribales, y para poder fondear o pescar sin problemas hay que pedir permiso al «Jefe» de la isla o aldea y hacerle una ofrenda (simbólica), como muestra de buena voluntad y respeto a la tradición.

Desde el Sur bordeamos toda la isla hasta el Norte, donde se encuentran los mejores puntos de buceo, escondidos en los pasos entre arrecifes. La visión desde cubierta incitaba a parar en cada recoveco, en cada islote, para disfrutar de playas escondidas rodeadas de pinos o tranquilas y cristalinas aguas.

Con nuestro calado no ha sido fácil el fondeo, pero analizando bien la carta siempre se encuentra un lugar adecuado. Hemos podido practicar la pesca submarina para comer y bucear en montañas de coral repletas de vida, con algunos ejemplares de un tamaño impresionante, como un mero de 50-60 Kg, ha sido gracioso porque le ha pasado un tiburón por el lado y el mero era más grande, le podía haber atacado.

A última hora de la tarde hemos zarpado de regreso a Noumea, navegaremos durante la noche para llegar a primera hora de la mañana, una pena no haber tenido más tiempo, pero las gestiones de inmigración y la reparación compresor nos requieren, tal vez podamos volver la semana próxima a este espectacular paraíso.

Sed felices

Kike