Días 817 y 818 (9 y 10/2/2012): La extraña criatura de las profundidades.

4:30 de la madrugada, a media hora de finalizar mi guardia nocturna. Todo está en calma, solo se oye el runruneo del motor y los chasquidos del agua deslizándose bajo el casco. Esta siendo una guardia tranquila, todo funciona correctamente y el radar únicamente ha detectado algunos chubascos que han pasado lejos, no hay velas izadas que requieran atención. Jose Carlos y Hugo duermen.

De repente suena la carraca de la caña de pescar. Me resulta raro, normalmente la recogemos siempre de noche, nuestra experiencia es que lo que pica bajo los dominios de la oscuridad suele ser muy grande, normalmente es mal negocio, porque acaba partiendo el sedal, nos ha pasado en varias ocasiones.

Bueno, nos lo habremos olvidado -pensé-, pero ya que está ahí, voy a intentar sacarlo. Me sabía mal despertarlos, así que me dirigí hacia la caña armado con luz frontal y guantes, indispensables para con el último tirón subirlo a cubierta sin cortarte las manos, si veía que no podía siempre existe la solución de dar un buen grito pidiendo ayuda.

Lo que hubiera picado tiraba con fuerza, paré el barco para poder acercarlo con mayor facilidad y comencé a pelear con él. Mi técnica es sencilla, seguro que los expertos en pesca (que yo no lo soy) podrían matizarla, cuando tira mucho le dejo que se lleve hilo frenando el carrete, sin hacer un esfuerzo excesivo para que no rompa o se suelte, cuando veo que afloja recojo hilo y voy tirando de él.

Al principio peleó mucho, no era algo enorme, pero sí debería tener un cierto tamaño, luego se cansó, y ya cerca del barco volvió a plantar cara en lo que intuiría como la batalla final.

La noche era completamente oscura, la única iluminación en cubierta provenía de mi frontal (tipo el de los mineros, con él puedes alumbrar donde apuntas la cabeza y las manos están libres), en el momento calculé que debía estar cerca, por el ángulo del hilo, frené la caña, embragué avante el motor y me dispuse a ir a la popa para sacarlo del agua a mano tirando del hilo.

La silueta brillante que se apreciaba entre dos aguas era bastante grande, me preparé para dar un buen tirón y subirlo a cubierta, por el tamaño intuí que podría pesar unos 10 kilos. Agarré con fuerza el hilo, una… dos… tres… y ¡vente con papa bonito!… (eso hubiera querido yo, que fuera un bonito).

Lo primero que percibí es que me había equivocado en el cálculo, era mucho más ligero de lo que pensaba, así que por un lado casi pierdo el equilibrio y me caigo de culo, y por otro el bicho venía prácticamente a la altura de mi cara, pero bueno, la bañera es grande, es complicado no acertar a meterlo dentro, giro de cintura y lo dejo pasar.

Fue cuestión de décimas de segundo, de entre la penumbra apareció algo muy extraño, la primera impresión fue que era como una serpiente, alargado, vientre blanco, retorciéndose… Os podéis imaginar el susto, un poco más y me tiro por la borda, pero hubiese sido cómico que esa cosa acabara encima del barco y yo en el mar.

Las serpientes marinas suelen tener malas pulgas, las hay cuya picadura es mortal, y aquello que se le parece, como morenas o congrios, tampoco son buena compañía (evidentemente me refiero a morenas de mar, las mujeres morenas -sea tintado o no- son tan buena compañía como rubias o pelirrojas, no vaya a ser que encima de lidiar con el monstruito vaya a tener un conflicto las lectoras de pelo negro, y mucho menos pretendo comparar mujeres con serpientes, aunque aquello de Adán y lo de la lengua viperina.. . bueno, ejem, cambiemos de tema que me estoy metiendo en un berenjenal yo solito). En cualquier caso, que yo sepa, las serpientes de mar suelen estar cerca de costa, y morenas y congrios en roca, era extraño, pero claro, ¿y si justo esta se había perdido? Por si acaso era mejor opción no ponerme a su alcance.

En el momento aquello tocó la cubierta empezó a retorcerse y dar saltos como un muelle, y yo, que iba descalzo y en bañador, decidí hacer lo mismo, pero eso sí, tratando de esquivarla, al son que marcaba. Aquello era más efectivo para hacerme bailar que los de la mafia pegando tiros al suelo, solo faltaba la música, y claro, con mi movimiento y el del barco no había manera de apuntar con el frontal para ver bien lo que era la extraña criatura. Si una embarcación se hubiese acercado en ese momento seguro que habría pensado que a bordo teníamos montada una disco o un fiestón, con siluetas moviéndose rítmicamente y luces al compás.

Cuando la cosa se fue relajando un poco (fue baile de una canción), acerté a enfocarla, ¿Qué era eso? ¡Dios! ¡No había visto algo tan feo y raro en mi vida! (bueno si, pero no voy a dar detalles).

Tenía como un metro de largo, color plateado, forma estilizada tipo anguila pero con aletas, destacable una dorsal que cubría todo su lomo, morro fino y puntiagudo, con dientes que daban pánico, se diría un pez vela con el que se les ha ido la mano en la liposucción, o que lo han hecho pasar por un tubo y le han hecho la cirugía estética para ponerle cara de malo. Vamos, un aspecto total de pez depredador prehistórico.

En cuanto pueda subo las fotografías para que lo veáis, espero que nuestro asesor en biología marina (Gilberto, va por ti) nos diga lo que es, porque hemos estado mirando los dos libros de peces que llevamos y no aparece por ningún lado.

Cuando pensé que ya estaba muerto traté de sacarle el anzuelo, y me llevé otro susto, abrió una boca enorme y mostró su dentadura, parecía la de un perro, mejor me espero un ratito más, yo ahí no meto la mano…

Me di una vuelta (como supondréis, muy lejos no me pude ir), hice un poco de tiempo, y volví a ver como estaba esa especie de gremlin marino. Esta vez sí parecía estar tieso, así que me animé a quitárselo, eso sí, con muchísima precaución, no vaya a ser que este disimulando, que como esta especie no la conozco, no se lo borde que puede ser.

¡Misión cumplida! Ya solo faltaba saber que haríamos con él, o si nos atreveríamos a comérnoslo, pero eso ya lo decidiríamos al día siguiente.

Después de mucho mirarlo, hemos llegado a la conclusión de hacer un caldo, porque tiene mucha espina, supongo que mañana lo emplearemos en cocinar algo, aunque estoy pensando en que tal vez sea buena idea que uno de los tres no coma, por aquello de que si es tóxico o venenoso alguien pueda contar lo que pasó, aunque ahora que caigo, vosotros lo sabríais, bueno, pues igual comemos todos.

Además de pescar cosas raras, durante estos dos días también hemos navegado, aunque a vela poco, seguimos a merced de los caprichos del viento, y parece que últimamente está bastante tímido, no hace acto de presencia ni aunque hagamos una danza tribal para llamarlo.

La mayor parte del tiempo navegamos a motor, son pocos los ratos en que podemos permitirnos el lujo de apagarlo e izar velas. Esto influye considerablemente en nuestro ritmo de avance, ayer viernes recorrimos 143,5 millas (velocidad media 5,9 nudos) y hoy ha sido aún peor, 136 millas (velocidad media 5,7 nudos). Para muestra un botón, nuestra velocidad máxima ha sido de 7,4 nudos, con una máxima media parcial de 6,8 nudos, muy poco para el Bahari y lo que puede caminar con viento razonable. Pero bueno, poco a poco vamos haciendo camino y nos quedan 125 millas, podríamos llegar en menos de 24 horas, pero será de noche y el fondeadero es complicado, así que supongo que mañana ajustaremos la velocidad para llegar pasado al amanecer.

A las 05:55 horas GMT del día 11 nos encontramos en 25º 55′ S, 107º 28′ W, navegamos únicamente a motor a 5,4 nudos rumbo 243º, desde que salimos del Club de Yates de Higuerillas, hace más de 14 días, hemos recorrido 2.233 millas (casi 4.150 Kilómetros), un buen trecho.

Sed felices.

Kike

Día 816 (8/2/2012): El factor humano.

Está claro que, cuando hablamos de navegación oceánica, el factor humano es fundamental, creo que es una de las circunstancias en las que se pone a prueba la templanza del carácter de cada uno.

Por un lado está la adaptación al entorno. Para la inmensa mayoría de la gente el mar es un medio diferente, agradable de ver, incluso divertido para adentrarse en él durante un periodo corto de tiempo, pero otra cosa es estar días y días sin ver a tu alrededor más que agua y cielo, a merced de los elementos. La sensación de inmensidad, el enorme espacio que te rodea, al que no estamos acostumbrados, puede producir dos efectos, la sensación de agobio, de estar atrapado, o la de la libertad más absoluta. Saber que en ciertos momentos, pase lo que pase, tardarías más de una semana en llegar a cualquier lugar, y es posible que mucho más para que sea mínimamente civilizado, te hace tener claro que tus cartas están echadas y tu destino no está al 100% en tus manos. Otro tema importante es el contraste entre la nada (o el todo, según se mire) que te rodea y el pequeño recinto en el que vives, que también puede crear sensación de opresión, por no hablar de las comodidades (más bien la ausencia de ellas). La monotonía es otro aspecto, una persona puede ver siempre el mismo paisaje a su alrededor y otra que cada ola, cada nube, cada amanecer o puesta de sol, son diferentes. La sensación de soledad también puede crear angustia, bien sea la soledad del grupo, a miles de kilómetros de personas o servicios que podemos pensar que nos dan seguridad, o la soledad individual, ya que la mayor parte del tiempo lo pasas solo, tantas horas aislado y lejos de tu entorno de confortabilidad emocional te enfrentan a ti mismo, a lo bueno y lo malo que llevas dentro, a tus demonios y pensamientos más profundos, a el amor que llevas dentro, tus ilusiones y tus deseos, en definitiva a tu esencia, y no todo el mundo está bien consigo mismo.

Para algunas personas todo esto puede constituir, por si mismo, una barrera infranqueable a la que nunca se quisieran enfrentar. Tal vez no sea la más complicada, fuerza psicológica, hábito y placer por la navegación, transforman el prisma desde el que se ven las cosas, quedándote con lo positivo y desdeñando lo negativo. Pero nada es puro, siempre existe el riesgo de que alguno de estos factores te afecte y genere sensaciones, que por sí solas no son graves (depende del autocontrol de cada uno), pero que pueden explotar cuando se les suman problemas adicionales que prenden la chispa.

Por otro lado, las condiciones de la navegación, por muy adaptado y a gusto que estés en el entorno, pueden llegar a minar la moral de las tripulaciones más curtidas. En contra de lo que puede parecer, las situaciones de riesgo suelen ser las más fáciles de afrontar (siempre y cuando no entres en pánico, porque el miedo es una reacción natural de autodefensa), temporales, olas montañosas o momentos de tensión extrema no dan mucha opción a la reflexión, son adrenalina pura, en esas circunstancia se actúa, cuando puedes pensar en ellas y sus consecuencias en general ya han pasado. Creo que son más duras situaciones prolongadas de incertidumbre, sufrimiento físico o cansancio, hay que controlar muy bien la mente para no caer en la desesperación, a veces la calma puede ser peor que la tempestad.

La atención sobre tu situación anímica y la del resto es fundamental, la cabeza debe estar en su sitio para ver con claridad las decisiones importantes y no cometer errores que pueden tener consecuencias graves para barco o tripulación en un medio que no perdona, en el que vivir o morir puede depender de pequeños detalles, en el que un rescate puede tardar días en llegar.

No quiero ni imaginar la importancia del factor psicológico en expediciones como la del viaje inicial de Colón o la primera vuelta al mundo de Magallanes, en las que además del entorno y la navegación se enfrentaban a lo desconocido con medios absolutamente precarios. Admiro a esos grandes primeros navegantes, puesto que su hazaña no es solo la valentía que tuvieron para salir, o lo que descubrieron al llegar, también como fueron capaces de soportar el durante.

En nuestro caso llevamos 12 días de navegación, creo que la adaptación al medio es excelente y la moral buena, pero cierto es que estos días de extrema tensión en las guardias, en las que no podíamos relajarnos ni un segundo, y la incertidumbre acerca de las condiciones de viento a medida que nos acercamos a la Isla de Pascua, en algo nos ha afectado, lo noto. Hay que templar el carácter para soportar el cansancio físico, el desgaste de estar permanentemente alerta y la continua frustración por ver que, hagas lo que hagas, en cada golpe de mar las velas se pliegan.

Durante esta jornada la tónica ha sido las escasas apariciones del soplido de Eolo, únicamente cuando se acercan los chubascos su fuerza se incrementa, en ese momento sacamos toda la artillería y aprovechamos hasta sus últimos suspiros, cuando calma no hay otro remedio que arrancar motor para no quedarnos a la deriva en medio del océano. Es como jugar al «corre que te pillo», pero con muchos y prolongados descansos, cuando vemos que se acerca el chubasco lo esperamos con velas arriba, al acercarse nos envía vientos de 18 a 25 nudos y avanzamos a toda velocidad, incluso tenemos que abrir velas porque la presión es excesiva, una vez pasan volvemos a la situación de 8 o menos nudos casi de popa, con los que poco o nada podemos hacer, no llevamos velas para tan poco viento, no es lo habitual para travesías oceánicas.

En este momento, a las 3:50 horas GMT del día 9 de febrero, nuestra posición es 23º 44′ S, 102º 49′ W, navegamos rumbo 240º (directo a Pascua) a 6,4 nudos de velocidad, impulsados únicamente por motor, al menos eso nos permitirá descansar bien hoy. Nos encontramos a 409 millas de nuestro destino (eso es un paseo) y hemos recorrido ya 1.944 millas desde nuestro origen, 160,5 millas durante la jornada, a una velocidad media de 6,74 nudos, con un pico máximo registrado de 9,3 nudos y una máxima media parcial de 8,58 nudos (durante un chubasco).

Mañana será otro día, sople como sople trataremos de aprovecharlo al máximo para seguir nuestra ruta.

Sed felices.

Kike

Días 812 y 813 (4 y 5/2/2012): Primer susto

Dos días muy intensos, especialmente una noche. Viento, mar y spinnaker no nos han dejado descansar mucho, además de darnos un buen susto, llevando nuestra adrenalina al límite.

La noche de viernes a sábado fue tranquila, si recordáis el último reporte navegábamos a motor por ausencia de viento, en contra de toda estadística o previsión. Como era lógico, Eolo no tardo mucho en enviarnos su soplido, justo antes del amanecer hizo acto de presencia.

Con las primeras luces izábamos trapo, mayor completa y spi para festejar los 18 nudos del Estesudeste con los que nos obsequiaba tras una encalmada de casi 24 horas. El Bahari asumió su rol en el equipo y se puso a cabalgar sobre las olas como tratando de recuperar el tiempo perdido.

No pasó mucho tiempo hasta que se iniciaron las fluctuaciones en intensidad del viento. En navegación oceánica son habituales los ciclos de rachas-recalmones, ya nos pasó en el Atlántico y es un fenómeno que conocemos, el problema es que en este caso, durante los periodos bajos, el viento se queda en torno a 10 nudos, sin embargo el tamaño de la ola se mantiene estable como en unos 2 metros, lo cual complica bastante la navegación por los continuos bandazos y la tendencia de las velas a no trabajar correctamente.

Durante todo el día del sábado no pudimos separarnos del spi, el que estaba de guardia se convirtió en su niñera, le dábamos constantemente lo que necesitaba (más o menos escota, braza, orzar, caer, etc.) y cuidábamos de que no se hiciera daño (enrollándose en el estay o sobre sí mismo), afortunadamente que no expulsó ningún tipo de residuo, porque si no ya nos habríamos ya mosqueado 😉

Así transcurrió la jornada, era gracioso, de vez en cuando se escuchaba al que estaba con él hablarle con la dulzura con la que se hablaría a un recién nacido, o maldecirlo recordando a toda su estirpe, ese era el termómetro para saber si sus travesuras eran suaves o se pasaban de la raya.

En cualquier caso nos seguía impulsando, recorrimos 160 aceptables millas, con una media de velocidad durante las 24 horas de 6,60 nudos, un pico máximo registrado de 11,30 nudos y 8,92 nudos mantenidos durante un tramo superior a media hora.

La noche del sábado al domingo, como bien se sabe, es noche de distracción. Supongo que los elementos, conocedores de la situación, y de que nos encontrábamos a más de 1.800 Km de la tierra más cercana, se encargaron de organizarnos una buena juerga.

Poco después del ocaso comenzaron a verse chubascos en el horizonte, inicialmente no parecían especialmente virulentos, apenas aparecían en el radar y los primeros no trajeron más que un poco de lluvia, pocos cambios en el viento.

Bien entrada la madrugada se produjo el primer aviso, uno de ellos trajo rachas de unos 25 nudos, el barco se fue de orzada y la escorada fue monumental, los obenques casi tocan el agua (vamos, casi volcamos por completo), pero conseguimos controlarlo largando mayor y arribando (llevando el viento a nuestra espalda).

Un par de horas más tarde ya no fue un aviso, fue un buen susto, otro chubasco nos alcanzó, esta vez con viento de más de 30 nudos. En esta ocasión los obenques si probaron el agua, quedamos prácticamente con el mástil horizontal, largamos mayor y tratamos de arribar, pero era incontrolable, no pudimos evitar la trasluchada involuntaria, ¡la que habíamos liado!

Sabíamos que así no íbamos a conseguir salir, así que abrimos la driza del spi para que se fuera al agua, de allí lo recuperaríamos. Nos pusimos de popa para defendernos del chubasco mientras tratábamos de solucionar el problema. Fue muy complicado sacar la vela del agua, imaginaos «pescar» 100 metros cuadrados de tela mojada arrastrándola a toda velocidad. La guinda la puso la escota del génova que llevamos a modo de trinquetilla, flameaba tan fuerte que parecía como si alguien estuviera repartiendo golpes con un bate de beisbol a diestro y siniestro, tratábamos de esquivarla, pero cada vez que nos alcanzaba veíamos las estrellas. Por un momento me vinieron a la mente recuerdos de la noche que partimos el mástil, no fue una sensación agradable, a pesar de que la situación no era ni mucho menos la misma, siempre sabes que las cosas se pueden complicar.

No tardamos mucho en domar lo que parecía un caballo desbocado, con el spi en cubierta pudimos virar, comenzar a navegar en condiciones normales y controlar la situación.

Afortunadamente no rompimos nada, todo quedó en el susto, agotamiento (son momentos en los que das el 100% de lo que tienes) y una buena ración de golpes y magulladuras. Lo único que desapareció fue la veleta (la windex, la mecánica no la de la electrónica), ya no está, debió salir volando, es un pequeño problema porque no tenemos referencia de viento (la electrónica no marca bien), así que hasta que lo podamos solucionar de algún modo no queda más que el método tradicional de orientar la cara al viento.

Creo que cometimos un error, debimos arriar el spi en cuanto vimos chubascos en el horizonte, los hemos vivido ya mil veces y sabemos cómo se las gastan, pero nos confiamos en exceso. ¡Lección aprendida! Espero que no se nos olvide por mucho tiempo, porque podría haber tenido graves consecuencias.

La mañana del domingo volvimos a izar spinnaker, siguió caprichoso, aunque menos pesado que el sábado. A medida que ganamos latitud parece que el viento se estabiliza suavemente, dentro de lo que cabe.

Durante la jornada avanzamos 176 millas a una velocidad promedio de 7,39 nudos, con 12 nudos de punta máxima registrada y 9,57 de mayor media durante un tramo.

Al final del día nos encontramos en 23º 00′ S, 94º 12′ W. Llevamos recorridas 1.421 millas desde que zarpamos, seguimos rumbo Noroeste para bordear la zona de calmas situada al Este de la Isla de Pascua, todavía no tenemos la certeza de cuando podríamos llegar.

Confío en que esta noche sea más tranquila, mañana os lo cuento.

Sed felices.

Kike

Día 810 (2/2/2012): La senda en el océano.

Seguimos poco a poco ganando millas hacia la Isla de Pascua. En la zona que nos encontramos los Alisios del Sudeste están ya bien establecidos, para los siguientes días la previsión es prácticamente invariable, viento del Sudeste de 15 nudos de intensidad.

Durante todo el día el rumbo ha sido casi directo a la isla, pero eso no significa que podamos llegar hasta allí tal cual, a buen seguro tendremos que subir más al norte para evitar el anticiclón que se sitúa frente a ella.

¿Y cómo decidimos la ruta que seguimos? Evidentemente en el mar no hay sendas o caminos, la decisión de por dónde ir la tomamos en base a diversas variables:

Cuando se navega a vela, el motor es el viento, por lo que buscar su empuje favorable se convierte en el factor más importante. Tampoco hay que desdeñar la corriente, en algunos casos puede hacer imposible un recorrido (recordad lo que nos sucedió con la corriente del Golfo entre Florida y Méjico, o de algunos pasos en Patagonia).

El primer planteamiento teórico de ruta se realiza en base a los Pilot Charts, que son como unas cartas del océano que indican en multitud de puntos, para cada mes del año, la estadística de viento (con intensidad y dirección promedio) y de corrientes.

Si a rumbo directo las condiciones lo permiten, está claro, no vamos a hacer más millas de las necesarias, si no es así, la ruta teórica inicial es la que pasa por puntos razonablemente favorables y se desvía menos del rumbo directo (o lo que es lo mismo, la más corta en la que se dan buenas condiciones de viento y corriente). Un detalle curioso es que sobre la superficie de la tierra la distancia más corta entre dos puntos no es una línea recta, es una curva, pero esto es un tema complejo de explicar en el que no voy a entrarahora, para el que le suene me refiero a la ortodrómica y la loxodrómica.

No olvidemos que toda esta información inicial se basa en estadísticas (por ejemplo, durante el cruce del Atlántico tuvimos 3 días de encalmada en una zona en la que la probabilidad era inferior a un 2%), así que a la hora de navegar todo esto se refrenda con las previsiones meteorológicas para los siguientes días, en el océano, lejos de costa, son muy fiables a 3 días vista, y bastante a 5 días vista.

Nosotros nos bajamos dos tipos de ficheros con este tipo de información, uno de visión general que abarca toda la zona que nos queda por recorrer, a menor detalle (resolución) para que no sea muy «pesado»(la conexión es muy lenta), con el que vamos adaptando la estrategia global. Otro que incluye una zona mucho más pequeña (desde donde estamos hasta donde nos podríamos ubicar en 2-3 días) con mayor detalle, de modo que tenemos información de lo que va a pasar a nuestro alrededor en las siguientes horas, eso nos ayuda a decidir configuración de velas y pequeñas modificaciones rumbo, además de prevenirnos de cambios bruscos o situaciones de riesgo.

Toda esta información nos ayuda a tomar decisiones, pero lo que al final manda es la realidad de cada momento, que puede ser diferente de lo previsto. Adaptamos velas y cambiamos rumbo para poder navegar, mantener el barco en velocidad y defendernos de fenómenos meteorológicos locales que no aparecen en las previsiones (como chubascos o cosas raras como el que nos desarboló).

No es sencillo, hay muchos factores a tener en cuenta, y en general suele ser un compromiso entre ellos. Por ejemplo, ahora mismo llevamos rumbo más hacia el Oeste del que quisiéramos (el calculado), pero si arrumbamos más al Norte el viento se va completamente a popa y bajamos mucho de velocidad. Es bueno porque nos acerca al destino, pero malo porque vamos en dirección a las calmas. En función de cómo vaya evolucionando la previsión decidiremos el punto exacto y momento para trasluchar (cambiar de dirección para que el viento nos llegue por la otra banda, pasándolo por detrás del barco) y subir hasta llegar a la latitud en la que bordeemos el anticiclón, en su situación para los días en los que vayamos a atravesar la zona.

Por la mañana las condiciones eran buenas para izar el spi, no lo hemos pensado dos veces, desde entonces sigue arriba. Él ha sido el causante de los únicos sobresaltos del día, se nos ha liado en un par de ocasiones, pero bueno, tras algún malabarismo y un poquito de esfuerzo tampoco es complicado deshacer el embrollo.

A las 00 horas GMT del día 3 nos encontramos en 26º 11′ S, 87º 21′ W, navegando rumbo 280º a 7,5 nudos de velocidad sin mayor problema.

Sed felices.

Kike

Día 808 (31/1/2012): Una de calamares…

Generoso es el mar cuando así lo dispone… La otra noche, después de atravesar las luces que creíamos eran la ciudad perdida, pero que en realidad no era más que una gigantesca aglomeración de buques de pesca de calamar, haciendo uso de potentísimos focos, bromeamos con la posibilidad de habernos acercado a alguno y pedirles que nos dieran unos pocos, o echar una red para capturarlos nosotros mismos aprovechando su iluminación.

Pues bien, esta mañana, al iniciar la guardia de las 8 de la mañana, me he llevado una grata sorpresa, sobre la cubierta había más de una docena de calamares de mediano tamaño. ¿Cómo habrían llegado hasta allí? ¿Habría escuchado el mar nuestras peticiones y decidido premiarnos por algo? Sea como fuere los he recogido rápidamente, antes de que el sol calentara, y los he metido en la nevera, ya veréis que arrocito más bueno nos hacemos con ellos.

Supongo que estas aguas deben estar plagadas del cefalópodo, una ola los debió traer y quedaron depositados sobre cubierta.

En cualquier caso, por si las moscas, cuando se ponga el sol saldré fuera y gritaré: ¡atún rojo, atún rojo! ¿Quién sabe? Igual mañana me despierto y encuentro uno 😉

Durante la noche tuvimos entre 10 y 15 nudos de viento del Sur, que nos permitió seguir navegando con spi a buena velocidad, manteniéndose el barco muy estable con el piloto automático. A medida que avanzó la mañana se fue suavizando, sin embargo a primera hora de la tarde su intensidad se incrementó de forma brusca, obligándonos a arriar el spi rápidamente porque el Bahari estaba a punto de desbocarse, ya no lo aguantábamos. En su lugar hemos desplegado el génova.

Hay veces que no nos planteamos o no valoramos las cosas sencillas que tenemos a nuestro alrededor, sencillamente porque por lo cotidiano lo vemos obvio. De madrugada, sentado en cubierta, apoyado en el palo (por si acaso, para sujetarlo -es broma-), con el firmamento repleto de estrellas, la luna dibujando un río plateado sobre el mar, y el barco deslizando a toda velocidad sobre las olas, sin más sonidos que el de la brisa y el agua al correr bajo el casco, me planteaba el increíble regalo de la naturaleza (por llamarlo de algún modo) que supone el que eso sea posible. Todos sabemos su explicación física, pero sigue siendo algo mágico que, ayudado únicamente por la fuerza del viento, un objeto pueda cruzar un Océano, remontando olas y a veces avanzando incluso contra él. Verlo navegar así, con ese poderío, esa seguridad, el mar abriéndose a su paso, todo un espectáculo.

Y no solo eso, también se trata de un sistema que equipado puede ser muy autónomo. En nuestro caso generamos agua mediante la desalinizadora, gran parte de la energía la obtenemos del sol (mediante las placas) o de nuestra propia velocidad (usando el hidrogenerador). La pesca es uno de los elementos importantes de nuestra dieta, bien aprovisionados de no perecederos podríamos estar meses sin necesidad de tocar tierra. Es curioso y maravilloso que todo eso se pueda hacer, y que en el fondo, aunque habría que matizarlo mucho, tampoco sea tan complejo. Somos unos privilegiados por poder experimentarlo con todos nuestros sentidos, y no solo con la imaginación.

En este momento, a las 01:45 horas GMT, nos encontramos en 26º 56′ S, 79º 59′ W, navegamos a 8 nudos de velocidad rumbo 289º, impulsados por mayor y génova completas con viento de unos 18 nudos del Sur. Según los cálculos de la ruta teórica trazada nos quedan 1.861 millas hasta la Isla de Pascua (1.545 si pudiéramos ir directos a ella). La distancia a nuestro punto de origen (Valparaíso) es de 568 millas, por lo que nuestra velocidad media de avance global está siendo de 7,2 nudos (172,6 millas diarias).

Sed felices.

Kike