Días 1.356 a 1.358 (1 al 3/8/13): La travesía del Océano Índico. Quinta y última parte.

NOVENO DÍA DE NAVEGACIÓN
¡Vaya noche de perros! Durante mi guardia de 12 a 4 de la mañana (hora local) un grupo de chubascos nos rodeó completamente, nos cubrían todos los flancos como si lo hubieran hecho aposta.

Al bloquear el viento real, y a su vez ser fenómenos que generan/absorben viento en función de su fase de maduración, la inestabilidad era increíble, permanentemente variaban las condiciones, en un momento rolaba (cambiaba de dirección) 40-50º en un sentido, al momento siguiente en el sentido contrario, luego subía de intensidad con fuertes rachas, luego bajaba hasta casi desaparecer, una locura.

Estuve prácticamente las cuatro horas con la vista puesta en la veleta, ajustando continuamente el rumbo para no trasluchar o que las velas no flamearan violentamente por ir excesivamente orzados, a todo esto soportando andanadas de lluvia, en ocasiones torrencial.

Cuando llegó el turno de Jose Carlos no mejoró, parecía que se habían quedado de forma estacionaria a nuestro alrededor. Al amanecer, agotado y con un viento que apenas hinchaba las velas, tuvo que arriar y conectar motor, no había forma.

Hasta el mediodía no ha regresado una brisa aceptable que nos permitiera navegar a vela, y eso que por la mañana despejó, pero Eolo se hizo remolón y haitzea (viento en Vasco, según me enseñó Alaitz) llegó tarde a la cita.

Por el momento, aunque suave, se mantiene y nos permite a avanzar a unos 6 nudos de velocidad media, de hecho en las últimas 24 horas nos hemos acercado a destino 141 millas (habremos recorrido más, pero no vamos en línea recta hacia Isla Rodríguez porque la dirección del viento no nos lo permite).

Todo tiene su lado positivo, navegando así, además de ir más tranquilos y con un movimiento mucho más suave, hemos podido poner la caña para tratar de pescar algo. No se ha hecho esperar, sobre las 5 de la tarde la carraca sonaba con fuerza, algo grande había picado.

Ha sido un mahi-mahi (llampuga) de 8-10 Kg, aunque ha peleado como si fuera de 20, no se cansaba de tirar con fuerza, tratar de adelantarnos, irse hacia un lado y hacia el otro, pero estaba bien enganchado y no le hemos dado cuartel, ha acabado sobre la cubierta, donde se ha librado el último combate, esta vez ya cuerpo a cuerpo, incluyendo algún violento coletazo por su parte que ha tenido que ser sometido con un placaje, al estilo lucha libre, por la nuestra.

La precaria dieta que seguimos por no poder cocinar se va a alegrar un poco los próximos días, de entrada hoy hemos cenado un excelente sashimi, para mañana hay ceviche, otra parte esta macerando en vinagre y el resto en sal para luego secarlo.

La noche es increíblemente clara y no hay luna, la bóveda celeste parece un planetario, de lo nítidas que se ven las estrellas se diría que están pintadas, aunque sé que no es así porque parpadean. La Vía Láctea aparece como un enorme arco casi sobre nuestras cabezas, marcándonos una gigantesca puerta bajo la que tenemos que pasar. Según la leyenda, la Vía Láctea procede de una gota de leche que cayó del pecho de la diosa Hera mientras amamantaba a Hércules, de ahí su nombre, y no por su color blanquecino u otras muchas extrañas teorías que he oído. Dentro de ella, la Cruz del Sur jalona nuestro camino marcándonos el punto cardinal, una señal en el inmenso camino oceánico. Se aprecian perfectamente las nubes de Magallanes, que no son nubes, sino galaxias luminosas que el épico navegante descubrió en el cielo austral. Escorpión y Sagitario están muy claras, muy arriba, casi en el cenit, es su momento y quieren lucirse. Las estrellas fugaces me recuerdan que es un universo en movimiento, que aunque no lo parezca, todo forma parte de un inconmensurable sistema activo. En cualquier caso, solo contemplar esa brevísima estela de luz que raya el firmamento durante décimas de segundo, es uno de los espectáculos más bonitos y emocionantes cuando se mira el cielo.

A las 20 horas GMT nos quedan 334 millas para llegar a Rodríguez, estamos en 19º 54’S, 69º 20’E, ahora mismo navegando rumbo 265º a 5,5 nudos de velocidad con una brisa por la aleta de apenas 15 nudos de intensidad, el horizonte está despejado, no aparecen chubascos en el radar, aparentemente la noche será tranquila, aunque no lo diré muy alto, no sea que se enteren…

DÉCIMO DÍA DE NAVEGACIÓN
El sol ha brillado durante todo el día, un cielo azul fosforescente, manchado únicamente por algunas nubes dispuestas en tiras, ha sido nuestro techo, el característico cielo oceánico, como yo lo recordaba de los anteriores océanos atravesados, el Atlántico y el Pacífico.

El viento se comporta, tal vez cansado de tanto que ha soplado, ahora lo hace con moderación y atino. Apenas 15 nudos del Sudeste nos empujan suavemente en línea directa a nuestro destino, velocidades moderadas, en torno a 6 nudos, pero pasito a pasito hacemos camino, y en 24 horas ya estamos 140 millas más cerca.

El mar se suaviza, ya no hay monstruos rugientes con espuma sobre su cresta, ahora es más bien un hervidero de pequeños montículos azul oscuro, casi negro. Sin embargo ha aparecido un nuevo actor, a la lógica ola del Sudeste alineada con el viento se le ha sumado una montañosa ola de mar de fondo proveniente del Sudoeste. Es tan grande, pero tan tendida y de un periodo tan largo, que para poder distinguirla hay que mirar a la lejanía, entonces es cuando te das cuenta que estas sobre una gran elevación.

En el barco apenas se percibe, como una inmensa colina con pendiente poco pronunciada te asciende dulcemente, para luego descender su ladera con la misma delicadeza, como si una extraña marea subiera y bajara varios metros cada pocos segundos. Sin duda su origen es un fuerte temporal en el Océano Antártico, desde allí nos envía estas ondas que tras recorrer el Índico han suavizado sus formas, aunque manteniendo su increíble energía.

A bordo la vida se ha regularizado, y aunque cansados por diez días de esfuerzo y no dormir más de 4 horas seguidas, hay energías para pequeñas reparaciones y poner un poco de orden en la batalla campal resultado de los violentos envites del mar desde que zarpamos. La cubierta se ha convertido en un tenderete, donde hemos aprovechado las condiciones para ir secando ropas y velas que se han ido mojando hasta ahora.

Disfruto el tiempo libre, y además de descansar tengo ganas de leer, escribir, organizar fotos o sencillamente sentarme en cubierta para sentir la brisa del mar y deleitarme con los mil paisajes que conforman olas y nubes.

Tengo ganas de llegar sobre todo por la comida y el problema de no poder cocinar, pero no es una necesidad acuciante, si no fuera por eso no tendría ningún problema en que durara unos cuantos días más. Me encantan las travesías oceánicas, es cuando de verdad llegas a fundirte con la vida en el mar, cuando más tiempo y espacio tienes, cuando puedes hacer todo aquello que siempre dejas en segunda prioridad, es mi momento, para mí y mis cosas, momentos de paz, tranquilidad e intimidad.

A las 21:30 GMT nuestra ubicación es 19º 53’S, 66º 05’E. Ahora navegamos a más de 9 nudos rumbo 273º porque se acerca un grupo de chubascos que han hecho subir el viento, pero si no me equivoco pasarán tan rápido como llegaron. Nos quedan 150 millas para llegar a Isla Rodríguez, si los elementos lo permiten, en menos de 24 horas estaremos en puerto.

UNDÉCIMO DÍA DE NAVEGACIÓN Y LLEGADA A ISLA RODRÍGUEZ
A las 20:30 hora local (15:30 GMT) fondeábamos frente a Port Mathurin, la capital de Isla Rodríguez, finalizando esta larga y dura travesía del Océano Índico.

Anoche los chubascos no se fueron tan rápido como esperaba, nos acompañaron hasta la mañana sin cesar de lanzarnos ráfagas infernales de viento y lluvia, revolcados y con el costado del barco casi dentro del agua esperamos que pasaran, pero se tomaron su tiempo.

Por la mañana, y una vez el horizonte despejado, el viento no amainó, seguía entorno a 30-35 nudos, tuvimos que adaptar rumbo y seguimos navegando a gran velocidad entre unas olas que cada vez se hacían más grandes y rebeldes.

Nuestra previsión era llegar mañana por la mañana, pero el Bahari y los elementos se han empeñado en llevarnos la contraria, con ese mar no podíamos frenar, de modo que aunque siempre digo que es la última vez, una vez más hemos tenido que entrar en un lugar desconocido entre arrecifes durante la noche.

En este caso no ha sido tan complicado como en otras ocasiones, aunque visualmente no se distinguía mucho, radar, cartografía y sonda coincidían de forma bastante ajustada. Con mucho cuidado y a mínima máquina hemos ido entrando hasta encontrar un lugar despejado y con buena profundidad, el ancla parece bien enganchada, por el momento no nos movemos, aunque dejaremos toda la noche la electrónica encendida para ir haciendo comprobaciones, por la mañana entraremos a puerto para hacer los trámites de ingreso en el país.

Estamos agotados, supongo que al relajar la tensión el cansancio ha aflorado más todavía, acabamos de cenar un poco (pescado crudo, no hay nada más) y tal cual nos vamos a dormir, mañana será otro día.
Atrás quedan esas casi 2.100 millas recorridas en 10 días y medio, una media exacta de 200 millas por día, a una velocidad promedio de 8,3 nudos, una travesía muy rápida. Eso sí, lo hemos pagado con creces con sangre, sudor y lágrimas, y nunca mejor dicho, porque alguna pequeña herida hay, con las maniobras hemos sudado de lo lindo, y un viento tan fuerte provoca rociones de agua salada que al entrar en los ojos te hacen llorar.

Una pena que no haya podido enviaros las crónicas diariamente por el problema de comunicaciones satélite que tenemos, y que ahora lo recibáis todo junto, pero como sucede con los temporales, cuando no hay otra opción tienes que hacer lo mejor que puedas con las herramientas a tu alcance, aunque sea con retraso os proporcionará unas pinceladas de cómo hemos vivido estos casi once días de travesía del Océano Índico.

Sed felices

Kike

Días 1.352 y 1.353 (28 y 29/7/13): La travesía del Océano Índico. Tercera parte.

QUINTO Y SEXTO DÍAS DE NAVEGACIÓN
Ayer no pude ni escribir, la situación se complicó bastante. La meteorología está revuelta desde hace semanas, un patrón que se ha mantenido desde que zarpamos de Cocos Keeling, a veces amaga con despejar y mejorar definitivamente, pero no es más que eso, un espejismo.

Además de las duras condiciones de viento y mar que nos afectan permanentemente, con lo que más cuidado tenemos que tener es con los chubascos, dado que llevan aparejados incrementos en la intensidad de viento y cambios en su dirección. Lo que más nos preocupa es el riesgo de una nueva trasluchada involuntaria y los destrozos que podría provocar, vistas las consecuencias de la anterior.

En estos dos días el flujo de chubascos ha sido continuo, increíble, uno detrás de otro sin tregua, día y noche. Si en los escasos periodos despejados el viento se sitúa entre 25 y 30 nudos, en cuanto se acerca el chubasco, y hasta un buen rato después, las rachas están en los 40, intensidades casi de temporal. Dado que el tamaño de la ola de por sí ya es grande (3-4 metros), es muy sensible a los cambios de viento, enseguida se intensifica, reduce su periodo, se hace más picuda y empieza a romper. Algunas llegan a alcanzar los 6 metros de altura formando una especie de prisma a varios niveles, como si unas olas se hubieran subido encima de otras, incluso llegan a tener más de una rompiente a distintas alturas, verlas acercarse de forma que parece que te van a engullir es espeluznante, no veía un mar así desde que salimos de los 40 rugientes, desde Patagonia y la zona cercana a Cabo de Hornos.

Cuando las condiciones son tan extremas, el piloto automático va al límite, por lo que hemos tenido que hacer las guardias pegados a él, permanentemente atentos a cualquier síntoma de que está perdiendo el control, en menos de un segundo hay que ayudarle a gobernar alterando el rumbo o directamente desactivarlo para pasar a llevar el barco a mano y evitar de ese modo un desastre.

Esa tensión durante tantas horas provoca un desgaste físico importante, desgaste que se acentúa al no descansar bien cuando estas libre de guardia, ya que aunque estés tumbado en el camarote siempre hay una parte de ti que está atento al pitidito de la alarma de fuera de rumbo, si la oyes hay que salir corriendo a ayudar al de guardia, se pueden necesitar todas las manos en cubierta. Afortunadamente los dos somos de los que no hace falta avisar, sentimos (y/o conocemos) de tal modo cada movimiento y cada sonido del barco que aún durmiendo sabemos lo que está pasando, ante algo extraño o peligroso la reacción es salir inmediatamente para solucionarlo, es instintivo.

El ritmo de guardias a dos personas, cambiando cada 4 horas, durante muchos días es fatigante, y a ello se suma que con un movimiento tan brusco es difícil descansar bien, las temperaturas han bajado, la sensación de humedad es continua, no se puede abrir nada para ventilar, es difícil salir a cubierta sin acabar empapado (y eso ocurre varias veces al día), y para rematar el gas sigue sin funcionar, llevamos días sin comer nada caliente, y no queda mucho que poder comer sin cocinar, me temo que en breve tendremos que hacer experimentos culinarios para subsistir.

Pero como decía nuestro querido Murphy, lo que va mal siempre puede ir a peor. Hoy, al caer la tarde, han aparecido en el horizonte unos nubarrones de aspecto realmente feo, muy feo. Lo hemos pensado durante unos minutos y a pesar de la complejidad por el fuerte viento hemos decidido ponerle otro rizo a la mayor, decisión conservadora y casi providencial, nos ha costado un poco de trabajo, pero lo hemos conseguido.

A medida que se ha ido acercando esa especie de monstruo sentíamos que el viento era cálido y olía diferente, lo cual nos ha dado muy mala espina, aunque por otro lado no se apreciaban variaciones bruscas del barómetro, pero bueno, por si acaso nos hemos preparado para una gorda, y así ha sido… El viento ha llegado a los 50 nudos (casi 100 Km/h) en forma de un despiadado temporal, no os digo más, con la mayor con dos rizos y el tormentín hemos alcanzado velocidades de 18 nudos, no lo habríamos soportado con más trapo, estábamos en el límite.

No entiendo lo que está sucediendo con la meteorología en esta travesía, y no me cuadra nada con lo que debería ser. En teoría en este mes del año y en la zona por la que nos estamos moviendo el viento medio debería estar entorno a los 17 nudos (o sea, normalmente entre 15 y 20) y la probabilidad de temporales es del 2%, sin embargo rara vez estamos bajando de los 30 nudos y más bien diría que llevamos en un cuasi-temporal desde que salimos. No es normal lo de los chubascos y su violencia, no en estas latitudes y en medio de un océano, no hay temperatura sobre el agua para que se formen así y sean tan fuertes. Tampoco lo es tantos días de inestabilidad meteorológica sin descanso, cabe la posibilidad de alguna borrasca desplazándose hacia el Este (hacia Australia) pero más al Sur, y eso debería pasar en pocos días, no mantenerse. ¿Y lo de este temporal en el que estamos inmersos? Ese aire caliente solo puede venir de más al Norte, de latitudes ecuatoriales, pero no es posible que sea una depresión tropical, ni es la época ni la trayectoria lógica. En fin, que justo en la travesía más larga del viaje y la que más incógnitas a nivel meteorológico está presentando, y es en la que estamos incomunicados por el fallo del satélite y sin acceso a previsiones, tiene narices…

En cualquier caso, lo positivo sigue siendo que a pesar de todo avanzamos muy rápido, el Bahari devora millas sin parar, en las últimas 48 horas otras 400 millas, medias de velocidad muy altas.

En fin, que navegar alrededor del mundo no puede ser sólo lo fácil, bonito y cómodo, esto va también va en el paquete, y al fin y al cabo, aunque dura, es toda una experiencia.

A las 22:00 GMT del 29/7 nos encontramos en 17º 38’S, 77º 22’E, navegamos rumbo 250º a 9 nudos, parece que el temporal nos está dando un respiro, aunque sube y baja cada pocos minutos, lo que sí ha quedado es un mar enorme.

Días 1.346 a 1.349 (22 al 25/7/13): La travesía del Océano Índico. Primera parte.

PRIMER DÍA DE NAVEGACIÓN
Zarpamos de Cocos Keeling con dos días de retraso con respecto a lo previsto. El lunes amaneció lloviendo torrencialmente y con fuerte viento, no eran las mejores condiciones para recorrer con nuestra pequeña auxiliar las casi dos millas hasta Home Island, hacer los trámites de salida y las últimas compras de fruta y verdura. Esperamos unas horas, pero no amainó, de modo que decidimos cancelar el inicio de la travesía y postergar al día siguiente.

El martes por la mañana la situación mejoró, nos pusimos en marcha para las gestiones de salida. Hicimos un último intento de reparar las comunicaciones por satélite contactando con el proveedor, pero no funcionó, con resignación asumimos que tendríamos que cruzar el Océano Índico incomunicados y sin información meteorológica, mala cosa, pero recibir cualquier repuesto en Cocos implicaría una extensa e indeterminada espera, no teníamos muchas opciones…

Regresábamos al Bahari a primera hora de la tarde, durante el trayecto de vuelta notamos como el viento se iba endureciendo. Cuando estábamos listos para zarpar las rachas alcanzaban ya los 40 nudos, no era un buen presagio, la cabeza se empeñaba en continuar lo que habíamos iniciado y lanzarnos a navegar, pero la intuición nos avisó de que no era una buena idea. La salida del fondeadero en Direction Island es compleja para un barco de nuestro calado, la barrera interior de arrecife deja un paso poco más ancho que la manga del barco, en el cual además hay que entrar en diagonal y enseguida virar a babor para no chocar con unos corales que hay enfrente. La dirección del viento nos alcanzaría por el través justo en el momento crítico, sería muy difícil no desplazarnos lateralmente soplando tan fuerte, y por lo tanto muy peligroso. No tenía sentido, había que seguir esperando por muy listos para salir que estuviéramos. El hombre propone, pero como siempre los elementos disponen, y con su fuerza te dan un baño de humildad demostrándote que contra ellos no puedes, por tu propio bien es mejor que sepas reconocerlo y adaptarte. Avisamos a las autoridades y cancelamos otra vez, a la espera de si a la tercera iba la vencida.

Y así fue, el miércoles por la mañana la marea estaba alta, la visibilidad era buena y el viento, aunque seguía siendo fuerte, se había moderado un poco. No lo pensamos dos veces, con el barco ya preparado no tuvimos más que arrancar, recoger cadena y salir zumbando para aprovechar la ventana meteorológica favorable.

En cuanto atravesamos el paso del fondeadero un grupo de delfines vino a recibirnos, para un navegante eso siempre es un buen presagio, desde la antigüedad los delfines han estado asociados a la buena suerte en el mar, hay mil leyendas al respecto. Aunque la contrapartida era que, siendo prácticos, que estuvieran dentro de un lagoon poco profundo también podía significar que habían acudido a buscar protección porque fuera las cosas estaban muy mal.

Una vez perdida la protección de la isla lo sufrimos en nuestras carnes, las condiciones eran realmente duras, rachas de viento de más de 40 nudos y unas puntiagudas olas rompientes de más de 4 metros con un periodo cortísimo, izamos la mayor con el segundo rizo puesto y teníamos trapo de sobra, no llegamos ni a desplegar tormentín.

Las primeras millas de navegación fueron complicadas, para superar Horsburgh Island tuvimos que afrontar viento y mar de través, revolcados y sufriendo el envite de las olas, una vez bordeamos la isla pudimos arribar y llevar un rumbo de aleta, mucho más cómodo, que nos impulsó a velocidades de vértigo.

Al cabo de unas horas comprobamos como súbitamente las condiciones cambiaron, el cielo pasó de un gris plomizo a una claridad blanqui-azulada, el viento se moderó y las olas comenzaron a suavizarse gradualmente. Fuera lo que fuera la perturbación meteorológica que nos había azotado los últimos días acababa de pasar, veíamos su oscura negrura justo por delante nuestro, la intuición y los delfines no se equivocaron, habíamos salido en el momento adecuado, de haber iniciado la travesía los días anteriores habríamos estado navegando dentro de un temporal durante mucho tiempo, dado que llevaba nuestra misma dirección.

Desplegamos más trapo y pudimos poner casi rumbo directo, ¡ahora sí!, ¡Isla Mauricio, vamos para allá!

SEGUNDO DÍA DE NAVEGACIÓN
Dentro de lo que cabe, el día ha sido razonablemente tranquilo hasta la tarde. Navegábamos a un largo con viento de 20-25 nudos y olas de 3-4 metros, la velocidad crucero se situaba por encima de los 8 nudos, alcanzando los 10 en las planeadas. En 24 horas hemos recorrido 190 millas. Llevando desplegadas la mayor con el primer rizo y el tormentín, el barco iba estable y con potencia suficiente para gobernar sobre el mar.

Anoche la luna se asomó entre algunos claros para iluminar el horizonte con una tenue luz azulona, por más que haya visto al Bahari navegar en estas condiciones me sigue impresionando, en nuestro lenguaje, en el que no hacen falta palabras para entendernos, le decía: “estás hecho para esto”; él me respondía con una burlona sonrisa, acelerando y levantando una amplia estela de agua sobre el mar, sin gestos bruscos, pero con movimientos poderosos, mostrando orgullosamente su dominio sobre los elementos que lo circundan.

No fue una buena noche para los peces voladores, por la mañana había al menos media docena sobre cubierta, supongo que las grandes olas, la oscuridad y nuestra velocidad los desconciertan, saltan en su vuelo planeador hacia el barco en lugar de esquivarlo, y acaban en nuestra popa sin posibilidad de regresar a su líquido elemento.

El sol ha aparecido tímidamente en algunos momentos, hacía días que no lo veíamos, siempre aporta energía y alegría, además de contribuir un poco a secar la humedad que nos envuelve por todas partes.

Cuando el día se encarrilaba hacia su fin nos hemos llevado un buen susto, un fallo del piloto automático ha trasluchado el barco, aunque tampoco tenemos muy claro si ha sido a la inversa. Con viento fuerte es algo muy peligroso, el terrible golpe que pega la botavara puede partir muchas cosas, de hecho nos ha provocado algún daño menor. Tras ese momento la atención ha sido máxima para reaccionar rápidamente si volvía a suceder, pero afortunadamente no ha sido así.

En cualquier caso las condiciones han empeorado de nuevo, el viento ha subido hasta los 30-35 nudos y se ha ido prácticamente al través. Ahora las enormes olas nos impactan más de lado, revolcándonos en alguna ocasión y provocando unas incómodas y bruscas sacudidas. La navegación se ha vuelto más inestable, tenemos que tener mucho cuidado, un problema bajo estas condiciones puede ser grave.

A las 20:30 del 25/7 nos encontramos en 13º 32’S, 91º 29’E, navegamos rumbo 257º, acaba de pasar un chubasco por encima que nos ha lanzado a puntas de velocidad de 15 nudos, parece el fin del mundo entre un mar montañoso, pero pronto pasará, no hay más que aguantar un poco.