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Días 1.170 a 1.172 (27 al 29/1/13): De Puluwat a Lamotrek

Fuerte viento y enormes olas nos están acompañando prácticamente a diario durante nuestro recorrido por Micronesia, sabíamos que el Alisio soplaría con intensidad, pero la realidad está superando nuestras previsiones y los registros de los Pilot Charts.

A medida que nos alejábamos del lagoon de Truk las condiciones de navegación se fueron endureciendo, por la noche peleábamos con 40 nudos de viento y olas de 5 metros, hubo que arriar génova y rizar mayor, era imposible soportar más trapo. Afortunadamente el viento nos era favorable (a un largo), por lo que el Bahari volaba prácticamente sobre las olas en interminables planeadas.

Recorrimos mucho antes de lo previsto las 170 millas de distancia que hay hasta Puluwat, un pequeño atolón de apenas 2 millas por 1,5 del que teníamos muy buenas referencias, aunque solo dispone de un paso muy estrecho y poco profundo, bastante complicado, habría que explorar antes de poder abordarlo.

Durante la aproximación, al llegar a una zona de poca profundidad, las olas se elevaron como montañas con crestas rompiendo en blanca espuma, el piloto automático no pudo con ellas, hubo que gobernar el barco a mano para evitar que una de ellas nos revolcara como una lavadora.

En el momento cruzamos frente al paso nos dimos cuenta que con esas condiciones era imposible, una rompiente justo en la entrada de un minúsculo canal poco profundo, con fortísimo viento lateral, del que carecemos de cartografía exacta, vamos, un suicidio.

Inútilmente intentamos fondear en la parte de sotavento del arrecife, imposible, es un muro, pasa de 300 metros a la superficie casi en vertical. Decidimos esperar un poco para ver si las condiciones se suavizaban, podíamos montar la auxiliar e investigar la posibilidad de entrar por el paso, pero viento y mar no quisieron tranquilizarse, no hubo manera, no tuvimos más opción que continuar camino hasta la siguiente isla, Lamotrek, a unas 173 millas.

En menos de 20 horas estábamos allí, casi 9 nudos de velocidad media, una barbaridad. Durante la noche la crudeza de la meteorología mejoró suavemente, el viento se estableció en 25-30 nudos y las olas en 3-4 metros, los golpes ya no eran tal violentos, pero el interior del Bahari seguía pareciéndose a ir montado sobre un caballo encabritado.

A pesar de que la cartografía tiene un error de más de media milla no tuvimos mucho problema en localizar un paso entre los arrecifes y fondear al abrigo de la isla. Es impresionante como cambia la situación al pasar de estar navegando en un revuelto mar abierto a la tranquilidad de unas aguas bien protegidas por elevados árboles sobre una franja de tierra, es como si fuera otro mundo al que se accede a través de las puertas del atolón.

Lamotrek está habitado por unas 300 personas que viven en un único poblado de forma tribal. Francis, el jefe, nos dio la bienvenida y se ofreció a guiarnos en un recorrido por sus dominios.

La historia de la vida en la isla casi se cuenta por si misma por lo que se ve a medida que paseas por el poblado. Hace muchos años que el hombre habita allí, sus rasgos y costumbres indican claramente que sus antepasados pertenecieron a una de las primeras migraciones polinesias. La indumentaria es tradicional, una tela anudada para los hombres, pareo por la cintura y pecho descubierto para las mujeres, todavía no tienen nuestros prejuicios.

Cabañas por vivienda, cascara de coco como combustible para la cocina, canoa como medio de transporte, animales libres por doquier, útiles ancestrales, todo ello muestra que el estilo de vida es muy similar al de centenares de años atrás; La civilización que les ha llegado en forma de un barco de aprovisionamiento cada 4-5 meses y una conexión de comunicaciones con Yap no les ha cambiado mucho.

La iglesia es uno de los núcleos importantes del poblado, su campana rige varias de las actividades comunitarias a través del día. Lo gracioso es que la llaman «iglesia» (en castellano), como muchas otras palabras que quedan en su vocabulario como herencia de su españolidad desde mediados del siglo XVI hasta 1899, momento en que se realizó la venta a los alemanes.

Muy cerca de la playa se pueden observar los restos de dos hidroaviones japoneses inutilizados en su posición por fuego norteamericano. Durante la II Guerra Mundial el ejército japonés estableció una base de observación y defensa en Lamotrek. Los nativos no guardan muy buen recuerdo, parece que los dominaron con mano dura, coartando sus libertades e incluso racionándoles la comida que ellos mismos pescaban o cultivaban, según dicen, desde los puestos de vigilancia contaban hasta los peces que sacaban del agua, de modo que no les pudieran engañar a la hora de entregar sus capturas. No son las únicas reliquias de esta época: bases de torres, pozos de agua y cimientos de algún edificio atestiguan la histórica presencia del destacamento militar que fue arrasado por la aviación enemiga.

Siguiendo el recorrido destaca la presencia de varias construcciones bajas de cemento y ladrillos, lo que contrasta con chozas y jungla a su alrededor, y extraña sabiendo que no disponen de esos materiales. Son la herencia de la ayuda Norteamericana tras la guerra, los grupos de ingenieros del ejército les edificaron una escuela, un dispensario y varios edificios auxiliares, el paso del tiempo ha hecho mella en ellos, pero siguen en pie dando servicio. Existe alguno más moderno, fruto de la ayuda tras el tifón que a finales de los 80 arrasó la isla y no dejó ni un árbol en pié, afortunadamente no hubo ninguna desgracia humana porque todo el poblado se refugió en la iglesia.

Después de la visita, Francis nos invitó a compartir el evento que durante algún tiempo reunirá a todos los hombres del poblado cada tarde: la construcción de una gran canoa a vela, la mayor que han construido hasta el momento. Aunque parezca increíble, con este tipo de embarcaciones son capaces de llegar hasta Yap o Guam (a unas 500 millas), y lo que es mucho más complicado, regresar contra el viento. 5 días de ida y un número indeterminado de vuelta, a la intemperie (puesto que no tiene ningún tipo de protección), achicando el agua que entra a cubos y llevando el rumbo a mano con una especie de remo que hace de timón, increíble, sinceramente yo no sé si me atrevería.

La actividad actual consiste en vaciar el único tronco que dará forma al casco de la canoa, por grupos van trabajando mientras el resto descansa, toma una especie de cerveza que fabrican ellos mismos en base a savia de cocotero o conversan. Les costará semanas, pero tampoco se les ve con mucha prisa, intuyo que en parte es una expresión de su tradición como comunidad, y una excusa para la reunión de los hombres todas las tardes.

Niños corriendo y jugando con aviones de papel, gallinas campando a sus anchas, olor a humo de leña y cocina, sonido del viento batiendo las ramas de los cocoteros eclipsado rítmicamente por los golpes de los hombres construyendo la canoa, mujeres con el torso desnudo amamantando a sus bebes mientras, sentadas en suelo, realizan alguna tarea doméstica, paisaje verde jungla salpicado del marrón de las cabañas, hechas con tronco y hoja de coco, con un fondo de agua azul turquesa perenne, síntomas de una vida en comunión con la naturaleza y el pasado.

A pesar de toda su historia reciente, y de la modernidad que esporádicamente aparece a su lado (entre otras como consecuencia de la visita de veleros como nosotros), parece que en Lamotrek el tiempo haya decidido pararse, tal vez porque sus habitantes así lo han decidido, tal vez porque es la única forma razonable de vivir coherentemente con el entorno que les rodea.

Sed felices

Kike

Días 1.160 a 1.162 (17 al 19/1/13): ¿Una isla española en Micronesia?

Pues aunque cueste de creer no solo hay una, son varias las islas que según los acuerdos internacionales serían consideradas territorio nacional de España.

El origen de esta situación se remonta a finales del Siglo XIX, una vez perdidos la mayor parte de los territorios de América, Cuba, Filipinas y Puerto Rico, poco le quedaba a nuestro país en ultramar, apenas los archipiélagos de Palaos, Marianas y Carolinas (todos en Micronesia). Con numerosos problemas internos en la metrópoli, sin un centro administrativo desde el que controlarlas y explotarlas, y sin posibilidad de defender la soberanía de estos territorios (una vez perdida la flota del Pacífico en la batalla de Cavite), España decidió vender estas remotas y deshabitadas islas. La transacción se realizó con Alemania, segunda potencia mundial de la época e interesada en mantener una flota militar en la zona.

Sin embargo, ya en el siglo XX, un abogado del estado descubrió que se habían pasado por alto varias islas que, teóricamente, seguirían bajo la soberanía nacional. Según los archivos existen cuatro islas (o grupos de islas) que fueron descubiertas por Hernando de Grijalba en 1.537 e incorporadas a los territorios de ultramar, aunque no pertenecen a los archipiélagos de Carolinas ni de Marianas, es decir, no fueron transferidas a Alemania, por lo tanto seguirían siendo españolas.

La delicada cuestión llegó a ser causa de un específico consejo de ministros presidido por Franco, pero dado que en aquellos momentos España tenía otros problemas más acuciantes que solucionar, se decidió postergar la cuestión, y así parece que ha continuado hasta nuestros días (tal vez ahora tampoco sea el mejor momento para plantearlo).

Los territorios en cuestión son: Os Guedes (Iles Mapia), Coroa (Rongerik atoll), Pescadores (Kapingamarangi en el idioma local, atolón con 33 islotes y 300 habitantes) y Matador (Ocea, actualmente un montículo submarino sumergido, probablemente considerado fondo marino internacional como consecuencia de la subida del agua).

Nos sorprendió aprender esto buscando información sobre Micronesia, del mismo modo que supongo que os sorprenderá a vosotros; tratamos de encontrar las ubicaciones exactas, pero sin internet, rebuscando entre la miríada de impronunciables nombres que contiene la cartografía, fue imposible, lo dejamos como una anécdota más a explorar.

Sin embargo la situación tuvo un giro radical el día 17. Nuestro avance hacia el norte estaba siendo más complicado de lo previsto, una vez se acabó el buen viento del Noroeste que nos acompañó desde Papúa Nueva Guinea Eolo se tornó caprichoso e inestable, y si se establecía era de componente Norte, justo en contra.

Esto incluso se agravó tras cruzar el Ecuador el día 15 (por cierto, ya estamos en el Hemisferio Norte de nuevo, es como estar un poquito más cerca de casa, aunque la mayor parte de la navegación que todavía nos queda seguirá transcurriendo en el Hemisferio Sur), nos pasó casi lo mismo que cuando lo cruzamos la primera vez, en junio de 2010, una sucesión de calmas totales con tormentas que llevan fuertes ráfagas durante un rato.

Si el chubasco esta ya bien formado el fuerte viento le precede, luego llueve torrencialmente y después desaparece; si está en proceso de maduración es al revés, primero ausencia de viento, lluvia y luego rachas infernales, total, que te pasas el día izando y arriando velas, y a pesar de ello en numerosas ocasiones acabas completamente empapado después de haber salido corriendo para soltar velas o tomar el timón a mano después de un buen susto y revolcón.

Estando así las cosas, lo más inteligente era desplazarnos mucho más hacia el Este, a la espera de que los vientos predominantes (Noreste) se establecieran y nos permitieran navegar de un bordo en dirección a Chuuk, primer destino en Micronesia. Mientras planificábamos el recorrido nos encontramos con una agradable sorpresa: Kapingamarangi, el principal territorio de la posible Micronesia española, se situaba a 180 millas al Este, todo encajaba para ir a hacer una visita al territorio nacional, nos miramos y no lo pensamos mucho, pusimos proa al atolón, la parada también nos serviría para solucionar un problema en el génova que nos impedía ceñir correctamente (el último segmento del enrollador se había soltado y por lo tanto no podíamos dar tensión de driza).

El día 18 de madrugada estábamos allí, tuvimos que esperar varias horas al pairo hasta tener luz suficiente, la cartografía apenas proporciona información. El paso es estrecho y sinuoso, y no teníamos datos de su profundidad, de modo que hicimos una exploración previa con la auxiliar para garantizar que podíamos entrar; era posible, pero no sencillo.

Su lagoon es poco profundo y plagado de cabezas de coral, tras dos intentos lo conseguimos y fondeamos frente al islote situado en su extremo Sudeste, una preciosidad, rodeado de una playa de arena blanca y frondosa vegetación, me gusta esta parte de España 😉

El jefe del poblado nos hizo una visita, no le dijimos nada de que veníamos a tomar posesión en nombre del Gobierno Español, porque ni teníamos el mandato ni sabíamos cómo se lo iba a tomar. Eso sí, la primera medida urgente que habría que implantar es poner algún bar con cerveza fresca y unas tapas, porque no sabéis el calor que hace, si no hay brisa no se puede estar más que dentro del agua.

Lástima que no pudimos parar más que unas horas, el tiempo justo de descansar un rato, bucear en su barrera de coral, reparar el génova, comer y levar ancla antes de que el sol bajara y no mostrara claramente los peligros bajo el agua en las proximidades del paso.

Bonito paisaje el del atolón de Pescadores, de forma casi circular y unas 6 millas de diámetro, jalonado con una hilera de islotes con compacta vegetación en la mitad Este y arrecife que encierra su lagoon en la mitad Oeste. Su situación es bastante remota, a unos 400 Kilómetros del atolón más cercano (inferior en tamaño y población) y a 800 del núcleo de población más importante de la zona (Chuuk o Pohnepi).

A falta de conocer las otras islas, sin duda serían una gran aportación a la belleza de nuestro país, aunque dudo que algún día se lleve a cabo formalmente, como mínimo sería económicamente complicado.

Sea como sea, la idea de la Micronesia española no deja de ser romántica y exótica, pocos podrán tendrán la oportunidad de conocerla, me hace sentir un auténtico privilegiado.

Sed felices

Kike