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Días 1.336 a 1.345 (12 al 21/7/13): Cocos Keeling, el atolón de Darwin.

Mientras estaba al timón del Bahari no dejaba de repetirme –es la última vez, no volveremos a entrar a un lugar peligroso y desconocido durante la noche, es la última vez-, pero hay veces que no tienes elección, si hubiéramos reducido la velocidad para llegar de día el mar nos habría vapuleado sin piedad, necesitábamos potencia para superar las imponentes olas. Mantener la posición haciendo bordos de través al viento también habría sido durísimo, las montañas de agua con cresta de espuma nos revolcarían con sus fuertes impactos. No existe fondeadero protegido al exterior del atolón, de modo que no había más remedio, teníamos que entrar.

Eran las 4 de la mañana en una noche absolutamente cerrada, no se veía nada, salvo el reflejo blanco de las rompientes cuando estaban a menos de un metro del barco. A medida que nos acercábamos la aureola de luz, sobre lo que intuía era Home Island, dio paso a numerosas lucecillas rojas, verdes y amarillas que más que aclarar confundían, nada coincidía con nuestra supuesta posición y las dos cartografías que estábamos consultando.

La Islas Cocos Keeling son un grupo de dos atolones situados más o menos a medio camino entre Australia y Sri Lanka, una ínfima mancha del mapa en medio del Océano índico, a más de 1.100 Km de la tierra más cercana (la isla de Java) y a 2.200 Km de la costas del país en el que se integran (Australia). El atolón Norte es pequeño, desierto, sin acceso al lagoon interior e impracticable para la navegación. El atolón Sur es una herradura de 8×5 millas náuticas con 24 islas e islotes, de las cuales 2 están habitadas, Home Island y West Island, sin embargo es imposible llegar hasta ellas con un barco de nuestro calado, el lagoon es poco profundo y un laberinto de arrecifes, al final solo hay un fondeadero practicable para los veleros, Direction Island, una pequeña isla deshabitada situada justo a la izquierda del paso Noreste.

Sobre el papel parecía más fácil entrar de noche, pero la oscuridad es mala aliada para las aproximaciones a costa, se pierden las perspectivas y distancias, es difícil saber si una luz brilla más porque está más cerca o porque es más potente, no se distingue una tierra situada prácticamente a nivel del mar cuya única elevación son los árboles, puedes darte cuenta de que estas sobre un arrecife cuando encalles contra él, sobre todo en un mar que rompe por todos lados ocultando el posible sonido o destello blanco característico de la rompiente de costa.

No debieron pasarlo bien los barcos que se acercaran aquí en la antigüedad. A pesar de que se descubrieran en 1.609 por el Capitán William Keeling, las Cocos no se habitaron hasta principios del siglo XIX. Los primeros capítulos de la historia de sus pobladores son tormentosos, el capitán escocés John Clunies-Ross paró en las islas en 1814 durante un viaje a India y decidió que volvería para establecerse allí con su familia. Casualmente, y sin que hubiera ninguna conexión, su antiguo jefe, Alexander Hare, un millonario inglés, tenía los mismos planes y contrató como capitán al hermano de John Clunies-Ross para llevarle hasta allí, a él y a su harén privado de 40 mujeres malayas. Cuando Clunies-Ross regresó dos años más tarde con su familia y algunos empleados se encontró a Hare viviendo como un califa con su harén de mujeres, lo cual no le hizo ninguna gracia, se asentó en otra isla y se iniciaron una serie de enfrentamientos. Las mujeres del harén se fueron escapando y uniendo al bando de Clunies-Ross, todo acabó con la marcha, unos años más tarde, de un Hare derrotado y desmoralizado.

Jose Carlos miraba desde el interior las pantallas de radar y ordenador de navegación. Las grandes olas provocaban innumerables puntitos de interferencia, de modo que no era simple estar seguro de donde podía haber un obstáculo. En teoría, en el extremo de Direction Island debería haber una luz amarilla, sin embargo la luz amarilla que veíamos nosotros estaba mucho más al Oeste, la teníamos en proa, según el radar en un camino despejado, pero claro, con la corriente lateral y el abatimiento que nos provocaban las olas no nos desplazábamos en línea recta, que algo estuviera en proa no significaba que exactamente fuéramos hacia allí, se podía estimar de forma imprecisa a ojo, pero cuando la cartografía es incorrecta, en el fondo no sabes muy bien dónde estás, todo es una mezcla de intentos de tomar referencias, hipótesis deductivas e intuición. No estábamos seguros de si íbamos directos a las rocas o si apuntábamos a la entrada, por si acaso forzaba la vista al máximo tratando de divisar algo entre la opaca negrura y miraba cada pocos segundos la información de la sonda como si fuera el Santo Grial, en caso de descenso rápido de la profundidad tendría que dar atrás con toda la potencia que pudiera desarrollar el motor, tratando de evitar un impacto, aunque para complicar un poquito más las cosas la entrada del lagoon tiene solo 8 metros de agua, que bajara hasta esa profundidad sería normal, el margen era muy poco, podría reaccionar únicamente en el último momento.

Irónicamente este aislado atolón, perdido entre la nada, es el que más contribuyó a la generación de las teorías geológicas sobre cómo se crean dichas formaciones. El Beagle fondeó en este mismo sitio en 1836, a bordo un joven naturalista, Charles Darwin, se empeñó en estudiar la historia natural de las islas y recolectar especímenes, todo ello desembocó en la inspiración de sus hipótesis acerca de la génesis de los atolones, que continúa hasta nuestros días.

Darwin conoció a Clunies-Ross, que por aquel entonces ya había iniciado una explotación de copra (coco seco) importando mano de obra del sudeste asiático. Poco después las Cocos Keeling se anexionaron al imperio británico, con el favor de la Reina de conceder la explotación de las mismas a perpetuidad para los Clunies-Ross, quienes las gestionaron en un régimen prácticamente feudal.

Poco a poco el mar fue calmando, señal inequívoca de que empezábamos a estar bajo el abrigo de las islas, aunque la mala noticia era que la profundidad también descendía, aumentando el riesgo de colisión con cualquier cabeza de coral. Redujimos velocidad al mínimo y tratamos de orientarnos lo mejor posible con radar, cartografía y señales luminosas que distinguíamos. Seguía sin encajar nada, pero en estos casos la información de radar y visual son las que mandan, si aparece algo, es que está ahí. Lo que no aparecía por ningún lado era el supuesto faro de Direction Island, posteriormente descubriríamos por nosotros mismos que un temporal lo había destrozado y no lo habían repuesto.

Es curioso como un trozo de tierra tan remoto y pequeño (la superficie emergida de las Keeling no supera los 14 kilómetros cuadrados) puede representar una ventaja geoestratégica tan grande. Durante las dos guerras mundiales estas islas fueron una preciada banderita que se disputaron ambos bandos. En aquellos tiempos una estación puente de comunicaciones que diera cobertura a una amplísima extensión del Océano Índico podría significar la diferencia entre ganar o perder muchas batallas. Durante la I Guerra Mundial los alemanes enviaron de incógnito un barco para sabotear la estación de cable-comunicaciones. Tomaron las islas y la pudieron desactivar, pero no antes de que se produjera una breve llamada de auxilio. Por azar, una flota de navíos aliados pasaba en ese momento por las cercanías, uno de ellos, el australiano Sidney, se desvió del convoy y decidió investigar la extraña llamada de socorro. A la mañana siguiente se libró una de las primeras batallas navales del conflicto y la primera victoria naval en la historia de Australia, el Sidney, a pesar de su inferior potencia de fuego, infligió tanto daño al alemán Emden que este último acabó izando bandera blanca y encallado en el atolón Norte para no hundirse. En la II Guerra Mundial los aliados aprendieron bien la lección y la defendieron con uñas y dientes de los intentos de asalto alemanes y japoneses. En la última parte de la guerra se construyeron pistas de aterrizaje que fueron usadas para ataques contra las bases japonesas del sudeste asiático. La importancia estratégica de las Cocos Keeling sigue vigente hoy en día, no hace mucho se filtró a los medios la posibilidad de establecer una base de las fuerzas aéreas norteamericanas, desde la que podrían controlar las principales rutas marítimas que atraviesan el Océano índico y Sur del Mar de China, a la vez que servir de soporte para lanzar pequeños aviones no tripulados (drones) en misiones de espionaje del sudeste asiático. En cualquier caso, aunque las autoridades hayan quitado importancia al asunto (sin negarlo), está claro que sería un punto clave a la hora de imponer cualquier tipo de embargo a China.

En el momento estábamos cerca, los perfiles de la dos islas entre las que teníamos que pasar se dibujaron con nitidez en el radar, el menor tamaño de ola despejó las interferencias y las balizas aparecieron con claridad. A pesar de ello continuamos a mínima máquina, nada nos proporcionaba información del fondo marino por delante. Usando la distancia radar a costa y la posición de una baliza amarilla que estimábamos correcta triangulamos la posición de una zona de fondeo que nos parecía adecuada para pasar la noche, no íbamos a arriesgar más y acercarnos a Direction Island sin luz sería una locura, quedaban un par de horas para el amanecer. Con los sentidos al máximo fuimos escrutando el camino hasta que calculamos que estábamos en la zona correcta, la profundidad era adecuada, sin más lanzamos ancla y toda la cadena, que se agarró al fondo con una firmeza incuestionable, sujetándonos del fuerte viento y la pequeña ola residual que se formaba por estar alejados de costa, en cualquier caso seguridad suficiente para relajarnos y descansar hasta que el sol saliera.

Por la mañana todo parecía evidente, pero claro, es lo que tiene la noche, que confunde…

Antes de poder movernos al fondeadero tuvimos que esperar a la llegada de las autoridades australianas, aparecieron impecablemente vestidos de uniforme con una moderna lancha que contrastaba con el paisaje de atolón virgen que nos rodeaba. Con cara de buenos chicos respondimos a todas sus preguntas, mostramos la documentación del barco y las visas que con antelación tuvimos que gestionar, fueron amables y no pusieron muchas pegas.

A pesar de la luz del día no fue fácil acercarnos a Direction Island, una segunda barrera de arrecifes interiores la protege, por más que lo intentábamos no veíamos por donde pasar, al final hubo que tirarse al agua y buscar un camino buceando, el paso es realmente estrecho (poco más que la manga del barco) y en diagonal. Una vez superada la barrera es como entrar en otro mundo, tranquilas y cristalinas aguas turquesa frente a una preciosa playa de arena blanca, una pequeña isla desierta en la que los cocoteros desbordan haciendo gala al nombre del atolón en que se ubica.

El sitio es perfecto, es difícil imaginar una recalada mejor durante el cruce de un largo, desierto y duro océano como el índico. El snorkel es bueno en la barrera de coral y el extremo sur de la isla, donde un estrecho paso entre los arrecifes exteriores permite la entrada de una especie de río dentro del mar, su fuerte corriente (afortunadamente siempre hacia dentro) concentra un montón de peces que acuden a la actividad. Por primera vez desde Polinesia hemos vuelto a ver un montón de tiburones dando vueltas al barco o patrullando entre el coral, señal de que no los pescan. Son especies no peligrosas (salvo que se las provoque), puntas negras y puntas blancas. Un arrecife con tiburones es un arrecife sano, en el que se equilibra la cadena trófica. Las condiciones para el kite-surf también son excelentes, y por supuesto las actividades más tranquilas como pasear por la playa, bañarse, recoger conchitas o ver las puestas de sol son una gozada.

El principal problema lo hemos tenido con un fallo en las comunicaciones por satélite que condicionará nuestras próximas semanas de travesía. Un par de días antes de llegar a Cocos Keeling ya no había forma de conectar, estábamos incomunicados. Para tratar de solucionarlo nos hemos tenido que desplazar varias veces a sus dos núcleos habitados.

En Home Island, a casi 4 Km en lancha del fondeadero, viven unos 500 malayos según la doctrina islámica. Hasta 1978 no habían tenido ningún contacto con el exterior, los Clunies-Ross, que debido a sus excesos se llegaron a conocer como “los reyes de Cocos”, los tenían exclusivamente dedicados a su explotación y les pagaban con una moneda que solo tenía valor en el almacén de comida y material que ellos mismos regentaban. El gobierno australiano decidió poner fin a la situación y forzó a la familia a la venta de sus propiedades y a abandonar la isla. Las casas prefabricadas de aluminio han sustituido a las chabolas que hasta hace poco habitaban, y a día de hoy sus representantes forman parte del consejo de rige las Cocos Keeling.

La mezcla entre civilización y entorno natural que presenta la isla es extraña, siempre que llego allí me da la impresión de estar en un pueblo fantasma, no se ve un alma por la calle y sin embargo se ven modernas infraestructuras, carteles de señalización, vehículos con aspecto de abandonados, casas inertes… a veces se me pasa por la cabeza si el mundo se habrá acabado o habrá tenido lugar un enorme desastre y yo no me he enterado, con eso de que estamos incomunicados… Los servicios son complicados y carísimos, alimentos básicos a precios desorbitados y una conexión internet sin WIFI que abre unas pocas horas de lunes a viernes, a 12 dólares la hora, y que se solapa muy poco con el horario español. El día 17 fue mi cumpleaños y apenas dispuse de unos minutos para hablar o ver felicitaciones.

West Island, la otra isla habitada, está justo enfrente, a unos 10 Km, con nuestra auxiliar un paseo muy largo atravesando todo el lagoon. Sus habitantes son completamente diferentes, todos blanquitos, una colonia de 80 expatriados australianos que se empeñan en vivir como en su tierra madre. La mayoría son funcionarios del gobierno o trabajan para el escasísimo turismo que llega hasta allí. En apariencia los coches triplican el número de habitantes, anecdótico sobre todo cuando las carreteras no llegan a los dos dígitos de kilómetros en longitud. Eso sí, la gente es muy amable, más que en Home Island, donde a veces parece que estés invadiendo su intimidad.

En ninguno de los dos corpúsculos habitados hay ningún rastro de agricultura ni de pesca, digan lo que digan sus versiones o folletos, mi impresión es que papá Australia invierte un montón de dinero en mantener una población contenta dentro de una burbuja de civilización, eso justifica sus dominios sobre un remoto atolón del índico, dudo que las cosas fueran así si no tuviera la importancia geoestratégica que tiene.

Como cambia el mundo en 1.000 millas, si Cocos Keeling perteneciera a Indonesia (que está mucho más cerca que Australia) o fuera una micro-nación independiente, la vida sería muy distinta en estas islas.

En cualquier caso, de regreso a nuestro aislado fondeadero frente a la virgen y desierta Direction Island, prefiero que estemos lejos de los lugares habitados, la distancia a los signos de desarrollo y la pureza del paisaje me recuerdan los atolones del Pacífico, algunos paraísos de Polinesia y Micronesia en los que la vida no es más que eso, vida en el sentido más básico de la existencia, naturaleza y necesidades primarias, el encuentro con lo que en el fondo somos y lo que de verdad es importante para vivir, un mundo en el que los artificiales condicionantes externos desaparecen para dar paso a la libre expresión de los internos, en el que el reloj pierde su importancia y el sol la gana, en el que lo importante no es lo que poseas o puedas acumular para mañana, sino cómo vas a vivir hoy.

Pero bueno, como sabéis, para descubrir y conocer nuevos sitios hay que seguir avanzando, mañana por la mañana tenemos previsto zarpar e iniciar la larga travesía del Océano Índico, estamos descansados y preparados para afrontar este nuevo reto. 2.400 millas de navegación (en línea recta, serán muchas más) a dos, con guardias cada 4 horas, pondrán a prueba nuestra resistencia, unos 15 días si tenemos suerte, que se pueden alargar hasta más de 20 si el viento flojea.

En este caso tendremos una nueva dificultad que también os afectará, no ha sido posible solucionar el problema con las comunicaciones y aquí tardaríamos meses en recibir algo, de modo que no volveremos a tener contacto hasta que arribemos a Isla Mauricio, en cualquier caso podréis ver siempre nuestra posición actualizada en el mapa de la web www.aventuraoceanica.es (sección itinerario día a día) y seguiré escribiendo el blog, aunque lamentablemente luego se subirán todos a la vez al llegar.

Lo peor no es eso, lo peor es que no tendremos información meteorológica, en ese sentido iremos a ciegas, pero si Magallanes lo hizo hace 500 años, nosotros mucho mejor equipados seguro que lo tenemos más fácil. Por las mañanas habrá que salir a cubierta, oler el viento, otear cielo y horizonte, observar las nubes, estar pendientes del barómetro y jugar a ser el hombre del tiempo, a ver lo que acertamos…

A familia y amigos os diré que podéis estar tranquilos, en esta época del año no debería haber ninguna perturbación meteorológica extraña, lo lógico es viento intenso y favorable. Aunque no podáis estar en contacto con nosotros si el barco esta navegando es que estamos bien, y si tuviéramos algún problema dispararíamos la radiobaliza de emergencia que alertaría a los servicios de salvamento.

Así que, ¡valor, templanza y al toro! ¡hasta Isla Mauricio!

Sed felices

Kike

Días 1.316 a 1.329 (22/6 al 5/7/13): Bali. Parte III: Vivir Bali. El lado B.

(Continuación de la anterior entrada del blog)

Bali tiene mucho que ver, haría falta meses solo para conocer sus lugares más interesantes, pero también tiene mucho que vivir, y la experiencia debe ser un adecuado balance para no acabar agotado de carretera y excursiones.

Como muchos imaginareis, algo que no nos podíamos perder es el buceo en sus costas. Son muchos los puntos de inmersión destacados, pero sin duda el más famoso es el USAT Liberty. El Liberty era un buque militar de transporte de las fuerzas norteamericanas, durante la Segunda Guerra Mundial un submarino japonés lo torpedeó al sur del estrecho de Lombok. Trató de llegar al puerto de Singaraja (en el Norte de Bali), pero a la altura de Tulamben la entrada de agua era excesiva y su capitán decidió encallar en la playa para salvar mercancía, equipamiento y tripulación. Durante 20 años permaneció como una estatua en su posición, hasta que en 1963 los temblores previos a la erupción del Monte Agung lo arrastraron hacia zonas más profundas, hundiéndolo definitivamente. A día de hoy sus más de 125 metros de eslora descansan entre 9 y 30 metros de profundidad, aunque el pecio está bastante desfigurado por sucesivos colapsos y enterramientos a causa de temblores y temporales, la vida submarina florece a su alrededor como si de un monumento a ella se tratase. Es evidente el respeto que existe por la zona, lógico por ser el pilar de la economía local, el resultado es que enormes peces (como palometas y meros gigantes) se acercan sin temor y una innumerable fauna de arrecife campa a sus anchas entre la fantasmagórica figura de los restos del naufragio.

Bali también es tierra de fuertes contrastes en nivel de vida. A pesar de la humildad de campesinos de las montañas y pueblecitos pesqueros, el nivel de pobreza no es comparable al de otras islas indonesias, sin embargo, en relación con algunos locales de lujo o mansiones que existen en Bali, dignas de las más opulentas zonas del planeta, la diferencia es abismal. Me quedé sorprendido al ver todo un centro comercial exclusivamente dedicado a marcas de lujo, algo que pocas ciudades occidentales tienen, la publicidad con mensajes en ruso y japonés da pistas de quienes son sus principales clientes. Es evidente la fuerte inversión extranjera que se está produciendo en los sectores turístico e inmobiliario, el nivel alto y el glamour también están presentes en Bali, mucho más de lo que se pudiera imaginar.

Dentro de la experiencia balinesa hay que conocer y participar en los lugares más turísticos de ocio y playa, como Kuta y Jimbaran, aunque nosotros acabamos moviéndonos más por Sanur, debido a su proximidad y a ser un nivel intermedio entre animación y la marabunta de otros lugares del Sur. Dempasar, la capital, es extensa y caótica, pero punto de paso obligado si quieres conocer la vida urbana de los balineses, y si necesitas repuestos o compras específicas, como nosotros necesitamos para el barco. Conocimos a balineses de todo tipo, pero la comunicación en la mayoría de los casos es complicada, su nivel de inglés es muy básico (salvo en los especializados en turismo, y éstos en la mayoría de los casos lo que tratan es de venderte algo) y nuestro nivel de indonesio no supera algunas palabras sueltas.

Tuvimos también la oportunidad de compartir tiempo con varios amigos que viven y trabajan desde hace años en Bali. Además de pasarlo genial en su compañía aprendimos mucho de la vida allí y la cara oculta de Bali, su lado B, el que no resulta fácil de conocer estando unos días de vacaciones, no es oro todo lo que reluce…

La integración con los balineses es complicada, son cerrados y clasistas, aunque está cayendo en desuso, hasta hace poco seguía vigente el sistema de castas. Son cordiales y amables, pero llegar a una verdadera amistad es muy complejo, incluso teniendo una relación sentimental con uno de ellos la aceptación familiar es casi imposible. Esta barrera no solo se da con el extranjero, es mucho peor con cualquier indonesio no balines, la endogamia es la regla. Detrás de ese misticismo colorido y atractivo existe una religión mucho más estricta de lo que parece, los niños crecen con la presión de que sus acciones tendrán consecuencias en el karma de toda la comunidad, se les controla y vigila para que sigan el camino recto. Las ofrendas y ceremonias implican un coste económico que para algunas familias es excesivo, sin embargo la presión interna y externa es tal que están obligados a ello. Todos aquellos que tienen empleados balineses se quejan de que no se puede confiar en ellos, independientemente de su responsabilidad en el trabajo, hay días que no acuden sin previo aviso, de repente les ha surgido una ceremonia y eso es lo más importante, cierto es que están presionados, ya que la importancia de una ceremonia se mide en la gente que acude, si tu no vas cuando sucede algo en otra familia tampoco ellos vendrán cuando sea en la tuya. Existen unas organizaciones vecinales, los banjar, que tienen un enorme poder, rigen la vida en la comunidad y son sus guardianes religiosos, en muchas ocasiones sus decisiones son más importantes que las del propio gobierno o la policía. Vigilan la moral de sus vecinos de una forma muy estricta y machista, y exigen pagos a los negocios bajo su zona de influencia con prácticas que a veces se podrían clasificar de mafiosas. Eso sí, la parte buena es que si eres extranjero pagas y no te molestan más, no es como otras religiones, si eres balinés es más complicado, tal vez la única oportunidad de escapar a la presión es emigrar. El hecho de que la religión balinesa permita mentir en 3 casos también da pistas acerca de cómo ven las cosas: el marido puede mentir a la mujer antes de casarse, se puede mentir en los negocios y sobre todo se puede mentir a los extranjeros. La corrupción es escandalosa y está a la orden del día, lo comprobamos en varias ocasiones a manos de la policía, si hay un control y eres blanquito, tienes todos los números para que te paren y te pongan una multa por lo que sea, acto seguido te explican que si les das dinero en mano allí no ha pasado nada. Esto mismo parece que se extiende a todos los niveles, permisos de trabajo, temas inmobiliarios, etc.

En fin, que no es todo tan bonito, espiritual y zen como puede parecer, aunque insisto en que es algo que en general pasará inadvertido al turista. En cualquier caso no hay lugar perfecto ni completamente libre de problemas, y con esto no quiero decir que sea ni mejor ni peor que otros, sencillamente relato la experiencia.

Sea como sea, Bali es un paraíso para los sentidos, una tierra mágica llena de costumbres ancestrales con una cultura y un arte tan exótico que sin lugar a dudas cautiva al visitante, no es extraño que tantas personas repitan sus viajes o decidan fijar aquí su residencia, y que cada vez sea en mayor número. Sin duda es uno de los lugares del mundo que hay que conocer, aunque mi recomendación sería combinar el viaje con algún otro destino de Indonesia, un país que tanto y tan variado tiene que ofrecer.

Para nosotros llega el momento de partir, el Bahari ya está aprovisionado, repostado y pertrechado para lanzarse de nuevo a navegar. En la siguiente travesía la tripulación será la habitual, Jose Carlos acaba de regresar y Julián y Alaitz desembarcan para quedarse en Bali por un tiempo, ha sido un placer compartir con ellos estos meses, seguro que volveremos a coincidir en el espacio-tiempo.

Nos espera el Océano Índico y mucha, mucha navegación durante los próximos meses, más de 1.100 millas hasta Cocos Keeling y otras 2.500 hasta Isla Mauricio, la etapa que cubrirá mayor distancia en la vuelta al mundo a vela de Aventura Oceánica.

Sed felices

Kike

Días 1.316 a 1.329 (22/6 al 5/7/13): Bali. Parte II: Paisajes y templos.

(Continuación de la anterior entrada del blog)

Bali no es una isla muy grande (apenas 140 Km de Este a Oeste y 90 de Norte a Sur), pero uno se da cuenta rápido que para poder visitar los lugares más interesantes necesita medio de transporte propio (con transporte público complicadísimo) y tiempo para lidiar con el caótico tráfico y las precarias carreteras. Lo primero se resuelve alquilando un coche/moto a precios muy baratos, lo segundo con una buena dosis de paciencia y planificación para evitar las horas punta.

Mi primera toma de contacto con el interior de la isla fue Ubud, una aglomeración urbana que se ha convertido en el centro artístico y cultural de Bali. En el camino se aprecia ya la densidad creciente de talleres y tiendas de artesanía. Las estrechas calles de su centro son prácticamente todas comercios, en los que se puede encontrar desde el más clásico arte balinés hasta los más modernos diseños de moda. Hay edificios antiguos que visitar, como el palacio de la familia real, pero lo que más me llamó la atención fue su mercado, con un colorido sin límites, las especias a precios irrisorios se mezclan con curiosas cometas en forma de barcos y mil cosas más, es una primera inmersión en el Bali tradicional.

Desde que llegué había visto bandejitas de hoja verde con pequeñas cosas dentro esparcidas por el suelo, suponía que derivadas de algún acto o festividad, en Ubud entendí su significado y la importancia para los nativos. En cada casa, lugar de trabajo, restaurante, tienda, etc. se realizan como mínimo 3 ofrendas por día, que consisten en la mencionada bandejita de hoja (canang sari) con flores dentro y un poco de arroz, o una galletita, un dulce, etc. Se salpican con agua bendita y se prende una barra de incienso, a la vez que se realizan las plegarias. Las que se colocan en el suelo (normalmente frente a la puerta de entrada) son para ahuyentar malos espíritus o demonios, las dirigidas a los dioses o su deidad principal (Sanghyang Widi Wasa) se ofrecen en un lugar elevado, no se muestra directamente a Dios, se le representa con la escultura de un trono vacio, cuya base está envuelta en tela a cuadros blancos y negros y protegido por arriba con un pequeño paraguas ceremonial, una imagen que se repite en cualquier rincón de Bali. Además de las pequeñas ofrendas diarias suele haber una semanal de mayor importancia, cada gremio tiene sus días especiales, más ciertos días al año, más bajo determinadas circunstancias personales, etc. etc. Las ceremonias son algo tan cotidiano en Bali, que para un profano resulta difícil llegar a entender todas sus distintas causas y opciones.

No muy lejos de Ubud se puede contemplar uno de los paisajes más pintorescos de Bali, las terrazas de arroz. Un intenso verde esmeralda cubre las laderas de las montañas, con técnica y laborioso trabajo los campesinos han sido capaces de cultivar arroz entre la frondosa vegetación mediante un intrincado sistema de canales y pequeñas terrazas que aprovechan milimétricamente espacio y agua. Hace 2.000 años que se construyeron con las herramientas más rudimentarias, generación tras generación se han mantenido y mejorado para producir el alimento básico en su dieta. Me puse de barro hasta las orejas porque me adentré colina abajo sobre los ribazos de tierra, a cambio conseguí unas buenas instantáneas de una escena tan fotogénica.

Nada mejor después de rebozarse en el barro que visitar un templo de aguas termales: pura (templo) Tirta Empul. Desde hace más de un milenio los balineses acuden a sus aguas sagradas para curarse y purificarse. La leyenda dice que manantial fue creado por la diosa Indra, tras el envenenamiento de sus tropas perforó el suelo con el fin de crear una fuente de inmortalidad para revivirlos. El ritual, que se puede contemplar en la piscina principal, consiste en realizar una ofrenda para luego situarse bajo uno de los 12 chorros, sumergirse en el agua sagrada y orar. Para entrar al templo hombres y mujeres tienen que cubrirse piernas y hombros, como casi todos vestimos pantalones cortos por el calor tienen preparados una serie de pareos que te entregan junto con la entrada, lo gracioso es que dentro la gente se desnuda (no integralmente) para meterse en el agua, en cualquier caso hay que respetar las costumbres sin plantearse mucho la lógica.

Imposible describir todos los templos que se ven en Bali, yo creo que lo de la isla de los 1.000 templos se queda corto, según las leyes de la costumbre cada localidad debe construir y mantener al menos 3 templos, las ciudades ricas además de los obligatorios deben tener adicionales y cada familia suele poseer alguna clase de ellos. Hay 9 que se consideran los principales, situados en lugares estratégicos de la isla (costa y montañas), se diseñaron para proteger a sus habitantes de las fuerzas oscuras.

El océano es fuente de espíritus malignos para los balineses, motivo por el que se creó la red de mágicos guardianes costeros, en forma de templos, desde uno se ve el siguiente, varios de ellos están entre los principales, como Ulu Watu y Tanah Lot.

Pura Ulu Watu se ubica en la península Sur de la isla (Bukit), en concreto en su extremo Sudoeste, desde su privilegiada posición, al borde de un acantilado de más de 70 metros sobre las embravecidas olas del océano Indico, ejerce su labor de primera línea de defensa frente al mal. La vista de los cortados que lo rodean es realmente espectacular, y el principal peligro no es caer al vacío, son los monos que abundan en la zona, se han aficionado a robar gafas de sol, cámaras, gorras y hasta chanclas, de lo cual fuimos testigos durante nuestra visita.

Una de las escenas más bonitas que he podido contemplar en Bali es la puesta de sol sobre Pura Tanah Lot. Construido en el siglo XV sobre una roca que queda aislada de tierra cuando la marea es alta, cuenta la leyenda que miles de serpientes marinas venenosas se esconden en su base para proteger este lugar sagrado de espíritus del mal e intrusos. Es uno de los lugares más visitados de la isla, el atasco es tal que para conseguir llegar con garantías a la puesta de sol hay que estar allí a la hora de comer, aunque nos costó 2 intentos, para mi valió la pena, a cambio vimos su belleza a plena luz del sol y como éste se esconde en el mar tras los exóticos tejados del templo.

Aunque parezca un mundo diferente, la montaña y los lagos de altura también son paisajes de Bali. El verde se intensifica y la vegetación se cierra a medida que se asciende por estrechas y tortuosas carreteras hacia las cumbres. Atrás quedan las terrazas de arroz y aparece un escenario que podría recordar Suiza, de no estar jalonado por muestras arquitectónicas claramente balinesas.

En lo alto del puerto de montaña que lleva al lago Bratan se cultivan fresas, desde allí se puede combinar la escena de los valles hasta donde alcanza la vista con un excelente batido, refrescado por un fuerte descenso de la temperatura que sorprende al poco previsor. El lago tiene un tamaño considerable y está rodeado por bosques y praderas, además de algunas atracciones acuáticas para turistas alberga un tesoro: Pura Ulun Danu Bratan, un precioso complejo de jardines y templos dedicados al Dios de las aguas, para que garantice que no faltará a los campesinos. Varios de los santuarios con múltiples techos de paja en escalera se ubican en pequeñas islas completamente rodeadas de agua, los floridos bordes en combinación con esculturas, reflejo en el lago y verde de las montañas alrededor crea un conjunto realmente bonito.

Completamente diferente es el paisaje del lago Batur, allí la atracción es la subida a la caldera del volcán todavía activo Gunung Batur, a 1.717 metros de altitud. No es un ascenso complicado, unas 2,5 horas por una senda escarpada pero segura, sin embargo una autoerigida asociación de guías pretende imponer un monopolio y un impuesto revolucionario obligando a contratarles (según supimos a veces de forma violenta). Por supuesto nos negamos a seguirles el juego, aparcamos el coche en lugar seguro (en previsión de posibles represalias) y tomamos el camino hacia arriba con total decisión, nos cruzamos con alguna mala cara, pero ningún problema. Durante el trayecto se pasa por dos templos, uno de ellos situado en medio del bosque, casi oculto entre la vegetación, una visión que junto a las primeras luces del día, y sin más presencia que la nuestra, lo revistió de una atmósfera enigmática y exótica. Una vez en la cumbre la vista es espectacular, caminando por el borde del cráter, de cuyo interior brota humo e intenso calor en algunas zonas, se observan varias calderas menores en la cara interna y las marcas evidentes de sucesivas erupciones volcánicas en la externa, además del paisaje del lago, bosques y otros volcanes en la lejanía.

(Continuará en el siguiente reporte del blog…)