Protegido: Días 68 y 69 (21 y 22/1/10): Cayos Cuervo y Manuel Gomez
Días 64 a 67 (17 a 20/1/10): Archipiélago de los Jardines de la Reina
Si habéis visto el sistema de seguimiento por satélite os habréis dado cuenta de que nos estamos moviendo, navegamos por el sur de Cuba, por el denominado Archipiélago de los Jardines de la Reina.
El domingo fue un día tranquilo, lo destinamos a la puesta en orden del barco previa a la salida del lunes, limpieza interna, baldeo de la cubierta, organización de tambuchos, etc.
A última hora, cuando cayó el sol (durante el día la temperatura era altísima y el sol abrasador), volvimos a Santiago, a visitar a la familia con la que pasamos el día anterior, queríamos llevarles algunas cosas y ayudarles a instalar un programa en su ordenador. Tuvimos un momento muy emotivo cuando les regalamos la muñeca vestida de sevillana que llevábamos a bordo, la que nos regaló mi prima en Cádiz, vestida con un traje hecho a mano por ella, decidimos que no podría tener mejor destino que ir a parar a los brazos de una niña de ocho años que en su corta vida solo había tenido una muñeca, heredada de su familia, y completamente diferente a la nuestra (Beni, estoy seguro de que lo entiendes y que tu habrías hecho lo mismo). Desde nuestro punto de vista compartir algunas cosas que llevamos no es caridad, son personas iguales a nosotros en educación y cultura, únicamente estamos en situaciones diferentes por haber nacido en distintos países, es más, creo que su sentido de la solidaridad es superior al nuestro, y que ellos en nuestro caso lo harían mejor.
El lunes a primera hora nos despertamos temprano con la llamada de las autoridades desde el pantalán, comenzaba el proceso y papeleo para poder hacer la salida y despacho del barco. Ciertamente es el más complejo y burocrático de los que me he encontrado hasta ahora, por otra parte se nota que los funcionarios son unos auténticos profesionales y su trato siempre es excelente, tampoco nada que ver con otros países.
Al final zarpamos entorno a las 3 de la tarde, tras escuchar unas cuantas canciones del grupo de músicos que conocimos el primer día. Hicieron una actuación en el restaurante de la marina y luego nos deleitaron durante unos momentos con sus voces y armonía, todo un lujo de despedida.
Tras hablar con un montón de gente decidimos hacer caso de sus recomendaciones, y en lugar de tomar rumbo este para ir hacia el norte de la isla, arrumbamos al oeste, destino a su costa sur, en concreto al lugar mencionado, Jardines de la Reina, un conjunto de miles de cayos completamente deshabitados en los que además de lugares paradisíacos existe una riqueza natural como solo puede haber donde no hay presencia humana ni explotación intensiva de sus recursos.
La primera parte de la navegación fue a motor, prácticamente hasta Cabo Cruz, una vez allí se estableció un noreste de 15-20 nudos que nos permitió avanzar a buen ritmo, entre el través y el largo, hasta nuestro primer lugar de destino, Cayo Caguama, dentro del complejo de cayos denominados El Laberinto de las Doce Leguas, y os aseguro que el nombre describe bien de lo que se trata. Durante el camino pescamos una barracuda de buen tamaño, unos 3 Kg, decidimos comerla sin miedo a la ciguatera dado que todavía estábamos muy lejos de los arrecifes.
Existen dos estrategias de navegación por esta zona, ir por el interior o por el exterior de la barrera formada por los Cayos de las Doce Leguas, hay muy pocos pasos con calado entre ellos. El paso interior, llamado Canal del Pingue, es un auténtico laberinto con canales realmente angostos, además, imposible de recorrerlo en un día y navegar por aquí de noche es casi suicida. Por esto decidimos navegar por el exterior hasta el Canal de Caballones (entre los Cayos y el Laberinto de las Doce Leguas), atravesarlo y ya navegar por el interior, durante el día y con mucho cuidado.
La maniobra de fondeo en Caguama no fue fácil, o no cogía el ancla por su fondo sin arena o nos íbamos a muy poca sonda, al final lo conseguimos a una media milla de la playa, cerca de un resort abandonado. No me dio tiempo ni a inspeccionar el fondo de la zona (en busca de langosta) cuando de repente apareció un pequeño pesquero cubano, poco a poco se fueron acercando, se subieron a la chalupa y a remo vinieron hasta nuestro lado. Nos mostraron unas langostas enormes, de unos 2 Kg cada una, el precio que nos pidieron, 4 cervezas por 4 langostas, y como nos sentimos explotadores les dimos un extra de 3 pesos, por ese precio no vale la pena ni mojarse 😉
Así que no tuvimos más remedio que comer las cosas que teníamos, barracuda a la plancha con unos ajitos, langosta y unas chicharritas (plátano macho cortado fino y frito como patatas), y de postre frutas tropicales, todo ello fondeados frente a la playa desierta de un cayo (lo siento si damos mucha envidia, pero es lo que estamos viviendo).
Después de la puesta de sol Belén y yo nos subimos a la auxiliar y fuimos a explorar la playa y lo que en algún tiempo debió ser un resort, bueno, un par de casas entre la vegetación. Actualmente está todo destrozado, supongo que por un huracán o tormenta tropical. No tardamos mucho en volver, los mosquitos se nos comían, a pesar de llevar repelente.
Nos fuimos a dormir muy pronto, estábamos agotados de la navegación. La noche tranquila, se levantó un poco de viento, pero estábamos bien cogidos, cuando no tienes a nadie a tu alrededor ni riesgo en el borneo puedes soltar buena cantidad de cadena, solo con su peso y un poco de resistencia del ancla ofrecen una buena resistencia al garreo (cuando el ancla resbala y el barco deriva).
Como teníamos unas 60 millas hasta nuestra próxima parada y buena parte de ellas las queríamos hacer de día decidimos salir al amanecer, sobre las 7 de la mañana. Hemos iniciado la navegación a vela, normalmente sopla desde bien entrada la noche hasta poco más de mediodía, luego calma por completo hasta la noche de nuevo. A medida que el viento ha ido bajando hemos tenido que poner motor para ayudar la vela, llegando al paso del Canal de Caballones ha caído por completo y hemos arriado todo. Hemos sido muy prudentes atravesando el canal, la cartografía no es exacta por esta zona y siempre puede aparecer una roca o una punta de coral, para que os hagáis una idea según a carta anoche fondeamos a 1,6 m., cuando estábamos a 4, y donde estamos hoy ni siquiera lo especifica, hay una línea discontinua sin más datos. Jose Carlos subido a la primera cruceta observando el fondo con las gafas polarizadas, Belén monitorizando el programa de navegación e indicando el rumbo correcto sobre la carta y yo llevando el barco, trabajo en equipo para superar las dificultades.
Una vez atravesado el canal la sonda ha vuelto a valores de entre 15 y 20 m. y se ha mantenido así (según el rumbo trazado) hasta la aproximación a Cayos Cuervo, el lugar elegido para nuestra siguiente parada. Tal y como nos íbamos acercando saltaba a la vista la belleza y salvaje naturaleza del lugar. Se trata de un grupo de cayos deshabitados que conforman una especie de herradura, con una laguna en el centro. El manglar, que cubre prácticamente toda la superficie emergida, da paso a pequeñas playas de arena en algunos lugares de los islotes. El fondo es muy variable, tanto en profundidad como en composición, fango y posidonia por un lado, arena muy clara por otro, coral y roca, etc. Nada más llegar, tras finalizar la maniobra de fondeo, lo que más nos ha llamado la atención es el silencio, no se oía nada, ni tan siquiera el viento, calmado por completo.
A pesar de llegar sobre las 3 de la tarde, teníamos más ganas de explorar el territorio que hambre, así que hemos cogido un kit de supervivencia, la embarcación auxiliar y a supervisar nuestros nuevos dominios. Difícil describir todo lo que hemos visto, el manglar cubriendo todo lo que puede y adentrándose en el agua, las barracudas defendiendo un pecio de un pesquero naufragado, una manta nadando a pocos metros nuestros en agua con apenas 30 cm. de profundidad, coral por todas partes, un montón de peces de todas clases retozando a sus anchas, estrellas de mar enormes, pequeñas playas de arena escondidas en el manglar, nos hemos sentido protagonistas de un documental sobre naturaleza de los que hacen habitualmente por la TV.
De regreso al barco, tras una de las puestas de sol más bonitas que he visto en mi vida, nos hemos pegado una ducha y preparado la cena, como no, langosta. Solo hemos hecho un poco de ensalada de guarnición, pero de verdad que no había manera de acabárselas, eran enormes, con gran pena tengo que reconocer que hemos acabado tirando parte, estábamos a reventar y mañana no habría estado bueno, seguro que algún ser vivo se ha dado un festín a nuestra costa.
Poco más por hoy, ya os seguiré contando nuestras experiencias en este paraíso.
Sed felices
Kike