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Días 1.352 y 1.353 (28 y 29/7/13): La travesía del Océano Índico. Tercera parte.

QUINTO Y SEXTO DÍAS DE NAVEGACIÓN
Ayer no pude ni escribir, la situación se complicó bastante. La meteorología está revuelta desde hace semanas, un patrón que se ha mantenido desde que zarpamos de Cocos Keeling, a veces amaga con despejar y mejorar definitivamente, pero no es más que eso, un espejismo.

Además de las duras condiciones de viento y mar que nos afectan permanentemente, con lo que más cuidado tenemos que tener es con los chubascos, dado que llevan aparejados incrementos en la intensidad de viento y cambios en su dirección. Lo que más nos preocupa es el riesgo de una nueva trasluchada involuntaria y los destrozos que podría provocar, vistas las consecuencias de la anterior.

En estos dos días el flujo de chubascos ha sido continuo, increíble, uno detrás de otro sin tregua, día y noche. Si en los escasos periodos despejados el viento se sitúa entre 25 y 30 nudos, en cuanto se acerca el chubasco, y hasta un buen rato después, las rachas están en los 40, intensidades casi de temporal. Dado que el tamaño de la ola de por sí ya es grande (3-4 metros), es muy sensible a los cambios de viento, enseguida se intensifica, reduce su periodo, se hace más picuda y empieza a romper. Algunas llegan a alcanzar los 6 metros de altura formando una especie de prisma a varios niveles, como si unas olas se hubieran subido encima de otras, incluso llegan a tener más de una rompiente a distintas alturas, verlas acercarse de forma que parece que te van a engullir es espeluznante, no veía un mar así desde que salimos de los 40 rugientes, desde Patagonia y la zona cercana a Cabo de Hornos.

Cuando las condiciones son tan extremas, el piloto automático va al límite, por lo que hemos tenido que hacer las guardias pegados a él, permanentemente atentos a cualquier síntoma de que está perdiendo el control, en menos de un segundo hay que ayudarle a gobernar alterando el rumbo o directamente desactivarlo para pasar a llevar el barco a mano y evitar de ese modo un desastre.

Esa tensión durante tantas horas provoca un desgaste físico importante, desgaste que se acentúa al no descansar bien cuando estas libre de guardia, ya que aunque estés tumbado en el camarote siempre hay una parte de ti que está atento al pitidito de la alarma de fuera de rumbo, si la oyes hay que salir corriendo a ayudar al de guardia, se pueden necesitar todas las manos en cubierta. Afortunadamente los dos somos de los que no hace falta avisar, sentimos (y/o conocemos) de tal modo cada movimiento y cada sonido del barco que aún durmiendo sabemos lo que está pasando, ante algo extraño o peligroso la reacción es salir inmediatamente para solucionarlo, es instintivo.

El ritmo de guardias a dos personas, cambiando cada 4 horas, durante muchos días es fatigante, y a ello se suma que con un movimiento tan brusco es difícil descansar bien, las temperaturas han bajado, la sensación de humedad es continua, no se puede abrir nada para ventilar, es difícil salir a cubierta sin acabar empapado (y eso ocurre varias veces al día), y para rematar el gas sigue sin funcionar, llevamos días sin comer nada caliente, y no queda mucho que poder comer sin cocinar, me temo que en breve tendremos que hacer experimentos culinarios para subsistir.

Pero como decía nuestro querido Murphy, lo que va mal siempre puede ir a peor. Hoy, al caer la tarde, han aparecido en el horizonte unos nubarrones de aspecto realmente feo, muy feo. Lo hemos pensado durante unos minutos y a pesar de la complejidad por el fuerte viento hemos decidido ponerle otro rizo a la mayor, decisión conservadora y casi providencial, nos ha costado un poco de trabajo, pero lo hemos conseguido.

A medida que se ha ido acercando esa especie de monstruo sentíamos que el viento era cálido y olía diferente, lo cual nos ha dado muy mala espina, aunque por otro lado no se apreciaban variaciones bruscas del barómetro, pero bueno, por si acaso nos hemos preparado para una gorda, y así ha sido… El viento ha llegado a los 50 nudos (casi 100 Km/h) en forma de un despiadado temporal, no os digo más, con la mayor con dos rizos y el tormentín hemos alcanzado velocidades de 18 nudos, no lo habríamos soportado con más trapo, estábamos en el límite.

No entiendo lo que está sucediendo con la meteorología en esta travesía, y no me cuadra nada con lo que debería ser. En teoría en este mes del año y en la zona por la que nos estamos moviendo el viento medio debería estar entorno a los 17 nudos (o sea, normalmente entre 15 y 20) y la probabilidad de temporales es del 2%, sin embargo rara vez estamos bajando de los 30 nudos y más bien diría que llevamos en un cuasi-temporal desde que salimos. No es normal lo de los chubascos y su violencia, no en estas latitudes y en medio de un océano, no hay temperatura sobre el agua para que se formen así y sean tan fuertes. Tampoco lo es tantos días de inestabilidad meteorológica sin descanso, cabe la posibilidad de alguna borrasca desplazándose hacia el Este (hacia Australia) pero más al Sur, y eso debería pasar en pocos días, no mantenerse. ¿Y lo de este temporal en el que estamos inmersos? Ese aire caliente solo puede venir de más al Norte, de latitudes ecuatoriales, pero no es posible que sea una depresión tropical, ni es la época ni la trayectoria lógica. En fin, que justo en la travesía más larga del viaje y la que más incógnitas a nivel meteorológico está presentando, y es en la que estamos incomunicados por el fallo del satélite y sin acceso a previsiones, tiene narices…

En cualquier caso, lo positivo sigue siendo que a pesar de todo avanzamos muy rápido, el Bahari devora millas sin parar, en las últimas 48 horas otras 400 millas, medias de velocidad muy altas.

En fin, que navegar alrededor del mundo no puede ser sólo lo fácil, bonito y cómodo, esto va también va en el paquete, y al fin y al cabo, aunque dura, es toda una experiencia.

A las 22:00 GMT del 29/7 nos encontramos en 17º 38’S, 77º 22’E, navegamos rumbo 250º a 9 nudos, parece que el temporal nos está dando un respiro, aunque sube y baja cada pocos minutos, lo que sí ha quedado es un mar enorme.

Días 1.346 a 1.349 (22 al 25/7/13): La travesía del Océano Índico. Primera parte.

PRIMER DÍA DE NAVEGACIÓN
Zarpamos de Cocos Keeling con dos días de retraso con respecto a lo previsto. El lunes amaneció lloviendo torrencialmente y con fuerte viento, no eran las mejores condiciones para recorrer con nuestra pequeña auxiliar las casi dos millas hasta Home Island, hacer los trámites de salida y las últimas compras de fruta y verdura. Esperamos unas horas, pero no amainó, de modo que decidimos cancelar el inicio de la travesía y postergar al día siguiente.

El martes por la mañana la situación mejoró, nos pusimos en marcha para las gestiones de salida. Hicimos un último intento de reparar las comunicaciones por satélite contactando con el proveedor, pero no funcionó, con resignación asumimos que tendríamos que cruzar el Océano Índico incomunicados y sin información meteorológica, mala cosa, pero recibir cualquier repuesto en Cocos implicaría una extensa e indeterminada espera, no teníamos muchas opciones…

Regresábamos al Bahari a primera hora de la tarde, durante el trayecto de vuelta notamos como el viento se iba endureciendo. Cuando estábamos listos para zarpar las rachas alcanzaban ya los 40 nudos, no era un buen presagio, la cabeza se empeñaba en continuar lo que habíamos iniciado y lanzarnos a navegar, pero la intuición nos avisó de que no era una buena idea. La salida del fondeadero en Direction Island es compleja para un barco de nuestro calado, la barrera interior de arrecife deja un paso poco más ancho que la manga del barco, en el cual además hay que entrar en diagonal y enseguida virar a babor para no chocar con unos corales que hay enfrente. La dirección del viento nos alcanzaría por el través justo en el momento crítico, sería muy difícil no desplazarnos lateralmente soplando tan fuerte, y por lo tanto muy peligroso. No tenía sentido, había que seguir esperando por muy listos para salir que estuviéramos. El hombre propone, pero como siempre los elementos disponen, y con su fuerza te dan un baño de humildad demostrándote que contra ellos no puedes, por tu propio bien es mejor que sepas reconocerlo y adaptarte. Avisamos a las autoridades y cancelamos otra vez, a la espera de si a la tercera iba la vencida.

Y así fue, el miércoles por la mañana la marea estaba alta, la visibilidad era buena y el viento, aunque seguía siendo fuerte, se había moderado un poco. No lo pensamos dos veces, con el barco ya preparado no tuvimos más que arrancar, recoger cadena y salir zumbando para aprovechar la ventana meteorológica favorable.

En cuanto atravesamos el paso del fondeadero un grupo de delfines vino a recibirnos, para un navegante eso siempre es un buen presagio, desde la antigüedad los delfines han estado asociados a la buena suerte en el mar, hay mil leyendas al respecto. Aunque la contrapartida era que, siendo prácticos, que estuvieran dentro de un lagoon poco profundo también podía significar que habían acudido a buscar protección porque fuera las cosas estaban muy mal.

Una vez perdida la protección de la isla lo sufrimos en nuestras carnes, las condiciones eran realmente duras, rachas de viento de más de 40 nudos y unas puntiagudas olas rompientes de más de 4 metros con un periodo cortísimo, izamos la mayor con el segundo rizo puesto y teníamos trapo de sobra, no llegamos ni a desplegar tormentín.

Las primeras millas de navegación fueron complicadas, para superar Horsburgh Island tuvimos que afrontar viento y mar de través, revolcados y sufriendo el envite de las olas, una vez bordeamos la isla pudimos arribar y llevar un rumbo de aleta, mucho más cómodo, que nos impulsó a velocidades de vértigo.

Al cabo de unas horas comprobamos como súbitamente las condiciones cambiaron, el cielo pasó de un gris plomizo a una claridad blanqui-azulada, el viento se moderó y las olas comenzaron a suavizarse gradualmente. Fuera lo que fuera la perturbación meteorológica que nos había azotado los últimos días acababa de pasar, veíamos su oscura negrura justo por delante nuestro, la intuición y los delfines no se equivocaron, habíamos salido en el momento adecuado, de haber iniciado la travesía los días anteriores habríamos estado navegando dentro de un temporal durante mucho tiempo, dado que llevaba nuestra misma dirección.

Desplegamos más trapo y pudimos poner casi rumbo directo, ¡ahora sí!, ¡Isla Mauricio, vamos para allá!

SEGUNDO DÍA DE NAVEGACIÓN
Dentro de lo que cabe, el día ha sido razonablemente tranquilo hasta la tarde. Navegábamos a un largo con viento de 20-25 nudos y olas de 3-4 metros, la velocidad crucero se situaba por encima de los 8 nudos, alcanzando los 10 en las planeadas. En 24 horas hemos recorrido 190 millas. Llevando desplegadas la mayor con el primer rizo y el tormentín, el barco iba estable y con potencia suficiente para gobernar sobre el mar.

Anoche la luna se asomó entre algunos claros para iluminar el horizonte con una tenue luz azulona, por más que haya visto al Bahari navegar en estas condiciones me sigue impresionando, en nuestro lenguaje, en el que no hacen falta palabras para entendernos, le decía: “estás hecho para esto”; él me respondía con una burlona sonrisa, acelerando y levantando una amplia estela de agua sobre el mar, sin gestos bruscos, pero con movimientos poderosos, mostrando orgullosamente su dominio sobre los elementos que lo circundan.

No fue una buena noche para los peces voladores, por la mañana había al menos media docena sobre cubierta, supongo que las grandes olas, la oscuridad y nuestra velocidad los desconciertan, saltan en su vuelo planeador hacia el barco en lugar de esquivarlo, y acaban en nuestra popa sin posibilidad de regresar a su líquido elemento.

El sol ha aparecido tímidamente en algunos momentos, hacía días que no lo veíamos, siempre aporta energía y alegría, además de contribuir un poco a secar la humedad que nos envuelve por todas partes.

Cuando el día se encarrilaba hacia su fin nos hemos llevado un buen susto, un fallo del piloto automático ha trasluchado el barco, aunque tampoco tenemos muy claro si ha sido a la inversa. Con viento fuerte es algo muy peligroso, el terrible golpe que pega la botavara puede partir muchas cosas, de hecho nos ha provocado algún daño menor. Tras ese momento la atención ha sido máxima para reaccionar rápidamente si volvía a suceder, pero afortunadamente no ha sido así.

En cualquier caso las condiciones han empeorado de nuevo, el viento ha subido hasta los 30-35 nudos y se ha ido prácticamente al través. Ahora las enormes olas nos impactan más de lado, revolcándonos en alguna ocasión y provocando unas incómodas y bruscas sacudidas. La navegación se ha vuelto más inestable, tenemos que tener mucho cuidado, un problema bajo estas condiciones puede ser grave.

A las 20:30 del 25/7 nos encontramos en 13º 32’S, 91º 29’E, navegamos rumbo 257º, acaba de pasar un chubasco por encima que nos ha lanzado a puntas de velocidad de 15 nudos, parece el fin del mundo entre un mar montañoso, pero pronto pasará, no hay más que aguantar un poco.