Días 1.285 a 1.291 (22 al 28/5/13): ¿Las islas más bonitas del mundo?

Hacía tiempo que un lugar no me sorprendía hasta el punto de emocionarme, de ponerme la piel de gallina al contemplar un paisaje grandiosamente bello y no poder dejar de mirarlo, Raja Ampat lo ha conseguido en varias ocasiones.

Después de 3 años y medio navegando por el mundo, y miles de escenas de espectacular belleza en el Caribe, Sudamérica, Polinesia, Melanesia, Micronesia o el Sudeste Asiático, creo que el nivel está muy alto, y aunque siempre se disfruta de un precioso entorno natural, no es fácil que me impresione; me da pena, pero está en la naturaleza humana, nos adaptamos a todo, hasta a vivir rodeados de belleza.

Desde Sorong navegamos 40 millas rumbo Noroeste hacia la alargada isla de Kri. Durante la travesía ni una brizna de viento e infinidad de potentes corrientes marinas, que a modo de ríos dentro la enorme masa del mar, te empujan, frenan o desplazan lateralmente de forma casi aleatoria. Poco se puede hacer con las velas más que apoyar ocasionalmente al motor, afortunadamente el gasoil es barato en Indonesia (aprox. 50 céntimos de Euro el litro) y el consumo del Bahari a velocidad crucero es muy bajo.

Kri, siguiendo la tónica de las abruptas orografías de la zona, tiene pocos sitios en los que poder pisar tierra, algunas estrechas playas y un par de áreas menos escarpadas que albergan media docena de rústicos alojamientos para los escasos buceadores que se aventuran a llegar hasta allí. Desde la distancia su silueta parece una enorme serpiente que emergió de las aguas y flota sobre ellas.

Llegábamos con las primeras luces del día, a lo lejos se distinguía un enorme mástil, inicialmente pensé que se trataría de un «vida a bordo» (uno de los pocos barcos de charter de buceo que operan el área), por lo que me aproximé ante la posibilidad de que existiera alguna boya a la que amarrarse. No era así, se trataba del Rainbow Warrior, el famoso buque de Greenpeace, que se encontraba allí llevando a cabo tareas de concienciación a los locales. El capitán es español y el primer oficial panameño, por lo que pudimos tener una conversación en nuestra lengua materna en la que nos dieron algunos consejos e informaciones de su experiencia en los alrededores.

El extremo Noreste de la isla es uno de los puntos de inmersión más famosos de Raja Ampat, el mítico Cabo Kri, tratamos de buscar un fondeadero lo más cerca posible, pero fue realmente complicado, tardamos horas en localizar algo aceptable, y al día siguiente lo tuvimos que cambiar por miedo a dañar coral con la cadena ante un cambio brusco de las condiciones meteorológicas.

El buceo es excepcional, especialmente en el vértice, en el que la corriente se acelera hasta que prácticamente ni te puedes sujetar agarrado al fondo, allí se concentran enormes cardúmenes de peces que aprovechan los nutrientes del agua en movimiento, y los que se alimentan de ellos, que no cesan de patrullar al acecho de algún despistado. El paisaje de coral, prácticamente en cualquier rincón, es como un jardín de fantasía, tupido, colorido y con las formas más variadas.

Los embarcaderos suelen ser lugares ideales para divisar determinada fauna marina, existen especies que prefieren este trasiego, aguas generalmente turbias y fondos fangosos, de modo que probamos en uno situado en la cara Sur de la isla, más o menos en el centro.

Allí encontramos aguas cristalinas, corales blandos que se abrían como flores, coloridas esponjas y gorgonias creciendo hasta en los pilares de madera del pontón, como comentábamos posteriormente en clave de humor, demasiado limpio y bonito como para que le guste a los peces piedra, escorpión, rana, etc. Sin embargo, además de los habituales peces de arrecife que paseaban a su libre albedrío, indiferentes al origen humano de la estructura, encontramos cosas curiosas, como un pez cocodrilo, infinidad de nudibranquios, raros peces pipa, etc.

Continuando rumbo Noroeste, en el extremo más occidental de la isla de Gam, existe un pequeño islote llamado Yanggelo, entre las dos tierras hay un estrecho paso cubierto de manglares, casi oculto entre ellos y apenas reconocible desde la distancia. No teníamos previsto atravesar este canal, pero buscando protección para el fondeo empezamos a entrar muy despacio y comprobamos que había profundidad, nos fuimos adentrando sin saber muy bien hasta donde podríamos continuar, poco a poco llegamos a un recodo situado prácticamente en la mitad, suficientemente amplio y abrigado de todos los vientos, un lugar perfecto para anclar.

Una vez parado el motor nos quedamos embelesados mirando a nuestro alrededor, completamente rodeados de vegetación parecía que estuviéramos en un río en medio de la selva, pájaros coloridos que emitían extraños sonidos eran los únicos que quebraban el silencio, el verde nos envolvía hasta tocar un agua azul claro, la imagen me sobrecogió, me sentí en medio de la naturaleza más virgen y frondosa, el extremo opuesto a la civilización.

La combinación de manglar y agua clara es difícil de encontrar, normalmente suelen tener muy poca visibilidad además de ser zonas peligrosas, ya que entre el laberinto de raíces del mangle, entre otros, te puedes topar con cocodrilos, encuentro del que puedes salir muy mal parado en aguas turbias, sin embargo, con buena visibilidad el riesgo es mínimo, salvo durante la noche, claro está. Debido a las corrientes, los manglares de Yanggelo tienen un agua cristalina, incluso el coral crece hasta el borde de los árboles, o entre ellos, una combinación de extraordinaria belleza.

Durante varios días nos dedicamos a explorar los más recónditos rincones de aquel bosque inundado por el mar, descubrimos recovecos espectaculares, como pequeñas sendas en las que apenas cabía la lancha auxiliar, o una playa de arena blanca con palmeras completamente escondida entre la jungla tras un acceso de pocos metros de ancho, que a modo de puerta franqueaba la entrada a este bucólico mini paraíso.

También nos zambullimos bajo el agua entre los manglares, confiando en que si nos cruzábamos con algún cocodrilo respetaría la regla de que en agua clara no debería atacar. Es un buceo diferente, además de especies difíciles de encontrar en otros lugares, muchos peces aprovechan la protección de los arbustos para desovar, por lo que se encuentran multitud de juveniles, en general muy diferentes en color y forma a los adultos, cada uno usa su estrategia de camuflaje y mimetismo. Por otro lado, la maraña de raíces del manglar, y los rayos de sol colándose entre sus hojas, proporcionan un paisaje subacuático muy original, dando lugar a contraluces y escenas preciosas.

A poco más de 2 horas de navegación hacia el Oeste, Pulau Penemu, una isla de apenas 4 millas de longitud y forma de «m» (o «w», según se mire), ofrece dos entornos tan variados como espectaculares. Entre unos islotes aislados en su extremo oriental, a unos 10 metros de profundidad, está el conocido como Melissa’s Garden, su nombre ya lo dice todo, creo es el jardín de coral más frondoso y bonito que he visto en mi vida. La competición por el espacio es tal que las formaciones rebosan, los corales se mezclan entre ellos haciendo composiciones dignas del diseño de un florista, el colorido es un arcoíris de sensaciones.

Casi en el centro de la isla, el mar se adentra en tierra creando un lago de agua salada entre abruptas y variadas formaciones de piedra caliza. Solo accesible para embarcaciones menores, pudimos recorrerlo con la auxiliar y perdernos durante unas horas en un mundo de almenas, anfiteatros, menhires, torres, laberintos y lo que a cada uno le sugiera este particular paisaje kárstico.

Desde Pulau Penemu navegamos durante una noche para llegar hasta las islas Wayag, según nuestras referencias las más pintorescas de Raja Ampat. Situadas 70 millas más al norte y a menos de 20 Km del Ecuador, son las más remotas y alejadas de cualquier núcleo habitado, un entorno sin signos de presencia humana reservado para los muy pocos que hemos tenido la suerte de poder haber llegado hasta allí.

La luna rielaba con intensidad cuando llegamos frente al complejo de islas. A la espera de la luz del día para la aproximación final paramos el Bahari, que quedó al pairo sobre un mar calmado como un plato, aunque la corriente nos hacía derivar a casi 2 nudos. La superficie del agua era como un espejo que reflejaba estrellas y el azulado globo casi redondo. Al fondo se distinguía la oscura silueta de Wayag, desde la distancia evocaba un enorme castillo erigido sobre el mar.

La claridad del alba se proyectó justo sobre la cima de la supuesta fortaleza, como si se iluminara su interior y una ciudad escondida tras sus murallas cobrara vida.

Cuando el sol estuvo suficientemente alto nos dispusimos a arrancar de nuevo y adentrarnos en aquel peculiar territorio, pero algo nos sobresaltó, una enorme silueta removió las aguas próximas al barco, una gran manta raya, de unos 4 metros de envergadura, comía a nuestro alrededor. Durante un rato tratamos de nadar con ella, pero parece que no le gustaba el sonido del motor y en mar abierto fue imposible aproximarse.

Reemprendimos la marcha sin tener muy claro por dónde accederíamos al interior ni en qué lugar fondear, la información de las cartas náuticas es irrisoria, poco más que un garabato con algunas manchas, tendríamos que explorar y basarnos en la visual, los colores del agua y la sonda.

A velocidad moderada nos fuimos adentrando entre islotes, la profundidad era buena, pero en ningún momento nos confiamos. Llegamos al corazón de una pequeña bahía, que por lo cerrada la calificaría casi de lagoon, parecía una ubicación perfecta, así que allí nos quedamos.

Por mucho que me hubiera hecho expectativas, la visión a nuestro alrededor superó cualquier imagen mental. Islas e islotes de formas suaves, redondeadas y con un potente verde que las recubre, aguas de intenso azul, pequeñas playas de arena blanca, rocas con formas extrañas como setas, diminutas calas que se cierran formando casi lagos…

Muchas escenas captaron mi atención, pero una en concreto me dejó sin aliento. Desde una de las playas parte una senda hacia el interior de la vegetación, posteriormente asciende por una empinada ladera por la que hay que prácticamente escalar durante media hora hasta alcanzar la cima de una de las crestas de las islas, desde allí se tiene una impresionante perspectiva panorámica de Wayag, sin duda uno de los paisajes más bonitos que he visto en mi vida. La primera vez que subimos estuvimos varias horas e hicimos cientos de fotografías, dos días más tarde repetimos y casi se nos hace de noche, lo que captan las retinas hipnotiza, no te cansas de mirar a uno y otro lado, fijarte en cada detalle, saborear cada sensación…

Wayag además nos proporcionó pesca y cangrejos para comer, barbacoas en la playa, snorkel, buceo, noches en las que casi se podía tocar las estrellas, y sobre todo la paz y tranquilidad que solo aportan los grandiosos entornos naturales que brillan con luz propia como una de las maravillas del mundo.

Otro de los sitios que jamás olvidaré, y en el que tal vez, ¿quién sabe?, igual me pierda algún día…

Sed felices

Kike

6 Comments

  • Hola Kike..madre mia durate un minuto me has tenido en suspense….»»»preguntaba»»» ¿que has visto?..pero ¿que has visto? esta vez no me lo quiero imaginar que hablen las fotos,pero veo que te ha impactado,tiene que ser un lugar maravilloso.estamos como locos por ver una sola foto..a ver cuando se produce ese milagro..jajajaja bueno me alegro mucho de que esteis bien y disfrutando,yo encantada como siempre de leer cada aventura..un abrazo.

  • Segun `parece, existen lugares en este mundo que son preciosos y poco o nada explorados (me recuerdan las calas que visitaste en la Patagonia). Sobre todotoma fotografias, siempre nos queda la esperanza de poderlas contenplar algun dia. Que lo paseis bien y un fuerte abrazo.

  • Hola Kike,
    gracias por las descripciones de toda la belleza de nuestro mundo. A propos Rainbow Warrior, me gusta saber si estos hipócritas defiendan a tus amigos los tiburones, de todas maneras a mi no me gusta el tiburón, pero puedo afirmarte que la ballena que he podido disgustar una vez aquí, era algo delicioso….
    Ahora marchas con prisa al Oeste…. no te olvidas el dragon de Komodo, pero hay que hacer cuidado, el tío no se limpia los dientes….
    Abrazo,
    Francis

  • Hola guapisimo,me encanta ver tu emoción al descubrir k la naturaleza es un paraíso sin fin,la forma tan detallada de tu relato hace que disfrutemos casi de lo mismo k tu, pero no con la intensidad de emoción k con la que has vivido tu ese avistamiento de tanta belleza,pero lo disfruto al máximo imaginandolo,espero que sigas disfrutando de esos maravillosos lugares y que sigas compartiedo con los que te seguimos y viajamos virtualmente contigo,un abrazo y espero ver fotografías de esos lindos lugares ,un abrazo viajeros y se k tu siempre conseguirás lo que te propongas …..

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