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Días 1.441 a 1.442 (25 al 26/10/13): Una discursión en medio del océano…

Soy tan viejo como el tiempo, estoy aquí desde que el mundo es mundo, ya soplaba con fuerza antes de que despuntaran las montañas, se formaran los océanos o surgiera cualquier tipo de vida -exclamó el viento-

Mi fuerza es infinita, sólo comparable a la que se oculta bajo la tierra, pero esa está muy lejos y es perezosa, pocas veces despierta de su letargo. Sin embargo yo soy omnipresente, desde el nivel del mar hasta los picos más altos, desde el centro de los océanos hasta el interior de los continentes, cada día desato mi furia en alguna parte del planeta, esa es mi naturaleza, y a decir verdad, a mi edad tampoco me viene mal hacer un poco de ejercicio de vez en cuando -siguió con su razonamiento-

Cuando me enfado el resto de los elementos se pliegan ante mí: agua, tierra o fuego; nada se me resiste, puedo borrar del mapa una ciudad, arrasar un bosque, e incluso, con el tiempo, convertir en arena la roca más sólida -pensó, muy seguro de sí mismo-

Desde la antigüedad los hombres me han adorado, temido, amado y odiado. Yo se lo he dado todo, les permití descubrir el mundo, comerciar, enriquecerse, colonizar tierras lejanas… Sin mí no habría lluvia, no tendrían agua, no podrían vivir… Me lo deben todo a mí, me deberían reverenciar como lo más sagrado -masculló entre dientes-

Hace ya casi 4 años que tengo un par de individuos por aquí navegando en un velero que no paran de quejarse a todas horas, que si ahora soplo muy fuerte y les molesto porque les hago moverse mucho, que si ahora muy flojo y no hincho bien las velas, parece que nunca estén contentos, ¿pero estos que se han creído? ¿que dar la vuelta el mundo a vela iba a ser un paseo en barca? pues están muy equivocados… y para colmo, después de haberlos impulsado durante muchos miles de millas, ni siquiera he sido el auténtico protagonista de una de esas tonterías que escriben contando sus peripecias -dijo enfadado-

Pues mira, ahora me voy, y ahí se las compongan solos -sentenció-

Pero el mar (que para los marinos no es «el mar», sino «la mar», en femenino) lo escuchó en sus quejas. Se conocen muy bien, casi siempre están juntos, desde hace tantos años que sería imposible contarlos. Como fémina, la mar, más comprensiva y compasiva, le replicó con un marcado acento andaluz, como corresponde a un mar del Sur:

«¡Pero hombre! No zea azí ¿a ti no te da ná de ve ahí a las pobre criatura que paresen una garrapata panza p’arriba? To er día moviendo las patita, vela p’arriba, vela p’abajo, y ze mueven meno que los ojo de la Mona Liza. Y por sierto, hablando de la Mona Liza, a ve cuando me lleva a Parí, que yo también quiero verlo…»

¡Si venga! A París te voy a llevar a ti, si por donde pasas lo destrozas todo -contestó el viento, entre enfadado y escéptico-

¡Diigo¡ ahora la curpa de to va a ze mía, zoy yo quien lo rompe ziempre to, míralo er zantito, zi cuando le empiezan a poné nombre a lo huracane ze le acaban las letra der abecedario… ¡Po mira!, zi alguna ve hago un destrozo e porque tú me empuja, porque yo, cuando tu no eztá, eztoy mu tranquilita -afirmó la mar del Sur, muy ofendida por el mordaz comentario del viento-

Bueno, no me cambie de tema -siguió argumentándole la mar-, ha er favó y le da un empuhonsito a los chiquillo, que lo eztan esperando en caza como er turrón, pa Navidá.

No sabía nada -se sorprendió el viento-

¡Clarooo! no me extraña, to er día liao con er movi y er wazá eze modenno, y ya no te entera de lo que paza en la Interné -recriminó la mar-

Mientras tanto, en el Bahari, ajenos a las tribulaciones de mar y viento, Joloc y Kike se concentraban en bajarse el último parte meteorológico. Como no les gustó, lo devolvieron preguntando si les podían enviar otro diferente, que ese no les venía bien, pero el hombre del tiempo, poco sensible a sus deseos, les contestó que no tenía otro, que los de buen viento se le habían acabado por hoy.

Como siempre, cabezones como ninguno, no se resignaron a quedarse con los brazos cruzados, quisieron quemar el último cartucho que les quedaba, que dadas las circunstancias, no era otro que invocar por sus propios medios al viento con la ayuda del algún ritual. Como sistema más efectivo (porque así lo habían visto en las películas) probaron con la danza india del viento, y no porque lo que mejor se les dé sea hacer el indio (esa afirmación sería cuanto menos cuestionable), sino porque con el estilo Michael Jackson corrían serios riesgos de descoyuntarse la pelvis, y con el break dance de abrirse la cabeza con un winche o la botavara.

Se plantearon encender la hoguera en cubierta para las señales de humo, pero rápidamente descartaron la idea, por un lado porque no es fácil encontrar leña en medio del océano (aunque de vez en cuando se ve algún tronco pasar que pone los pelos de punta), en segundo lugar porque las velas (aunque se llamen igual que las que arden) igual no se comportan muy bien con el fuego, pero lo más importante, porque un incendio sobre cubierta mancharía la teca de hollín, y luego cuesta mucho de limpiar.

Los más avezados pensarán ¡que pocos recursos!, se coge un mueble, se hace añicos y se prepara una buena fogata, ante lo cual la respuesta es evidente, ¡pues hazlo tú! ¿a ver si te atreves a hacerlo en el comedor de tu casa?

La cuestión es que, unos discutiendo por aquí, y los otros haciendo el indio por allá, pero el Bahari seguía sin moverse en medio del océano, más que un velero parecía un árbol plantado en medio del mar.

¡Po aquí vamo a tené que hasé argo! -seguía insistiendo la mar del Sur-

A mí no me mires, que yo ya he tomado mi decisión, y es inamovible, nadie debería osar cuestionarme -afirmó de nuevo el viento, altivo y obstinado-

La mar, que es muy intuitiva, tuvo claro que el enfrentamiento directo no iba a ser la solución, el orgullo del viento no daría marcha atrás, pero más lista y con pleno conocimiento de sus armas de mujer, se le ocurrió un camino alternativo…

Güeno, amo a dejarlo por er momento, oye, y estaba yo penzando, hace ya po lo meno 100 año que no comemo una buena fabadita, ¿preparo un puchero con frijone, choriso y zu buena pringá? – preguntó inocentemente la mar del Sur-

¡Uf! Ya sabes que me dan muchos gases ¿pero quién puede resistirse a esa delicia? ¡sea pues! Eso sí, cuidado con la sal, que se te va la mano, la última vez casi seco el Mar Muerto de la sed que me dio -contestó el viento-

No es objeto de este relato explicar cómo la mar consiguió los ingredientes y los cocinó, o cómo comieron, pero se supone que si son entes casi todopoderosos son capaces de eso, y mucho más…

Tras la opípara comida, en la que el viento engulló cantidades incomensurables de alubias, quedó satisfecho y de mejor humor, incluso se relajó y cayó en la típica modorra también conocida como la «siesta del borrego», hubiese deseado tener a mano un mullido sofá y una televisión para poner uno de esos documentales de animales que emite la 2 a mediodía, pero el sopor era tal que plácidamente se dejó llevar a los brazos de Morfeo sin mayor necesidad.

Entre ronquidos y murmullos guturales propios del sueño, se oyó un escatológico sonido sordo acompañado de un pronunciado silbido procedente de los bajos, la pesada digestión de las legumbres estaba haciendo su efecto.

Con una sonrisa pícara, y satisfecha de que su plan hubiera resultado, la mar del Sur pensó para sus adentros: «ya zabía yo que ezto no podía fallá, vamo, zi zon toh iguale…»

La llegada de una suave brisa puso en guardia a la tripulación del Bahari, dispuestos a aprovechar la mínima brizna de viento para avanzar aunque fuera unos metros, era un viento curiosamente racheado, más bien a ráfagas, un poco más intenso al principio (casi como una ligera explosión) , con un decreciente aunque sostenido desarrollo y un súbito final, pero tampoco se lo plantearon mucho y se pusieron a navegar, preguntándose si tal vez el ritmo de la danza del viento no había sido lo bastante intenso como para tener un viento constante.

Acunándolos en su seno con suaves movimientos para facilitar el avance, la mar del Sur los observaba con una mirada tierna y protectora, con ojos vidriosos de emoción se planteó: «zi e que zoy una zentimentá, que me gustan a mí los finale felice, aunque e una pena que ezto do zean tan duro de pelá, porque ahora una doble boda abordo habría eztao de lo ma bonito, como eza que zalían por la tele en la zerie Vacacione en el Mar, y digo yo, como lo do zon capitane, y navegando, ze podrían haber cazao er uno ar otro ¿no?, ¡ozú! ezo zi que habría eztao preciozo»

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado…

Moraleja: cuando hay una encalmada en medio del océano puedes cabrearte o reírte, yo opté por lo segundo.

*Nota: todos los personajes, nombres, fechas y lugares que aparecen en la presente historia son pura ficción, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, y en el caso de que alguno sea tan evidente que lo que acabo de decir no cuele, bueno… pues dejémoslo en que eran exigencias del guión, espero que nadie se sienta ofendido, especialmente los elementos, a los que suplico que no nos lo tengan en cuenta ni tomen ningún tipo de represalia.

Sed felices

Kike

Días 1.436 a 1.437 (20 al 21/10/13): El alisio sopla con fuerza

Navegación oceánica en estado puro, eso es lo que estamos viviendo durante estos días de travesía surcando las aguas del Atlántico Sur.

El viento no amaina, sigue fuerte en su deseo de impulsarnos hacia el Norte, camino de la isla de Santa Helena en primera instancia, para luego llevarnos al Ecuador.

La temperatura es baja (17-18ºC), al menos para lo que estábamos acostumbrados últimamente, si a eso se le suma la elevada humedad y el descenso de sensación térmica aparente debido al viento, el resultado es que la ropa de abrigo vuelve a ser la protagonista de nuestro vestuario, si algo se moja ya no se seca y donde mejor se está en los periodos de descanso entre guardias es en el camarote arropado dentro del saco de dormir, son los únicos momentos en los que uno se siente calentito y seco.

No ayuda que el sol haga días que no se digne a aparecer sobre nuestras cabezas, un cielo gris plomizo cubre el horizonte de lado a lado, las nubes son espesas y únicamente dejan pasar algunos rayos de luz directa ocasionalmente, parecen apariciones divinas.

A nuestro alrededor solo hay mar, desde que zarpamos de Sudáfrica no se ha divisado nada en la lejanía, ningún barco ni signo de vida humana, por las noches el radar no detecta más que algún chubasco esporádico y el rebote intermitente de las olas de mayor altura.

El paisaje es bonito a su manera, podría verse como un desierto infinito plagado de abruptas dunas de espuma blanca, como algo monótono, una trampa que te tiene atrapado y amenaza ponerte en problemas o engullirte al menor descuido; en el fondo es una muestra de que el planeta está vivo, las masas de aire australes corren por su superficie para compensar las diferencias de presión originadas por la elevada temperatura de las latitudes ecuatoriales, la fría corriente de Benguela fluye en el interior del océano como sangre por sus venas, transporta infinidad de nutrientes que posibilitarán la rica vida submarina del Oeste de África, el agua se pliega al empuje del viento, se amontona y desplaza en las formaciones que llamamos olas, que rompen cuando por gravedad ya no se soporta el peso de la columna de líquido elemento. Todo forma parte de un sistema que permite que el mundo sea tal y como lo conocemos, y que la vida se desarrolle en sus más escondidos rincones.

Ser capaz de aprovechar la fuerza de estos elementos para desplazarte hacia donde quieres (bueno, más o menos) provoca una henchida sensación de control y libertad, aunque si miras (y ves) a tu alrededor te das cuenta de que en realidad como especie no somos más que unos torpes aficionados que necesitamos infinidad de ayudas y siempre estamos pendientes de un hilo.

No hay más que observar como son capaces de usar el viento las aves marinas, hacen prácticamente lo que quieren, vuelos rasantes entre gigantescas olas en los que rozan con el extremo de sus alas el mar, picados en los que se sumergen y pescan sin mayor problema, y todo esto incluso bajo durísimas condiciones en las que nosotros tenemos suficiente con mantenernos enteros y a flote. O las grandes criaturas marinas, con sus migraciones de miles de millas sin necesidad de ningún aparato que les indique la posición, desarrollando una velocidad superior a la nuestra sin más que mover un poco su cuerpo, con una maniobrabilidad imposible para ningún ingenio naval humano. Ellos son los auténticos señores de los océanos, nosotros no somos más que invitados que deberíamos respetar al máximo un medio que no nos pertenece.

La dirección del viento se cierra, se desplaza progresivamente hacia el Sudeste o Estesudeste, eso implica que nos viene excesivamente de popa y ya no podemos hacer rumbo directo, nos tenemos que desviar para poder mantener un ángulo adecuado con respecto a él, tendremos que hacer bordos, por el momento mantenemos uno casi hacia el Oeste, más adelante tendremos que trasluchar y arrumbar a Norte. Los desvíos implican más millas, que se suman a la larga cuenta que tenemos pendiente, pero si algo hay que aprender en el mar es el estoicismo y la templanza, la situación es la que es, y por mucho que quieras no va a ser de otra manera, sin lamentos uno adapta velas y rumbo, y da gracias porque podría ser mucho peor, siempre puede ser peor, y lo hemos comprobado en multitud de ocasiones.

La vida abordo se ha convertido en una especie de rutina solo alterada por problemas puntuales o necesidad de maniobras, mientras tanto, durante las guardias uno vigila periódicamente velas y sistemas de navegación, haciendo las correcciones oportunas, en los descansos el tiempo es tuyo, para todo aquello que siempre quisiste hacer pero no te daban las horas, cada uno lo emplea como le apetece, además de dormir un poco.

A las 02:00 horas GMT del día 22 nos encontramos en la posición 25º 25’S, 005º 09’E, aproximadamente unas 830 millas al Sudeste de Santa Helena, navegamos rumbo 295º a velocidades entre 8 y 12 nudos, las olas son como montañas rusas y nos aceleran y frenan, tenemos únicamente la mayor desplegada con el primer rizo tomado, viento sostenido de 25-30 nudos del Sudeste, olas de 3-4 metros por popa.

Sed felices

Kike