Días 405 y 406 (24 y 25/12/2010): ¡Feliz Navidad desde Ushuaia!

Ayer, día de Nochebuena, en torno al mediodía (hora local) amarrábamos en el puerto de Ushuaia.

Mientras lo atravesábamos el canal de Beagle nos dio una pequeña lección, quiso demostrarnos el porqué de su fama de temible y traicionero, en las proximidades de la Isla de Barlovento (el nombre nos tenía que haber dado alguna pista) súbitamente el viento cambió, rachas de 50 nudos nos alcanzaron. Navegábamos con la mayor tomado el primer rizo y motor apoyando, hasta ese momento el viento estaba casi de proa con intensidades de 20-25 nudos y alguna racha de 30. La cuestión es que pensábamos arriarla antes, pero como en esa zona el canal es ancho y nuestra velocidad baja por la corriente en contra, la mantuvimos.

En ese momento yo estaba durmiendo, me despertaron los gritos llamándome a cubierta y el estruendo del exterior. Nada más salir me di cuenta que el panorama era muy feo, Jose Carlos se esforzaba en bajar la mayor, pero no podía, si seguíamos así el vendaval la iba a hacer añicos. Mientras tanto Sebastián estaba en el timón intentando gobernar el barco, con tanto viento y una ola extrañamente violenta que se montó el piloto automático no podía con él.  Teníamos tierra cerca con rocas y arrecifes, derivar hacia ellos habría sido una catástrofe.

Inmediatamente me puse con Jose Carlos a tratar de bajar la mayor, tras varios intentos no quería, nos planteamos subir y empezar a cortar patines, pero decidimos probar de nuevo, y esta vez si lo conseguimos. La amarramos como pudimos y continuamos capeando el infierno en el que de repente nos habíamos metido.

Como todo, lo bueno y lo malo, al final pasa, y gradualmente fue disminuyendo de intensidad, regresando a los valores normales que previamente teníamos.

Ateridos de frío, agotados, y con el susto metido en el cuerpo entramos al interior en el momento el piloto fue capaz de hacerse con el barco, una vez más habíamos superado otra dificultad del camino, por suerte otra anécdota que contar y nada que lamentar, una vez más nuestro ángel de la guarda había contrarrestado los designios a los que los elementos nos van enfrentando.

El resto del canal de Beagle lo hicimos a motor y con muchísima precaución. Tras mucho observar, cada vez somos más capaces de detectar cuando y donde se pueden dar los wiliwaws (vientos de montaña muy violentos por la suma del encañonamiento, las masas de aire frio que descienden más el viento de gradiente) y sus consecuencias. A lo largo del camino tuvimos varios más, pero nada que ver en su intensidad y duración al primero.

Sobre las 3 de la mañana comenzó a clarear, el paisaje en el que estábamos inmersos era digno de una postal. La mezcla de altas cumbres nevadas con un canal de mar que las atraviesa da un resultado único y espectacular, combina escarpadas formas con manto blanco en su cima, verdes por debajo de cierta altura y en los valles, con el azul muy oscuro del agua.

Poco a poco fuimos avanzando, entre tierras chilenas a nuestro babor y argentinas a estribor, dejamos atrás Puerto Williams y continuamos hasta la Bahía de Ushuaia, en la que se ensancha un poco más el canal. Durante todo el camino solo nos cruzamos con dos buques de mercancías, aunque por radio oímos que había otro velero que marchaba delante de nosotros. El control de la navegación en esta área es intenso, periódicamente hay que reportar la posición, rumbo, velocidad y hora aproximada de llegada a destino, es laborioso, pero por otro lado te da la tranquilidad de estar monitorizado.

Llegar a Ushuaia fue la recompensa a los momentos de sufrimiento pasados, no son muchos los que llegan hasta aquí, es un orgullo y una satisfacción haberlo conseguido, soy consciente de que somos unos afortunados, y de que la suerte y la fuerza nos han acompañado. La ciudad se sitúa alrededor de la bahía, a la falda de montañas nevadas y con un verde bosque sobre ella, sus techos inclinados y el colorido de sus casas contribuyen a la imagen de un cuento de Navidad.

Gracias al apoyo de ADAN (Asociación Deportiva Argentina de Navegantes), a la que nos hemos asociado, no tuvimos muchos problemas en conseguir el amarre, ciertamente nos está resultando muy útil, nos dan días de cortesía, tenemos apoyo vía radio, etc.

Nada más bajar a tierra buscamos como desesperados un sito en el que comer algo y posteriormente una buena ducha, nos quedamos como nuevos.

Sebastián pudo encontrar vuelo de regreso a Buenos Aires y por la tarde partió a celebrar la Nochebuena en familia. Ha sido un placer tenerle con nosotros, una gran ayuda durante la navegación y las maniobras, además de un buen amigo con el que hemos compartido charlas y risas.

Nuestra Nochebuena y  Navidad han sido con seguridad diferentes a las vuestras, no pudimos celebrarlas mucho ni estar con gente con la que nos habría gustado. En Nochebuena tratamos de encontrar restaurante, pero fue imposible, nuestro menú tuvo que limitarse forzosamente a un paquete de papas y un refresco en una especie de kiosco, a las 12 estábamos en la calle viendo desde los cristales como brindaban dentro de los locales, menos mal que nos dio por reírnos de la situación. El día de Navidad nos levantamos tarde por el cansancio acumulado, al final no hicimos comida, en fin, como he dicho, diferentes 😉

Los  planes son estar por aquí hasta aproximadamente el 15 de enero, en el momento la meteorología la permita haremos el ataque definitivo al Cabo de Hornos, mientras tanto descansaremos y pondremos de nuevo a punto el barco para tan importante hito.

Sin más, os deseo que tengáis las mejores fiestas que podáis imaginar, llenas de felicidad y amor, y que continúe así por los años venideros…

Kike

PD: os adjunto una entrevista que nos hicieron nada más llegar en Punto Radio, se emitió el 24 de diciembre en el programa Juego Limpio (para escucharla pulsad en el enlace de abajo).

Entrevista Punto Radio Nochebuena 2010

Día 403 (22/12/2010): El faro del fin del mundo

A primera hora comenzamos con los preparativos, la mañana era muy fría y llovía, el viento soplaba de la entrada con 20-25 nudos de intensidad, pero comparado con el de los días anteriores nos pareció una suave brisa. Nos apoyamos con la auxiliar para liberarnos de la boya y largar amarras, todo salió fácil.

Pusimos proa al estrecho paso y entre las montañas fuimos saliendo de Puerto Parry, por más que lo hubiese visto no me cansaba de contemplar el entorno. Una vez en mar abierto bordeamos la Isla Observatorio y arrumbamos directamente al Cabo San Juan, el extremo más oriental de la Isla de los Estados. Navegamos a vela con un viento del Noroeste moderado y un mar bien formado.

Iniciada la tarde echábamos el ancla en el fondeadero interior de la bahía que conforma Puerto San Juan del Salvamento, aunque puerto no hay ninguno, a simple vista no se distingue ningún vestigio de presencia humana en los alrededores. Suaves colinas de vegetación muy baja lo protegen, siendo muy tranquilo y prácticamente abrigado de todos los vientos. Un autentico bosque de inmensas algas crea una barrera hasta la orilla, el barco se quedó prácticamente en el borde, maniobramos con mucha precaución para no engancharlas con la hélice o que taponaran de nuevo la admisión de agua.

Ni siquiera el fueraborda pudo superar las plantas subacuáticas, acabamos levantándolo y remando para ganar tierra, no había manera.

Una vez en la playa de piedra exploramos en una y otra dirección tratando de localizar un camino o senda que nos condujera al cementerio y las ruinas del antiguo penal, que operó entre 1884 y 1899, ni rastro. Cuando ya casi nos dábamos por vencidos detectamos un pequeño claro en el bosque con una cruz y un ancla, muy cerca del agua, pero casi cubierto por la vegetación, era el cementerio, allí había una placa conmemorativa. Un poco más adentro encontramos un conjunto de cruces blancas sobre montículos, aquel fue el lugar en el que enterraban a los que debían caer como moscas, solo de pensarlo se te ponía la piel de gallina, y eso que estamos en verano y vamos bien equipados, no quiero ni imaginar cómo debía ser pasar allí un invierno. Continuamos hacia el interior tratando infructuosamente de encontrar algún vestigio del penal, pero la naturaleza se había encargado de borrar cualquier huella del drama del que a buen seguro fue testigo, bosque cerrado y arbustos nos cerraban el paso, no tenía sentido seguir sin saber cómo encontrarlo, regresamos a la playa.

Levamos ancla y nos dirigimos a la parte exterior de la bahía, en ella hay una caleta próxima a la ubicación del Faro del Fin del Mundo, el que inspiró la novela de Julio Verne y también dio origen a una película. Se llamaba así por motivos obvios, durante un tiempo fue una referencia fundamental para la navegación por los mares del Cabo de Hornos, sirviendo como indicación del Cabo San Juan, y por lo tanto el extremo oriental de la Isla de los Estados, facilitando que la bordearan sin encallar en sus traicioneras aguas los barcos que evitaban el peligroso estrecho de Le Maire y que querían alcanzar el Océano Pacífico desde el Atlántico o viceversa.

De nuevo hubo que bajar a tierra a remo por una nueva barrera de algas, una vez allí encontramos la senda, esta vez bien definida, que lleva a la reconstrucción del antiguo faro. Casi una hora de marcha hasta llegar, tuvimos la sensación de estar en un lugar histórico, testigo de excepción de innumerables sucesos. La réplica, aunque dotada sistema de iluminación, es más bien un refugio que alberga objetos originales, testimonios del paso de visitantes y medios básicos de subsistencia ante una emergencia. Oteando el entorno desde su exterior casi podía imaginar los momentos de acción de la novela, que releí para la ocasión.
No demoramos en regresar al Bahari, queríamos zarpar con luz para salir de allí y bordear el cabo, zona de fuertes corrientes. A las 21 horas estábamos en ruta, abandonábamos la Isla de los Estados, un lugar peculiar del que guardaremos recuerdos de todo tipo, la bella y la bestia en uno solo.

Un grupo de focas se nos unieron en comitiva desde antes de llegar a mar abierto, era gracioso verlas nadar en formación, dando saltos como si de delfines se tratara, lo estaban pasando en grande persiguiéndonos, aunque siempre se mantenían a una distancia prudencial.

En el momento pasábamos al través el Cabo San Juan vimos una inmensa rompiente en el horizonte, similar a cuando enormes olas impactan sobre un arrecife, pero según la carta allí no había nada, debía estar provocada por un cruce de corrientes o el efecto del viento contra una de ellas. Amenazadoramente la rompiente se fue acercando, hasta que nos alcanzó, un muro de agua mucho más alto que el bimini se alzó en nuestra popa y rompió violentamente sobre la cubierta, el agua casi entra dentro, menos mal que la bañera es muy abierta y la desalojó casi inmediatamente. Por suerte Jose Carlos estaba en ese momento al timón y pudo controlar el barco, tomando rumbo de fuga del mar encolerizado que seguía a las rompientes. A parte del susto no tuvimos mayor problema, pero constatamos de nuevo que por estas latitudes viento y mar se comportan de forma violenta y extraña.

Mañana os sigo contando.

Sed felices.

Kike

Día 401 (20/12/2010): Los dos luceros y la boca del lobo

Parte 1: la noche, los dos luceros

Mi guardia nocturna era de 12 de la noche a 3 de la madrugada, como siempre, todo se inicia saliendo a regañadientes del saco de dormir y quejándote del frio que hace, luego el ritual de equiparse: polar, pantalones, mono impermeable, botas de agua, chaqueta y encima chaqueta impermeable.

Con más capas que una cebolla te dispones a salir fuera a comprobar cómo esta todo, previamente vistazo a los sistemas del barco: radar correcto (nada a la vista), ordenador de navegación ok (vamos a rumbo), datos de ángulo y velocidad de viento en la electrónica de abordo, inspección rápida de que no hay alarmas o fallos de cualquier tipo.

Abres el acceso al interior, sales rápidamente y cierras para mantener el calor de dentro. El primer shock es el peor, pasar de los dulces sueños, calentito en la cama, a la realidad del gélido viento del exterior y los rociones cuesta, luego ya te habitúas.

Una vez estaba fuera me acordé que no había cogido la linterna, ¡que rabia!, ahora tenía que volver a abrir, entrar a por ella, salir y cerrar de nuevo, se nota que estoy dormido, pensé. Sin embargo, en cuanto los ojos se habituaron a la luz de exterior me di cuenta que veía perfectamente, es más demasiada claridad, sorprendente, ¿qué pasa?

Una mirada a proa y popa y lo entendí todo, algo fascinante, nuevo para mí. A popa la luna, aunque no era llena, brillaba con la claridad e intensidad que solo he apreciado en las latitudes australes, como si estuviera más cerca que de costumbre, con mayor definición, más bonita que nunca.

Y a proa, aunque parezca increíble, todavía iluminaba la claridad del día, el horizonte hacia el sur parecía no querer que el ocaso acabara nunca, aunque no se viera, se aferraba al sol como un niño a su madre. La noche antártica, esa que apenas existe en esta época del año, hacia su aparición.

La combinación de ambas fuentes de luz daba como resultado una suave penumbra con extrañas sombras, más propia de una tarde de invierno que de la medianoche, pero en la que en lugar de un gran lucero en el firmamento fueran dos los que se disputaran el predominio de la luz en el cielo. En cualquier caso se trataba de un bello espectáculo, tanto, que por un rato me olvide de frio, viento, mar, barco y velas, sencillamente me quede embelesado dejando que mis retinas se impregnaran de aquel momento tal vez irrepetible.

Parte 2: el día, la boca del lobo

Faltaban escasas millas para la entrada a la bocana del estrecho canal que da acceso a Puerto Parry, en la Isla de los Estados. Tras analizar todas las opciones la decisión había sido hacer escala allí, visitar un par de puntos que nos habían recomendado, de paso guarecernos del fuerte viento del Suroeste previsto y posteriormente continuar rumbo hacia Ushuaia.

Hacía ya tiempo que veíamos flotar en el agua masas compactas de algas que llegaban a formar una especie de islotes. Con anchas hojas y gruesos tallos, se enredaban en la hélice provocando cavitación y que el motor funcionara de forma anómala, casi como si se enredara una red o uno cabo, tal es su consistencia y resistencia.

De repente el motor dejó de refrigerar y empezó a calentarse, tuvimos que pararlo, seguro que habían embozado el filtro de admisión de agua. Durante un rato estuvimos casi al pairo solucionando la avería, no sería la última vez que tendríamos que repetir esa maniobra, el problema era si sucedía en un momento complicado en el que nuestra seguridad dependiera de la máquina.

Poco a poco nos fuimos aproximando, deseando que no hubiese mucha rompiente en la entrada, puesto que está abierta a Norte y el viento del Noroeste había levantado olas de tamaño considerable.

La vista es impresionante, una estrecha franja de mar que se interna 3 millas mar adentro flanqueada por escarpadas montañas de más de 600 metros que caen casi a plomo sobre el agua. El paisaje es agreste, con la orografía fuertemente erosionada y descarnada por las duras condiciones meteorológicas.

A medida que nos íbamos adentrando su amplitud iba disminuyendo, de hecho se pasa por una especie de garganta de no más de 20 metros que delimita una zona interior. Casi al final divisamos una enorme boya a la que decidimos amarrarnos, y al fondo del todo, en la base de un cerrado valle, y prácticamente sobre la única porción de terreno habitable por lo escarpado del entorno, se ubican un par de casas de madera y un pequeño embarcadero que constituyen la base del destacamento de la Armada, 4 personas que a turnos de 45 días son la única presencia humana en tan remoto y aislado lugar. Un pequeño bosque y una cercana cascada, que se desliza por centenares de metros de pared, contribuyen a dar una imagen bucólica al lugar, que puede ser el más placentero de los retiros o un pesado confinamiento, en función de cómo se mire y como lo quiera entender cada cual.

En el momento iniciábamos la maniobra de amarre nos dimos cuenta que el viento cambiaba, el encañonamiento lo aceleraba de tal modo que violentas rachas alcanzaban los 50 nudos, pensando que por lo protegido sería un buen lugar de abrigo nos habíamos metido en la boca del lobo, salir de allí con ese viento era muy peligroso, ahora ya no teníamos otra opción, había que sujetarse a la boya y aguantar como fuera posible hasta que calmara.

Fue realmente complejo, casi imposible aproar el barco y para avanzar había que dar casi toda la máquina, tras más de media hora lo conseguimos y afirmamos con 3 cabos, confiando en que aguantaran las violentas condiciones.

Contactamos por radio con los militares, que tras confirmarnos que la boya era segura (la usan los buques de la Armada que se ocupan de la logística y el relevo), nos invitaron a bajar a tierra, ofreciéndonos lo que tuvieran a su disposición. No era el momento, pero en cuanto calmara si nos apetecía visitarles.

Por la tarde las condiciones se suavizaron y aceptamos la invitación. No os podéis imaginar lo hospitalarios, amables y simpáticos que han sido con nosotros, es el último lugar del mundo en el que pensaba que nos iban a hacer sentir como en casa. Los 4 soldados, acompañados por 2 perros, intuyo que no tienen muchas más tareas (salvo emergencias) que mantener la presencia en la isla, y tampoco reciben muchas visitas que digamos, así que creo que también fuimos una novedad. Nada más llegar nos hicieron pasar al refugio, cuya buena temperatura interior nos recompuso del frio pasado. Pudimos ducharnos, cargar agua potable y sin darnos cuenta ya estaban preparando la cena para todos. Charlamos durante horas, de la vida allí, la isla, nuestro viaje y mil otras cosas, fue realmente agradable e interesante compartir con ellos, además de que son excelentes cocineros.

Nos hablaron de que se podía ascender por la montaña y llegar al nacimiento de la cascada, un lago situado en la parte alta, una bonita excursión. A pesar de que nuestros planes eran zarpar a primera hora y dirigirnos a San Juan del Salvamento, en el extremo oriental de la isla, cambiamos de idea, nos levantaríamos temprano y subiríamos a descubrir ese lugar, uno de ellos nos acompañaría.

Regresamos de madrugada al barco, todo estaba calmado, hemos dormido como sobre una balsa de aceite, un placentero y merecido descanso.

Sed felices.

Kike

Día 399 (18/12/2010): En los dominios de los 50 aullantes

A las 23:02 GMT (una hora menos que en la España peninsular) hemos cruzado los 50º de latitud sur, salimos de la zona de los 40 rugientes y nos adentramos en la de los 50 aullantes, solo el nombrecito impresiona.

Desde que salimos de Puerto Deseado y arrumbamos al sur nos acompañan vientos del Noroeste de intensidades entre 20 y 30 nudos, una dirección muy favorable que nos permite navegar entre el largo y la popa, con la que hemos desarrollado velocidades de hasta 10 nudos, aunque de forma estable nos mantenemos entre los 7 y los 8.

Navegamos solo con la mayor tomado el primer rizo, al irse el viento muy a la popa el génova ha dejado de ser efectivo y hay demasiado para izar el spinnaker. De todos modos no necesitamos más trapo, así vamos bien, aunque al no llevar otra vela que compense un poco, el balanceo lateral es más intenso, aunque no brusco.

El tamaño de las olas es de 2,5-3 metros y al alcanzarnos por detrás nos empujan acelerando nuestra velocidad hasta la siguiente, mejor así que luchar contra ellas.

Hoy el día ha sido frio, especialmente en la madrugada o cuando cae el sol, aunque ya no calienta como antes, a pesar de que este visible y sus rayos te incidan directamente ganan la pelea la temperatura ambiente o la sensación térmica por el viento. La impresión al ponerse la ropa o meterse en la cama es desagradable, hasta que lo calientas un poco todo esta húmedo y frio.

Nubes y claros han intercambiado su dominio del cielo, el color plomizo del horizonte, junto al azul intensamente oscuro del mar, han predominado en la escala cromática de la jornada. En cualquier caso el paisaje de alta mar es diferente al que hemos observado en otras latitudes, me resulta difícil de describir, las nubes son diferentes, hay una claridad especial, tal vez sea una sensación mía por saber la zona del planeta en la que estamos navegando, tal vez sea la latitud.

Afortunadamente ningún incidente, todo tranquilo, vida rutinaria de abordo, alternando descansos con guardias, poca vida en común, puesto que el que descansa donde mejor esta es bien abrigadito en la cama, durmiendo, leyendo o escuchando música.

La previsión meteorológica por el momento no es mala, incrementos y descensos del viento, pero siempre permaneciendo entre el Oeste y el Norte, lo cual nos viene genial para el rumbo que llevamos.

Ayer conocimos una noticia que nos impresionó, hace 3 días un barco polaco naufragó en el canal de Beagle y murieron dos de sus ocupantes. Es una zona que atravesaremos para llegar a Ushuaia, y además, en principio no parece la más conflictiva, pero así son los designios del mar. Tampoco hay que ponerse negativo, sencillamente es información que refuerza nuestro ya elevado sentido de la prudencia, aunque esto pueda ser visto por algunos desde otra perspectiva.

Poco más por hoy, ya os sigo contando que tal vamos.

Sed felices.

Kike

Día 397 (16/12/2010): Polizón abordo

Anoche, cuando acababa mi guardia, distinguía algo sobrevolando todo el rato sobre la cubierta, me era complicado saber que era, si hubiésemos estado en tierra habría asegurado que un murciélago, pero en mitad del mar no tenía sentido. No le di más vueltas y me fui a dormir, las horas de descanso son oro en nuestras condiciones.

Por la mañana se descubrió el misterio, Jose Carlos me avisó que llevábamos un polizón abordo, un pararillo se había instalado tras la protección de la capota antirociones, allí permanecía dormitando, debía estar agotado, porque ni se movía cuando pasábamos por su lado al entrar o salir a cubierta. Lamentablemente la ornitología no es mi fuerte, así que no se deciros con seguridad de que especie se trataba, cuando suba las fotos a ver si alguien sabe decírnoslo.

Ha permanecido allí varias hora, inmóvil, impasible a los movimientos del barco o su tripulación, llegué a temer que estaba gravemente enfermo y que iba a morir, tan extraño era su comportamiento, pero no, de repente ha parecido despertar de su letargo y ha retomado el vuelo hacia donde su camino le llevara, eso sí, nos ha dejado un regalito como pago a los servicios de transporte y hospedaje, por lo que se ve no ha quedado muy satisfecho. Curioso el mundo animal, ¿que habría sido de él si nosotros no hubiésemos estado allí? A veces da que pensar, como pequeñas casualidades pueden condicionar el destino… ¿nuestro camino está escrito previamente? ¿o somos nosotros quienes lo escribimos con nuestra decisión y esfuerzo? ¿o una mezcla de ambas? Demasiado filosófico para estas horas…

En cuanto a navegación no nos podemos quejar de la noche y el día que hemos pasado, el viento roló y se puso del través tal cual la previsión, y durante la jornada se ha ido hacia la popa, aumentando también de intensidad hasta los 30 nudos en algunos momentos. Hemos podido avanzar a buen ritmo y sin excesivos problemas, supongo que lo podréis comprobar si miráis el mapa de nuestra posición en la sección «itinerario día a día» de nuestra web.

Al inicio de la tarde ha habido un rato divertidísimo, el mar de fondo del fuerte Norte que ha soplado estos días atrás se ha juntado con el oleaje del oeste generado por el viento actual. La combinación de ambas olas provocaba un movimiento similar a estar en una continua montaña rusa, con sus ascensos, descensos y movimientos laterales, no eran impactos violentos, más bien acelerones y frenazos al subir y bajar las olas tanto en longitudinal como en transversal, en fin, que nos divertimos como podemos y nos reímos de todo.

Eso sí, al caer la tarde las cosas ya se han puesto serias, el viento se ha tornado en contra, con el poderío y la enorme ola que levanta enseguida por estos mares, ahí ya ha sido menos divertido.

De hecho esto no es más que el aperitivo de lo que viene mañana, la previsión indica vientos medios en superficie de 35 nudos. Según la experiencia de estos días, el viento real supera como mínimo en un 50% al de la previsión, y las rachas llegan al doble, así que la cosa se va a poner muy muy fea.

Por eso hemos tomado una decisión, resguardarnos en Puerto Deseado (supongo que no somos los primeros que llegaremos a él con ansia), en teoría a final de la tarde habrá pasado lo peor y podremos reemprender el camino. Ha sido curioso, la decisión ha sido como espontanea y todo encajaba, nos viene casi de paso, llegamos justo antes de que se inicie lo peor y casi coincidiendo con la corriente de marea entrante (3,5 nudos nada despreciables), todo encaja, volviendo al tema de antes, ¿será el destino que nos quiere proteger de algo?
En cualquier caso es la decisión más razonable, teniendo la posibilidad no tiene sentido poner en riesgo a barco y tripulación, demasiado expuestos estamos ya en otras situaciones en las que no tenemos alternativa.

El único problema es que, como siempre, llegaremos de noche y sin conocer, aunque ya nos estamos acostumbrando a las búsquedas a ciegas. Miguel Urbieta, el apoyo que estamos teniendo en tierra y con el que contactamos todos los días mediante la emisora de onda corta, ya ha avisado a la Prefectura de nuestra llegada, esperamos que nos puedan indicar correctamente. A la velocidad que vamos, sobre las 3 de la mañana deberíamos estar allí.

Os escribo desde la posición 47º43’S, 65º43’W, aquí son las 12 de la noche (03 GMT), navegamos rumbo 224º a 5,4 nudos, con motor y mayor. A medida que nos acercamos a costa el viento se suaviza y la ola también.

Si todo va bien mañana os escribiré desde Puerto Deseado, aunque como os digo nuestra escala será breve, en cuanto pase lo peor zarparemos de nuevo rumbo Ushuaia, que todavía nos quedan 550 millas.

Sed felices.

Kike