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Días 1.316 a 1.329 (22/6 al 5/7/13): Bali. Parte I: ¿por qué Bali?

Una de las primeras preguntas que me hice al llegar a esta isla, y apreciar las diferencias a nivel de turismo con el resto de Indonesia, fue: ¿por qué Bali?

Indonesia es un país formado por un archipiélago de casi 14.000 islas, el mayor grupo de islas del planeta. Solo una de ellas, Bali, representando una ínfima parte de su territorio o población, concentra más del 80% del turismo de toda la nación, en la mayoría de los casos siendo destino único. ¿Qué tiene tan especial?

La isla de Java, situada tan solo 3 Km al Oeste, es mucho más grande, tiene una naturaleza como mínimo igual de espectacular y además alberga la capital del País (Jakarta) con todas sus vías de comunicación, ¿por qué no Java?

Tras varios meses navegando por multitud de islas indonesias he visto cosas que situaría en las primeras posiciones de todo lo contemplado en estos 3 años y 9 meses dando la vuelta al mundo en velero. Es cierto que Bali tiene un poco de todo, playas al Sur, montaña en el centro, condiciones para los deportes acuáticos, etc. pero ninguna de sus características, por separado, superan las de otras islas indonesias, y en algún caso se quedan muy atrás.

Para entenderlo, además de vivir la experiencia de Bali, tuve que indagar un poco, a veces la historia, incluso la lejana, condiciona en gran medida lo que somos en la actualidad.

Poco se conoce de la historia antigua de Bali, aunque parece claro que estuvo habitada desde la prehistoria y los primeros contactos con comerciantes hindús se desarrollaron como mínimo 100 años A.C.

El primer punto de inflexión es la conquista durante el siglo XIV por el vecino imperio Majapahit con base en Java. Esto implicó el influjo de la cultura Hindú y el desarrollo de muchas artes como arquitectura, danza, pintura, escultura, teatro, etc. algo que perduró en el tiempo.

Con el auge del Islam en el archipiélago indonesio el imperio Majapahit se desmorona cediendo Java, Bali se declara independiente, y la aristocracia de Java, así como su élite cultural, se trasladan a la pequeña isla, acrecentando el empuje de las artes hindús, así como su literatura y religión. En los albores del siglo XVI Bali ya poseía algunos de los paisajes que se pueden seguir contemplando hoy en día, como sus terrazas de arroz o templos.

Otro de los aspectos destacables de la época es la llegada del sacerdote Nirartha, a quien se atribuyen muchas de las complejidades de la religión balinesa (mezcla de hinduismo, budismo y animismo nativo, previo a la llegada de las otras religiones), además de la creación de la cadena de los «templos del mar» (como Ulu Watu o Tanah Lot).

El desembarco de los holandeses en 1597 inicia un nuevo periodo. Lo que empieza como una relación comercial acaba siendo una brutal invasión con cruentas guerras desde mediados del siglo XIX hasta 1908. Los últimos años de guerra son especialmente sangrientos, dado que muchos balineses, especialmente de clase alta, prefirieron la lucha suicida (puputan) que la sumisión o destierro, caminaban tranquilamente a pecho descubierto contra los cañones holandeses, que mataron de este modo a muchos miles. Las imágenes de la puputan dieron la vuelta al mundo y la comunidad internacional condenó los hechos. Tal vez por vergüenza, o para reparar el error, los holandeses no convirtieron Bali en un núcleo de cultivos forzados (como sucedió con Java), si no que respetaron y promovieron la cultura balinesa, algo que no fue así en el resto de territorios de las Indias Orientales Holandesas, que incluirían la actual Indonesia.

En los años 70, grupos avezados de hippies y surfers descubrieron las playas y olas de Bali, dando origen a un incipiente turismo que rápidamente se convirtió la principal fuente de ingresos, y lo sigue siendo, capaz de remontar incluso los duros golpes que infringieron los atentados terroristas de los años 2.002 y 2.005.

A día de hoy Bali es una isla revestida de una espiritualidad evidente, de ahí que sea conocida como la isla de los dioses, la isla de los 1.000 templos, la isla de la paz, la mañana del mundo o la isla del amor. No solo los templos son una muestra, solo hay que ver como ofrendas, ceremonias, dioses y demonios forman una parte inseparable de su día a día.

El arte es otra de las constantes en la vida balinesa, infinidad de tiendas de artesanía en base a materias primas como madera, piedra, metales, bambú, telas, etc. pueblan la isla; refinadas muestras de arquitectura, pintura y escultura se pueden contemplar por doquier, hay veces que cuesta distinguir una casa antigua de un templo; el balinés posee elegancia y buen gusto, es un espectáculo ver cómo se visten incluso para una sencilla ceremonia íntima en un pueblo perdido de las montañas, o como son capaces de dar forma a una ofrenda de frutas que convierten en una preciosa obra de arte.

El porqué de Bali es sin duda una combinación de todos los factores mencionados: una historia que permitió un importante desarrollo artístico, cultural y religioso que perdura y atesora numerosas muestras arqueológicas; una orografía que provee variados y preciosos paisajes: playas de arena blanca y acantilados al sur, verdes cultivos de especias, terrazas de arroz, lagos, volcanes y entorno montañoso en su interior, playas de arena negra en el Norte; una naturaleza que proporciona buenas condiciones para la práctica de populares deportes acuáticos como el surf o el buceo; y en nuestros días una excelente oferta turística con alojamiento y restauración para todos los gustos y bolsillos. Sin duda Bali es uno de los principales destinos a nivel mundial.

Curiosamente no existen buenas instalaciones para la náutica, ni siquiera una mínima variedad de fondeaderos protegidos. Dos días nos llevó encontrar una ubicación adecuada para dejar seguro el Bahari mientras nos adentrábamos en tierra, porque Bali es una isla que se conoce mejor desde el interior.

Primero probamos en la bahía de Labuhan, pero está demasiado expuesta, la famosa ola de Bali entra sin freno alguno. Posteriormente lo intentamos en su principal puerto, Benoa, más bien adecuado para mercantes. Tiene una zona de fondeo abarrotada de grandes pesqueros a la que da miedo acercarse, un ínfimo yacht club a precios excesivos o una zona de boyas con una profundidad de 2 metros, no apta para el Bahari que cala 2,5 metros. Solo nos quedaba una opción que afortunadamente fue la correcta, la bahía de Serangan, una milla al Norte de Benoa, bien protegida por una barrera de arrecifes y la propia isla de Serangan, también llamada Isla Tortuga, antiguamente era el lugar elegido por estos animales para desovar, a día de hoy lo siguen haciendo pero en centros de recuperación protegidos.

Serengan es también un pequeño pueblo pesquero, sin los servicios de otras localidades más turísticas de Bali, pero muy tranquilo, un lugar perfecto como base de operaciones y descanso desde donde partiremos para las distintas excursiones que tenemos previstas para los próximos días.

(Continuará en el siguiente reporte del blog…)

Días 1.302 a 1.308 (8 al 14/6/13): Dragones reales, corrientes infernales… (Parte II)

(Continuación de la anterior entrada del blog…)

Al día siguiente cambiamos el escenario marítimo por el terrestre, estaba deseando conocer los famosos dragones, y la mejor forma de hacerlo es una excursión por el parque natural. Es obligatorio llevar un guía, bajo la apariencia de tranquilos lagartos se esconde un depredador mucho más agresivo de lo que parece, además hay serpientes venenosas y otros animales peligrosos durante el recorrido.

No tardamos en localizar el primer Dragón de Komodo, dormitando tranquilamente cerca de las instalaciones, luego vimos varios más. Según nos contó el guía es el mayor de los lagartos, su tamaño normal está entre los 2,5 y 3 metros y su peso entre los 40 y 100 Kilos, aunque hay ejemplares que alcanzan los 3,5 metros y más de 160 Kilos, si te encuentras con algo así, sin saber lo que es, no me extraña que salgas corriendo y pienses que has visto un dragón.

Son carnívoros, y pueden moverse muy rápido en distancias cortas, de hecho su dieta fundamental son búfalos de agua y ciervos, además de cualquier tipo de carroña que pueden detectar con su fino olfato a 10 Km de distancia. Acechan a sus presas, inmóviles y camuflados, hasta que están próximas, con un veloz ataque les dan un mordisco que será letal, unas potentes bacterias alojadas en su boca provocarán una infección incurable, a partir de ahí comienza una lenta persecución que puede durar una semana, el dragón seguirá su rastro pacientemente hasta que la presa, debilitada por la infección, ya no pueda escapar.

De los muchos detalles y datos que aprendí sobre estas curiosas criaturas destacaría otros dos. Uno desagradable, son caníbales con sus crías, por ello nada más eclosionar el huevo los recién nacidos tienen que partir a toda velocidad hacia los árboles, allí estarán seguros de sus congéneres e incluso de sus progenitores, además de otros potenciales peligros. No bajarán hasta un par de años más tarde.

Otro es que no se trata de un caso de gigantismo, como se pensó inicialmente. Es decir, no es una mutación genética que haya tenido la consecuencia de un aumento de tamaño, para, como depredador dominante, poder atrapar presas de mayor envergadura. Los estudios apuntan a que se trata de un eslabón perdido, un superviviente de una especie que vivió hace 4 millones de años en Australia e Indonesia, coexistiendo con la megafauna del pleistoceno. Por alguna razón el único lugar del mundo en el que persiste es en estas pequeñas islas. Si alguno se lo pregunta, no tienen nada que ver con los dinosaurios.

Durante la excursión por el bosque y la sabana de Komodo no solo vimos dragones, también encontramos jabalís, búfalos de agua, aves salvajes e incluso dos serpientes de picadura mortal peleándose entre ellas sobre las ramas de un árbol, menos mal, porque si les da por bajar a pelearse con nosotros salimos corriendo.

El pueblo más cercano de la zona es Labuanbajo, en el Oeste de la Isla de Flores, pero a solo 3-4 horas de navegación. Pensamos que una parada logística no nos vendría nada mal, además los 3 tripulantes que me acompañan tienen amigos trabajando allí en clubs de buceo, una buena ocasión para visitarlos y que nos recomendaran las mejores inmersiones y como realizarlas.

Un poco de vida social, salir a cenar y tomar algo en un local con música nos hizo cambiar de la vida de las últimas semanas. También tuve una breve conexión Internet que aproveché para subir algunas fotos. Pero no nos quedamos más de lo necesario en la urbe, en un día lo resolvimos todo y zarpamos de nuevo hacia las islas del parque natural.

Una vez más los indonesios nos mostraron que la picaresca no es un invento exclusivamente español, la exageración con la que pretendían tomarnos el pelo más que enfadarnos nos provocaba risa. Como la mujer de la lavandería, que intentó cobrarnos 21 kilos de ropa al doble del precio que nos dijo el día anterior; no creáis que se inmutó cuando le pedimos un peso y delante de ella comprobamos que eran menos de 13 kilos, ni cuando le dijimos que no íbamos a pagar el doble, lo asumió deportivamente con cara de «no ha colado», otra vez será… Lo mismo nos pasaba con las motos, el transporte habitual, en una ocasión acabamos yendo 3 por moto en una negociación límite, pero da igual si se trata de gasoil, fruta o verdura, en todo tratan de cobrar un precio superior o dar menos mercancía, lo que no saben es que la picaresca es un arte que conocemos, los vemos venir, algunos incluso nos sonríen con complicidad tras hacerles evidente que con nosotros no les va a funcionar.

Como contraste los días siguientes los pasamos en medio de la naturaleza, y a decir verdad, gran parte del tiempo bajo el agua. El fondo marino de Komodo es excepcional, las corrientes proporcionan nutrientes que desarrollan un rico ecosistema lleno de coral, esponjas, invertebrados y peces.

También es variado, hay de todo, buceo con mantas, sobre arena volcánica, vida pequeña, vida grande, etc. aunque lo que predomina son rocas o pináculos aislados que emergen desde enormes profundidades hasta la superficie, estas formaciones representan una buena oportunidad para el desarrollo de los seres vivos (oasis en el desierto marino) y un obstáculo que las corrientes tienen que rodear, acelerándose a su paso.

Siempre es difícil comparar, porque cada sitio tiene sus cosas, pero si tuviera que quedarme con uno elegiría Castle Rock, el nombre es bastante descriptivo de su forma, situado a una milla del Norte de Komodo, está por así decirlo, en medio del Mar de Flores, llegando desde lo más profundo hasta apenas 3 metros desde la superficie.

Demasiado alejado de costa tuvimos que bucear desde el Bahari al pairo, dando vueltas alrededor, y luego turnarnos, otros dos sobre el barco y dos buceando. En uno de los extremos del macizo rocoso se concentra la acción, allí donde más corriente hay, a los grandes peces les gustan las aguas en movimiento. Palometas gigantes patrullaban de un lado a otro, mientras enormes bancos de sus congéneres más pequeños te abordaban por doquier. Algunos tiburones de puntas blancas reposaban en el fondo, otros daban vueltas sin cesar. Una tortuga se me acercó con curiosidad, para matar el rato mientras me observaba se paró a menos de un metro y comenzó a mordisquear el coral. A medida que se asciende en profundidad por la ladera del pico submarino el foco de atención va cambiando a las pequeñas cosas que se pueden encontrar entre rocas y coral, distintos tipos de pez león y escorpión, increíble variedad de nudibránquios, etc.

Komodo, territorio mágico y carismático, nos ha brindado unos días excepcionales (sustillos aparte) en un entorno mucho más virgen de lo que cabía prever. Somos afortunados porque la única opción para explorar sus rincones y vivir su naturaleza es desde un barco, la perspectiva desde los lugares más accesibles es completamente diferente. Añado a mi riqueza personal los recuerdos visuales y sensaciones de paisajes, dragones, fondos marinos y por supuesto, infernales corrientes…

Pero Indonesia es un país que tiene muchísimo que ofrecer, por delante tenemos varios destinos que uno no se puede perder en una vuelta al mundo, en los próximos reportes del blog os seguiré contando las aventuras de las islas por las que navegaremos con el Bahari.

Sed felices

Kike

Días 1.302 a 1.308 (8 al 14/6/13): Dragones reales, corrientes infernales… (Parte I)

Entre Flores y Sumbawa, dos de las grandes islas de la larga cadena que forma el Sur de Indonesia, se ubica una legendaria tierra de la que poco se supo hasta principios del siglo pasado: Komodo, el único lugar del mundo en el que los dragones no son una criatura mitológica, sino un animal en peligro de extinción.

Desde la antigüedad circularon rumores e historias acerca de inmensas criaturas por cuya boca lanzaban fuego, pero nadie se atrevía a adentrarse en la isla de Komodo para comprobarlo. En 1910 una expedición holandesa, quienes dominaban la zona en aquella época, se decidió a descubrir la verdad sobre la existencia del monstruo. Consiguieron cazar un ejemplar de aquel extraño animal, una especie de lagarto de 3 metros y 70 Kilos, lejos de los 7 metros que se decía que medía, y por supuesto no escupía llamaradas. A partir de ahí los naturalistas se tomaron en serio la leyenda y comenzaron a estudiar una especie que durante muchos años fue la estrella de los zoológicos y puso en el mapa a la pequeña isla indonesia.

El parque natural de Komodo, incluido en la lista de las 7 maravillas de la naturaleza, se extiende por numerosas islas menores e islotes situados alrededor de la principal. La primera impresión al arribar frente a las costas de este territorio es que el paisaje no coincide con la imagen mental que se pudiera tener, o lo que le correspondería estando en el trópico.

Las montañas parecen más propias de latitudes frías, no existe selva o densa vegetación, un verde manto de hierba baja cubre las suaves colinas, salpicada por algunos árboles en zonas concretas y manglar ocasional en calas o pequeñas bahías. Si hubiera abierto los ojos sin saber donde estoy, y sin sentir la temperatura, antes habría dicho que en Patagonia o Escocia que en una isla del Sur de Indonesia.

Tras 5 días de navegación cruzando el Mar de Banda estábamos deseando zambullirnos en el agua y hacer un poco de vida de fondeo, paramos en la primera isla sobre nuestra ruta dentro del parque natural, Gilillawa Laut, al Noreste de Komodo, allí teníamos además información de un par de puntos de buceo próximos al lugar donde anclar.

La pequeña playa situado al frente posee una imagen de postal, arena blanca hasta la que llega la especie de césped, media docena de árboles esparcidos, detrás de los que alza una pequeña colina de formas redondeada, tuve la sensación de un «deja-vu» en algún anuncio o la imagen de un poster.

Además de por los dragones, Komodo es conocida por el buen buceo y sus fuertes corrientes, aspectos todos que pudimos comprobar uno a uno. Tras varias inmersiones en un pináculo que nos tenía encantados, situado media milla de donde se anclaba el Bahari, tuvimos un buen susto.

Como somos 4 buceamos de dos en dos, mientras un tercero se encarga de llevarnos con la auxiliar y recogernos. La tarde del segundo día la corriente era muy fuerte, pero siempre se puede encontrar protección al resguardo del pináculo. Era el turno de Koen y mío, el plan era sencillo, saltar sobre un segundo pináculo situado al Oeste del primero, a 12 metros de profundidad, dejarnos llevar por la corriente hasta el principal, buscar su abrigo y terminar la inmersión en el punto más alto, que llega hasta la superficie.

Saltamos en el punto deseado, sumergiéndonos inmediatamente, una vez en el fondo iniciamos el recorrido. A medida que avanzábamos se estableció una impresionante corriente lateral, haciendo casi imposible mantenernos en la línea que une los dos pináculos. Poco a poco nos fue desviando, llevándonos a aguas más profundas, cuando estábamos a 25 metros de profundidad la corriente se transformó en descendente, hasta tal punto que veíamos las burbujas de nuestra respiración ir hacia abajo, en lugar de subir. Decidimos abortar la inmersión y salir a la superficie, demasiado peligroso, podíamos vernos arrastrados a profundidad oceánica y no ser capaces de regresar jamás.

Una vez flotando sobre el mar el panorama no era muy alentador, habíamos perdido la única oportunidad de sujetarnos a algo, las rocas del pináculo principal, ahora estábamos a merced del mar. Hasta ese momento el protocolo, que por supuesto cambiamos ese día, era esperar 5 minutos por si había algún problema en la bajada, si a los 5 minutos no se lanzaba ninguna baliza la auxiliar volvía al barco y regresaba una hora más tarde para recoger a los buceadores. Nosotros llevábamos 15 minutos de inmersión, por lo que hasta dentro de 45 minutos nadie vendría a por nosotros.

Hinchamos la boya de seguridad, tratamos de hacer señales, usar el silbato, chillar con todas nuestras fuerzas, etc. Pero como es lógico, a esa distancia era imposible oírnos o vernos desde el Bahari.

La corriente nos fue arrastrando, primero con intensidad, luego fue perdiendo fuerza. Afortunadamente al inicio la dirección era hacia costa, aunque al llegar a unos 400-500 metros cambió y se hizo paralela a la línea de tierra, pero en sentido opuesto en la dirección en la que se encontraba fondeado el barco. El tiempo fue pasando, sencillamente nos mantuvimos a flote, de ese modo economizábamos energías para lo que pudiera venir, y por otro lado facilitábamos nuestra búsqueda permaneciendo en la trayectoria de la corriente.

No es una sensación agradable sentirse náufrago a la deriva, sabes que estás a sometido a los designios de los elementos, con una capacidad ínfima de influir en ellos, salir exitoso o tener un gravísimo problema es cuestión de suerte. Mantuvimos la calma y permanecimos juntos, pensando que en cuanto se hiciera la hora irían a buscarnos, con un poco de suerte nos verían por el camino, de otro modo esperarían 15 minutos en el punto de inmersión, como mucho media hora, si no salíamos se imaginarían algún problema e iniciarían la búsqueda, que lógicamente debería hacerse siguiendo la corriente.

Pero por otro lado no puedes evitar pensar que localizarnos no va a ser sencillo, quedaba una hora de luz, nos habíamos alejado mucho, con las olas de un metro que se habían establecido no iba a ser fácil vernos, y con el viento mucho menos escucharnos. Si superábamos el borde de la isla otras corrientes nos podrían atrapar, llevándonos a cualquier lado, imposible pedir ayuda y montar un dispositivo de búsqueda antes de la mañana siguiente, y para entonces el área a rastrear, tras tantas horas en el agua, sería enorme.

En contra de lo que muchos puedan pensar, nuestro principal problema no era que nos atacara un tiburón o cosas así, eso solo pasa en las películas, la hipotermia era el mayor enemigo, aun llevando neopreno largo ya estábamos tiritando, pensar en pasar toda una noche en el agua no me seducía lo más mínimo.

Se hizo la hora, y con ella vino un golpe de desilusión, podíamos oír en la lejanía la auxiliar, pero no verla, por más que lo intentáramos, y por supuesto con el motor imposible escucharnos, no nos divisarían por el camino, eso implicaba que llegaría al punto de recogida y nos esperaría, por lo tanto media hora más para el inicio del rastreo, y ya no quedaba mucha luz…

La idea de nadar los 400-500 metros que nos separaban de costa fue ganando fuerza en mi interior, tal vez fuera nuestra última oportunidad, alejarnos de la isla podía significar perdernos para siempre en el mar.

Cuando considerábamos que nuestra situación era límite y teníamos que tomar una decisión apareció un barco típico indonesio navegando con trayectoria cercana a nuestra posición. Era un barco alto, por lo que desde la cubierta se nos tendría que ver con facilidad cuando se aproximara. Llegado el momento no lo dudamos, comenzamos a gritar, usar los silbatos y agitar la baliza de superficie.

Nuestro corazón dio un vuelco de alegría cuando viró y se dirigió hacia nosotros, ¡nos había visto! A medida que se aproximaba pudimos ver las caras de asombro de unos pescadores que habían encontrado a dos buzos a la deriva en medio del mar. Gesticulaban, se movían de un lado a otro de cubierta, nerviosos iniciaron una maniobra de recogida magistralmente llevada a cabo por un sin duda experto patrón.

Lanzaron escalerilla y nos ayudaron a subir a bordo, no hablaban inglés, pero por sus gestos dedujimos que nos decían que habíamos tenido mucha suerte de que nos encontraran, son aguas peligrosas. Por gestos les indicamos la posición en la que debería estar la auxiliar esperándonos, apenas la podía distinguir desde cubierta, nos habíamos alejado más de una milla, encontrarnos habría sido realmente complejo, más incluso de lo que pensaba cuando estaba en el agua, en ese momento sentí miedo de verdad, podía haber sido muy grave.

Cuando llegamos, Julián no se lo podía creer, estaba ya preocupado, pero lo último que se esperaba era vernos aparecer sobre un pesquero indonesio. Les dimos las gracias de la forma más emotiva posible a nuestros rescatadores, su sonrisa mostraba la satisfacción por la ayuda que tan generosamente habían prestado, saltamos de nuevo al agua y ateridos de frio regresamos por fin al Bahari.

Habíamos comprobado en nuestras carnes las famosas e infernales corrientes de Komodo, un susto que afortunadamente quedó en eso, tras el que decidimos que a partir de ese momento la embarcación de apoyo se quedaría siempre en la zona de buceo, y que si los buceadores encontraban corriente extraordinariamente fuerte, aunque sea incómodo, lanzarían la baliza de superficie para que se les pudiera ir siguiendo desde arriba, por si la situación se complicaba.

(Continuará en la siguiente entrada del blog…)