Standard Blog

Días 971 y 972 (12 y 13/7/12): ¿Sueñan los peces?

Es una pregunta que me hice al verlos plácidamente dormir, escondidos bajo las rocas o sencillamente panza arriba flotando tranquilamente sobre el mar; curiosa la experiencia de la vida nocturna sobre el arrecife, ahora os la cuento en detalle.

Mientras estábamos en el fondeadero norte de Tahanea coincidimos de nuevo con nuestros amigos del Touareg, Christian, Olga y su hija de 12 años Johana. Ellos pensaban zarpar hacia Fakarava, nosotros hacia alguno de los motu del interior del lagoon, pero dado que se preveía viento fuerte del Sudeste, y que nos apetecía compartir algunos días, decidimos ir juntos al abrigo de uno de los motu situados al Sudeste, es lo bueno de cuando no tienes planes fijos, siempre se pueden cambiar sobre la marcha.

Hasta ahora no habíamos estado allí, pero nada más llegar tuvimos claro que había sido una buena elección, paisaje de película: varios islotes coronados por cocoteros y rodeados por un cinturón blanco de arena, aguas con los distintos tonos de azul, piscinas naturales transparentes como el vidrio, todo desierto y salvaje.

Para que os hagáis una idea de la claridad del agua os contaré una anécdota,  en el momento del fondeo pasamos un mal rato, a pesar de que la sonda marcaba entre 6 y 7 metros, nos vimos rodeados por cabezas de coral que parecían estar a ras de agua. Tras inmovilizar el barco me zambullí para analizar la situación, era un efecto óptico, hasta la más elevada estaba a más de 4,5 metros de profundidad (nuestro calado es 2,5 m.).

Christian es una persona con la que conecto mucho, coincidimos en gran medida en cuanto a la visión de la vida y compartimos muchas aficiones. Durante estos días hemos tenido largas jornadas de pesca submarina o con su pequeña auxiliar a vela, buceo, barbacoas en la playa, cenas en uno u otro barco, largas tertulias, etc. No está mal un poco de vida social, si no tantos días viviendo como ermitaños nos asilvestramos un poco.

Otro aspecto muy interesante es el de compartir experiencias, bien sea de supervivencia usando los recursos naturales, navegación, destinos interesantes, recetas de cocina, etc. Siempre se aprende algo nuevo, siempre hay que estar dispuesto a aprender y enseñar lo poco que uno puede saber.

La langosta siempre es una exquisitez, sea donde sea. No es difícil encontrarla en los atolones del Pacífico Sur, aunque capturarlas requiere un poco de sacrificio, hay que ir de noche al arrecife exterior y mojarse, aquí aplica al pelo el dicho: «el que quiere pescar tiene que mojarse el culo…»

Hace tiempo que no comíamos, así que la otra noche nos animamos a ir. Tras desplazarse con la auxiliar a un punto adecuado hay que atravesar el motu o arrecife hasta el borde exterior, próximos a la rompiente, y comenzar a caminar iluminando el agua con linternas. Si hay se las encuentra fácilmente, sus ojos brillan como dos faros de colores anaranjados o amarillos, y su forma oscura es inconfundible.

Una vez localizadas el siguiente desafío es conseguir atraparlas, lo mejor es con la mano, aproximándose lentamente al principio para acabar con un rápido movimiento, solo hay una oportunidad, si escapan ya no hay forma de volverse a hacer con ellas.

Con un arpón o el fusil sería más fácil, pero el problema es que quedarían heridas de muerte, sin la posibilidad de liberar a hembras con huevas o las que son demasiado pequeñas, algo importante para poder seguir comiendo langostas en un futuro.
Pasear en medio de la noche por la plataforma del arrecife es toda una experiencia, a pesar de que se buscan sitios en que no cubra más allá de la rodilla, a veces el agua alcanza más allá de la cintura, teniendo en  cuenta que estas a merced de las olas y las oyes rugir con fuerza a escasos metros, la sensación de riesgo es intensa, los sentidos se agudizan y ante la menor percepción de que el mar te puede arrastrar te agarras con fuerza a lo que sea.

La vida bajo el mar siempre está presente, aunque sea de madrugada. Sus primeras representantes suelen ser pequeñas morenas escondidas entre las rocas antes de llegar a la plataforma, suelen ser inofensivas, pero visto lo visto aquí, hay que tratar de evitar exponerse a su radio de ataque, por lo que te fijas muy bien donde pones el pie en cada paso.

Una vez llegas a la plataforma y empiezas a caminar en paralelo al borde exterior del arrecife se encuentran nuevos habitantes nocturnos. Los que más me llamaron la atención fueron los peces loro durmiendo en los huecos o bajo las rocas, sus colores vivos azulados o verdosos destacan nítidamente.

Normalmente no nos preguntamos si los peces duermen, pero es muy curioso ver como lo hacen, buscan su hueco al abrigo de la corriente y se relajan por completo, panza arriba o de costado, como si estuvieran acostados sobre un lecho de ingravidez. Inmóviles descansan como muertos, allí donde se creen a salvo de los depredadores.

En este momento son tan vulnerables que no me atrevería a pescarlos, demasiado fácil, no es una competición justa, sería como un asesinato. Más que otra cosa despiertan ternura, y si dejas volar tu imaginación te planteas ¿estarán soñando? ¿con que soñaran los peces? Con islas paradisiacas, playas espectaculares, aguas cristalinas o preciosos arrecifes no creo, porque es donde viven. ¿Soñaran con bellas montañas? ¿Tendrán pesadillas imaginándose que llega un humano con una linterna y los atrapa? ¿Cuáles serán sus deseos?  No me digáis que no os entra curiosidad, y tampoco es que les quiera atribuir una inteligencia superior, pero cuanto más conozco estos seres, cuanto más tiempo paso con ellos y los observo, más cuenta me doy que tienen su inteligencia y su carácter, su forma de relacionarse, sus hábitos, sus expresiones, aprenden e intuyen, desde luego algo tienen.

Además de los peces loro también puedes encontrar salmonetes y otras pequeñas especies durmiendo sobre el agua a la deriva. Estos lo hacen en grupo, con sus vientres blancos reflejando la luz de las luces como si fueran perlas. Tienen que tener muy buen dormir, porque las olas no cesan de balancearlos, incluso es muy posible que alguna los arrastre hacia la rompiente, pero bueno, es su medio, supongo que en ese momento despertaran y se  desplazaran a un lugar más tranquilo.

El coral también se ve precioso bajo los focos, sobre todo destacan los colores azulados, naranjas y rosas. Iluminar el fondo es un espectáculo multicolor.

A pesar de que tantas reflexiones pasaran por mi cabeza no perdí de vista el objetivo de pescar langostas, la cacería se saldó con tres buenos especímenes, tras descartar otras tantas por escaso tamaño y que se me escaparan un par más, suficiente para degustarlas y guardar un par en el congelador para un día en que las condiciones permitan hacer una paella.

Sed felices

Kike

Días 957 a 963 (28/6 al 4/7/12): La ciguatera y la luna llena

Una intoxicación por ciguatera y la influencia de la luna en la abundancia de vida en el paso Sur de Fakarava, estos han sido los principales factores que nos han condicionado los últimos días, el primero de forma negativa, el segundo todo lo contrario.

No es la primera vez que os hablo de la Ciguatera y las precauciones que tenemos que tomar para evitarla, pues bien, esta vez volveré a mencionarla, pero por experiencia propia.

En resumen, es una intoxicación alimenticia que se produce por la ingesta de pescado de arrecife envenenado a causa de la toxina que produce un micro-alga (Gambierdiscus Toxicus). Los peces la comen y son inmunes, pero van acumulando la toxina en su cuerpo, a medida que se sitúan en una posición más alta en la cadena trófica y tienen mayor tamaño, más cantidad y concentración de la sustancia venenosa puede tener su cuerpo.

De este modo, los depredadores de mayor tamaño son los potencialmente más peligrosos (por ejemplo morenas, barracudas, meros, jureles, napoleones, etc.), aunque en realidad no se trata de algo exacto, depende de las zonas, las especies e incluso los individuos. Una buena práctica es preguntar a los pescadores locales, que es lo que hemos venido haciendo hasta ahora, aunque tampoco eso es una garantía al 100%.

No hay forma de detectar si un pez esta envenenado o no (los polinesios dicen que si lo está no van las moscas, las hormigas huyen, o al colgarlos no se quedan rectos, pero no veo mucha base a esto), y la toxina no se destruye con la temperatura (alta o baja) o con otras sustancias (por ejemplo jugo de limón).

Los efectos también dependen de cada persona, se pueden presentar trastornos gastrointestinales, cardiovasculares (bajada de pulsaciones y tensión), neurológicos (inversión de las sensaciones térmicas, picores, calambres) y musculo-esqueléticos (fatiga, dolor muscular), llegando incluso a la parada cardio-respiratoria en los casos más graves. No hay remedios, solo tratamientos sintomáticos.

Siendo así parece una ruleta rusa, pero visto con visión de contexto tampoco tiene porque serlo, por ejemplo, en Polinesia Francesa, con unos 300.000 habitantes, se registran 800-900 casos al año, teniendo en cuenta que la dieta fundamental durante toda su vida es pescado de arrecife, tampoco es tanto.

Siguiendo unas prácticas lógicas, como no comer tamaños grandes (máximo 2 Kg), limpiar bien el pescado nada más capturarlo (las toxinas se concentran en vísceras y cerebro), preguntar siempre a los pescadores locales y a ser posible evitar los depredadores, la probabilidad de resultar intoxicado es muy baja.

En nuestro caso, creo que nos confiamos un poco, en los atolones en que hemos estado recientemente los nativos decían que se podía comer todo o prácticamente todo, pero en estas cosas nunca hay que bajar la guardia.

El primer mero que comimos en Tahanea (hace ya casi dos semanas) tenía ciguatera, los síntomas no se hacen esperar mucho, los notamos al día siguiente. Afortunadamente la intoxicación fue leve, en mi caso un par de días de dolor muscular y agotamiento, en el de Jose Carlos, además de estos, picores e inversión de las sensaciones térmicas, que aunque se le están yendo, todavía le duran; no ha sido bueno que se le juntara con la infección de la picadura en el pié y la toma de antibióticos, poco a poco se está restableciendo.

¿Os acordáis del mero que me robó el gran tiburón gris? Una vez más el destino nos recuerda que lo que un día puede parecer una tragedia, al día siguiente te das cuenta que fue una fortuna, el mero era mayor que el segundo que capturé y nos comimos, muy posiblemente los efectos de la ciguatera habrían sido mayores.

Para mayor seguridad visitamos la enfermería de Rotoava (la población de Fakarava), donde nos diagnosticaron y dieron buenos consejos, además de volver a aplicar curas al pié de Jose Carlos.

Por si acaso tendremos que estar un tiempo sin comer pescado de arrecife (los de mar abierto no tiene ciguatera), para no acumular más toxina y dar margen a eliminar la que podamos tener.

Tras compras, gestiones y paso por la enfermería, pusimos rumbo de nuevo al sur, al paso de Tumakohua, el paso Sur de Fakarava, donde nos encontramos actualmente. No puede haber un lugar mejor y más tranquilo para descansar, además de tener un buceo espectacular.

La luna llena de julio es una fecha mágica aquí, varias especies de peces se concentran de forma inusual para reproducirse, las imágenes bajo el agua son grandiosas, cardúmenes que tapizan de ojos el fondo marino, o que se concentran de tal modo que parecen un solo ser de dimensiones monstruosas; todo esto además de los ya habituales 200 o más tiburones grises que forman una especie de enjambre en medio del paso, lástima que Jose Carlos no pueda bucear todavía, ya veréis las imágenes.

Aunque un poco más bajos de revoluciones, seguimos disfrutando de un incomparable paisaje, de preciosas puestas de sol, y de una vida subacuática rebosante, acompañados por las noches de una luna que parece un sol.

Si todo va bien, en un par de días volveremos a Tahanea, el atolón desierto que tanto nos gustó, aunque esta vez dejaremos que los tiburones se coman todo el pescado.

Sed felices

Kike