Día 445 (2/2/2011): Navegar así es duro…
A las 6 de la mañana estábamos en pie, queríamos aprovechar la jornada de navegación y ganar tanto norte como nos fuera posible antes de que role el viento. A esa hora aquí ya es completamente de día, aunque hoy no se notaba mucho, el cielo ha amanecido totalmente cubierto, llovía intensamente y hacía un frío del que congela hasta las ideas.
Casi como autómatas por el amargo despertar, hemos realizado la maniobra de salida: recoger cabos a tierra, desmontar y guardar la auxiliar, estibar todo, izar ancla…
Sobre las 8 de la mañana abandonábamos del canal y nos hemos encontrado nuestra primera desagradable sorpresa, olas enormes, tipo rompiente, en lo que podría ser la salida de la bahía que conforma. Mar encrespado, indefinido (puesto que venía de todos lados), ola corta y puntiaguda, rompiendo cuando le venía en gana. Nos ha costado un buen rato superarlo, y no os cuento los pantocazos dados y el movimiento tenido.
Llegados a mar abierto las cosas han mejorado, olas de 4-5 metros, aunque más tendidas y razonables. En el momento hemos podido izar vela nuestra estabilidad ha mejorado considerablemente y nuestra navegación ha sido más regular, aunque con los sobresaltos de los chubascos que periódicamente nos azotan.
De nuevo hemos podido comprobar el buen corazón de los pesqueros de la zona. En medio del mar nos hemos cruzado con uno, que nos ha llamado por VHF para preguntarnos si teníamos alguna necesidad, nos ha ofrecido pescado (que hemos rechazado por llevar más del que podemos comer) y ha compartido con nosotros toda la información meteorológica de que disponía, dándonos consejos y avisándonos de la fortísima ola que se montará con el viento fuerte del Oeste. Como un padre nos ha recomendado refugios y hasta parecía preocupado por nuestra seguridad. Que gente más solidaria, sin duda que si hubiéramos precisado cualquier cosa se habrían desvivido por ayudarnos.
El viento es muy variable en intensidad, aunque hasta primera hora de la tarde hemos avanzado bien, luego ya ha rolado al Noroeste y se nos ha ido casi a la proa.
No teníamos muchas opciones, la previsión indica que se mantendrá así entre 6 y 12 horas y luego rolará al Oeste, no podemos caer (abrir nuestro ángulo con respecto al viento) porque allí está la tierra, si hacemos un bordo (virar y cambiar el lado por el que nos entra el viento) retrocedemos, así que hemos conectado motor y capearemos sin perder posición ni barlovento hasta que las cosas mejoren. Eso tiene más miga de la que parece, porque despacio (para no pegar mucho pantocazo), con la ola que hay, y sin vela que nos estabilice, nos movemos como metidos dentro de una batidora, los bandazos son terribles, realmente incómodo, pero hay que aguantar, todo pasará.
A las 21:15 (hora local) nos encontramos en 47º50’S, 75º 55’W, navegamos rumbo 010º a escasos 3,5 nudos, si es que se puede llamar así. Nuestra intención es continuar directos hasta Valdivia, unas 500 millas, y en principio parece que según el parte podremos hacerlo, salvo breves periodos de tiempo (como el actual) el resto de la previsión es de vientos razonablemente favorables. Os mantendré actualizados.
Sed felices.
Kike
Protegido: Día 444 (1/2/2011): Un día casero perdidos en la Patagonia
Día 443 (31/1/2011): Territorio inexplorado
El viento nos ha permitido navegar a vela durante toda la noche, aunque a lo largo del día se ha ido debilitando, hasta llegar al extremo que a primera hora de la tarde hemos tenido que arrancar motor para apoyar.
La ola también ha ido bajando, aunque sigue enorme, nunca baja de los 4-5 metros, a esta latitud no hay más tierra en todo el planeta que la pare, así que se genere donde se genere sigue ininterrumpidamente su camino hasta impactar con la costa chilena, y cuando se combina con otra generada por una dirección de viento diferente, el baile está asegurado.
La previsión ha cambiado, y para mañana se anuncian vientos fuertes contrarios, así que hemos tenido que analizar las opciones que teníamos y tomar una decisión.
Por un lado, con el tamaño de ola y vientos de proa, más que avanzar retrocederíamos, así que no tiene sentido seguir navegando, es evidente que hay que buscar refugio. El problema: imposible llegar de día a ningún fondeadero conocido, todos se sitúan a demasiada distancia, sin viento que nos impulse y un motor que no podemos forzar debido a las algas enredadas en la hélice, nuestra velocidad es baja. La alternativa más razonable, aunque con su riesgo, adentrarnos en una zona escasamente cartografiada, de la que no disponemos información, y con muchísimo cuidado tratar de encontrar un lugar seguro en el que aguantar hasta que podamos reemprender la navegación.
Una vez allí echaremos a suertes quien se mete a bucear para limpiar eje y hélice, meterse en agua a 4ºC es una sensación fuerte. En mar abierto y con el movimiento del barco no lo hemos podido hacer, habría sido un suicidio.
Por la tarde nos adentrábamos en el canal del Castillo, y poco a poco hemos ido analizando posibles fondeaderos. Tras recorrer varios hemos encontrado uno aparentemente adecuado, bien resguardado y con posibilidad de dar cabos a tierra. Para no correr riesgos innecesarios primero nos hemos aproximado con la auxiliar, comprobando que el calado fuera suficiente para el barco hasta una distancia apropiada. Se trata de una pequeña caleta sin nombre, estrecha y con árboles a ambos lados y a popa, perfecta para lo que buscábamos.
Mientras realizábamos la maniobra nos hemos dado cuenta que no estaba deshabitada, un grupo de delfines parecía tener allí su morada, así como una especie de pato de pico naranja intenso. Al pato no le hemos hecho mucha gracia y se ha marchado a regañadientes, sin embargo los delfines se han mostrado extremadamente acogedores, desde el primer momento han empezado a jugar con nosotros, no dejándonos ni a sol ni a sombra, todo el rato nadando alrededor de la fueraborda o del barco, saltos, piruetas y algún que otro chapuzón que nos ha empapado, pero lo hemos llevado con una sonrisa, al fin y al cabo las olas hacen lo mismo y no son tan simpáticas y graciosas.
Una vez el baharí seguro entre rocas y bosque, con 5 amarras a tierra y ancla, tantas que parece una araña con sus patas, hemos dado cancha a nuestros nuevos amigos y como gesto de cortesía nos hemos dedicado a hacer carreras con ellos en la auxiliar, ni que decir tiene que siempre ganaban, es increíble la velocidad y el control que tienen al nadar, os aseguro que no teníamos que preocuparnos por atropellarlos.
Desde luego parece que nos está costando avanzar por estos mares, pero por otro lado, siempre y cuando encontremos lugares para guarecernos como este, tan bonitos, salvajes, inexplorados, llenos de vida, y además seguros, sinceramente, tampoco nos preocupa en exceso. Disfrutaremos de lo que hay, además de porque no podemos hacer otra cosa, porque estar aquí es un privilegio y un placer.
Sed felices.
Kike