Días 1.302 a 1.308 (8 al 14/6/13): Dragones reales, corrientes infernales… (Parte I)

Entre Flores y Sumbawa, dos de las grandes islas de la larga cadena que forma el Sur de Indonesia, se ubica una legendaria tierra de la que poco se supo hasta principios del siglo pasado: Komodo, el único lugar del mundo en el que los dragones no son una criatura mitológica, sino un animal en peligro de extinción.

Desde la antigüedad circularon rumores e historias acerca de inmensas criaturas por cuya boca lanzaban fuego, pero nadie se atrevía a adentrarse en la isla de Komodo para comprobarlo. En 1910 una expedición holandesa, quienes dominaban la zona en aquella época, se decidió a descubrir la verdad sobre la existencia del monstruo. Consiguieron cazar un ejemplar de aquel extraño animal, una especie de lagarto de 3 metros y 70 Kilos, lejos de los 7 metros que se decía que medía, y por supuesto no escupía llamaradas. A partir de ahí los naturalistas se tomaron en serio la leyenda y comenzaron a estudiar una especie que durante muchos años fue la estrella de los zoológicos y puso en el mapa a la pequeña isla indonesia.

El parque natural de Komodo, incluido en la lista de las 7 maravillas de la naturaleza, se extiende por numerosas islas menores e islotes situados alrededor de la principal. La primera impresión al arribar frente a las costas de este territorio es que el paisaje no coincide con la imagen mental que se pudiera tener, o lo que le correspondería estando en el trópico.

Las montañas parecen más propias de latitudes frías, no existe selva o densa vegetación, un verde manto de hierba baja cubre las suaves colinas, salpicada por algunos árboles en zonas concretas y manglar ocasional en calas o pequeñas bahías. Si hubiera abierto los ojos sin saber donde estoy, y sin sentir la temperatura, antes habría dicho que en Patagonia o Escocia que en una isla del Sur de Indonesia.

Tras 5 días de navegación cruzando el Mar de Banda estábamos deseando zambullirnos en el agua y hacer un poco de vida de fondeo, paramos en la primera isla sobre nuestra ruta dentro del parque natural, Gilillawa Laut, al Noreste de Komodo, allí teníamos además información de un par de puntos de buceo próximos al lugar donde anclar.

La pequeña playa situado al frente posee una imagen de postal, arena blanca hasta la que llega la especie de césped, media docena de árboles esparcidos, detrás de los que alza una pequeña colina de formas redondeada, tuve la sensación de un «deja-vu» en algún anuncio o la imagen de un poster.

Además de por los dragones, Komodo es conocida por el buen buceo y sus fuertes corrientes, aspectos todos que pudimos comprobar uno a uno. Tras varias inmersiones en un pináculo que nos tenía encantados, situado media milla de donde se anclaba el Bahari, tuvimos un buen susto.

Como somos 4 buceamos de dos en dos, mientras un tercero se encarga de llevarnos con la auxiliar y recogernos. La tarde del segundo día la corriente era muy fuerte, pero siempre se puede encontrar protección al resguardo del pináculo. Era el turno de Koen y mío, el plan era sencillo, saltar sobre un segundo pináculo situado al Oeste del primero, a 12 metros de profundidad, dejarnos llevar por la corriente hasta el principal, buscar su abrigo y terminar la inmersión en el punto más alto, que llega hasta la superficie.

Saltamos en el punto deseado, sumergiéndonos inmediatamente, una vez en el fondo iniciamos el recorrido. A medida que avanzábamos se estableció una impresionante corriente lateral, haciendo casi imposible mantenernos en la línea que une los dos pináculos. Poco a poco nos fue desviando, llevándonos a aguas más profundas, cuando estábamos a 25 metros de profundidad la corriente se transformó en descendente, hasta tal punto que veíamos las burbujas de nuestra respiración ir hacia abajo, en lugar de subir. Decidimos abortar la inmersión y salir a la superficie, demasiado peligroso, podíamos vernos arrastrados a profundidad oceánica y no ser capaces de regresar jamás.

Una vez flotando sobre el mar el panorama no era muy alentador, habíamos perdido la única oportunidad de sujetarnos a algo, las rocas del pináculo principal, ahora estábamos a merced del mar. Hasta ese momento el protocolo, que por supuesto cambiamos ese día, era esperar 5 minutos por si había algún problema en la bajada, si a los 5 minutos no se lanzaba ninguna baliza la auxiliar volvía al barco y regresaba una hora más tarde para recoger a los buceadores. Nosotros llevábamos 15 minutos de inmersión, por lo que hasta dentro de 45 minutos nadie vendría a por nosotros.

Hinchamos la boya de seguridad, tratamos de hacer señales, usar el silbato, chillar con todas nuestras fuerzas, etc. Pero como es lógico, a esa distancia era imposible oírnos o vernos desde el Bahari.

La corriente nos fue arrastrando, primero con intensidad, luego fue perdiendo fuerza. Afortunadamente al inicio la dirección era hacia costa, aunque al llegar a unos 400-500 metros cambió y se hizo paralela a la línea de tierra, pero en sentido opuesto en la dirección en la que se encontraba fondeado el barco. El tiempo fue pasando, sencillamente nos mantuvimos a flote, de ese modo economizábamos energías para lo que pudiera venir, y por otro lado facilitábamos nuestra búsqueda permaneciendo en la trayectoria de la corriente.

No es una sensación agradable sentirse náufrago a la deriva, sabes que estás a sometido a los designios de los elementos, con una capacidad ínfima de influir en ellos, salir exitoso o tener un gravísimo problema es cuestión de suerte. Mantuvimos la calma y permanecimos juntos, pensando que en cuanto se hiciera la hora irían a buscarnos, con un poco de suerte nos verían por el camino, de otro modo esperarían 15 minutos en el punto de inmersión, como mucho media hora, si no salíamos se imaginarían algún problema e iniciarían la búsqueda, que lógicamente debería hacerse siguiendo la corriente.

Pero por otro lado no puedes evitar pensar que localizarnos no va a ser sencillo, quedaba una hora de luz, nos habíamos alejado mucho, con las olas de un metro que se habían establecido no iba a ser fácil vernos, y con el viento mucho menos escucharnos. Si superábamos el borde de la isla otras corrientes nos podrían atrapar, llevándonos a cualquier lado, imposible pedir ayuda y montar un dispositivo de búsqueda antes de la mañana siguiente, y para entonces el área a rastrear, tras tantas horas en el agua, sería enorme.

En contra de lo que muchos puedan pensar, nuestro principal problema no era que nos atacara un tiburón o cosas así, eso solo pasa en las películas, la hipotermia era el mayor enemigo, aun llevando neopreno largo ya estábamos tiritando, pensar en pasar toda una noche en el agua no me seducía lo más mínimo.

Se hizo la hora, y con ella vino un golpe de desilusión, podíamos oír en la lejanía la auxiliar, pero no verla, por más que lo intentáramos, y por supuesto con el motor imposible escucharnos, no nos divisarían por el camino, eso implicaba que llegaría al punto de recogida y nos esperaría, por lo tanto media hora más para el inicio del rastreo, y ya no quedaba mucha luz…

La idea de nadar los 400-500 metros que nos separaban de costa fue ganando fuerza en mi interior, tal vez fuera nuestra última oportunidad, alejarnos de la isla podía significar perdernos para siempre en el mar.

Cuando considerábamos que nuestra situación era límite y teníamos que tomar una decisión apareció un barco típico indonesio navegando con trayectoria cercana a nuestra posición. Era un barco alto, por lo que desde la cubierta se nos tendría que ver con facilidad cuando se aproximara. Llegado el momento no lo dudamos, comenzamos a gritar, usar los silbatos y agitar la baliza de superficie.

Nuestro corazón dio un vuelco de alegría cuando viró y se dirigió hacia nosotros, ¡nos había visto! A medida que se aproximaba pudimos ver las caras de asombro de unos pescadores que habían encontrado a dos buzos a la deriva en medio del mar. Gesticulaban, se movían de un lado a otro de cubierta, nerviosos iniciaron una maniobra de recogida magistralmente llevada a cabo por un sin duda experto patrón.

Lanzaron escalerilla y nos ayudaron a subir a bordo, no hablaban inglés, pero por sus gestos dedujimos que nos decían que habíamos tenido mucha suerte de que nos encontraran, son aguas peligrosas. Por gestos les indicamos la posición en la que debería estar la auxiliar esperándonos, apenas la podía distinguir desde cubierta, nos habíamos alejado más de una milla, encontrarnos habría sido realmente complejo, más incluso de lo que pensaba cuando estaba en el agua, en ese momento sentí miedo de verdad, podía haber sido muy grave.

Cuando llegamos, Julián no se lo podía creer, estaba ya preocupado, pero lo último que se esperaba era vernos aparecer sobre un pesquero indonesio. Les dimos las gracias de la forma más emotiva posible a nuestros rescatadores, su sonrisa mostraba la satisfacción por la ayuda que tan generosamente habían prestado, saltamos de nuevo al agua y ateridos de frio regresamos por fin al Bahari.

Habíamos comprobado en nuestras carnes las famosas e infernales corrientes de Komodo, un susto que afortunadamente quedó en eso, tras el que decidimos que a partir de ese momento la embarcación de apoyo se quedaría siempre en la zona de buceo, y que si los buceadores encontraban corriente extraordinariamente fuerte, aunque sea incómodo, lanzarían la baliza de superficie para que se les pudiera ir siguiendo desde arriba, por si la situación se complicaba.

(Continuará en la siguiente entrada del blog…)

10 Comments

  • Aunque en diferido, nos dais cada susto de narices. Me alegro que todo acabara bien, porque da miedo pensar en lo peor.
    Espero que valga la pena sumergiros en aquellas aguas. Ya veremos fotografías y juzgaremos.
    Os seguimos continuamente por el blog y esperamos la segunda parte de la crónica.
    Un abrazo muy fuerte.

  • Por favor, no hagáis más esas cosas, vamos a tener que castigaros, como a los niños, por esas travesuras.
    Ufff, lo que hay que sufrir. Lo primero es la SEGURIDAD, por favor.
    Saludos

  • Buenos dias Kike..madre mia!!!! de verdad..vives al lìmite no me extraña que quemes todas las energias,nos tienes en un sin vivir.jajajaja pero es apasionante leerte y saber que todo està bien.Cùidate ok.un abrazo 😉

  • 70 kilos para un lagarto de 3 metros parece poco. (tendrán poca carne).
    Abordar la inmersión fue lo más sensato, «una retirada a tiempo es una victoria» y desde luego llevais a vuestro lado un «angel » que os protege. ¡¡¡vaya susto!!!

  • Kike, como dice Mari Carmen tu «angel» no te abandona y espero que tomes todas las medidas de seguridad a tu alcance, sin confiar de tu experiencia. Desde luego que con tu relato, no dejas que la camisa llegue al cuerpo y espero con impaciencia la segunda parte de tu relato. Besos.

  • Hola guapasimos,me da mucho gusto saber k estáis bien,….cuando comencé a leer me pareció un relato muy bonito sobre Komodo ,pero después fui adentrandome en las emociones encontradas con las k vivieron en esos momentos limites,los admiro mucho al ver y saber k nada puede contra la fortaleza y entereza con la que siempre salen adelante ante cualquier acontecimiento que se os presenta,mi admiración que es muy grande y crece con vosotros ,espero de corazon que estéis bien,un gran abrazo y cuidaros mucho……bssss

  • Ya os vale.
    Se nota que no habéis buceado en el bajo de fuera en la manga.
    hay que bajar siempre por el cabo del ancla sin perderlo hasta llegar a la roca y como dices siempre protegerse por la cara opuesta a la corriente; No siempre puedes y tienes que agarrarte a las rocas para evitar que la corriente te aleje del bajo y os pase lo que os pasó…. tuvisteis muuucha suerte ¡¡
    Este tipo de inmersiones son muy arriesgadas y lo más importante es que desde arriba puedan seguir vuestras burbujas con la embarcación auxiliar conociendo el rumbo del arrecife y de la corriente… así lo hacían en Cozumel… en este caso era una corriente suave que te dejabas llevar y cuando acababa el arrecife subías arriba.
    En fin que bien esta lo que bien acaba y un guiño más a la gran dama. Amunt.

  • KIKE,
    LLA BASTA CON LOS PELIGROS!
    Estan todavia lejos de Sumatra, pero alla hay incendios de bosques terribles y el humo se extende hasta Singapur y Malaysia. La visibilidad esta limitada a 15 metros. Antes llegar a estas islas hay que leer las noticias.
    Hast a luego. Estoy esperando algo mas sobre el dragón.
    Ciao,
    francis

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