Días 950 y 951 (21 y 22/6/2012): Me han robado la merienda…

Pero esto no es el patio de un colegio, aquí las cosas no son broma, estar solos en mitad de la naturaleza más salvaje tiene sus riesgos, aunque tratando de quitarle hierro, os voy a contar lo que sucedió ayer.

Primero os pongo en situación. Cuando llegamos al paso Sur de Fakarava parecía que los elementos se habían conjurado para que continuáramos camino: la marea estaba casi máxima y comenzando a vaciar (eso implica buena profundidad y corriente a favor), el viento continuaba del Noreste (no lo teníamos en contra), Jose Carlos se encontraba mejor y animado a navegar, y todavía había buena luz.

Ni siquiera paramos, tal cual lo atravesamos y salimos a mar abierto, dirección: Tahanea, un atolón deshabitado a unas 50 millas al Sudeste, del que teníamos muy buenas referencias.

Tras toda la noche navegando, al alba encarábamos la primera de las 3 entradas al lagoon interior. Una rompiente monumental nos hizo surfear y dar algún que otro bandazo, la corriente en contra nos obligó a acelerar el motor, pero fondeamos sin mucho problema al abrigo de un motu, entre dos de los pasos.

El sitio es realmente espectacular, desierto, naturaleza intacta, aguas cristalinas, etc. ya os lo describiré con más detalle. Después de descansar un rato me animé a bucear en el paso, con idea de tomar algunas imágenes y pescar para la cena.

Se nota mucha diferencia en el comportamiento de los peces cuando no están habituados a la presencia humana, tienen menos miedo, se aproximan más, son más curiosos, para lo bueno y para lo malo.

Llegado el momento de la pesca, dejé las cámaras en la embarcación auxiliar, tomé el fusil submarino, y empecé a buscar.
Como posibles objetivos cerca de la lancha solo había palometas, peces loro y cirujanos, pero me apetecía más un mero, es nuestro pescado de arrecife favorito.

Sin apenas darme cuenta me fui alejando, hasta que encontré una zona llena de coral plagada de meros. Saqué la cabeza del agua y evalué la distancia, tuve mis dudas, iba a tener que pegarme una buena nadada a contracorriente para regresar, pero todo fuera por una suculenta cena. Tenía tres o cuatro tiburones de puntas negras merodeando, pero no parecían peligrosos; entre nosotros llamamos «perritos» a los puntas negras, porque siempre están alrededor, pero son inofensivos, siempre y cuando no les amenaces.

Piqué y me sumergí, la profundidad sería de unos 7 metros, había tantos meros que la dificultad fue decidir a cual tirar, vi uno que tenía un tamaño adecuado (unos 3 kilos), apunté, disparé y ¡diana!, no erré el blanco.

No tuve tiempo ni de empezar a tirar del hilo para recuperarlo, súbitamente una sombra enorme apareció, no la había visto, sin margen a que pudiera reaccionar lo engulló entero, de un bocado.

Del susto casi salto del agua como un delfín, me dio un vuelco el corazón, se trataba de un tiburón gris más grande que yo, mediría dos metros y algo, surgió de la nada como un rayo.

La situación no era evidente, junto al pescado se había tragado la flecha, que a su vez está atada por un hilo muy resistente al fusil, situado en mis manos.  ¡Vaya caradura! Si quieres comer péscatelos tú, menudo sinvergüenza el tiburón gris este.

Soltar el fusil significaba perderlo y no tener oportunidad de volver a pescar en el arrecife (solo llevamos uno), así que lo tuve claro, agarré firmemente y empecé a aletear con fuerza, el mero debía estar ya en su estómago, pero al menos
recuperar la flecha. Aquello parecía el juego de ver quien tira más fuerte de la cuerda, aunque yo estaba en desventaja, casi me llevaba haciendo surf por el agua.

Menos mal que, afortunadamente, partió el puente al que estaba atado el hilo, y se lo llevo junto a la flecha, me quedé con el fusil en la mano.

Visto desde fuera la situación podría ser incluso cómica, porque se fue todo gordote y satisfecho (se diría sonriente), con la flecha en la boca (de un metro que medirá, apenas le sobresalían 30 centímetros, parecía que llevara un palillo), y yo me quedé con un palmo de narices, con la sensación del niño al que llega un abusón y le roba la merienda, ¡que listillo!

¿Y ahora qué hago?  La flecha no se la va a tragar, y si se la traga se muere, a ver si vamos a acabar cenando tiburón…  empecé a seguirlo, de un modo u otro se tendría que resolver la situación.

Al centenar de metros escupió la flecha, que quedó sobre el fondo, la recuperé limpia como si allí no hubiera pasado nada, luego se marchó del mismo modo que había aparecido.

No soy de los que se rinden fácil (será defecto o virtud, pero si no fuera por eso no estaría aquí), así que hice un nudo en otra parte, cargué de nuevo el fusil, y ya que parecía que aquella bestia se hubiera marchado, me dispuse a pescar de nuevo, tratando de olvidar el incidente.

Al primer disparo volví a atrapar otro mero un poco más pequeño que el anterior, tiré del hilo a toda velocidad y lo saqué fuera del agua con una mano, para que ni su movimiento ni su sangre atrajeran al tiburón roba-meriendas.

Empecé a nadar hacia la lancha con todas mis ganas, pero era duro, llevo 4 kg de lastre, más 2-3 Kg del mero fuera del agua con una mano, el fusil en la otra, y varios nudos de corriente en contra, pensé que no iba a llegar.

A los segundos miré a mi alrededor y ¿a que no sabéis quien estaba allí? Pues sí, el abusón, parece que la había tomado conmigo, me seguía de cerca a pocos metros, y visto que había fiesta se sumaron a la comitiva un par de tiburones de puntas negras, mencioné mentalmente a toda su familia en orden ascendente, y no precisamente para saludarlos…

Pasé un mal rato, asfixiado de la nadada con todo aquello encima, y un grupo de tiburones al acecho. Por un lado no podía parar de nadar, eso no solucionaba nada. Podía soltar el mero, pero en ese caso perdería el fusil, porque el nudo estaba atado a una parte que no se iba a romper, podía tratar de cortar el cabo con el cuchillo, pero ya puestos, preferí aguantar el tipo y si veía que el gris se atrevía a atacarme (los otros no lo iban a hacer), defenderme con la flecha y el mero, eso seguro que lo paraba.

Y aquello que no se acababa nunca, mira que aleteaba, pero los avances no eran significativos, y los pesados de los escualos sin quitarme ojo y sin separarse de mí.

Cuando lancé el pescado dentro de la lancha y subí de un salto estaba exhausto, me quedé un rato tumbado en el suelo tratando de recuperar la respiración y que el corazón no se me saliera por la boca.

Me incorporé y miré hacia fuera, no lo podía creer, seguían allí esperando, ¡qué barbaridad! ¡qué fijación! Se ve que le había gustado eso de robar peces, debe ser mucho más cómodo que cazarlos uno mismo. Me dieron ganas de tirarme al agua y liarme a guantazos, pero no habría sido muy inteligente, vale que te perdonen y no te ataquen, pero como les amenaces tu entonces si te llevas un buen mordisco con toda seguridad. Además, en el fondo, el animalito sigue su instinto, detecta una presa herida y su reacción es comérsela, es normal.

No le hice un corte de mangas por respeto, porque todavía me tenía que tirar al agua a desatar la embarcación (la dejé atada a un puente de roca en el fondo) y por si llamaba a su primo, el de Fakarva, y volvía a hacer un agujero en la lancha de un mordisco.

En fin, que en estas aguas la pesca submarina es un deporte de riesgo, una historia más para contar a mis futuros hijos, y si no tengo (que mal camino llevo), pues a mis nietos.

Hoy el viento ha soplado con fuerza y el día ha estado nublado, sumado al cansancio, ha hecho que no haya bajado del barco. Espero que mañana mejore y podamos ir a explorar un poco la zona, esto es precioso. La infección de Jose Carlos va descendiendo con el antibiótico, todavía tiene el pié hinchado, pero con mucho mejor aspecto, prueba de ello es que ya me está diciendo que aunque sea tumbado en la lancha se viene conmigo.

Sed felices

Kike

8 Comments

  • Hola chicos, ¡Que manera dse sufrir! Vosotros pensais que solo por lo que nos contais nos puede dar un jamacuco? Por favor, tened consideracion que una tiene una edad….
    Muy bonitas las fotos ¡Que envidia! Dice Luis que no se las enseñe porque le dan ganas de pediros turno, yo le he dicho que con una sesion de «padre» ya habeis tenido bastante.Hasta pronto cuidaos mucho, me alegro de que vaya mejor la patita de Jose Carlos y que no se estropee mas Besos Luis y Charo

  • En lugar de ir al supermercado (bucear con arpón), ¿por qué no meteis una moneda en una máquina de vending (anzuelo y sedal)?. Parece un poco más seguro para vuestra integridad física. Por las últimas crónicas, me recordais a los niños que pasan una noche en el acuario, bajo la mirada atenta de los tiburones y del resto de los bichos marinos ; hablais con distintas palabras pero con las mismas emociones …
    Cuidaos mucho, que hay pececitos que no perdonan las bromas ó los despistes.
    Abrazos.

  • Kike, no vuelvas, disfruta del entorno que esto está muy mal…
    te echamos demenos (Pepe, Miguel, Jorge, CarlosH, CarlosP y yo mismo)

    Ahora ya nos estás dando envidia!!!

  • Pero qué cosas te pasan!! Super normales. Andate con ojo que me da que os estáis ya acostumbrando a los peligros y los minusvaloráis. Yo , si veo saltar unos niños sobre tiburones, no se me ocurre hacerlo.

    Vamos, que yo como alubias de bote un mes antes de lanzarme a pescar donde hay tiburones.

    Disfrutad mucho. Un abrazo muy fuerte.

  • Madre mía, Kike, que Aventura !! Si leyéndola produce terror, no quiero ni imaginarme lo que ha sido vivirla. Y ya te digo, que como sigas así ni hijos, ni nietos…jajaj..Cuidaros mucho!! Un beso.

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