Días 288 y 289 (29 y 30/8/2010): ¿El sitio más tranquilo del mundo para vivir?
Estos días en la Bahía de Camamu han sido ciertamente relajados. El ritmo de vida en el barco se ha adaptado al entorno y a la situación de estar fondeados en un lugar tan tranquilo. Nuestras actividades fundamentales: dormir y descansar, leer, escuchar música, hacer deporte, baños, sol, excursiones a las islas y aldeas, cocina y agradables tertulias. A pesar de ello también hemos dedicado algunas horas a las interminables tareas de mantenimiento del barco: secado de sentinas, desmontaje y puesta a punto de corredera, limpieza de algas y caracolillo adherido al casco, hasta he realizado un nuevo intento para solucionar el problema de la electrónica, que el tiempo dirá si ha sido efectivo.
Ayer bajamos de nuevo a la aldea de Campinho, frente a la que estamos fondeados, buscando algo de pescado fresco. Lo que vimos no nos gustó (llisas y algún pargo rojo muy pequeño) así que seguimos recorriendo la costa interior de la bahía dirección sur. Llegamos a otra pequeña aldea (más que la anterior), que ya conocíamos del otro día (aunque desconocemos su nombre porque no viene en la cartografía), unos pescadores nos ofrecieron del que tenían para ellos, no estaba mal, así que compramos un mero y 3 sargos medianos y algunos más pequeños para caldo. Mientras estábamos allí me llamó la atención el trabajo que realizaban dos mujeres, con gran habilidad y paciencia sacaban la carne comestible de cangrejos cocidos en un enorme balde, una auténtica tarea de chinos destinada con toda seguridad a la muqueca que se toma en los restaurantes de las ciudades. Continuamos navegando hacia el sur, pasamos por unas playas desiertas preciosas, con cocoteros hasta su borde, hasta llegar a una nueva aldea, ésta con aspecto más modernizado, de hecho había una pequeña tienda tipo ultramarinos, donde pudimos comprar algunas provisiones. Por el camino nos cruzamos con dos pequeños botes que avanzaban a buena velocidad con una gran vela latina, curiosa la diferencia con las jangadas que se encuentran más al norte.
Hoy hemos decidido cambiar de margen de la bahía, hasta ahora habíamos recorrido sobre todo el Este, así que hemos partido hacia el Oeste. Frente a nosotros hay una pequeña isla, que irónicamente se llama Ilha Grande, a la que hemos puesto rumbo. En su extremo noreste hemos divisado una pequeña playa con una exigua franja de arena (también por la marea), hasta cuyo borde llega una frondosa vegetación tropical e infinidad de cocoteros. Tras desembarcar y caminar un poco hacia el norte hemos encontrado una senda de arena que se adentraba en la foresta, la hemos seguido sin pensar. Una media hora paseando tranquilamente y hemos llegado a una preciosa playa. Dominándola una modesta casa de pescadores. Debe ser el sitio más tranquilo del mundo para vivir, imaginaos, rodeada de árboles y vegetación, frente a su puerta y sus ventanas playa de unos 400 metros, buena cosa de arena blanquísima y flanqueada por bosque de manglar en ambos extremos, con un paisaje del mar y la bahía excepcional. En el borde de la playa un par de canoas tradicionales, su medio de transporte y de trabajo. Redes de pesca colgadas en el porche y un montón de gallinas campando a sus anchas, por cierto hasta llegar aquí jamás había visto a las gallinas nadar en agua salada o subirse a un árbol. La casita muy humilde, cuatro paredes y un techo de cañizo, ¿pero se necesita más?
Hemos continuado andando por el borde de la playa y tras un manglar hasta que ha empezado a oscurecer. A la vuelta hemos pasado de nuevo frente a la casa, en ese momento un hombre estaba por allí y nos hemos puesto a hablar con él. De unos 45 años, había nacido en esa casa y vivido toda su vida en la isla, y le encantaba. De vez en cuando iba a Salvador, Ilheus e incluso había ido a Rio, pero para vivir se quedaba con su casita, no soportaba la ciudad. Se notaba que tenía ganas de hablar, no creo que tuviera muchas visitas, muy amable y servicial nos ha indicado donde iban las sendas y que por supuesto podíamos pasear por donde quisiéramos.
Ya de vuelta no hemos podido evitar reflexionar sobre el tema, está claro que todos los modos de vida tienen ventajas e inconvenientes, pero al menos hay que analizarlos, y tomar la decisión conscientemente, no dejarse llevar por el entorno y las circunstancias. Hay otros enfoques, están ahí, existen y son viables, eso sí, no sin una cierta dosis de sacrificio y la renuncia a comodidades.
En este momento nos estamos planteando si zarpar esta noche o mañana por la mañana rumbo al archipiélago de los Abrolhos, situado a unas 230 millas hacia el sur. La salida de la bahía es complicada por las rocas sumergidas, pero en todo caso, visualmente se aprecia mucho, tendremos que guiarnos por los instrumentos, si seguimos exactamente la traza de nuestra entrada sabemos que hay calado de sobra, en ningún caso bajamos de los 5-6 metros.
Si os conectáis a la web y miráis nuestra posición en el mapa al leer esto sabréis cual ha sido nuestra decisión.
Sed felices.
Kike
Protegido: Días 286 y 287 (27 y 28/8/2010): Camamu, el reencuentro con las buenas sensaciones de la vida en el mar
Días 284 y 285 (25 y 26/8/2010): De vuelta a Salvador
Lo primero que hicimos al levantarnos por la mañana fue girar la llave de contacto del motor, como nos temíamos, nada, ni el más leve sonido. Era el momento de las últimas pruebas, de otro modo tendríamos que buscar ayuda externa. Consulta de nuevo del manual, que por cierto, esta pesimamente explicado, y análisis de opciones. Me llegué a plantear cambiar el motor de arranque entero (llevamos uno de repuesto) o intentar sustituir solo el solenoide, y traté de ponerlo en marcha puenteándolo con cables de distintas secciones, aunque sin éxito, no entiendo como en las películas lo hacen tan fácil y rápido, yo no fui capaz, también es cierto que me daba miedo probar todas las combinaciones por si provocaba daños en el sistema eléctrico. A todo esto probaría unas 200 veces a arrancarlo normalmente por si nuestro querido motor tenía a bien concedernos esa gracia.
Mientras tanto Jose Carlos fue a preguntar por algún mecánico en el pueblo, pero no lo había, el más próximo en Valença (curiosamente Valencia en Castellano, mira que si tenemos que volver a nuestra tierra para poder reparar el motor…), una localidad situada a unas 10 millas rio adentro.
Una vez vimos que por las buenas no iba a arrancar, las alternativas estaban claras: ir en algún medio de transporte a Valença para traer un mecánico, cambiar el motor de arranque entero o ir a vela hasta Salvador y buscar ayuda allí. La primera tenía el riesgo que si precisábamos de algo que no lleváramos íbamos a estar en las mismas, la segunda me parecía matar moscas a cañonazos y la tercera tenia la complejidad de la salida del rio y la entrada en la bahía.
Mientras decidíamos algo inclinó la balanza, los pescadores a los que había preguntado Jose Carlos se aproximaron a nosotros indicándonos que se dirigían a Valença, si queríamos nos llevaban a uno de nosotros o nos remolcaban. Ya que se ofrecían les pedimos que nos remolcaran hasta la salida del rio, para nosotros iba a ser más fácil navegar por mar abierto hasta Salvador, y allí seguro que encontraríamos lo necesario.
No fue una maniobra fácil, corriente en contra, una ola incomoda que crecía por momentos, recoger fondeo a mano tirando de manivela y un remolcador bastante brusco y con el que teníamos algún problema de comunicación. Pudimos subir la mayor con mucha dificultad por el viento de través que teníamos y la imposibilidad de aproarnos por unos arrecifes cercanos, pero al final lo conseguimos, el momento en que comenzamos a navegar a vela por nuestros propios medios significó un suspiro de alivio, ahí sabemos cómo desenvolvernos.
Una vez fijamos rumbo y estabilizamos la situación se nos ocurrió hacer un último intento, convencidos de que sería inútil, pero por aquello de ¿y si ahora va y arranca…? No podíamos dar crédito a nuestros ojos y oídos, a la primera, con toda normalidad, se puso en marcha. Nos miramos con tal cara de incomprensión e incredulidad que sobraron las palabras, espero que no nos vieran aquellos pobres pescadores que perdieron un buen rato y no pocos esfuerzos ayudándonos desinteresadamente, puesto que cuando soltaron el cabo ni siquiera se acercaron a recoger una propina que teníamos previsto ofrecerles. En cualquier caso parecía una intervención divina, porque entrar en la bahía y encontrar algún sitio adecuado para fondear no se presentaba como una tarea fácil sin el apoyo del motor.
Por supuesto ni pensar en apagarlo hasta llegar a Salvador, habría supuesto tentar a la suerte excesivamente.
Aparte de los incidentes previos, la travesía fue tranquila hasta que a unas 10 millas comenzó a fallar de nuevo la electrónica, en este caso de forma mucho más grave. Perdimos uno de los pilotos automáticos (aunque pudimos cambiar al otro), la información de viento, y lo más grave, la sonda, eso si nos preocupaba.
Recordaba exactamente el camino que seguí en la entrada y la salida del Centro Náutico, si íbamos por el mismo sitio estaba seguro de que tendríamos profundidad suficiente, esa era la única alternativa. La pudimos llevar a cabo sin mayores problemas, un poco de tensión al entrar en una dársena distinta, porque el amarre en el que habíamos estado estaba ocupado, pero con mucha precaución llegamos a una plaza vacía.
A primera hora de la mañana de hoy ya estaba el mecánico en el barco, no le ha costado mucho, en pocos minutos ha identificado el origen del problema, el relé del motor de arranque no hacia buen contacto, no ha hecho falta ni sustituirlo, menos mal. Hemos aprovechado para pedirle que nos explicara cómo hacer un puente, por si acaso lo necesitamos en un futuro.
Con lo que no hemos tenido tanta suerte es con la electrónica, llevo todo el día tratando de identificar el origen del problema, pero no hay manera, creo que también se trata de un mal contacto o un fallo de la unidad central, pero encontrarlo es como buscar una aguja en un pajar, hay decenas de conexiones. Tendremos que pasar al plan B y usar una sonda manual que llevamos, a la espera de conseguir soporte técnico en Rio. Sin información de viento y con un solo piloto no tenemos problema en navegar.
Estando las cosas así, hemos decidido reemprender viaje mañana, y como teníamos previsto pararemos en Camamu y Abrolhos, para continuar luego hacia Rio de Janeiro. Esperemos que los electroduendes se hayan divertido bastante y hayan decidido dejar de molestarnos.
Sed felices
Kike