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Días 1.483 y 1.484 (6 y 7/12/13): La procesión de los delfines y el simio acuático

Durante 5 ó 6 días hemos avistado a diario un grupo de delfines que se aproximan y comienzan a hacer cabriolas en la proa del Bahari. Suelen aparecer varias veces al día, lo más curioso es que nos acompañaron antes de nuestra recalada en Las Palmas y volvimos a coincidir con ellos a la salida de puerto, como si nos hubieran estado esperando, aunque evidentemente esto debería ser fruto de la casualidad.

Es habitual ver delfines durante las travesías, pero no que el mismo grupo repita varios días seguidos, y hablo del mismo grupo porque coincide en número, especie y reconocemos a varios de sus individuos por su forma, moteado y hasta el carácter más o menos alocado y juguetón.

Normalmente, aunque se divisen desde lejos, se acercan al sonido del barco y acuden rápidamente a la zona delantera, nadando en paralelo, cruzándose, yendo y viniendo, haciendo carreras, saltando, realizando acrobacias y piruetas en el aire, etc. parece que les gusta jugar con la estela de agua que provoca el casco al cortar las olas, y no desaprovechan un momento lúdico. Suelen estar un rato, hasta que se cansan y continúan su camino con la misma facilidad que con la que llegaron. El único caso en que no se aproximan es cuando están enfrascados en sus tareas de pesca, algo que he observado en varias ocasiones y os aseguro que también es un espectáculo, desde cubierta se puede apreciar cómo van arrinconando a sus presas en un círculo y de abajo hacia arriba (la superficie es la única frontera en mar abierto), hasta que llega un momento en el que el agua hierve por la concentración de peces y se lanzan en una serie de ataques implacables, que también son aprovechados por las aves. Una vez lo pude ver en todo su esplendor desde dentro del agua, buceando con snorkel, me sentí inmerso en una de las escenas de la película «Océanos».

Tal vez en esta ocasión hemos coincidido con un grupo que está migrando en nuestra misma dirección, hacia el Norte, y les servimos de distracción una vez han cumplido con su obligación fundamental de alimentarse. O tal vez piensan que somos un pesquero y se acercan de vez en cuando «a ver si cae algo».

No lo sé, pero lo que si tengo claro es que además de ser un buen presagio nos hacen pasar un rato divertido, y que son muy sociables, el otro día Jose Carlos logró acariciarlos con el pie desde proa, y no rehuían el contacto, todo lo contrario, incluso uno se puso panza arriba para facilitar las caricias en su vientre. Si en algún momento viento y mar calmaban por completo pensábamos parar el barco y zambullirnos con ellos, tratando de repetir la mágica experiencia que tuvimos con delfines en el atolón de Pukapuka, en Polinesia, donde estuvimos nadando durante horas con una docena de estos dicharacheros animalitos, su comportamiento fue el más amistoso que he visto en mi vida, retozaban a nuestro alrededor buscando el contacto, nos rozaban con ímpetu como gatitos mimosos, se empujaban entre ellos para recibir nuestras caricias, jugaban con nosotros e incluso se situaban una y otra vez dispuestos a que nos agarráramos de sus aletas dorsales para remolcarnos, una preciosa y emotiva experiencia en la que creo que nos comunicamos mucho, sin decir nada. Lamentablemente en este caso el mar no nos ha dado tregua, y no era razonable parar el barco para tirarnos al agua.

¿Por qué nos atraen tanto los delfines? ¿Por qué nos sentimos tan empáticos con ellos? Será porque son mamíferos, como nosotros, o porque están más próximos de lo que pensamos al ser humano, curiosamente son el animal que nos sigue en la relación peso del cerebro/peso corporal…

Y yendo más lejos: ¿Por qué nos atrae tanto el agua? ¿Por qué nos reconforta su contacto y sonido? ¿Por qué estamos muchísimo mejor adaptados a este medio que el resto de primates?

El otro día, mi buen amigo Gilberto, biólogo marino, me enviaba una curiosa teoría de mediados del siglo pasado que lo explica, aunque apoyada por eminentes científicos, no ha sido ampliamente aceptada por los expertos, es la teoría del simio acuático.

Más o menos defiende la hipótesis de que los antecesores inmediatos de los humanos modernos fueron unos simios que se vieron forzados a adaptarse y evolucionar en una vida semi-acuática durante un largo periodo de tiempo, tras ser alejados de los bosques por los grandes primates, en contra de la idea generalizada de que descendemos de los simios de la sabana, pero regresaron a la vida terrestre antes de estar completamente adaptados a la vida acuática. La teoría tuvo su origen en la observación de algunos rasgos que diferencian a los humanos del resto de primates, y que sin embargo tienen un paralelismo con otros mamíferos acuáticos.

Esto explicaría por ejemplo el bipedismo, como un medio más efectivo de caminar dentro del agua vadeando zonas poco profundas, además de la elongación de los miembros inferiores humanos con respecto a otros simios, que le permiten nadar de una forma más efectiva.

También justificaría la pérdida masiva de pelo corporal, como una adaptación similar a la de otros mamíferos acuáticos, terrestres que tienen ancestros acuáticos o aquellos que pasan gran parte de su tiempo en el agua. Del mismo modo sería la razón de porque el vello humano sigue la línea del flujo de agua alrededor del cuerpo.

Otro punto importante es la laringe descendente, una característica compartida con muchos animales acuáticos, que permite cerrar la tráquea mientras se bucea a la vez que facilita tomar largas respiraciones mientras se está en superficie. La capacidad de bucear del ser humano supera con mucho la de cualquier otro simio.

El incremento del tamaño del cerebro también se posiciona como argumento, según esta teoría seria debido al alto consumo de ácidos grasos y yodo presentes en una dieta a base de pescado y marisco.

Un rasgo adicional, completamente diferente a otro cualquier primate, es que los recién nacidos humanos tienen una capa de grasa corporal (que les facilita el aislamiento y la flotabilidad en el agua) y sin embargo no pueden caminar hasta como mínimo el primer año de edad. Sumado al hecho de que un bebé puede mantener de forma instintiva la respiración hasta 45 segundos bajo el agua, y que tiende a flotar, indica que en ese sentido estaríamos más preparados para nadar junto a la madre que para estar en tierra, teniendo como componente adicional que la superficie del agua es un entorno en el que se tendrían muchas menos amenazas por depredadores.

Además de las razones físicas, también existirían otras más ligadas a nuestro comportamiento, basadas en las reminiscencias y atracciones provocadas por un pasado acuático, esto explicaría porque la población siempre tiende a concentrarse en zonas costeras o la costumbre del baño higiénico extendida por toda la especie humana, sólo común en otros mamíferos terrestres con pasado semi-acuático, como los elefantes.

Aunque no sea la teoría más defendida por los paleo-antropólogos, me encanta, porque como bien dice Gilberto, significaría que los apasionados del mar y la vida subacuática no es que estemos locos del todo, sencillamente es que estamos menos evolucionados.

Sed felices

Kike

PD: seguimos navegando hacia la península, pero nos cuesta mucho avanzar, hasta la madrugada de anoche estuvimos ciñendo rumbo al cabo San Vicente, era lo que nos dejaba el viento, posteriormente calmó y hemos podido poner proa directa a Cádiz apoyados con el motor, aunque nuestra velocidad es inferior a 5 nudos por las olas en contra.

A las 10 horas GMT del día 7 nuestra posición es 35º 28’N, 009º 13’W, 155 millas al Sudoeste de la bahía de Cádiz, calculo que será difícil llegar durante el día 8, lo más probable es que sea durante el 9.

Días 1.481 y 1.482 (4 y 5/12/13): El mercante sordo

Durante la madrugada apareció un enorme eco en la pantalla de radar. Sin duda se trataba de un buque de carga cubriendo el trayecto entre la península y las Canarias, nos habíamos cruzado ya con varios de ellos, pero éste me llamó la atención desde el principio porque venía muy rápido (a más de 20 nudos) y a un rumbo directo de colisión con nosotros.

En general, en mar abierto, los mercantes suelen respetar las preferencias de paso, los veleros navegando a vela tienen prioridad, ya que tienen una maniobra más restringida y sobre todo una velocidad muy inferior. Normalmente alteran su rumbo y/o velocidad para darnos una distancia de resguardo de cómo mínimo 1 milla, aunque habitualmente dan más de 2.

De todas formas siempre hay que estar muy atento, si se trata de un pesquero faenando no suele moverse un ápice de su trayectoria, aunque en este caso su velocidad no es elevada y es fácil esquivarlo. Del mismo modo se puede evitar sin complicaciones plataformas petrolíferas, buques realizando trabajos submarinos o remolques, al ir despacio o estar parados se puede calcular con tiempo y prever las maniobras necesarias. Algo muy distinto es un barco que viene a elevada velocidad hacia ti, es difícil calcular su trayectoria exacta, especialmente en la noche, y si va en sentido contrario, a su velocidad se suma la tuya, por lo que en este caso nos aproximábamos a casi 30 nudos de forma muy peligrosa.

Para complicar un poco las cosas, en ese momento navegábamos casi con el viento en la popa, por lo que las opciones eran limitadas, si me desviaba hacia un lado (si orzaba) me daba la impresión que interceptaba más su trayectoria, si iba hacia el otro (arribaba), el margen era limitado, le podía dar unos grados, pero estaba al borde de la trasluchada, que en nuestro caso es violenta y puede provocar desperfectos, para hacer la maniobra bien tendría que virar por avante, pero a su vez eso implicaba quedarme parado durante un rato delante de él hasta que consiguiera tener otra vez velocidad en la dirección opuesta, no era sencillo…

Decidí contactar por VHF y explicarle mi situación, confiando en que lo entendería y sin más que cambiar su rumbo unos grados nos daría el resguardo suficiente. Mi sorpresa fue mayúscula cuando no respondió a una llamada que claramente lo identificaba, en castellano y en inglés.

Salí una vez más para comprobar sus luces, tratando ver si llevaba algún tipo de señal de maniobra restringida, y si nuestras luces de navegación a vela eran las correctas. No había duda, se nos identificaba claramente como un velero a vela, y a él como un buque a motor de gran tamaño sin más limitación, además a simple vista era evidente que seguía directo hacia nosotros, simultáneamente se veían las luces roja y verde, con la blanca arriba en el centro.

Estaba ya a poco más de una milla, realmente peligroso, y no había ni el más mínimo síntoma de querer esquivarnos por su parte. Le llamé de nuevo por VHF, siendo absolutamente nítido y repetitivo en el mensaje, y en ambos idiomas, pero una vez más su única respuesta fue continuar implacable en nuestra dirección, me sentí como atrapado en las vías del tren, viendo como se acerca un enorme expreso a toda velocidad, sin poder escapar.

Salí a cubierta preparado para lo que fuera, arribé al máximo y me mantuve dispuesto para el momento en que tuviera exactamente clara su trayectoria escapar en perpendicular de la misma, ya me daba lo mismo trasluchar o no, ya no se trataba de evitar daños, si no de impedir un abordaje.

Tras unos segundos de auténtica tensión pasó a unos 100 metros, ver tan cerca a semejante mole a esa velocidad me puso los pelos de punta, yo creo que mi suspiro de alivio al tenerlo al través lo debieron oír desde el puente de mando. En esos momentos eché de menos llevar instalado el sistema AIS, que permite conocer el los datos identificativos del buque (así como sus datos de navegación), os aseguro que habría presentado una queja a la naviera por una maniobra tan imprudente. No sé si el oficial al mando estaría dormido o sencillamente sería un temerario, pero por mucho que él sea más grande e impactar con nosotros le habría supuesto lo mismo que un mosquito en un parabrisas, no puede jugar así con la vida de la gente, desconocía si teníamos un problema a bordo y no podíamos maniobrar, había recibido dos llamadas y no contestó, y solo con habernos rozado nos habría enviado a pique sin duda alguna.

A parte de este desagradable incidente, la navegación transcurre sin problemas, no vamos rápido (5-6 nudos de velocidad media), pero cada vez estamos más cerca de Cádiz.

Tuvimos vientos favorables por la aleta durante las primeras horas, que se reforzaron al superar la latitud de Lanzarote y desaparecer la pantalla que ejercía dicha isla a los vientos del Sudeste. Pero no duró mucho, apenas un día después de zarpar de Las Palmas el viento fue rolando progresivamente a Noreste, y por lo tanto yéndose a la proa, casi en sentido contrario a nuestra dirección.

Desde entonces navegamos de ceñida contra el viento, que al no ser muy fuerte (10-15 nudos), no es excesivamente dura. Ya no podemos ir en línea recta hacia Cádiz, nos hemos tenido que desviar unos grados más al Norte para que el barco mantenga la velocidad. Todo esto nos retrasará y en lugar de llegar a Cádiz el 7 supongo que más bien será entorno al 8 de diciembre.

A las 18:30 GMT del día 5 nos encontramos en la posición 32º 44’N, 11º 37’W, unas 350 millas al Sudoeste de Cádiz, navegamos rumbo 12º a una velocidad de 6 nudos, el viento de Noreste ha subido a 17 nudos y ceñimos al máximo con mayor y génova completamente desplegadas, la previsión es que la situación se mantenga al menos durante las próximas 24 horas.

Sed felices

Kike