Protegido: Días 927 (28/5/2012): El acuario más grande del mundo
Días 921 a 926 (23 al 28/5/2012): Historias de Tikehau
DE LA “PATATA” AL PLATO…
En un lado de una granja de perlas abandonada, a un metro de profundidad, existe una magnífica “patata” (como comúnmente se llama a las cabezas de coral). Está completamente orientada hacia el Oeste y en su cumbre existe una preciosa cavidad. No hacía falta nada más para que pulpito, que pasó por allí por casualidad, decidiera instalarse para contemplar la puesta de sol y pasar una agradable velada. Pero la vida es cruel. Un gladiador oceánico que estaba en las proximidades descubrió su maravilloso escondite. El idílico paisaje se transformó rápidamente en un infierno. De repente, multitud de humeantes manchas negras cubren el fondo marino. Un drama sucederá en el centro de la escena. Puñal en mano, arpón en la otra, el agresor se ensaña. Pulpito esquiva, escupe, trata de quitar las armas a su verdugo con sus tentáculos. Fue una pelea sin piedad, solo uno de los luchadores podía quedar vivo. El momento de gracia llega. Con mano firme, el cazador agarra tres de sus tentáculos, los enrolla entorno a su antebrazo y tira potentemente para extirpar a Pulpito, desfallecido, de su agujero. Al instante siguiente, le retuerce la cabeza. Es el fin… La continuación es sabrosa: agua hirviente, aceite de oliva y pimentón, pero esto es otra historia. Moraleja: los lugares más bonitos no son siempre los mejores, sobre todo cuando eres un pulpo…
MANTAS RAYA, SEGUID VUESTRO CAMINO
En otro lado de la misma granja de perlas abandonada, durante una mañana soleada, algunas aletas hacen su aparición a ras de agua. No hay duda, las mantas están aquí. La tripulación del Bahari, felices testigos del espectáculo, no se lo piensa: gafas de buceo y tuba, todo el mundo se zambulle. La escena es increíble, un ballet de mantas raya, al principio dos, luego tres y hasta cuatro en el mismo campo de visión, a pesar de un agua turbia. Posiblemente son 5 ó 6, o más, su talla varía entre 2 y 3 metros. Dibujan un círculo, lentamente, partiendo de un fondo arenoso a una profundidad de 10 metros, para venir a frotarse contra la pared de coral, hasta su parte superior, en el límite del agua. Su movimiento es grácil, su trayectoria parece inmutable, previsible. Los espectadores se sitúan inicialmente en el centro, y después claramente en su camino. Permanecen inmóviles esperando que den una y otra vuelta. Las rayas se desplazan siempre despacio, con elegancia y majestuosidad, rozan estos extraños obstáculos con forma humana en cada pasada, sin tocarlos nunca, ajustando su trayectoria justo lo necesario, siguiendo el principio del mínimo esfuerzo. A pesar de su imponente talla, las mantas controlan el espacio disponible al centímetro. A menudo se paran, situándose frente a los buceadores, justo bajo, encima (en caso de inmersión) o detrás de ellos, pero nunca a su lado, como para preguntarles lo que han venido a hacer. De esta forma es posible que seres que no tienen realmente nada en común pueden cruzar sus caminos para pasar un buen momento juntos. Tras un espectáculo de varias horas la tripulación se retira, y cada ser retoma su rumbo.
UNA INMERSION ALUCINANTE
Hace mal tiempo, el viento sopla con fuerza, no vale la pena buscar un camino hacia Eden o Puarua (ambos motu de Tikehau), no seriamos capaces de ver una “patata” a dos metros de distancia. La opción más razonable: dirigirnos de nuevo a fondear en las proximidades del paso de Tuheiava, con el objetivo de, al menos, disfrutar del buceo, aunque sin confiar mucho en ello… A la llegada el cielo está oscuro, pero el agua parece clara. Los dos buceadores (Daniel y Kike) nos sumergimos sin sorpresas. Avanzamos tranquilamente, el agua esta turbia durante 50 metros, tratamos de buscar una zona más clara y, de repente, el shock emocional: una especie de inmenso acuario natural aparece ante nosotros, visión panorámica, agua cristalina en 360º, todos los tonos de azul que puedan existir, la luz del atardecer a 15 metros de profundidad crea un contraste especial con plateados y otros colores de la fauna submarina, bancos de peces por todos lados, tan lejos como pueden ver nuestros ojos, palometas, meros, napoleones, atunes, barracudas, peces loro, ángel, mariposa, cirujano y todas las especies de arrecife que sea posible encontrar. Todos están allí, en solitario, en pequeños o grandes grupos, ocupan todo el espacio disponible con una organización perfecta, indescriptible, ¡una obra de arte subacuática gigante! Después llegan los protagonistas, cuatro tiburones de puntas blancas hacen su aparición, dan vueltas sin cesar a nuestro alrededor, aparecen y desaparecen, uno de ellos mide más de 3 metros. Pasan cerca, muy cerca, nuestras miradas se cruzan, están en fase de análisis. La respiración se corta, los brazos en cruz, nos miramos como para asegurarnos que el otro está viendo lo mismo, nos cuesta creer lo que impregna nuestras retinas. Ni en sueños se podría haber hecho un mejor diseño, es como si Neptuno se hubiera asociado con el mejor estudio de Hollywood para ofrecernos esta escena única en el mundo. Nos quedamos inmóviles, con los ojos bien abiertos, como si contempláramos las estrellas. Magnífico, mágico, fantástico, fantasmagórico, las palabras faltan para calificar este instante. Desgraciadamente nuestras botellas de aire comprimido se acaban rápido y tenemos que volver a la superficie, una pena, nos habríamos quedado durante horas tumbados en el fondo marino, únicamente regalándonos la vista con el más bello espectáculo que se pueda contemplar bajo el mar. De regreso al barco asumimos una nueva misión, recargamos las botellas para el día siguiente, revisamos el equipamiento multimedia, vamos a tener mucho trabajo 😉
Daniel y Kike
Protegido: Días 918 a 920 (20 al 22/5/2012): Llegada a Tikehau (la visión de Daniel)
Días 915 a 917 (17 al 19/5/2012): Rumbo a las Tuamotu (la visión de Daniel)
Daniel, mi amigo suizo que nos acompañará durante unos días, ha querido colaborar en el blog contando su visión de estas últimas jornadas, lo que me parece una excelente idea para transmitiros las experiencias pueden vivir en Aventura Oceánica los que se unen a nosotros en alguna ocasión. El texto original es en francés, he hecho la traducción lo más literal posible para transmitiros sus sensaciones.
LUNES (14/5/2012)
Llegada sin problemas en el horario previsto Una navette nos lleva del aeropuerto de Bora-Bora a dos pasos de la marina, después un taxi hasta el restaurante Maikai, no confundir con el hotel Maitai…
Hugo, (un argentino que conoció Aventura Oceánica en la red y que ha acompañado a los aventureros durante 3 meses y medio) y Henry (otro amigo suizo) llegan al mismo tiempo que nosotros a la marina con la embarcación auxiliar y el desayuno… Afortunadamente el restaurante no estaba todavía abierto. Reencuentro con Kike en el barco, nos pellizcamos para estar seguros de que es cierto. Joloc duerme todavía.
Desayuno, toma de posesión del camarote y ronda de cervezas en la marina para despedir a Theo y Hugo que regresan a sus casas. Después un poco de snorkel (buceo con gafas y tuba) en el lagoon, meros, peces cirujano… ¡magnífico!
Olga tiene frío, un plato de pasta para cenar y a dormir.
MARTES
Despertar bajo un sol ya estallante, café y marcha al hyperU (supermercado) del lugar, con l’alinghi (nombre con que han bautizado la dinghy, como también se conoce a la embarcación auxiliar). Un café en la terraza del pantalán más próximo y directos al supermercado… ¡Guau! Cada uno coge una cesta para comprar lo que quiera Desayuno de chorizo y gruyere para unos, mermelada para otros.
Día de snorkeling en el mismo lugar, barcos de buceo en la proximidad, con plomos (peso de buceo), licras, neoprenos, y gopro… Durante el buceo nos encontramos un aquascooter con dos turistas japoneses en su interior. Después un paseo frente a las cabañas flotantes del Hilton y visita de la única playa natural de Bora-Bora, allí encontramos águilas marinas revoloteando a poca profundidad. Regreso magnífico con la zodiac, contemplamos una cacería durante la puesta de sol, los peces saltan del agua, los pájaros los atrapan, los lanzan en pleno vuelo y otros llegan a atraparlos de nuevo.
Lentejas de Joloc para cenar, una delicia. Jam session (sesión de música) con Joloc, mientras Kike y Henry llenan los depósitos de agua de la marina y recargan las botellas de aire comprimido.
MIERCOLES
Nos despertamos temprano, hoy Joloc y Kike van a bucear en el exterior del arrecife, el resto de la tripulación prepara el barco para la hora de zarpar. El Bahari está rodeado de peces que parecen querer esconderse a la sombra del sol, algunos amarillos, con o sin rayas, después grises plateados con un gran ojo redondo y negro. Entre limpieza y limpieza, un poco de gafas y tuba de bucear… 5 ó 6 grandes peces (¿jureles?) vienen a cazar los pequeños grises. ¡Hay miles! En el momento los grandes atacan es increíble, se organizan de diversas formas.
Los buceadores vuelven, se han encontrado cara a cara con tiburones limón de más de 4 metros de longitud, emociones fuertes. Una pequeña pausa para tomar un sándwich, atún con queso blanco o chorizo con queso gruyer y cebolla, ¡ñam!. Zarpamos de Bora-Bora después del mediodía, el paisaje es impactante, la isla está cubierta de vegetación verde profunda, las hojas de los árboles brillan bajo el sol, un pico majestuoso en la cima que contrata con un cielo azul profundo, algunas nubes que se cuelgan de él y un mar azul marino, las olas sobre el arrecife, los ojos miran en todas direcciones y las sonrisas van de oreja a oreja.
Olga no está en sus mejores momentos, un Sudoku en el interior del barco no perdona, pero para olvidar todo esto Henry nos agasaja con una súper cena, patatas fritas en rodajas y una enorme cortada de ternera cada uno. Organizamos las guardias, cada uno hará 3 horas, Kike empezará a las 21 horas, después yo, Joloc y Henry. La noche es cálida, Olga se despierta varias veces, alternamos mayor y génova, sin génova, con génova, a motor, sin motor, etc. Intentamos mantener el rumbo por encima de Moorea hacia Papeete.
JUEVES
Rumbo sin cambios y viento regular; un pez fino y largo entorno a un metro ha picado (para los que leyeran el reporte, de la misma especie que “el monstruo de las profundidades”), pero no lo hemos escuchado… otros peces lo han mordido, lo tiramos al mar
Olga nos hace olvidarlo con una buena ensalada de pasta, a pesar de algunas averías (pre filtro de la potabilizadora, pantallazo azul del ordenador de a bordo, bomba para transferir el gasoil de los bidones al depósito, cargador de la cámara de fotos que se vuelve loco…). Nada especial aparte de dos troncos de árbol que flotan, un par de peces voladores vistos en la distancia, un gran albatros que se sitúa justo detrás de la bandera española y una degustación de leche de coco helada, ¡delicioso! Una jornada tranquila, en la que cada uno hace una siesta cuando quiere, termina con una puesta de sol invisible, pero con nubes violeta y un mar completamente rojo.
Para cenar, una especialidad de Kike que no podrá hacer una segunda vez, dado que es improvisada, pero dentro hay mojama (atún salado y seco conservado en aceite). Son las 23 horas y estamos a 4 horas de Papeete.
VIERNES
Llegada al puerto de Papeete sobre las 3 de la mañana, todo el mundo sale a cubierta menos Olga, todavía buceando sobre los brazos de Morfeo. Amarramos sin problemas en el pantalán y nos acostamos enseguida. Olga es la primera en pié, se despierta en medio de la ciudad, una impresión extraña después de la calma de la travesía. Kike me ha pedido despertar a todo el mundo entre las 7 y las 8, para afrontar esta jornada llena de cosas que hacer.
Mientras que Kike se pelea con correos y la aduana del puerto para poder recuperar una cámara digital comprada por Internet, nosotros partimos a descubrir el mercado de Papeete. Café, zumo de frutas y croissant en una terraza. Percibimos las primeras tendencias del lugar, nos llama la atención los precios desorbitados y el elevado porcentaje de hombres afeminados (rae-rae). El paseo es magnífico: flores, frutas, verduras, pescados, recuerdos (aceite de monoi, vainilla, conchas, pareos, te y café de coco y vainilla, tallas de madera, etc.). Cita en el barco para las compras, Joloc y Henry irán a por las verduras, Olga, Kike y yo al Champion. Regresamos al barco en taxi para poder recoger los bidones y repostar gasoil, 6 bidones de 30 litros. Después hacemos una última visita al mercado, donde compramos huevos y 2 kilos de atún para conjurar la mala suerte en la pesca. Acabamos de organizar todo y salimos a cenar en las famosas roulottes, el atún crudo es el plato principal, en tartare, crudo con leche de coco, ceviche, etc. De regreso al barco los últimos preparativos, confirmar la meteorología y zarpamos de nuevo, sobre la 1 de la mañana, 170 millas por delante hasta las Tuamotu.
SABADO
Despierto a Joloc una primera vez durante mi guardia (de 3 a 6 de la mañana), un chubasco nos hace aumentar la velocidad de 6 a 9 nudos en segundos, medio dormido, me espeta un “larga la mayor” (pero de buen rollo). Voy a pelearme con el carro, la mayor, la escota, el winche y el stopper, después él llega, hace lo necesario en menos de 3 segundos y vuelve a la cama. Al rato el génova empieza a flamear, no llego a fijarlo correctamente, vuelve, tira del balumero y vuelve a acostarse.
El amanecer es magnífico, hay rayos verdes que se dibujan con la sombra de las nubes, la luna está en medio, justo sobre el sol que todavía se esconde. Olga llega, iba a acostarme, pero un mercante nos pisa los talones a menos de 4 millas, pasa a derecha e izquierda del radar, se diría que quiere pasar por babor, pero no podemos ir más a estribor porque estamos ya ciñendo a rabiar… Kike, medio dormido, nos dice que dadas las condiciones no hagamos nada hasta que estemos a una milla de distancia, tenemos prioridad… Y funciona, con el mercante que pasa por estribor contrariamente a lo que creíamos. En ese momento ya decido irme definitivamente a la cama, pero a Olga, que preparaba el café, una gran ola le vuelca al suelo todo el contenido del filtro, acaba esparcido por todos lados.
De nuevo una jornada tranquila en la que ciñendo de un bordo avanzamos dirección Tikehau, con velocidad media de 7 nudos. En la mañana Joloc, más habituado a las sacudidas del barco, nos prepara el café, acabará enseñándonos a relajar el cuerpo, con la actitud del mono, para no caernos. Kike nos explica como desplazarnos por el barco, una mano para ti, y otra para el barco, hay que cogerse siempre, menos mal, porque estamos llenos de moratones. La comida llega tarde, Joloc prepara un arroz con verduras mientras una ola que entra por la escotilla aterriza sobre la cacerola y esparce el líquido amarillo por todos lados, segunda limpieza del suelo durante el día. Estamos tan cansados que todo el mundo, salvo el de guardia, se queda dormido, nos saltamos la cena.
Daniel Rappo