Protegido: Días 1.106 y 1.107 (24 y 25/11/12): Surfeando la cola de una depresión tropical
Días 1.101 a 1.105 (19 al 23/11/12): El blanco de Cohé
Pascal es uno de los pocos blancos que viven perfectamente integrados en una tribu en el Noreste de Nueva Caledonia, según me contaba no le fue fácil, nada fácil al principio. Ex-paracaidista de élite del ejército francés, veterano de conflictos armados en África y Yugoslavia, un buen día decidió cambiar de vida y abandonar el puesto que ocupaba al frente de una empresa del Norte de Francia.
Llegó a Grande Terre con un amigo, con objeto de poner en marcha un proyecto que al final no funcionó; no encontró éxito profesional, pero encontró otra cosa, un pueblo que vive según sus propias leyes, respetando los antiguos valores y muy cerca de la naturaleza, esto le cautivó de tal modo que decidió quedarse a vivir entre ellos.
La desconfianza fue la reacción inicial de las tribus, ¿porque el blanco quiere vivir con nosotros? ¿quién es? ¿a qué se dedica?, llegaron a acusarlo de agente infiltrado del gobierno francés.
Tuvo que trabajar duro y pelear para ganarse su respeto, a veces incluso a puñetazos, los Kanak son violentos, sobre todo cuando beben, para ellos las peleas son algo normal, siguen sintiéndose guerreros, y si alguien rehúye el conflicto físico es porque es débil, y por lo tanto no digno de respeto.
Al final consiguió que lo aceptaran, le cedieron un pequeño terreno en el que asentarse, al borde del mar, en plena tribu, un lugar precioso rodeado de árboles y a escasos metros de una excelente zona de pesca submarina. Allí está acabando de construir una «case» (la cabaña tradicional de troncos y hojas, con techo cónico) usando únicamente sus propias manos y lo que le proporciona el bosque.
Aunque es más lógico, al principio puede chocar el sentido de la propiedad de los Kanak, no tienen problema en ceder gratuitamente tierra a alguien que vaya a «ponerla en valor», esto ya es bastante ingreso; bosques, montañas, playas, ríos, etc. no pueden pertenecer a nadie más que a la comunidad, no tendría sentido según su lógica.
Las tribus se rigen por sus propias leyes, no se aplica la legislación francesa; salvo excepciones por delitos sangrientos flagrantes, incluso los propios gendarmes deben pedir permiso para entrar. No se pagan impuestos, y aunque poco a poco se va extendiendo el uso de la moneda (Franco Polinesio), el trueque y los intercambios con dinero Kanak (una especie de obras de artesanía) siguen estando presentes. Su economía es fundamentalmente de autosubsistencia, todos pescan, cazan y cultivan o recolectan frutas y algunas verduras, los excedentes se venden.
Pero nada es perfecto, no se porque extraña razón aunque el hombre no tenga problemas en su entorno los inventa, y la vida en comunidad, sea esta del tipo que sea, acaba generando conflictos. Envidias, celos, rencillas familiares, problemas étnicos, etc. no son raros, y provocan tensiones entre tribus o dentro de ellas, todo el mundo se conoce, para lo bueno y para lo malo.
Tampoco la historia ha favorecido la armonía entre los distintos pueblos. Un dato curioso es que, a pesar de lo reducido del territorio de Nueva Caledonia, existen 32 distintas lenguas diferentes incomprensibles entre sí, su lengua vehicular es el francés, es evidente el aislamiento histórico entre comunidades, que a buen seguro desembocaba en infinidad de luchas por cualquier motivo. La colonización tampoco favoreció este hecho, numerosas tribus fueron trasladadas de sus hábitats originales, especialmente desde la costa Oeste (más llana y con mejor clima), donde preferían instalarse los colonos, hacia las montañas o la costa Este (más agreste y con lluvias abundantes debido a los vientos Alisios del Pacífico). Para dificultar su organización los miembros de las tribus trasladadas también se repartieron a lo largo de diferentes misiones, el resultado, una compleja mezcla de pobladores originales con desplazados, que a pesar de seguir organizándose entorno a tribus, sigue generando problemas.
Nuestra llegada al Noreste de Grande Terre tuvo lugar el pasado lunes por la mañana, tras el recorrido que realizamos por las islas de la Lealtad, inicialmente pensábamos recalar en Poindimié para organizar la logística de salida del país y la recogida del compresor de buceo, pero la poca protección de la costa nos hizo cambiar de idea y trasladarnos por dentro de la barrera de coral hasta la bahía de Touho, mucho más abrigada y segura.
No hemos podido bucear durante estos días, el agua está demasiado turbia como consecuencia de las permanentes lluvias y la aportación de los ríos, una lástima, no estábamos lejos de un arrecife en el que rodó una parte del conocido film-documental «Océanos», que recomiendo a todo aquel que no haya visto, las imágenes son espectaculares.
Cada mañana llamábamos por teléfono a Noumea para ver si ya estaba disponible el compresor de buceo, cuya llegada estaba prevista para el lunes, así hasta el viernes, cuando por fin, hemos podido ir a recogerlo y hacer todos los trámites de salida del país.
La meteorología y las obligaciones nos dieron un respiro el martes, aceptamos la invitación de Pascal para llevarnos y traernos del río Tiwaka, donde podríamos hacer una excursión remontando su curso, eso nos proporcionaría un cambio de escenario y la posibilidad de adentrarnos un poco en la selva montañosa de Nueva Caledonia.
Pascal conoce bien la zona, periódicamente la recorre durante varios días rio arriba para cazar cerdos salvajes y ciervos, introducidos por el hombre se han convertido en un plaga, no tienen depredadores, de hecho las Autoridades pagan una cierta cantidad por cada ejemplar abatido, además de poderse quedar con la carne.
Salvo los cerdos salvajes, serpientes y un tipo de conchas (todos ellos fáciles de evitar), no existen más animales peligrosos en la selva de Nueva Caledonia. Siguiendo el río tampoco hay pérdida, por lo que no parecía una actividad excesivamente arriesgada.
Parajes incomparables nos acompañaron durante toda la jornada, la densamente verde e impenetrable selva flanqueaba el río, avanzar unos metros por ella puede costar horas, lo más fácil era ascender por las inmensas rocas arrastradas por las crecidas o incluso caminar por dentro del agua en las zonas más tranquilas y menos profundas.
A simple vista, sin más que ver el aspecto y colorido de las rocas, se puede apreciar la riqueza en minerales de Nueva Caledonia, no en vano es la principal reserva de níquel del mundo, cuya exportación es una de las bases de su economía, a la vez que la posiciona como objetivo estratégico deseable.
Pascal nos previno acerca de la posibilidad de toparnos con hombres armados con fusiles o machetes, no teníamos nada que temer, serian cazadores, en cualquier caso, si alguien nos preguntaba que hacíamos allí, no teníamos más que decir que estábamos con el blanco de Cohé, la tribu en que reside.
A última hora de hoy viernes estábamos listos para zarpar, con el nuevo compresor de buceo bien estibado sobre el barco y cubierta e interior bien arranchados para una navegación que se prevé pueda ser movida.
Sobre nuestro destino, Vanuatu, descarga agua a mares en estos momentos una depresión tropical. No lleva mucho viento asociado (25-35 nudos) y se está desplazando hacia el Sudeste, a medio camino con Fiji. Si todo avanza según lo previsto la cola nos proporcionará buen viento del Sudeste que lanzará a navegar al Baharí por el través, rumbo a este nuevo país.
Sed felices
Kike
Días 1.095 a 1.100 (13 al 18/11/12): Entre jefes y tribus…
Las Islas de la Lealtad fueron declaradas reserva indígena por el gobierno francés en 1899, el 99% de sus habitantes son Kanak (como se autodenominan los nativos, palabra que proviene de kanaka, que significa «humano»), en ellas imperan las antiguas costumbres y el modo tradicional de vida.
En una entrada anterior del blog ya hice referencia a los enormes contrastes que se aprecian en Nueva Caledonia, mientras Noumea (la capital) es una gran urbe al estilo europeo, hasta con la misma señalización que en Francia, pocos kilómetros más allá el escenario cambia radicalmente y se entra en los dominios de un pueblo melanesio orgulloso y feroz defensor de su historia e identidad. Estas diferencias tienen una de sus máximas expresiones en el grupo de la Lealtad, con cuatro islas principales situadas a unos 100 Km al Este de Grande Terre.
El martes de madrugada fondeábamos frente a la bahía de Gaatcha, al Sur de la gran bahía de Santal, al Oeste de la isla de Lifou. Con un poco de precaución conseguimos encontrar un lugar adecuado en medio de la oscuridad de la noche.
Lifou es el mayor atolón coralino elevado del Pacífico, de dimensiones muy superiores a Niue, la isla-estado de igual origen geológico que visitamos meses atrás. Esto condiciona enormemente su orografía, aunque en este caso si existe alguna playa, y que playas, una auténtica preciosidad de arena blanca salpicada de rocas con la vegetación tratando de ganarle terreno. El turquesa de sus aguas es uno de los más intensos que he visto jamás, otro lugar de postal que se guardará en mi recuerdo, os lo demostraré con imágenes en cuanto pueda subirlas.
Gente realmente amable sus habitantes, muy acogedores nos ayudaron en todo momento para cualquier cosa. La mayoría cultivan sus propias frutas y hortalizas en el jardín, la vivienda por excelencia es el «case», una especie de choza con techo cónico fabricada a partir de troncos y recubierta de hoja de cocotero. Resulta curioso ver como en ocasiones las familias disponen de viviendas modernas adyacentes a las «case», pero insisten en que se sienten más cómodos en las tradicionales.
Cerca del lugar en que anclamos el Bahari existe un arrecife aislado, un pequeño parche de apenas 100 metros de diámetro. Fruto del sol y las corrientes el coral crece allí de forma exuberante, y los peces van donde hay buen coral. Pudimos disfrutar de unas estupendas inmersiones, en el que nuestro principal problema fue tal claridad de aguas e intensidad de sol que dificultaba la fotografía submarina. Por primera vez pude apreciar los huevos de un pez payaso, una semiesfera rojiza con infinidad de bultitos en su superficie, cada uno de ellos un futuro alevín de pez payaso, en un estado de desarrollo superior se llega a ver hasta los ojos de los nonatos.
Un par de días después zarpamos rumbo Ouvéa, la más tradicional y remota de las Islas de la Lealtad, un atolón coralino con tierra elevada concentrada en la mitad Este y en cuyo interior existe una interminable playa de arena blanca que envuelve el lagoon, una escena típica de isla paradisíaca del Pacífico Sur.
Ouvéa es uno de los puntos más calientes de las tendencias independentistas patentes en toda Nueva Caledonia. En 1988 tuvo lugar allí una masacre que permanece en el recuerdo, 16 gendarmes fueron capturados y retenidos como rehenes por los «guerreros de la libertad Kanak», las fuerzas de élite francesas tomaron al asalto la cueva en que se escondían, matando a 19 de los nativos, desde entonces Ouvéa es un símbolo del martirio y la heroica resistencia del pueblo Kanak frente al colonialismo.
Como españoles, y con la convicción de respetar sus costumbres no teníamos nada que temer, aunque hay gente que considera que es un lugar no seguro, desde luego esa no ha sido mi impresión.
Paramos primero frente a Fayaoue, una de las principales poblaciones. Nuestro objetivo era buscar al Jefe de la isla, pedirle permiso para recorrer sus aguas y cumplir con la tradicional «coutume», nombre por el que se conoce el acto de la ofrenda de un pequeño regalo (normalmente un paquete de tabaco o un billete pequeño envuelto en un pareo) al solicitar un favor o estar agradecido por algo.
Sabemos de barcos que han tenido serios problemas con los nativos por no cumplir con sus tradiciones y mostrar un estricto respeto. Para ellos es una ofensa, es como si alguien se mete en tu casa y se sirve de tu nevera sin pedir permiso, y si no respetas su código de atuendo es como si además lo hicieras desnudo.
Allí aprendimos que en la isla hay varias tribus, cada una de ellas con su jefe, el Norte es de origen étnico polinesio (procedentes de una invasión desde Wallis en el siglo XVIII), el centro y Sur son origen melanesio, incluso hablan lenguas diferentes incomprensibles entre sí.
Nos dirigimos a la «Jefatura» (chiefferie), una amplia cabaña sin paredes construida con troncos y hojas. Al vernos llegar ni siquiera preguntaron, prepararon unos asientos y nos indicaron que el Jefe nos atendería en breve. Apareció un hombre mayor, de facciones trabajadas por la intemperie y mirada cálida, su sonrisa delató que no íbamos a tener muchos problemas. Con muchísima humildad y respeto me dirigí a él en francés, pidiendo permiso para fondear en su costa, bucear en sus arrecifes, tomar fotografías y pescar justo lo necesario para comer. Orgulloso, solemne y satisfecho por nuestra pleitesía accedió sin dudar, especificando cuáles eran sus dominios por los que podríamos movernos sin problema, sin embargo, dos de los lugares que queríamos visitar pertenecían al Norte, por lo que tendríamos que desplazarnos a Saint Joseph para pedir permiso allí.
Tras disfrutar un poco de las espectaculares playas continuamos camino al Noreste del Atolón y fondeamos frente a la iglesia, donde nos habían indicado. Nuestros primeros encuentros al desembarcar nos hicieron intuir que esta vez las cosas no iban a ser tan fáciles, nos recriminaron enérgicamente no haber usado sus boyas de fondeo en lugar del ancla. En realidad ni las había visto ni lo sospechaba, echamos el hierro mucho más lejos de costa dado que se trata de aguas muy bajas, cuando la sonda llegó a 4,5 metros y sin una cartografía precisa es lo que me indicó el sentido común. Así se lo explique, pero comunicarse con los Kanak no es fácil, a pesar de que mi francés es fluido su forma de expresarse es muy particular, parece que no te escuchen, repiten insistentemente lo mismo una y otra vez, no hablan claro y su vocabulario es más bien primitivo.
Tras tener que dar explicaciones a casi todo aquel con quien nos encontrábamos, unas cuantas sonrisas a pesar de todo, y un poco de tiempo, conseguimos sentarnos frente al Jefe. No puso pegas a nuestras peticiones, insistió en que nuestra pesca debería limitarse a nuestro consumo, y nos especificó que los motu del Norte en que queríamos bucear pertenecen a una tercera tribu, pero no es sencillo contactar con ella, viven en la selva a 6-10 kilómetros de distancia sin medios de transporte para llegar allí.
No hubo una respuesta clara a la pregunta sobre el modo de conseguir el permiso de esta tercera tribu, todo fueron cambios de tema, evasivas e insistir en los dominios que les pertenecían. Tan complicada fue la comunicación que decidimos regresar al barco, cambiar el fondeo e ir a la boya (por si eso influía) y regresar al día siguiente para conseguir el beneplácito, si era necesario caminaríamos la distancia hasta la población.
De igual forma que cambió el día cambiaron sus reparos, por la mañana ya no había ningún problema, podíamos ir donde quisiéramos, no era necesario contactar con la otra tribu, incluso nos invitaron a ver y tomar fotografías de cómo estaban construyendo una nueva «casa común», la gran cabaña sin paredes en que se reúne la tribu para parlamentar, normalmente situada al lado de la jefatura. Todo un ejemplo de trabajo en equipo, cada hombre y mujer tiene una función, son capaces de construirla en dos días, impresiona ver lo que son capaces de hacer con unos troncos y hojas de palmera, y nos garantizaron que dentro no hay ni una gotera.
Con la tranquilidad de poseer todos los permisos y bendiciones de los Kanak, así como su simpatía, hemos pasado unos días recorriendo distintos motu e islas de la zona. El mar ha sido generoso con nosotros, desde que salimos de Noumena prácticamente nos hemos alimentado de él, en nuestro menú: atún, mahi-mahi (llampuga), peces de arrecife, cangrejos, langostas, etc.
De entre los lugares en que hemos estado hay uno que brilla con luz propia, el pequeño atolón de Beautemps-Beaupré, situado a 10 millas al Noroeste de Ouvéa. Desierto y completamente virgen es un lugar sagrado para los nativos, incluso fue lugar para el descanso de sus muertos. No hay forma de llegar (salvo barco privado) ni muestras de civilización alguna. Una minúscula zona entre un arrecife y un islote conforman el único punto de fondeo abrigado, el entorno es idílico, naturaleza en estado puro.
En sus aguas hemos visto la mayor concentración de tiburones desde que abandonamos Polinesia, puntas blancas y grises, e incluso un tiburón toro de tamaño mediano, muy peligroso cuando crezca un poco más. Buceo, pesca, barbacoas en la playa, recolección de cocos y disfrute de un entorno incomparable, estas han sido nuestras principales ocupaciones durante unos días de vida como robinsones.
Con las últimas luces del día hemos zarpado rumbo a Poindimié, en Grande Terre, se acerca el momento de recoger el nuevo compresor, realizar los trámites de salida y continuar camino hacia Vanuatu.
Sed felices
Kike