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Días 1.233 a 1.240 (1 al 8/4/13): El secreto de Bacuit, El Nido

Según se cuenta, El Nido permaneció casi oculto hasta finales de los años 70, no era más que una remota aldea de pescadores de la que pocos conocían su existencia. Parece que fue un accidente marítimo el que desveló este tesoro escondido, un barco de buceadores enredó un cabo en la hélice durante la noche, de modo que se vieron forzados a fondear en la cala más próxima.

Por la mañana, cuando los buceadores despertaron, quedaron asombrados de la extraordinaria belleza que les rodeaba, acantilados infinitos, frondosa vegetación, playas de arena blanca, aguas cristalinas de las que emergían una serie de islas de jade magníficamente esculpidas.

Poco tiempo después, varios de los tripulantes decidieron abrir un centro de buceo en una de las islas de Bacuit Bay, ese mismo año comenzó el desarrollo turístico de El Nido. No me extraña que las cosas fueran de ese modo, de haber estado en su situación posiblemente habría hecho lo mismo, es uno de los parajes singulares que me he encontrado en este planeta.

Curiosamente el nombre de El Nido no proviene de la época de colonización española, es relativamente reciente, de mediados del siglo pasado, se eligió en honor a los numerosos nidos de salanganas (unas aves parecidas a los gorriones) que se encuentran en las grietas de los acantilados, y que a su vez son la base de la famosa sopa de nido, un apreciadísimo manjar por el que se pueden pagar 3.000 Dólares americanos por kilo, teniendo en cuenta que se juegan el tipo escalando por paredes verticales para recolectarlos.

Los antiguos comerciantes chinos ya valoraban en gran medida estos nidos «comestibles», de hecho hay registros previos al año 1.000 A.C. en que se menciona el lugar como proveedor de dichas delicatesen para la familia real china.

Habitado desde el neolítico, y bautizado como Bacuit por los españoles durante el siglo XIX, para conocer las maravillas de El Nido uno no se puede quedar únicamente en su animada población, tiene que visitar las islas de la bahía.

Al poco de llegar, y sin todavía haber pisado tierra, se oyó el grito de «¡Valencianos!» en el exterior. Era Paco, valenciano también que hace unos años decidió cambiar de vida y abrir un centro de buceo en El Nido (Deep Blue Seafari) porque le pareció el lugar más bonito del mundo. Sabía que íbamos a llegar, tenemos amigos comunes, pero no pudo evitar emocionarse al llegar de bucear y ver fondeado en la bahía un barco rotulado con el nombre de su ciudad y la bandera de su país.

Desde entonces hemos compartido muchos y muy buenos momentos, además de un magnífico anfitrión, es todo un experto en la zona, tanto de lo que hay bajo el agua como de lo que hay encima. No ha sido el único compatriota con el que hemos coincidido, a lo largo de estos días nuevos amigos, e incluso reencuentros, han formado parte de nuestra actividad.

Es difícil describir la belleza de los paisajes de El Nido, tiene tantos rincones, formaciones rocosas singulares, diminutas playas escondidas, pequeños lagoons, calas de aguas turquesa repletas de pececillos, tantas y tantas imágenes que necesitaría casi un libro para describíroslos todos, en cuanto pueda subir las fotos podréis ver algunos de ellos (hice ya un pequeño anticipo en facebook).

De todas formas, por mencionar algún ejemplo, imaginaos que llegáis a una paradisiaca playa de aguas cristalinas enmarcada entre altísimos acantilados y con palmeras al fondo, camináis un poco sobre la arena y en uno de los extremos hay un pequeño agujero en la pared por el que cabe una única persona a gatas, lo atravesáis, no sin cierta dificultad, y de repente os encontráis en un pequeño lagoon completamente cerrado, de forma circular y rodeado por muros de piedra como si del interior de un circo romano se tratara, con una zona de aguas menos profundas y otra de un profundo verde esmeralda; no es mi imaginación, existe de verdad, y no en vano se lo conoce por Secret Lagoon.

Imaginaos ahora que os dirigís con una pequeña embarcación hacia un enorme peñasco rocoso que defiende una abrupta isla, aparentemente lo único que nos puede esperar allí es un inminente naufragio si no se vira rápidamente, sin embargo, cuando a punto estas de tirarte al agua pensando que el piloto se ha vuelto loco, se descubre un estrecho pasillo, por el que apenas pasa la banca, a mitad del pasillo se esconde una pequeña cala con una increíble playa digna de una escena de película. De forma asombrosa la roca es una especie de valla situada justo frente a la playa, que la oculta y protege, creando dos canales de salida en ambos extremos en los que el snorkel es excelente; también existe, y no es casualidad que su nombre sea Hidden Beach.

El mejor modo de conocer las islas es con las tradicionales embarcaciones locales, las bancas, no son aguas fáciles de navegar para un velero con 2,5 metros de calado y unos requisitos de espacio y profundidad a la hora de fondear. Las bancas apenas tienen desplazamiento ni calado, por lo que se meten por cualquier lado hasta vararse en la playa, con un par de rezones y cabo de nylon tienen suficiente. Eso sí, no me olvidé de llevar GPS portátil y tomar buena nota de los lugares que más me gustaron y eran adecuados para el Bahari, posteriormente regresamos a alguno por nuestra cuenta.

Por supuesto no nos perdimos el buceo en Bacuit Bay, gracias a Paco y sus colaboradores, varias inmersiones nos revelaron porque es un destino conocido además por el submarinismo, y es que su paisaje kárstico también es espectacular bajo el agua, aderezado con vida subacuática tropical y de arrecife, en el que además el buceo en alguna gruta es algo que hay que probar, todavía recuerdo al azul casi fosforescente del agua al iluminarse por la luz del sol a través de una chimenea en la salida de una cueva de Helicopter Island.

Además de las excursiones, en El Nido también es posible dedicarse a la vida contemplativa disfrutando de una tranquila playa, ver preciosas puestas de sol entre la monumental orografía de las montañas o divertirse con su animada marcha nocturna, actividades todas de las que dimos buena cuenta, ya que en nuestro caso uno no sabe cuándo volverá a tener la oportunidad, por lo que pueda ser, hay que disfrutar al máximo de lo que se tiene en cada momento.

No es una gran ciudad (más bien un par de calles), ni siquiera tiene electricidad las 24 horas del día, el acceso (salvo para los privilegiados que podemos llegar en barco) puede ser incómodo, más de 6 horas en furgoneta por una primitiva carretera desde Puerto Princesa, pero a cambio tiene ese sabor de lo auténtico de la Filipinas tradicional, todo aquello que se pueda necesitar para una vida sencilla y sobre todo una naturaleza espectacularmente bella, no en vano allí se han rodado varios films (como la última entrega de la saga de Bourne o la película Amazing Race) y ediciones internacionales del programa «Supervivientes».

Días que siempre recordaré los del El Nido, pero la Aventura debe continuar, de modo que el Bahari leva ancla y se despide de este incomparable paisaje y sus gentes navegando rumbo a Puerto Princesa entre inmensos macizos rocosos.

Sed felices

Kike