Días 952 a 954 (23 al 25/6/2012): ¿Cómo se vive en una isla desierta?
Tranquilo, muy tranquilo, aunque no puedes bajar la guardia, debes ser capaz de resolver por ti mismo cualquier problema y competir con los depredadores para conseguir comida.
Estamos en Tahanea, un atolón desierto a 100 Km al Sudeste de Fakarava y 500 al Este de Tahití. Su lagoon es de tamaño mediano (24 millas por 6), desconozco si alguna vez estuvo habitado, los únicos vestigios de presencia humana que hemos detectado son los restos de una especie de cabaña de pescadores. No hay mucha información acerca de Tahanea, no aparece en las guías y únicamente están cartografiados sus pasos de acceso, el resto está en blanco.
El paisaje es digno de lo que podáis imaginar; sí, tiene aguas cristalinas, pequeñas islas, playas, cocoteros, coral, riqueza de vida salvaje por todos lados, etc.
En Tahanea el reloj no importa mucho, no vas a llegar tarde a ningún lado, todo lo que regula la vida son tus sensaciones (hambre, frío o calor, cansancio…)o está al alcance de tu vista: la altura del sol, el viento, las nubes y la rompiente en el paso (si la hay implica que la marea está bajando y por tanto la corriente es saliente, si no hay la corriente entra).
Tan lejos de todo, tan solitaria, y sin embargo tengo la sensación de estar en casa. ¿Os habéis plantado alguna vez porque tenemos ese sentimiento de felicidad cuando estamos en medio de la naturaleza? ¿Por qué nos resultan tan bonitas estas vistas? Yo creo que es lo que somos, es para lo que realmente estamos hechos, es nuestra esencia. En general vivimos de otro modo, como hemos aprendido, como la sociedad nos ha condicionado, y eso hace que a veces tengamos miedo de salir de nuestro entorno, nos sentimos más seguros en lo que conocemos, pero la realidad está fuertemente implantada en nuestro subconsciente, si lo dejas salir está ahí, también somos naturaleza.
Aquí la vida no es cómoda ni incomoda, es lo que es, y tienes que hacer lo que tienes que hacer, a veces de forma muy placentera, y otras aunque sea duro y no te apetezca nada.
Durante estos días el viento ha soplado con fuerza, rara vez ha bajado de los 20 nudos, y el cielo ha estado prácticamente siempre cubierto, una perturbación meteorológica. Eso ha reducido nuestra actividad fuera del barco y de forma casi forzosa nos ha hecho descansar mucho, lo que también nos ha venido bien, aunque parezca que no, no paramos.
Como no pudimos aprovisionarnos de alimentos frescos en Fakarava, el mal tiempo no ha impedido que tengamos que salir a pescar, si no hay un supermercado cerca tienes que ir al hipermercado del mar.
Debido al viento las corrientes en el paso también han sido especialmente violentas, prácticamente imposible avanzar a nado en su contra, empleando todas tus fuerzas apenas consigues mantener la posición.
Pero a mal tiempo buena cara, y a grandes problemas grandes soluciones. He tenido que practicar una nueva modalidad de buceo, atado siempre a la lancha con un cabo, ya que si te separas de ella hay muchas probabilidades de que no consigas alcanzarla de nuevo.
Para localizar la zona donde bucear/pescar te echas al agua atado por la cintura y dejas derivar la auxiliar hasta llegar a un buen sitio, en ese momento te sumerges y la sujetas al fondo de donde puedas. Una vez fijos te unes a un cabo más largo y eso permite un poco de movimiento alrededor sin perder nunca la posibilidad de regresar.
Me está llamando la atención el comportamiento de los tiburones aquí, son muy voraces y más territoriales de lo que pensaba, en otros sitios han sido mucho más indiferentes, debe haber mucha competencia entre ellos.
Normalmente pesco siempre en el mismo sitio, un jardín de coral de unos 200 metros cuadrados en el límite interior del paso. Ayer, nada más sumergirme empezaron a dar vueltas a mi alrededor, creo que estaban a la espera, por si pescaba algo robármelo, y evidentemente hizo su aparición el gran gris roba-meriendas, aprenden rápido, son muy listos, pude reconocer también a un par de puntas negras que también estaban allí los días anteriores. Al cabo del rato se aburrieron y se fueron a su aire, momento que aproveché para pescar rápidamente y subir zumbando a la lancha, no esperé a ver si volvían.
Es muy distinto sentirte cazador a sentirte presa. Cuando eres cazador te sientes grande y fuerte, controlas la situación, estas tranquilo, decides lo que haces en todo momento, acechas. A la milésima de segundo tras arponear el pez comienzas a ser una presa de los tiburones, las tornas cambian, ya eres pequeño y vulnerable, miras a todos lados pensando cómo te vas a defender si te atacan, tu único objetivo es ponerte a salvo, ya no eres el más fuerte, te sientes acechado… ¿se sentirán los peces así? No debe de ser fácil la vida de un pequeño salmonete, o la de una gacela.
Hoy el panorama ha sido distinto, la corriente era incluso más fuerte que los días anteriores, los peces se pegaban al fondo entre el coral para no ser arrastrados, no se veían tiburones. Incapaz de nadar, me he mantenido a la espera de que algo pasara cerca de mí, y así ha sido, un incauto mero azul. Después de dejarlo en la lancha he seguido buceando, y no veáis la que se ha montado, de repente han aparecido como 20 tiburones, incluido el gran gris (le voy a tener que poner nombre, tengo ya una estrecha relación con él, nos vemos todos los días) que además se ha traído un colega del mismo estilo, pero que olfato más fino, ¿estará corriendo el rumor? Me imagino diciéndose los unos a los otros: venid, venid, que aquí hay un pardillo que pesca y se le roba fácil; pues oye, de momento vamos 3 a 1.
Esta tarde Jose Carlos estaba ya desesperado por bajar del barco, su pié sigue mejorando, pero todavía apenas puede caminar y tiene que descansar mucho. Hemos ido a pescar al curri en lancha al paso, se suelen coger pequeños atunes, barracudas, ukus, etc. Nada que ver con lo que hemos capturado. Al echar el cebo en el agua, sin dar si quiera tiempo a hacer el nudo, una palometa. Los posteriores han sido más curiosos. Al poco ha picado algo de aspecto alargado, lo veíamos saltar del agua, tipo pequeña barracuda. De repente se ha visto unas enormes salpicaduras y algo ha comenzado a tirar con fuerza, hemos sacado del agua un tiburón de medio metro. Increíble, creemos que lo que ha pasado es que un tiburón más grande se ha comido toda la barracuda menos la cabeza, y que el pequeño ha llegado y la ha mordido. Lo hemos sacado del agua y con mucho cuidado le hemos quitado el anzuelo y devuelto al mar, a pesar de ser pequeño tenía unos dientes que de un mordisco se te lleva una mano. Ya de regreso algo todavía más extraño, ha picado un mero, en la vida había oído que un mero entrara al curri, pero lo he visto con mis ojos, debía estar muy hambriento.
En cualquier caso ha sido un buen día de pesca, cenaremos mero, hemos congelado y con la palometa haremos conserva en aceite, debe ser como la caballa, seguro que esta bueno.
Mañana creo que el tiempo mejorará, podremos explorar un poco más la zona, ya os lo cuento en el próximo reporte.
Sed felices
Kike
Me ha encantado el relato, Kike. No hacen falta fotos, imaginar todo lo que cuentas con las imágenes de las otras fotos que has ido enviando no es difícil Gracias por hacerme pasar este buen momento.
Un abrazo.
Muy emocionante la aventura con tu compañero de inmersiones, pero cuídate de él, que puede estar miope y no distinguir donde tiene que hincar el diente. Un abrazo y que se recupere José Carlos lo mas pronto posible.