Días 1.083 a 1.086 (1 al 4/11/12): La isla de los pinos
El viento se empeñó en llevarnos la contraria, y a pesar de que el jueves por la mañana zarpamos de Port Moselle con la intención de navegar hacia L’Ile des Pins (la Isla de los Pinos), una hora de pantocazos contra el mar sin apenas avanzar nos dejó bien claro que esa pelea no tenía sentido, lo más prudente era aguardar a que se suavizaran los 20 nudos de proa con una ola corta y puntiaguda, recorrer 60 millas así habría sido un sufrimiento innecesario para barco y tripulación.
A pocas millas de la bocana del puerto de Noumea se ubica l’Îlot Maître, que a pesar de no tener más que unos 300 metros de longitud, nos proporcionaría un buen abrigo hasta que mejoraran las condiciones, previsiblemente durante la noche.
Es un fondeadero concurrido por su cercanía a la capital, allí existe un pequeño resort y numerosos barcos acuden para disfrutar de deportes náuticos como kite o windsurf, esquí acuático o buceo en sus aguas declaradas reserva natural. Evidentemente nos unimos a los presentes y mientras Jose Carlos volaba un rato la cometa, Alex y yo nos sumergirnos en el extremo Sur del arrecife que envuelve al islote.
El coral no es el más bonito que he visto, pero si había mucha vida, para empezar abundan las tortugas, raro era contemplar los alrededores del barco y no ver una cabeza asomar junto a su gran caparazón. También las encontramos bajo el agua, junto a un tiburón de puntas blancas, inmensos bancos de lutjánidos de Kasmira, grandes meros y palometas, labios dulces, peces loro y cirujano, etc. El inmenso lagoon de Nueva Caledonia es famoso por la cantidad de vida en su interior.
Entorno a medianoche el viento había calmado y reemprendimos la navegación, de ese modo llegaríamos a la mañana siguiente a nuestro destino y podríamos aprovechar el día. La información de navegación es buena como para confiar en la electrónica.
Nuestra primera escala en la Isla de los Pinos fue la bahía de Kuto, que junto a la adyacente playa de Kanuméra son realmente lugares paradisiacos. Aguas azul turquesa, arena tan blanca y fina como si fuera harina, verde intenso de la vegetación que llega hasta el borde el mar, incluyendo pinos de varios tipos, palmeras y otras especies de árboles. Frente a lo que pueda parecer los pinos no fueron introducidos por los europeos, son autóctonos, ya estaban allí cuando llegó el Capitán Cook en 1.774.
Mientras paseaba descalzo sobre la arena por el borde de playa, contemplando un paisaje que podría rayar la perfección, me alegraba de que todavía existan lugares así, y sobre todo de poder verlos con mis ojos y vivirlos. A veces hay imágenes de sitios tan bonitos que parecen no ser reales, podemos pensar que son una toma parcial o modificada con fines turísticos, posiblemente eso podríais imaginar si vierais una foto de Kanuméra, pero cuando estás en medio de ese grandioso espectáculo, y mires hacia donde mires es real, te maravillas de los rincones por descubrir que existen en este mundo.
Resulta irónico saber que la isla fue un penal hasta 1.912, todavía se conservan muchos restos, especialmente en la estrecha península que separa las playas de Kuto y Kanuméra, que se fortificó con un muro de piedra para defender a los administradores de la prisión en caso de una revuelta de los convictos. Millares de presos políticos se confinaron aquí a finales del siglo XIX, hoy en día más de uno delinquiría para pasar aquí el resto de sus días.
A pesar de que llegan algunos turistas, todo está bastante virgen y bien conservado, han sabido gestionar el patrimonio de la naturaleza. Como contrapartida las comunicaciones con Noumea son complicadas, nos estábamos planteando que el lunes fuera uno a hacer los trámites de inmigración en algún medio de transporte y volviera, manteniendo aquí el barco para disfrutar durante más días de este entorno, pero ha sido imposible, tendremos que regresar todos con el Bahari.
Nueva Caledonia es Territorio de Ultramar Francés, pero a pesar de ello es tierra de grandes contrastes. Mientras la capital es una ciudad moderna con avanzados servicios en la que se concentra la mitad de la población, el resto está poco habitado, con pequeños pueblos de escasos servicios. De hecho en muchas zonas todavía imperan las costumbres tribales, y para poder fondear o pescar sin problemas hay que pedir permiso al «Jefe» de la isla o aldea y hacerle una ofrenda (simbólica), como muestra de buena voluntad y respeto a la tradición.
Desde el Sur bordeamos toda la isla hasta el Norte, donde se encuentran los mejores puntos de buceo, escondidos en los pasos entre arrecifes. La visión desde cubierta incitaba a parar en cada recoveco, en cada islote, para disfrutar de playas escondidas rodeadas de pinos o tranquilas y cristalinas aguas.
Con nuestro calado no ha sido fácil el fondeo, pero analizando bien la carta siempre se encuentra un lugar adecuado. Hemos podido practicar la pesca submarina para comer y bucear en montañas de coral repletas de vida, con algunos ejemplares de un tamaño impresionante, como un mero de 50-60 Kg, ha sido gracioso porque le ha pasado un tiburón por el lado y el mero era más grande, le podía haber atacado.
A última hora de la tarde hemos zarpado de regreso a Noumea, navegaremos durante la noche para llegar a primera hora de la mañana, una pena no haber tenido más tiempo, pero las gestiones de inmigración y la reparación compresor nos requieren, tal vez podamos volver la semana próxima a este espectacular paraíso.
Sed felices
Kike
Protegido: Días 1.051 a 1.077 (30/9 al 26/10/12): La reparación
Día 1.050 (29/9/12): ¡El Bahari embarrancado sobre las rocas!
Sucedió en la noche, no sé porque no tengo miedo a la oscuridad, porque todo lo malo nos sucede siempre bajo los dominios de las penumbras…
A veces viento y mar no hacen caso de las previsiones, marcan sus propias reglas y se revuelven cuando quieren, ahí comenzaron los problemas, tal vez vinieron acompañando un chubasco, pero llegaron de improviso.
Me despertó el ruido del fuerte trabajo de las amarras, mientras sonaran es que estaban ahí, desde dentro tampoco se percibía un movimiento tan brusco, pero ya no pude conciliar el sueño, estaba atento a los sonidos del barco. A las 5 de la mañana percibí un cambio en la orquesta de gruñidos, algo iba mal, tomé una linterna y salí a comprobar lo que pasaba, solo nos quedaba una amarra, pero era la más resistente, que mejor tiro tenía y más firmemente trincada a una enorme roca con cadena estaba, todo apuntaba a que aguantaba bien. Desperté a Jose Carlos, dado que solo faltaba una hora para que saliera el sol lo más prudente era esperar, aunque estando muy alerta, salir de noche de aquel arrecife era peligrosísimo.
Todo sucedió en segundos, nos disponíamos ya a arrancar motor y electrónica, justo en ese momento partió la última amarra, quedamos a la deriva, de un salto conectamos motor y embragamos avante, pero nada se pudo hacer, no tardamos en sentir el brusco frenazo y terrorífico sonido del impacto contra las rocas.
Tratamos de salir dando atrás toda, pero fue inútil, estábamos bien encallados, los más terribles presagios volaron sobre nuestras cabezas, esta vez el destino nos lo ponía muy difícil.
Saltamos al agua con linternas, todavía era noche cerrada, tratando de analizar la situación, al verla nos dimos cuenta de que era muy complicada, las olas habían clavado la orza en una especie de foso entre el coral, estábamos completamente atrapados, no había forma de salir, no sin ayuda.
El mar nos seguía castigando, y cada ola era un impacto de la orza con las rocas que la rodeaban, lo primero era tratar de minimizar daños, así que nos pusimos los equipos de buceo y comenzamos a montar un sistema de cabos que sujetaran el barco por barlovento, de modo que los golpes fueran más suaves, y viento y mar no nos metieran más hacia dentro de los arrecifes.
A las 6 de la mañana, conscientes de nuestro estado, hicimos una llamada general por la emisora diciendo las palabras que aparecen en las pesadillas de los navegantes: mayday… mayday… mayday… Nos contestó Suva Port Control (el regulador del tráfico marítimo en la capital), además de varios barcos, todos ellos dieron acuse de recibo, tomaron nota de nuestra posición y problema, indicando que se ponía en marcha un dispositivo de rescate.
Con las primeras luces del día la situación no era más esperanzadora, todo el barco estaba sobre el arrecife, la zona más profunda se situaba justo en la vertical de nuestra popa, de hecho el timón comenzó a golpear sobre el coral, y su punta se abrió como una flor, si no calmaban viento y mar en breve el barco se destrozaría por completo.
Yo creo que rezamos todo lo que pudimos, nos encomendamos a todo aquello que pensamos que nos podía ayudar, supongo que nuestras mentes jamás hicieron un mayor esfuerzo para que algo sucediera, y por increíble que parezca sucedió, milagrosamente Eolo y Neptuno se relajaron, el mar quedó como un plato y el Bahari dejó de recibir tan inmerecida paliza.
Sin embargo la marea no perdonó, comenzó a descender gradualmente, cada centímetro menos de agua era un poco más de escora, las amarras con las que habíamos sujetado el barco comenzaron a partir una tras otra, no se puede sujetar 10 toneladas de peso con cabos, tuvimos que rendirnos a la evidencia e ir aflojando las que quedaban sanas, acabaríamos volcados sobre las rocas sin remedio alguno, hay cosas contra las que no se puede luchar.
Parte el corazón ver como el que ahora es tu hogar, tu fiel compañero de viaje, el artífice de tus sueños, va poco a poco rindiéndose a la evidencia de la gravedad y se va acostando, entre gruñidos, sobre un lecho de roca en lo que puede ser su último sueño, su final. Es duro soportar la sensación de impotencia y ver como todo aquello por lo que tanto has peleado, que con tanta ilusión has creado, se va al traste.
Pensamos en preparar unas bolsas con lo imprescindible y estar listos para abandonar el barco en cualquier momento, pero no lo hicimos, supongo que en nuestras mentes eso suponía aceptar la derrota, y yo creo que somos de los que moriremos peleando.
Por fortuna, el impacto del costado sobre el arrecife fue suave, al ser coral y piedra calcárea un poco esponjosa el propio peso del barco creó una especie de cuna como lecho, se oyeron un par de arañazos por minúsculas olas, pero no había ninguna vía de agua ni se apreciaban daños mayores, eso sí, ahora estábamos más que nunca a merced de los elementos, el más mínimo golpe de mar y desgarraría por completo el lateral, perdiendo ya cualquier posibilidad de ponerlo a flote.
No tenéis más que ver las fotos, son espeluznantes, la escora era tan elevada que había que andar sobre los mamparos y medio escalando, el interior y la bañera parecían campos de batalla, que rápido puede tomar un navío el aspecto de un naufragio.
Tras horas de espera sin tener más noticias sobre el dispositivo de rescate volvimos a contactar con Suva Radio, nos volvieron a pedir los datos e insistieron en que se estaba coordinando, no entendíamos nada, pero bueno, paciencia…
El ambiente en el barco era muy calmado, mucho más de lo que correspondería en una situación así, ni siquiera hablamos mucho de lo que podría suceder, supongo que cada uno tenía claro en su interior que las probabilidades de salvar el barco eran muy pocas, pero que íbamos a hacer todo lo posible, cada uno llevaba el duelo a su manera.
En ningún momento dejamos de pensar en posibilidades y alternativas, sabíamos que la máxima marea se produciría entre las 5 y las 6 de la tarde, llegado ese momento habría que estar preparados, solo tendríamos una oportunidad, el barco no aguantaría una noche más, y cruzar los dedos para que no aparecieran viento y mar, en ese caso se acabaría todo.
6 horas más tarde de nuestra primera comunicación seguíamos sin tener noticias de la posible ayuda, suponiendo ya que la conversación iba a ser tensa, llamamos por el teléfono satélite a Suva Port Control, en lugar de hacerlo por la emisora. Cuando ya no nos conformamos con el espera, que se está coordinando, y les pedimos datos concretos de que era lo que estaban haciendo nos dieron el número de Fiji Search & Rescue, a los que llamamos de inmediato, otra vez a pasarles todos los datos para que su respuesta fuera la misma que Suva Port Control, lo estaban coordinando, pero como ya sabíamos de que iba el tema, volvimos a insistir en una respuesta concreta, ante la insistencia reconocieron que ellos no tenían medios y que estaban tratando de resolverlo con la Armada, de la cual nos dieron el número de teléfono a su vez. Llamamos a la Armada, lo mismo, pidieron de nuevo todos los datos, y cuando les preguntamos que iban a hacer al respecto su respuesta nos dejó estupefactos, era sábado, y allí los fines de semana no trabaja nadie, así que hasta el lunes no podrían hacer nada, increíble, pero cierto.
En ese momento lo tuvimos claro, estábamos solos, nos habían estado mareando a sabiendas de que no iban a hacer nada, ningún tipo de autoridad iba a venir a ayudarnos, solo podíamos contar con nuestras manos para tratar de sacar al Bahari de los arrecifes.
La situación era tan grotesca que nos dio la risa, empezamos a bromear con comentarios del tipo: “señores, queda prohibido tener un accidente o emergencia en Fiji durante el fin de semana, porque aquí se respeta el descanso del personal” o “Fiji debe ser uno de los países más fáciles del mundo para invadir, lo planeas todo para el viernes noche y sabes que hasta el lunes por la mañana no contarás con resistencia, porque como el ejército no trabaja los fines de semana”. Pero detrás de las risas se escondía algo muy serio, tanta burocracia, control, inspecciones y tasas de entrada, para que si te sucede algo estés igual situación que en la peor de las repúblicas bananeras.
En cualquier caso nuestro empeño no cesó, continuamos llamando a clubs náuticos y hasta a centros de buceos, cualquier barco de motor mínimamente potente nos valía para ayudarnos tirando, pero nadie podía o disponía de los medios, y ahora el tiempo de respuesta si era fundamental, quedaban dos horas para la pleamar, que además coincidiría con la puesta de sol, si no estaba allí en ese momento no serviría de nada. Dejamos de confiar en la posibilidad de ayuda externa y nos concentramos en nuestros propios medios.
Nuevas amarras, situadas en puntos de tiro estratégicos y bien ancladas con cadenas estaban listas. También despejamos un poco el pasillo de salida para la orza retirando piedras y hasta picando bajo el agua con martillo y destornillador, todo lo que se nos ocurría.
Tendríamos que sacar la orza del agujero en que se había clavado, girar la popa exactamente unos 15-20 grados para que tuviera la dirección correcta de salida y mantener el barco fijo ahí, y luego retroceder tirando con winches y motor, todo ello contando con que la marea fuera lo bastante alta como para que el barco flotara y que el mar nos respetara, ¿muy complicado? Si, ¿imposible? No, al menos valía la pena intentarlo.
A medida que la marea subía fuimos tensando centímetro a centímetro cada uno de los cabos, lo bastante como para que el costado no se rajara con la rocas por el movimiento, el Bahari se iba adrizando, y ya se podía tirar, pero no tanto como para luchar contra el peso del barco y partirlas, fueron momentos de tensión, el más mínimo fallo y todo se iba al traste.
La escora fue disminuyendo poco a poco, se acercaba el momento de la verdad, solo tendríamos una oportunidad, todo tenía que salir perfecto, estudiamos la maniobra una y otra vez, Jose Carlos accionaria el motor y se ocuparía de cabos y winches desde arriba con la ayuda de Jasper, yo estaría bajo el agua indicando los tiempos para cada paso.
Los últimos minutos se hicieron casi más largos que el resto del día, parecía que jamás se movería de su posición, hasta que de repente una pequeña ola lo hizo cabecear lo suficiente como para levantar un poco la orza del suelo, lo suficiente como para que la tensión de los cabos trabajara y desplazara el barco lateralmente, había salido del agujero y tenía la orientación exacta del pasillo de salida, la emoción me recorrió todo el cuerpo, las palabras salieron con una fuerza inusitada: “¡atrás toda! ¡tensión a los winches!”
En ese momento también me informaron que había una lancha de un club de buceo que se dirigía hasta allí, tardaría menos de una hora en llegar, eran buenas noticias, aunque no sabía si demasiado tarde.
Fueron momentos no aptos para cardíacos, poco a poco, centímetro a centímetro, el barco iba saliendo. La marea no era suficiente como para que el barco flotara por completo, la orza seguía arrastrando el fondo, pero el viento había subido y con él las olas, que nos llegaban prácticamente por la popa, con ese movimiento la orza demolía un poco la roca calcárea que tenía por debajo, y una vez tenía machacada una zona avanzaba un poco hasta la siguiente.
No sé cuánto tiempo pasamos luchando de este modo, pero supongo que debió ser como una hora, porque de repente me señalaron algo en el horizonte, llegaba la lancha con los refuerzos. Si ya estábamos casi fuera, el primer tirón con aquellos dos motores de 250 caballos prácticamente nos liberó, el segundo nos sacó por completo, casi no me lo creía cuando vi al Bahari navegando de nuevo, ¡largad todo! -grité- lo último que quería es que enredáramos una amarra en la hélice y volviéramos de nuevo a los arrecifes, pero esta vez en peor situación.
Todo salió como habíamos planeado, si me permitís que lo diga, creo que hicimos las cosas bien, ante lo que parecía la catástrofe definitiva trabajamos de forma incansable durante 12 horas, y sobre todo pensamos muy bien las cosas y actuamos en los momentos correctos, y por supuesto, tuvimos mucha suerte, a los 20 minutos de salir el viento subió a 20-25 nudos y las olas superaron el metro de altura, si eso nos atrapa durante la maniobra no solo no lo habríamos podido sacar, directamente habría hecho añicos el barco.
Milagrosamente el Bahari apenas tiene daños, la punta del timón un poco machacada, la orza con algunos desperfectos y el costado con arañazos más bien superficiales, nada que no se pueda reparar con fibra y masilla, se nota que está bien construido, muchos barcos no habrían superado esta dura prueba. En ningún momento temimos por nuestras vidas (la auxiliar estaba a flote y siempre teníamos la balsa salvavidas), pero nunca había visto tan de cerca el naufragio.
Regresamos a Vuda Point Marina, allí podremos sacar el barco del agua ya hacer las reparaciones, si todo va bien en 2-3 semanas estaremos listos para continuar navegando y viviendo esta Aventura.
El destino es caprichoso, a veces te quita, y otras te da, pero lo que está claro es que si hay una oportunidad nada es imposible, jamás hay que perder la esperanza, pero no puedes esperar que las cosas ocurran solas, hay que trabajar intensamente por ellas sin dudar de que lo puedes conseguir.
Sed felices
Kike
PD: parece que esa misma noche hubo un temporal en nuestra Valencia natal que varó dos mercantes en la playa, curiosas las sincronicidades que se dan en la vida…