Protegido: Día 293 (3/9/2010): Adiós Abrolhos…
Día 292 (2/9/2010): El canto de las ballenas…
Al alba estábamos ya aproximándonos a la zona de fondeo elegida, entre las islas Redona y Siriba, el único lugar protegido de vientos del Sureste.
Las ballenas no se han hecho esperar, a menos de una milla del primer islote una cola de ballena emergía unos dos metros del agua, permanecía inmóvil en esa posición como si de una escultura se tratara, y así ha continuado hasta que nos hemos alejado de ella. Por el tamaño debería ser un ejemplar enorme, que teniendo en cuenta la escasa profundidad (8 metros) seguramente estaba apoyado en el fondo, de otro modo seria toda una gimnasta para aguantar esa pose durante tanto tiempo. Reconozco mi ignorancia acerca del porque de ese comportamiento (Gilberto, igual tu si lo sabes y nos puedes ilustrar), pero nos hemos reído un buen rato elucubrando sobre ello, si estaba haciendo el pino, o sus ejercicios de yoga, si no se fiaba mucho de nuestra pericia y nos mostraba la cola a modo de baliza para que no tropezáramos con ella y cosas así. Por si acaso no hemos arrancado el motor hasta el último momento, intentando de ese modo perturbarlas lo mínimo posible.
El fondeo genial, teniendo en cuenta que hay dos boyas de amarre, por si acaso las hemos revisado, cabo y muerto estaban sobredimensionados y en buenas condiciones, así que no hemos tenido que usar el ancla, mejor, porque nos daría mucha pena haber perjudicado en algo al coral.
El Archipiélago de los Abrolhos es la mayor concentración de arrecifes de coral de la costa brasileña, toda la zona está plagada de ellos. Se trata de un parque nacional, por lo que la regulación es muy estricta, prohibido todo tipo de pesca, coger cualquier cosa de islotes o fondo, tirar residuos, etc. Hay 3 islas, de reducidas dimensiones, la mayor de ellas (Santa Bárbara) no tendrá ni un kilómetro de largo por 100 metros de ancho, las otras dos, entre las que estamos, poco más de 100 metros en la mayor de sus dimensiones. La única presencia humana permanente se da en la primera, en la que hay un faro, vigilantes y un puesto de observación de cetáceos. Tal y como nos indicó la Marina Brasileña hemos contactado con ellos por radio, y además de tomar nuestros datos nos han indicado que un guardia vendría a visitarnos y explicarnos las normas del parque, todavía lo estamos esperando…
El paisaje es particular, de una belleza agreste, me recuerda a las Columbretes o fotos que he visto de la isla de Alborán. No hay árboles (menos de una decena de palmeras plantadas recientemente en algunos puntos), sin embargo si hay una suave vegetación baja que le da un color discretamente verde que contrasta con los colores pálidos de las rocas. Sus formas, su orografía, son reflejos claros de que se trata de unos islotes perdidos en medio del océano, expuestos sin protección a sus inclemencias meteorológicas. En el ambiente se respira paz, aislamiento y sobre todo vida, mucha vida marina y aves.
A mediodía me he equipado con aletas, gafas, tuba y cámara de fotografiar acuática y me he zambullido para explorar los arrecifes más cercanos. Una lástima que el agua estuviera un poco turbia por el fuerte oleaje de los días anteriores, pero en cualquier caso el espectáculo ha sido una delicia. La riqueza de vida subacuática es similar a los mejores lugares del Caribe, aunque me ha llamado la atención el tamaño de algunos peces, jamás había visto peces loro, o peces ángel tan grandes, casi de medio metro. También he tomado un primer plano de una langosta descomunal, aquí tengo que reconocer mi pena por no habernos encontrado en otra situación, pero evidentemente no pensaba incumplir las normas del parque.
Mientras estaba sumergido, en el fondo, inmóvil y sin respirar, tratando que se acercaran algunos peces para fotografiarlos, me he dado cuenta de un extraño sonido que estaba percibiendo, enseguida lo he reconocido, era el canto de las ballenas, jamás lo había oído en vivo, me sonaba de los documentales, pero nada comparable con sentirlo, en directo, en su líquido elemento. La sensación es difícil de describir, es como si te hipnotizarla, te infunde bienestar y alegría, sientes la vida, la naturaleza, en su estado puro. No me preguntéis porque, pero juraría que entre los distintos tonos era capaz de distinguir como una cría se comunicaba con su madre ¿Por qué? No sé, así lo he sentido, así lo he intuido. El sonido llegaba con mucha claridad, a pesar de que el sonido puede propagarse grandes distancias por el agua, supongo que no estarían excesivamente lejos, aunque debido a la escasa visibilidad, por más que he buscado, no he podido distinguir ninguna forma ni bajo del agua ni en superficie.
Estaba tan ensimismado en lo que percibía mi vista y mi oído que no me he dado cuenta de que me estaba quedando helado, solo llevaba bañador y una licra, y el agua no estaba muy caliente que digamos, he tenido que regresar a toda velocidad, cuando he sentido el frio ya era tarde, no aguantaba más, no podía dejar de tiritar. En cualquier caso he vuelto contento, había vivido una experiencia muy especial, difícil de olvidar. Mañana, si el tiempo lo permite, volveré a bucear, esta vez me equiparé con neopreno, por si acaso.
Sed felices.
Kike