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Día 151 (14/04/2010): Bordeando la costa de Honduras

Seguimos navegando alrededor de la costa Hondureña, las condiciones no han cambiado mucho desde ayer, el viento continua suave de proa y nosotros navegando a motor, únicamente hemos podido aprovechar para sacar velas durante una hora, una borrasca cercana ha provocado una rolada más a norte y un incremento de la presión.

Poco a poco nos vamos quedando sin combustible, ahora mismo nos deben quedar unos 110 litros y necesitamos como mínimo 50 para llegar hasta el waypoint que hemos fijado para poder arrumbar más hacia el sur (por los obstáculos), en ese momento pararemos motor y tendremos que navegar a vela haya lo que haya (la previsión es que se mantenga la brisa de unos 10 nudos del este-noreste), ya que todavía nos quedarán más de 150 millas hasta Providencia, y queremos reservar algunos litros para emergencias, recarga de baterías y maniobra de entrada y fondeo al llegar.

Hemos reducido a 1.600 vueltas para consumir menos, aunque la situación no es inquietante si debemos estar muy atentos para optimizarlo, no me gustaría quedarme sin motor en medio de esta maraña de arrecifes, rocas, islitas y bajos.

Creo que ya funciona el posicionador por satélite, en todo caso nos encontramos en 15º 44′ N, 083º 22′ W, al sur de los Cayos Vivorrillo, navegando a rumbo 105 a 4,5 nudos de velocidad. El viento no supera los 12 nudos, pero dada la poca profundidad a la que nos encontramos (menos de 20 metros de agua bajo la quilla) si mueve un poco de ola, no excesivamente incómoda.

Hoy hemos vuelto a pescar, una caballa de unos 4-5 Kg, ha sido gracioso porque de repente ha sonado la caña, pero muy poco (como últimamente pescamos peces más grandes el freno estaba fuerte), he pensado que habíamos enganchado algún sargazo y me he dispuesto a limpiar el cebo tirando del hilo a mano, a medida que se acercaba veía algo, pero no lo distinguía bien, cuando me he dado cuenta estaba aleteando a pocos metros del barco, así que he decidido tirar fuerte y subirlo completamente a mano, una grata sorpresa que nos alegrará la cena (unas cortaditas a la plancha) y la comida de mañana (prepararé un ceviche).

La verdad es que normalmente en travesía no comemos mal, por ejemplo hoy Jose Carlos ha preparado unas deliciosas lentejas, yo creo que es cuando estamos en tierra cuando comemos peor, tal vez porque como tenemos otras actividades no le dedicamos el tiempo necesario a cocinar o porque comemos fuera, y a pesar de que yo no soy excesivamente casero (a la vista está), es cierto que por ahí no se come igual que en casa, salvo honrosas excepciones.

El día en general ha sido activo, entre navegación, trasvase de combustible de bidones al depósito principal, subir otra vez al palo a asegurar de nuevo el radar, pesca, cocina, etc. no paras, bueno, algún ratito si sacas para leer, contemplar la puesta de sol o escribir.

Mañana cuando os escriba ya habremos pasado lo peor, espero daros buenas noticias y deciros que vamos rumbo directo a Providencia surcando las olas a vela.

Sed felices.

Kike

Días 147 y 148 (10 y 11/04/2010): Coxen Hole, West End y French Cay Harbour

(*NOTA: la posición GPS no funciona, tenemos problemas con el posicionador, estamos tratando de averiguar el problema y resolverlo lo antes posible, mientras tanto es normal que todavía nos veais en Tulum, fué la última posición emitida)

Como preveíamos llegamos el viernes noche a Coxen Hole, el fondeadero elegido como primer destino. A pesar de que tomamos la decisión porque creíamos, al verlo sobre la carta y la guía, que no sería complicado, está visto que nunca es fácil llegar a un sitio de noche. Normalmente siempre tenemos problemas por poco calado, en este caso fue al contrario, la profundidad era excesiva (más de 30 metros) para echar el ancla, de modo que había que aproximarse mucho a un manglar para conseguir una sonda adecuada, imaginaos, en medio de noche cerrada, la tenue iluminación del pueblo apenas llegaba, Jose Carlos en proa intentando ver algo y listo para soltar la cadena, yo a la caña, sin quitar ojo a la sonda e iluminando de vez en cuando con el foco para comprobar distancias, avanzando a menos de medio nudo,  -por aquí… -no, no, por allí… -avanza un poco más…  -que no, que yo no sigo…  en fin, luego nos reíamos, tras dos intentos lo conseguimos, echamos el hierro a 14 metros de profundidad y largamos los 60 metros de cadena, afortunadamente teníamos un viento de 15 nudos que nos mantenía estables, sin corriente que nos cruzara, es la primera vez que estando fondeado he tenido 30 metros bajo la quilla. Creo que tras este viaje va a haber pocas situaciones, en cuanto a maniobras del barco, que no haya vivido.

En cualquier caso no las teníamos todas con nosotros, así que pusimos la alarma de garreo y dejamos toda la noche la electrónica en marcha, nos levantábamos de vez en cuando para comprobar que todo estaba correcto, así fue, ningún problema.

A la mañana siguiente con el primer vistazo lo tenía todo claro, que diferencia orientarte por el día con la luz del sol, el lugar era bueno y no molestábamos para nada cualquier tipo de tráfico marítimo (de casualidad, porque os aseguro que en la noche no teníamos ni idea de donde estábamos, y diréis, ¿y la cartografía digital?, mirad, la experiencia ya me dice que hay que fiarse moderadamente, pero es que por estas zonas no coincide para nada, hay que verlo para creerlo, es que ni la guía que llevamos).

Mi primera impresión de la isla fue muy buena, con suaves elevaciones en su interior, es verde y con frondosa vegetación que llega hasta el mar. No hay muchas grandes construcciones, más bien pequeñas casa de madera estilo caribeño dispersas, el aspecto de todo es muy rustico, humilde, auténtico. A pesar de que Coxen Hole es la capital de Roatán y del grupo denominadas Islas de la Bahía, no era visible un núcleo urbano nítido, todo está muy integrado en la naturaleza.

Desayunamos (eso sí, todo frio, si recordáis estamos sin gas, y ya hemos aprendido que cuando nuestro padres nos decían que jugar con fuego es peligroso era por algo, sobre todo si es con gasolina) y montamos la auxiliar, había que ir a tierra a hacer la entrada en el país, recargar el butano y recoger a Willy que en teoría llegaba a las 10, aunque al poco nos avisó que había perdido el avión y llegaría a la 5. Una vez listos pusimos rumbo a la costa, no teníamos muy claro por dónde desembarcar ni donde se situaban las autoridades, así que nos dirigimos a un pesquero varado en la costa sobre el que había un grupo de gente trabajando, aquí no necesitan astilleros, les preguntamos, amablemente nos indicaron. Candamos la auxiliar a un pequeño pontón de madera medio derruido y nos dirigimos andando al diminuto parque en el que se concentran las autoridades. Al llegar había un grupo de mujeres con sus niños aprovechando la sombra del lugar, a las que preguntamos por confirmar, nos indicaron que todo estaba cerrado, hasta el lunes no había nada que hacer. Ya que habíamos iniciado la conversación aprovechamos para solucionar dudas, así que las bombardeamos con preguntas tipo: ¿Qué hora es aquí? ¿estamos en el pueblo? ¿Cómo se llama la moneda local? ¿Cuánto vale con respecto al dólar?… de repente nos dimos cuenta que nos estaban mirando como si fuéramos marcianos que acaban de llegar al planeta Tierra, no entendían nuestra ignorancia, tampoco parecía que estuvieran muy habituados al turismo, y menos al náutico, así que explicamos nuestra situación, no sé si fue mejor o peor, porque al oír que veníamos navegando en un velero desde España, que llegamos anoche y fondeamos en la bahía y que estábamos dando la vuelta al mundo se les pusieron los ojos como platos.

Continuamos nuestro camino por el pintoresco pueblo preguntando donde podíamos cargar la botella de gas, misión imposible, nos enviaron de un lugar a otro, creo que por desconocimiento aunque con buena intención, llegamos a tomar un taxi para desplazarnos otro pueblo cercano, nada de nada. Nuestra esperanza es una tienda que estaba cerrada en la que igual podemos conseguir un adaptador para la recarga, fue un fallo de previsión no llevarlo desde España, pero es que son tantos pequeños detalles que es imposible. Otra opción es comprar una botella con el sistema americano, que si está disponible, el problema es que son mucho más grandes y no nos caben en el cajón que tenemos destinado al gas, ya veremos el lunes por la mañana, pero de un modo u otro lo tenemos que solucionar, a menos que queramos acostumbrar a nuestro estómago a comerlo todo crudo mientras naveguemos.

Llegó la hora de la comida, otra aventura, preguntamos por algún lugar y nos indicaron. Estando en teoría en la puerta no éramos capaces de ver ningún restaurante, de repente escuchamos que nos llamaban, miramos hacia arriba y vimos a una muchachita que nos hacía gestos de que subiéramos al primer piso a través de una escalera de madera, como todo el edificio. Subimos, se trataba de una especie de terraza cubierta con una barra al centro y mesas, no había ventanas, solo cortina de esas de canutillo, el aspecto era bastante regular, pero como nosotros decimos: «en peores plazas hemos toreado», así que ¿Quién dijo miedo? Nos indicaron donde sentarnos y así lo hicimos, ¿Qué se come aquí?, preguntamos, no tardaron en venir dos chicas, de unos 14 ó 15 años, con sendas cartas en la mano. Para nuestra sorpresa se sentaron una al lado de cada uno de nosotros y sin soltar la carta (una fotocopia desgastada del uso) de la mano nos la fueron medio leyendo, explicando y aconsejando, Jose Carlos y yo nos mirábamos sonriendo, debe de ser la forma local de tomar nota. El remate ya fue cuando de repente sacan una televisión portátil, nos la ponen enfrente y sintonizan un partido de futbol en italiano, nos moríamos de risa de su forma de asociar ideas, yo creo que tampoco nos ubican mucho, nuestra forma de hablar el Español es raro para ellos. Con toda delicadeza les preguntamos si la habían puesto por nosotros, con una enorme sonrisa asintieron, les explicamos que preferíamos música suave, no tardaron ni un segundo. La verdad es que comimos fenomenal, unos camarones (langostinos, en todo el Caribe les llaman así) rebozados exquisitos, con ensalada y patatas fritas, la cerveza local (Salva Vida) también muy buena, y el servicio digno de un 5 tenedores, 4 ó 5 personas solo para nosotros.

El avión de Willy llegó al final sobre las 19:30, dejamos las cosas en el barco y nos dispusimos a salir a cenar y explorar una nueva zona de la isla. Nos aconsejaron West End, como su propio nombre indica el extremo oeste. Tomamos un taxi y en un cuarto de hora estábamos allí, otra cosa curiosa, que ya nos hemos encontrado en otros países, es que cobran en función del número de personas, aunque lo que sí es común a todos es que siempre hay que negociar. West End es más turístico, el lugar desde el que salen gran parte de las excursiones de buceo a los arrecifes próximos, en todo caso es muy auténtico, una calle sin asfaltar pegada a la playa, llena de barecitos, restaurantes y chiringuitos de madera o sencillamente terrazas. Nada sofisticado pero con un sabor y olor a Caribe impresionante. Algunos de ellos están situados sobre el agua, con estructuras en base a troncos y pequeños pontones que entran mar adentro. A pesar de ser de noche ser veía el agua cristalina y se intuía la belleza del entorno, es imposible sentirse estresado en un lugar así, hay algo en el ambiente que te envuelve, es difícil de explicar. No había mucha gente, pero lo pasamos genial cenando y tomado luego una copilla.

Esta mañana hemos bajado de nuevo a Coxen Hole (por cierto, nombre de un famoso pirata, estas islas durante mucho tiempo fueron refugio de los que se dedicaban a tan antigua profesión), nos ha costado encontrar un lugar en el que desayunar, al final ha sido en una especie de puesto en la calle con un sombrajo y mesas y sillas de plástico, no había mucha opción zumo, café y unas empanadillas de carne y arroz, pero todo estaba bueno. Jose Carlos y Willy se han desplazado al aeropuerto a cambiar su billete, en fin de semana se le ha hecho corto y se queda un día más. Yo me he quedado intentando encontrar un acceso a internet, misión imposible, he vuelto al puestecillo, he pedido una cola y tranquilamente he sacado mi portátil y me he puesto a escribir, el entorno me inspiraba, por un momento me he sentido como un escritor perdido en una  recóndita isla, la sensación era curiosa, los niños me miraban extrañados y se reían, los adultos me observaban con curiosidad, ha sido divertido.

No han tardado mucho en regresar, de nuevo al barco y a explorar nuevos lugares. Inicialmente la opción era French Harbour, pero hemos cambiado de opinión y hemos puesto rumbo a West End, en dirección opuesta. Sin prisas, hemos navegado a vela con una suave brisa por la aleta, por el camino nos ha entrado hambre, no había muchas opciones para aplacarla, he cogido un par de enormes cortadas que nos quedaban todavía del atún y lo he preparado para sashimi, con salsa de soja, wasabi y unas galletitas saladas lo hemos devorado.

Como suele ser habitual, la entrada a West End no era simple, es como una piscina rodeada de arrecifes a la que solo hay un estrecho paso, de no más de 10 metros de ancho. Al llegar a la altura lo de siempre, cambio de rumbo para entrar en perpendicular, uno al palo y otro a la rueda, velocidad al mínimo y máxima atención, la sonda ha ido cayendo en picado, de lo clara que es el agua era complicado calcular la profundidad de los obstáculos, de los que estaba plagado el fondo, rocas y cabezas de coral por doquier. Según la guía entrabamos justitos, pero no ha sido así, cuando estábamos a unos metros de la entrada hemos tocado, muy suave por ir casi parados, pero lo bastante como para dar todo atrás y decidir no entrar, una pena, pero no nos vamos a jugar el barco buscando nuevos caminos arriesgándonos a un impacto peor.

Vuelta de nuevo al plan inicial y dirección French Harbour, aquí hemos acelerado para llegar de día y comprobar el fondeo. En esta ocasión tampoco estaba exento de riesgos, pero lo hemos conseguido fácilmente, un par de intentos de fondeo y misión cumplida, estamos perfectos con el ancla enterrada hasta las cachas. El lugar excelentemente protegido, al norte la isla, al sur un cayo, a este y oeste arrecifes, casi un lago, además de ser bonito.

Estando ya tranquilos hemos bajado a cenar algo, ya era de noche y tampoco teníamos muy claro donde desembarcar, por casualidad (siguiendo una luz) hemos aparecido en un precioso resort de buceo, Fantasy Island, es una isla unida a tierra por un puente de madera.

No ha sido fácil encontrar un lugar donde cenar, pero lo hemos conseguido, aquí los domingos esta casi todo cerrado, y lo que abre hasta las 10 por orden del alcalde (eso nos han dicho).

Y aquí acaba la jornada de hoy, poco más que contar, incluso tal vez me haya extendido demasiado.

Sed felices.

Kike