Días 1.275 a 1.279 (12 al 16/5/13): La legendaria historia de los cuatro reyes, Raja Ampat
Según cuentan los indígenas, el origen de Raja Ampat se ha transmitido de generación en generación en forma de leyenda, con algunas variaciones, ya que no hay historia escrita, pero más o menos viene a decir algo así:
Erase una vez una pareja (según parece casados, no sé hasta qué punto esto puede afectar a la historia, pero por si acaso lo cito) que se adentraron en la selva de Teluk Kabui Kampung Wawiyai Kabui (vaya nombrecito, como para contárselo de memoria a vuestros hijos…). Como cada día, buscaban comida para alimentarse ellos y su familia (era hace mucho tiempo y todavía no se había inventado el Mercadona, esta aclaración es mía).
Cuando llegaron a la orilla del río Waikeo encontraron 6 huevos de dragón (otras versiones dicen que fueron 7, pero bueno, por el momento dejémoslo en 6).
Recogieron los huevos en una bolsa y se los llevaron (iban preparados). Al llegar a casa los dejaron en una habitación (lo cual es curioso, porque aquí las casas no suelen tener habitaciones, y menos antes, pero asumamos que los dejaron dentro y ya está).
Durante la noche oyeron ruidos y acudieron a ver qué sucedía, se quedaron absolutamente asombrados de lo que vieron: cinco de los huevos habían eclosionado y de ellos habían nacido 4 niños y una niña, iban vestidos con lujosos trajes, mostrando claramente su descendencia de reyes (en la versión de 7 huevos de otro de ellos nace un fantasma, supongo que sería invisible, por eso muchos no lo vieron).
Los cuatro chicos fueron nombrados reyes de cada una de las cuatro islas más importantes: War (nombre de persona) de Waigeo (nombre de isla), Betani de Salawati, Dohar de Misool y Mohamad de Batanta (casualidad, 4 reyes para 4 islas).
La chica (Pintolee) estaba embarazada (con lo cual, o no era tan niña, o iba muy rápido) y sus hermanos la volvieron a meter en la cáscara y la arrojaron al agua, donde flotó hasta encallar con la isla de Numfor (aquí debe haber una parte turbia de la historia que no cuentan, por algún motivo de desharían de ella…)
El otro huevo no eclosionó y se convirtió en piedra, bautizada como Kapatuai, se la trata como a un rey, alojada en una habitación especial con dos enormes piedras en cada lado de la entrada, a modo de guardianes.
Cada año se lava la piedra-huevo (o el huevo-piedra), y es la única ocasión en que se puede contemplar por la gente.
El pueblo respeta con devoción dicha piedra-huevo, motivo por el cual se construyó un casa como residencia de la misma a las orillas del río Waikeo, el cual sigue siendo un lugar de culto para los indígenas locales.
Así pues, Raja Ampat es la traducción textual de cuatro reyes («raja» significa rey y «ampat» cuatro), este es el motivo por el que se denomina así.
Lo que no he conseguido averiguar es que pasó con la pobre niña preñada, ni con su descendencia, ni quien fue el padre (¿quién sabe? Igual fue el fantasma, por eso también desapareció, o lo hicieron desaparecer…). Cuando esté en esa isla trataré de visitar la casa y obtener más datos, ya os cuento.
Existe otra versión de la historia, mucho más realista y aburrida, que dice que en el siglo XV el archipiélago de Raja Ampat pertenecía al Sultanato de Tidore, un gran reinado que se extendía por todas las Molucas. Para gobernarlas mejor, el sultán nombró un rey en cada una de las cuatro principales islas, dando origen al nombre. Yo me quedo con la otra que me gusta más.
Historias aparte, Raja Ampat es un territorio absolutamente de cuento, más de 1.500 islas, islotes o rocas distribuidas en 50.000 kilómetros cuadrados de calmadas aguas turquesa. Un laberinto de dispersas tierras emergidas con formas de hongo, magdalena (como bautizamos esta orografía en las islas Palau), cono o cresta, herencia de una topografía kárstica modelada a lo largo del tiempo por viento y mareas.
Los arrecifes de Raja Ampat están considerados como los de mayor biodiversidad del mundo, superando a sus vecinos del triángulo de coral (Indonesia, Malasia, Filipinas, Papúa Nueva Guinea, Islas Salomón y Timor Oriental), zona en la que se encuentra enclavada. Muestreos submarinos han identificado más de 1.500 especies de peces de arrecife (35 endémicos), 600 especies de coral (frente a las 60 del Caribe, por ejemplo), 13 especies de mamíferos marinos, 5 de tortugas en peligro de extinción, y un largo etcétera de cifras realmente asombrosas, aparentemente la creme de la creme de los fondos marinos.
El archipiélago está situado al Oeste de lo que llaman la «cabeza de pájaro» de la isla de Papúa, su extremo noroccidental. La línea ecuatorial pasa aproximadamente por su centro y se extiende varios grados en latitud Norte y otros tantos en latitud Sur.
Para llegar hasta aquí tuvimos que recorrer más de 400 millas náuticas desde el Norte de Sulawesi, surcando los mares de las Molucas, Halmahera y Ceram. Una travesía en la que el viento brilló por su ausencia, durante pocas horas pudimos parar motor. Las ligerísimas brisas, además de caprichosas e inestables, apenas son capaces de hinchar las velas y hacernos avanzar, y mucho menos con la corriente en contra, superior a un nudo, que en todo momento hemos tenido.
Hemos cruzado de nuevo el Ecuador, volvemos al Hemisferio Sur, y ya sabéis lo que pasa siempre en estas latitudes próximas al cero, la calma de Eolo y la inestabilidad meteorológica son la tónica dominante, los chubascos se suceden sin parar, el cielo ha estado cubierto y la cubierta mojada durante la mayor parte del tiempo.
En la antigüedad las pasaban canutas para navegar por esta zona, salvo que coincidieran viento y corriente en la dirección a la que se dirigían, o se deslomaban a remar o tenían que quedarse durante días a la espera de condiciones favorables, ya que sin viento no hay empuje, y el barco queda a merced de las fuertes corriente. Cuando esto les sucedía tras haber iniciado viaje (bastante probable por la inestabilidad) las cosas se complicaban adicionalmente con la dificultad para anclar, en general son aguas muy profundas y las costas caen como muros al abismo azul, en ocasiones no tenían más remedio que atar una larga soga a tierra y sobrevivir como podían hasta que los elementos les permitieran reemprender camino.
El martes a última hora de la tarde nos encontrábamos ya entre las pequeñas islas al Sudeste de Misool (Sur de Raja Ampat), visto que no llegaríamos con luz del día al grupo de islotes que era nuestra parada prevista (Fiabacet) decidimos buscar un refugio para pasar la noche, el más cercano en el que según la carta podríamos encontrar algo era un estrecho canal entre las islas de Wayilbatan y Karawapop. La realidad apenas coincidió con lo cartografiado, pero en cualquier caso pudimos fondear, no muy bien abrigados, pero al no haber ni viento ni mar fuertes uno se puede permitir estar expuesto a barlovento.
Entrar en Raja Ampat es como entrar en otra dimensión, sin pesqueros, sin luces, sin pueblos, sin gente… sólo naturaleza, en estado puro, no en vano es una de las zonas más remotas de Indonesia, poco visitada y menos conocida.
Anoche algo enorme merodeaba a nuestro alrededor, no pude verlo claramente, pero creo que era un tiburón ballena, a juzgar por el tamaño y porque no resoplaba. Esta mañana al levantarme he salido a cubierta para contemplar el paisaje que no pude apreciar al llegar, un fuerte resoplido me ha sobresaltado, esto si era una ballena, no me hacía falta ni verla, solo por la potencia del sonido lo tenía claro. Un calderón (tipo de ballena) se paseaba a escasos metros del Bahari, supongo que tenía curiosidad por ver que éramos. Tras supervisarnos ha seguido tranquilamente la pequeña bahía que se forma entre las dos islas, y poco a poco se ha alejado siguiendo su camino.
Todo apunta a que Raja Ampat va a ser escenario de encuentros y avistamientos de la fauna marina más variada, algo que la mayoría de la gente no puede ver más que en los documentales de televisión, somos unos auténticos privilegiados por poder vivir esta Aventura.
Sed felices
Kike
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Ahora que el peligro ha pasado, y nuestras familias y amigos pueden estar tranquilos, os puedo contar la crónica del probablemente paso más arriesgado que hemos tenido en este viaje alrededor del mundo.
Para entender la situación de la zona que hemos atravesado tengo que poneros en antecedentes y remontarme un poco en la historia.
Desde tiempos inmemoriales la piratería ha sido una forma de vida en el Sudeste Asiático, filipinos, malayos y chinos sembraron el terror en estos mares a costa de barcos mercantes, de pasaje o incluso incursiones terrestres.
Entre los más fieros y combativos han estado siempre los piratas Sulu (también bautizados como piratas Moro por los españoles, dado su culto al Islam), conocidos por no rendirse nunca y luchar hasta la muerte. Sulu es un archipiélago filipino que se extiende desde el Noreste de Borneo (ahora Sabah, Malasia) hasta el Sudoeste de Mindanao (Filipinas). Sus aguas son refugio ideal para la piratería, repletas de islas, recovecos, manglares, arrecifes y bajíos, con un acceso fácil a las rutas marítimas Norte-Sur que pasen por el Este de Borneo.
Durante la colonización española no fue posible erradicarlos, por más intentos y operaciones de castigo que se hicieron. No fue hasta bien entrado el siglo XX, durante la colonización norteamericana, que a través de un férreo control militar se consiguió que cesaran sus correrías. Pero llego la II Guerra Mundial, y tras ella la independencia de Filipinas, que no ha sido capaz de controlar el resurgimiento de los piratas Sulu, ahora modernizados con rápidas embarcaciones a motor y armas de fuego automáticas. No es fácil cambiar el modo de vida de los que durante más de 500 años se han dedicado al mismo negocio.
A día de hoy las islas de Sulu se consideran el punto más caliente de piratería de todo el Sudeste asiático, y uno de los más activos del planeta, todo el mundo desaconseja acercarse a sus aguas.
Pero este no es el único «problemilla» de la zona. El Sudoeste de Filipinas, incluido el archipiélago de Sulu y parte de Mindanao, es de mayoría islámica, que a su vez son una minoría (entre el 5 y 9%) en un país de confesión católica declarada. Desde el siglo XIV han vivido según la ley islámica y formando parte de sultanatos, situación que se truncó a mediados del siglo XX con la creación del estado filipino. Desde entonces el conflicto armado no ha cesado, y a pesar de que existen negociaciones de paz, diversos frentes de liberación pretenden la creación de un país independiente denominado Bangsamoro (nación Moro). La situación es de combates con el ejército filipino en algunas zonas, atentados terroristas y secuestro de occidentales, uno de los últimos casos, el tripulante de un barco australiano.
A esto además hay que añadir la reivindicación por los Sulu de Sabah (el área de Borneo malaya), tal y como explicaba en la anterior entrada del blog. Hace dos meses un grupo de varios centenares de Sulu fuertemente armados desembarcaron tratando de tomar Sabah por la fuerza, provocando una auténtica masacre. Desde entonces se ha creado un grupo de comandos del ejército malayo que defienden la zona de las incursiones de las lanchas Sulu, habiendo interceptado en este tiempo varias de ellas.
Con este panorama nuestra navegación desde Kudat hasta Sulawesi se complicaba mucho, dado que la ruta más corta es bordear el Noreste de Sabah (justo la zona en conflicto) y atravesar el paso de Sibutu, entre dos islas del archipiélago de Sulu. Las otras opciones implicaban desvíos descomunales: rodear Borneo por el Oeste (unas 2.000 millas más, casi 3.800 Km), o pasar por el Norte de Mindanao (1.500 millas más), esta última además sin garantías de seguridad.
Tratamos de informarnos detalladamente, pero no hay mucha información fiable. Unos decían que era una locura, otros que se podía pasar. Al final las fuentes que nos merecían más respeto nos comentaron que la zona estaba completamente militarizada, por lo que piratas y terroristas se han replegado, siendo así, un velero de bandera española no debería tener problemas en pasar, siempre que fuera alejado de tierra y sin parar en ningún momento.
Nos decidimos por esa opción, el paso más estrecho tiene 20 millas de ancho, suficiente para que ningún disparo nos alcanzara desde tierra, nadie lanzaría proyectiles pesados sobre un velero (¿para qué?), y si el control marítimo era militar, la única posibilidad de encuentro «desafortunado» tendría que haber burlado previamente los barcos de guerra, cruzarse con nosotros, y escaparse después, bastante improbable.
Zarpamos de kudat al amanecer, porque además del peligro de los hombres están los peligros del mar, nada más salir teníamos que atravesar una zona de arrecifes de 80 millas de extensión por los que solo es recomendable navegar de día.
Durante el segundo día de navegación, aproximándonos ya a las Sulu, tuvimos un comportamiento extraño por un par de pesqueros, aproximándose y analizándonos, suponemos que más fruto de la curiosidad que de otra cosa, por allí no debe pasar ningún velero.
Estábamos tranquilos, porque nuestra intuición nos decía que todo iba a salir bien, pero con el lógico estado de alerta al más mínimo detalle o barco que se aproximara.
Pasaríamos la zona más peligrosa durante la noche, nuestra estrategia fue apagar luces y dejar solo encendida la luz de fondeo, de modo que en la oscuridad se nos pudiera confundir con un pequeño pesquero; completamente a oscuras nos daba miedo por si nos detectaba el radar del ejército tomándonos por guerrilleros. Nos mantendríamos en aguas malayas el máximo tiempo posible, ya que como Filipinas también reivindica Sabah parece que no está haciendo mucho esfuerzo en combatir a los intentos de invasión Sulu. Una vez estuviéramos frente al paso de Sibutu saltaríamos a aguas filipinas y atravesaríamos «de puntillas» las aproximadamente 30 millas entre las dos islas Sulu, nada más llegar al mar de Celebes nos alejaríamos de costa lo más rápidamente posible hacia aguas profundas.
Todo estaba muy tranquilo hasta que un enorme foco nos iluminó de repente, era un buque inmenso a milla y media de distancia, con esa potencia de luz solo podía ser un gran barco de guerra malayo. Nosotros a su vez iluminamos con un foco el mástil, dejando bien claro que éramos un velero y respondíamos a sus señales. No se comunicaron por VHF, de modo que asumimos que habían entendido nuestro mensaje y nos dejaban pasar.
Al cabo de una hora teníamos a nuestro costado una lancha militar, de una eslora un poco superior a la nuestra, que nos enfocaba. Sus maniobras eran un poco erráticas, se aproximaba, nos iluminaba y se volvía a ir corriendo apagando luces, así varias veces, no entendíamos lo que quería, tratamos de comunicarnos por VHF pero no respondieron, no los veíamos bien, pero no nos atrevimos a iluminarlos por si lo interpretaban mal y disparaban, pensamos que sencillamente querían vernos de más cerca y seguimos nuestro rumbo.
Se volvieron a aproximar, esta vez más próximos, y con el grito «stop for your safety» y el reflejo de una docena de hombres vestidos de camuflaje, encapuchados, con fusiles de asalto y una ametralladora pesada preparada, nos dejaron claras sus intenciones. Paramos el barco inmediatamente y salimos a cubierta con los brazos abiertos para que vieran que íbamos desarmados.
Preparamos defensas, tomamos sus amarras y nos abordaron. Su trato fue cordial, aunque la tensión era evidente, no me extraña, enfrentándose a quienes se tienen que enfrentar. Nos interrogaron y tuvimos que mostrar nuestros pasaportes, tras comprobar todo nos permitieron seguir, siempre y cuando no paráramos, preguntamos si la zona era segura, pero claro, la respuesta era evidente, con el pecho hinchado y apretando las armas respondieron que si, por supuesto se debían referir a las aguas malayas, sobre las filipinas no tienen autoridad.
Ya en aguas filipinas, a la entrada del paso de Sibutu, 3 enormes barcos aparecieron frente a la isla de Tawitawi y un potente radar provocó interferencias en el nuestro, eran barcos de guerra filipinos, pero estos no tuvieron ningún tipo de reacción, supongo que pensaron que éramos un pesquero.
El resto de la noche fue tranquila, nada en el radar, nada en el horizonte, afortunadamente. Por la mañana nos sentimos ya a salvo, navegando por el mar de Celebes, a varias decenas de millas de las islas Sulu, distancia más que prudencial para que no nos pudieran divisar.
Sin embargo, cuando estábamos a 50 millas, en pleno mar abierto, nos sucedió un extraño incidente. Sentimos un fuerte impacto en el casco, salimos corriendo a ver qué sucedía. Habíamos chocado con una pequeña banca (la embarcación típica de pesca filipina), que llevaba atado un cabo a una especie de enorme bidón. Evaluamos rápidamente la situación y vimos que sus 3 ocupantes estaban bien, su embarcación solo había partido un pequeño palo de madera que llevan en proa, nada que afectara a su flotabilidad y/o gobierno, nuestros daños eran masilla y pintura en el costado.
Algo nos olió mal, decidimos no parar, seguimos navegando mientras los tripulantes nos observaban sin decir palabra. Analizando la situación, está claro que no pudo ser una colisión fortuita, el mar estaba como un plato y el día soleado, con esas condiciones, desde una embarcación tan baja y sin ningún tipo de protección o estructura es seguro que nos debieron ver, e incluso oír, a gran distancia. ¿Por qué no se apartaron? Habría bastado con un simple chapoteo con las manos para desplazarse un poco. ¿Por qué no gritaron cuando nos acercábamos? Sin duda los habríamos oído a centenares de metros. ¿Por qué tuvieron esa reacción tan extraña y a la expectativa tras el impacto? Lo normal si alguien impacta tu barco es que hables, grites, gesticules, etc. ¿Qué curioso que justo impactáramos exactamente en un trozo de madera de aproximadamente 20 cm que es el único punto no crucial para la banca? No fue en un patín, en el casco, en proa o en popa, que es lo que hay en el 95% de su eslora.
Cuando navegamos en mar abierto, suficientemente alejados de costa, no estamos permanentemente en cubierta, a 50 millas de costa, monitorizando el radar y saliendo a otear el horizonte cada 15-20 minutos suele ser suficiente. La última vez que miramos no estaban ahí y en el radar no aparecieron (embarcación pequeña de madera).
Nuestra explicación es que buscaron el impacto, bien aposta, o bien porque trataron de tendernos una trampa con el cabo y el bidón, y al enganchar el cabo con la orza (en lugar de con la hélice, que es lo que pudieron imaginar) tiramos del barquito hacia nosotros haciendo que colisionara en nuestro costado.
No digo que quisieran abordarnos, aunque igual la situación habría sido diferente si en lugar de dos hombres que les superaban en envergadura hubiera salido del interior un matrimonio de edad avanzada. En todo caso, si la jugada les sale bien, solo con sacar algunos dólares como compensación habrían ganado más que durante todo un mes de pesca. Nos buscaron, y esperaban a ver lo que pasaba, lo que coincide con su actitud, suponemos que probaron suerte.
En fin, que ya sabemos algo más, esta modalidad no la habíamos previsto hasta el momento, barcos que busquen el impacto para tratar de sacarte algo, pero a partir de ahora tendremos que tenerlo en cuenta.
Sed felices
Kike