Protegido: Días 1.144 y 1.145 (1 y 2/1/13): La llegada del nuevo año
Días 1.138 a 1.143 (26 al 31/12/12): El cocodrilo y el cervatillo
EL COCODRILO
Leabon es un motu de las islas Hermit que no está nada mal para vivir, sobre todo siendo un cocodrilo. También conocido como la isla de los pájaros, hace honor a su nombre y allí anidan miles de aves, tantas que cubren el cielo cuando vuelan, los árboles cuando se posan o las playas cuando toman el sol y retozan sobre la arena.
Con tanta algarabía siempre hay un descuido, un polluelo que cae de un nido o un huevo fresco puesto al alcance del reptil. A pesar de superar los 4 metros de longitud el cocodrilo es más rápido de lo que parece, su especialidad es cazar al acecho manteniéndose completamente inmóvil hasta el momento adecuado, su aspecto le mimetiza con un tronco de los muchos que llegan a la orilla, pacientemente analiza sus presas, a veces durante días, pero una vez llegada la hora es implacable, difícilmente se le escapa un objetivo bien estudiado.
Además de ser un buen sitio para comer, Leabon es un islote bonito, pequeño (150 metros de largo por 75 de ancho), con una playa de arena blanca que lo rodea por completo, tupida vegetación ecuatorial en su interior y numerosos árboles que despuntan en todas direcciones. A su alrededor las aguas son poco profundas, con fondo arenoso en el lado que da al lagoon, lo que proporciona un colorido turquesa, y fondo coralino en el lado mar abierto. La vida florece sobre el coral, que además de proporcionar sus propias formas y colorido, es el caldo de cultivo para infinitas especies de invertebrados y peces. La frontera con el océano es un muro que cae en vertical desde los apenas tres metros hasta el infinito azul de los más de trescientos metros, si trasladáramos esta pared a un acuario seria digna de un museo de ciencias, pero no daré ideas, porque de este modo el cocodrilo se quedaría sin uno de los paisajes que más le gusta contemplar.
La vida del cocodrilo es más bien tranquila, pocas cosas afectan a su ritmo vital, y solo una le hace cambiar de entorno, la presencia de esos seres ruidosos que caminan sobre dos patas. No le gustan, a pesar de no tener ningún depredador que le amenace su instinto le dice que es mejor ocultarse de ellos, ningún animal llega a hacerse grande de no ser extremadamente precavido. De vez en cuando llegan chapoteando sobre unos troncos, él los puede detectar a mucha distancia, en estas ocasiones lo mejor es nadar hasta la vecina isla de Luf y ocultarse en el manglar, allí se siente a salvo.
Hoy sin embargo algo diferente llegó a su islote, un enorme tronco blanco que rugía mientras se movía. Comenzó su maniobra de evasión, pero curioso se volvió y quedó inmóvil para ver lo que sucedía. Cuando el tronco dejó de rugir de él saltaron seres bípedos, pero con un aspecto distinto a los que había visto hasta ahora: piel de color de las gaviotas, e incluso más ruidosos y torpes a la hora de moverse en tierra o mar. Andaban por la playa claramente visibles, observando descaradamente todo. Poco van a cazar así -pensó el cocodrilo-, no hacen más que espantar las posibles presas. Al cabo de un rato comenzaron a gritar, señalaban sobre la arena, allí donde el cocodrilo había estado por última vez, contemplaban sus huellas y se exaltaban por ello.
En ese momento el cocodrilo lo tuvo claro, nadó más rápido que nunca hacia el refugio de su manglar, nada bueno se podía esperar de criaturas que se comportan así.
EL CERVATILLO
Aunque parezca extraño los de su especie habían vivido allí desde hace muchos muchos años, en lo más denso de la jungla que cubre las principales islas de las Hermit; En otros tiempos el Noreste de Papúa Nueva Guinea fue colonia alemana, y éstos, con disciplina germánica, introdujeron ciervos procedentes de los bosques de su país en todas aquellas islas y atolones que encontraron, para dotar de comida a posibles náufragos o en caso del inicio de una explotación de copra (coco seco). La isla de Akib, una de las tres islas principales, tiene la forma de una estrecha y alargada bota con tacón, su impenetrable vegetación es el refugio perfecto, o casi perfecto, para estos animalitos.
Numerosas especies de árboles solapan sus copas tan estrechamente que los rayos de sol apenas pueden llegar al suelo. Con tanta sombra y humedad la vegetación crece implacable hasta ocupar cada centímetro cuadrado de tierra. Brotes tiernos, hierbas y tubérculos son un sabroso alimento. La lluvia es tan frecuente que no faltan charcos o arroyuelos en los que beber. No hay muchos peligros, sencillamente hay que mantenerse apartado del manglar para no ser engullido por un cocodrilo, no comer nada raro, y sobre todo huir cuando se huele o se oye a los humanos, según aprendió de su madre la especie más peligrosa de cuantas se pueden encontrar en su hábitat, no hay más depredadores.
Al cervatillo no le gustaba nadar, era un medio en que se sentía torpe, sin embargo pasear por el borde entre la selva y la playa era una de sus principales aficiones, allí podía contemplar el horizonte, islas lejanas, un mar que a veces se rizaba con el viento, un paisaje tan distinto de la miope visión del laberinto de plantas y arbustos.
A veces veía los peces saltar, y se preguntaba que sería aquello; otras los humanos pasaban remando en pequeñas canoas frente a la costa, en ese momento se quedaba inmóvil tratando de mimetizarse con el entorno, ante el menor síntoma de aproximación o movimiento extraño se lanzaba a la carrera por los intrincados pasadizos entre la selva que solo los de sus especie conocían. Afortunadamente en Akub no vivía ninguna de aquellas criaturas que constituían su principal amenaza, y cuando esporádicamente desembarcaban en la isla rara vez penetraban en su interior, en general se quedaban en costa.
Durante los últimos días el cervatillo tenía una mala intuición, había un movimiento fuera de lo habitual, unos humanos que no había visto nunca pasaron en un artefacto flotante frente a las costas de su isla, desde su llegada varias expediciones de nativos habían puesto en guardia a sus congéneres, aunque tras observarlos se dieron cuenta que únicamente estaban cazando cangrejos del cocotero, pescando en sus proximidades o recogiendo cosas por la playa.
El presentimiento era más intenso hoy, y es que aunque el cervatillo no lo sabía, era Nochevieja, la víspera de año nuevo. Ensimismado en sus pensamientos caminaba tranquilamente por el bosque hasta que oyó agitarse unas ramas, se quedó inmóvil, tratando de detectar de que se trataba y pasar desapercibido a la vez, en el momento se dio cuenta ya no pudo reaccionar, estaba rodeado por humanos, trató de huir a la desesperada, pero mientras trataba de hacerlo una flecha le atravesó el cuello, las patas se le doblaron sin fuerza, cayó al suelo a la vez que veía como le rodeaban caras que observaban fijamente, un segundo después notó una llamarada de calor bajo la garganta y todo terminó, el cielo de los cervatillos le esperaba, mientras que su cuerpo sería el plato especial de la cena para la celebración de la llegada del nuevo año.
Sed felices
Kike
PD: mis mejores deseos para todos vosotros en este nuevo año que comienza, disfrutad de la Nochevieja y empezad 2013 con unas buenas risas, son terapéuticas y atraen a la buena suerte.
Días 1.133 a 1.137 (21 al 25/12/12): Navidades en la tribu
Tras dos días y dos noches de navegar a motor, porque el viento no se dignó a hacer acto de presencia, la silueta de las Hermit aparecía por proa con las primeras luces del alba. Poco que destacar de una travesía bastante monótona, salvo el brillo y la claridad de las estrellas en la oscuridad, tal era su luminosidad que rielaban sobre el agua, como le gusta hacer a la luna en las noches claras.
Durante la aproximación era evidente a simple vista que la cartografía no coincidía ni por asomo con la realidad, calculé un error de milla y media, tuve que situarme a ojo como pude y entrar por uno de los pasos que da acceso al lagoon tomando todas las precauciones posibles. A partir de ahí los mapas ya no sirvieron de nada y la navegación fue 100% en visual, esquivando arrecifes hasta llegar a Carola Bay, el primer destino.
Las Hermit son un grupo de 3 islas principales más varios motu e islotes menores, encerradas en una barrera de coral de unas 12 millas de largo por 8 de ancho. Las islas grandes tienen colinas como de 100 metros de altura, todas ellas cubiertas de selva, un oasis verde en medio del azul mar de Bismarck.
Solo existe un pequeño asentamiento humano, en la isla de Luf viven 200 personas completamente aisladas del mundo, ningún barco les aprovisiona o les sirve de medio de transporte, y no existe otro modo de llegar hasta aquí.
A medida que nos adentrábamos en la bahía se distinguía claramente el poblado de cabañas de madera y hoja de cocotero, tan sencillo y bonito como podáis imaginar. Una canoa salió a nuestro encuentro, sobre ella remaba Bob, el jefe de la tribu, acudió a darnos la bienvenida y aconsejarnos el mejor sitio para fondear, lo cual no es evidente, ya que o hay demasiada profundidad, o es arrecife.
Una vez bien anclados le invitamos a subir a bordo y tomar algo, nos habló de las vicisitudes de vivir en uno de los sitios más remotos que puedan existir.
No hay electricidad, gas ni agua corriente, existen dos aseos comunitarios que no son más que cuatro paredes situadas sobre el mar a los que se accede por unos troncos. En general solo tienen aquello que puedan cultivar, pescar o fabricar por sí mismos. Cosas tan básicas como azúcar, arroz, cebollas, ajos, ropa, útiles de pesca o un bolígrafo son un auténtico tesoro para ellos.
Sin embargo están bien organizados y la comunidad se apoya en todo lo necesario. Construyeron unas cabañas destinadas a escuela, allí educan a los 100 niños que son la alegría de la isla. Las sendas y zonas comunes están limpias y despejadas. La solidaridad es fundamental para la supervivencia del clan, si alguien pesca lo comparte y nunca faltan manos para las tareas pesadas.
Antes de que nos diera tiempo a bajar a tierra llegó una canoa con una niña de 11 años, nos traía patatas y algo de fruta. Un refresco y unos dulces le hicieron abrir los ojos como platos, durante un buen rato se dedicó a observar con curiosidad cada rincón del barco y reírse, es tan diferente a lo que está acostumbrada, jamás había visto un inodoro.
Un montón de canoas la siguieron, cargadas con piñas, plátanos, yuca, huevos, calabazas, etc. tantas que llegó un momento en que tuvimos que dejar de aceptar regalos, seríamos incapaces de comernos todo lo que nos estaban trayendo antes de que se pusiera malo, además llegábamos aprovisionados de Madang. Nosotros les correspondimos con las cosas que sabemos que más les hacen falta, a buen seguro el Bahari saldrá de aquí mucho más ligero que llegó.
El primer paseo por el pueblo fue una sucesión de sonrisas, saludos y carreras para vernos. Por nuestra parte comprobamos su modo de vida, y como sin dramatismos se adaptan a su realidad y tratan de mejorarla con mucho ingenio y trabajo.
A bordo llevo pequeños detalles para los niños, como caramelos, lápices, bolígrafos, ceras de colores, etc. Cosas que para nosotros casi carecen de valor, pero que para ellos son motivo de admiración y alegría del mismo modo que lo sería para un pequeño occidental una videoconsola o el juguete a la última moda que más se anuncia en televisión.
No tiene precio su sonrisa, el modo en que aceptan tímidamente los regalos, sin movimientos bruscos, pero aferrándolos firmemente y observándolos con detalle, valoran las cosas de un modo sincero, nada que ver con los excesos a que se ha acostumbrado las nuevas generaciones de nuestro país.
Siempre tenemos algún querubín a nuestro alrededor y las visitas al barco se suceden cuando nos ven en el Bahari, no piden, pero sus ojos les delatan, de todos modos cuesta tan poco hacer felices a unas criaturas que jamás han tenido un regalo de navidad ni un juguete, que no me da cargo de conciencia malacostumbrarlos un poco mientras esté aquí.
En las Hermit se celebra la navidad, pero a diferencia de nuestras costumbres para ellos la comida más importante es la cena del día 25, es cuando se reúnen las familias, y como casi todos están más o menos emparentados todo el poblado se aglutina entorno a tres celebraciones. Fuimos invitados a dos de ellas, y para no herir susceptibilidades aceptamos con la primera familia que nos lo propuso.
Cada uno cocinó algo, con la materia prima que tenía a mi disposición solo pude preparar unas tortillas españolas, pero gustaron. Nos reunimos como 40 personas, que nos acogieron como invitados distinguidos, aunque con la cercanía del calor de hogar y familia. Las mesas estaban repletas de recipientes con deliciosos platos, todos ellos en base a pescado, tubérculos o las verduras que tienen a su disposición, incluido bambú. No había ningún lujo, ni manteles, ni servilletas (no usan papel de ningún tipo), ni siquiera platos o cubiertos para todos, pero no los echamos en falta. La única bebida fue agua de lluvia, y al terminar manos y utensilios se limpiaron en el mar con arena (no hay detergentes).
Los niños corrían y jugaban, las madres los perseguían para comer, todos conversaban alrededor de las mesas, se diría de una escena cotidiana de nochebuena, salvo por estar casi a oscuras, a la intemperie, en medio de la selva, en unas pérdidas islas del océano pacífico, rodeados por una remota tribu de Papúa Nueva Guinea.
Han sido unas navidades diferentes, y aunque me hubiese gustado tener conmigo a algunas personas, la experiencia es inolvidable, poder compartirlas con estas gente, de vida tan sencilla, pero con elevados valores humanos, y que tienen tanto… a pesar de tener tan poco.
Sed felices
Kike
PD: para todos aquellos que no la recibieran o consultaran facebook os adjunto mi felicitación navideña:
«Este año pasaré las navidades en las Hermit, un pequeño grupo de islas casi deshabitadas en medio del mar de Bismark (norte de Papúa Nueva Guinea), de naturaleza casi virgen y cuyas tribus viven allí como hace muchos muchos años.
En Papúa Nueva Guinea (como en muchos otros países) la gente no sabe lo que es la crisis, su preocupación es comer cada día, tener un techo bajo el que guarecerse de las intensas lluvias y sobrevivir a enfermedades, animales peligrosos o alguna de las guerrillas. La mayoría no es capaz ni de hacerse una idea de cómo se vive en nuestro país, pero cualquiera de ellos se cambiaría por el más humilde de nosotros. Sin embargo, en sus ojos no se ve amargura, sonríen de oreja a oreja y saludan amablemente a todo aquel con el que se cruzan.
Para navidades y año nuevo no te voy a desear felicidad, si está al alcance de tu mano y es cuestión de perspectiva, ni prosperidad, si tienes lo necesario para vivir, voy a desearte salud y que tengas 5 minutos para hacer una pequeña lista de las razones por las que eres afortunad@ (a ser posible ahora, porque luego se te olvidará), que la apuntes en cualquier sitio y que al menos durante estas fiestas la repases durante un minuto cada mañana.
Tal vez con eso podamos hacer un poco más felices a los que nos rodean, relativizar los problemas y que este mundo sea un lugar mejor.
Un cálido abrazo (que estoy casi en el Ecuador)
Kike Fenollosa