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Días 405 y 406 (24 y 25/12/2010): ¡Feliz Navidad desde Ushuaia!

Ayer, día de Nochebuena, en torno al mediodía (hora local) amarrábamos en el puerto de Ushuaia.

Mientras lo atravesábamos el canal de Beagle nos dio una pequeña lección, quiso demostrarnos el porqué de su fama de temible y traicionero, en las proximidades de la Isla de Barlovento (el nombre nos tenía que haber dado alguna pista) súbitamente el viento cambió, rachas de 50 nudos nos alcanzaron. Navegábamos con la mayor tomado el primer rizo y motor apoyando, hasta ese momento el viento estaba casi de proa con intensidades de 20-25 nudos y alguna racha de 30. La cuestión es que pensábamos arriarla antes, pero como en esa zona el canal es ancho y nuestra velocidad baja por la corriente en contra, la mantuvimos.

En ese momento yo estaba durmiendo, me despertaron los gritos llamándome a cubierta y el estruendo del exterior. Nada más salir me di cuenta que el panorama era muy feo, Jose Carlos se esforzaba en bajar la mayor, pero no podía, si seguíamos así el vendaval la iba a hacer añicos. Mientras tanto Sebastián estaba en el timón intentando gobernar el barco, con tanto viento y una ola extrañamente violenta que se montó el piloto automático no podía con él.  Teníamos tierra cerca con rocas y arrecifes, derivar hacia ellos habría sido una catástrofe.

Inmediatamente me puse con Jose Carlos a tratar de bajar la mayor, tras varios intentos no quería, nos planteamos subir y empezar a cortar patines, pero decidimos probar de nuevo, y esta vez si lo conseguimos. La amarramos como pudimos y continuamos capeando el infierno en el que de repente nos habíamos metido.

Como todo, lo bueno y lo malo, al final pasa, y gradualmente fue disminuyendo de intensidad, regresando a los valores normales que previamente teníamos.

Ateridos de frío, agotados, y con el susto metido en el cuerpo entramos al interior en el momento el piloto fue capaz de hacerse con el barco, una vez más habíamos superado otra dificultad del camino, por suerte otra anécdota que contar y nada que lamentar, una vez más nuestro ángel de la guarda había contrarrestado los designios a los que los elementos nos van enfrentando.

El resto del canal de Beagle lo hicimos a motor y con muchísima precaución. Tras mucho observar, cada vez somos más capaces de detectar cuando y donde se pueden dar los wiliwaws (vientos de montaña muy violentos por la suma del encañonamiento, las masas de aire frio que descienden más el viento de gradiente) y sus consecuencias. A lo largo del camino tuvimos varios más, pero nada que ver en su intensidad y duración al primero.

Sobre las 3 de la mañana comenzó a clarear, el paisaje en el que estábamos inmersos era digno de una postal. La mezcla de altas cumbres nevadas con un canal de mar que las atraviesa da un resultado único y espectacular, combina escarpadas formas con manto blanco en su cima, verdes por debajo de cierta altura y en los valles, con el azul muy oscuro del agua.

Poco a poco fuimos avanzando, entre tierras chilenas a nuestro babor y argentinas a estribor, dejamos atrás Puerto Williams y continuamos hasta la Bahía de Ushuaia, en la que se ensancha un poco más el canal. Durante todo el camino solo nos cruzamos con dos buques de mercancías, aunque por radio oímos que había otro velero que marchaba delante de nosotros. El control de la navegación en esta área es intenso, periódicamente hay que reportar la posición, rumbo, velocidad y hora aproximada de llegada a destino, es laborioso, pero por otro lado te da la tranquilidad de estar monitorizado.

Llegar a Ushuaia fue la recompensa a los momentos de sufrimiento pasados, no son muchos los que llegan hasta aquí, es un orgullo y una satisfacción haberlo conseguido, soy consciente de que somos unos afortunados, y de que la suerte y la fuerza nos han acompañado. La ciudad se sitúa alrededor de la bahía, a la falda de montañas nevadas y con un verde bosque sobre ella, sus techos inclinados y el colorido de sus casas contribuyen a la imagen de un cuento de Navidad.

Gracias al apoyo de ADAN (Asociación Deportiva Argentina de Navegantes), a la que nos hemos asociado, no tuvimos muchos problemas en conseguir el amarre, ciertamente nos está resultando muy útil, nos dan días de cortesía, tenemos apoyo vía radio, etc.

Nada más bajar a tierra buscamos como desesperados un sito en el que comer algo y posteriormente una buena ducha, nos quedamos como nuevos.

Sebastián pudo encontrar vuelo de regreso a Buenos Aires y por la tarde partió a celebrar la Nochebuena en familia. Ha sido un placer tenerle con nosotros, una gran ayuda durante la navegación y las maniobras, además de un buen amigo con el que hemos compartido charlas y risas.

Nuestra Nochebuena y  Navidad han sido con seguridad diferentes a las vuestras, no pudimos celebrarlas mucho ni estar con gente con la que nos habría gustado. En Nochebuena tratamos de encontrar restaurante, pero fue imposible, nuestro menú tuvo que limitarse forzosamente a un paquete de papas y un refresco en una especie de kiosco, a las 12 estábamos en la calle viendo desde los cristales como brindaban dentro de los locales, menos mal que nos dio por reírnos de la situación. El día de Navidad nos levantamos tarde por el cansancio acumulado, al final no hicimos comida, en fin, como he dicho, diferentes 😉

Los  planes son estar por aquí hasta aproximadamente el 15 de enero, en el momento la meteorología la permita haremos el ataque definitivo al Cabo de Hornos, mientras tanto descansaremos y pondremos de nuevo a punto el barco para tan importante hito.

Sin más, os deseo que tengáis las mejores fiestas que podáis imaginar, llenas de felicidad y amor, y que continúe así por los años venideros…

Kike

PD: os adjunto una entrevista que nos hicieron nada más llegar en Punto Radio, se emitió el 24 de diciembre en el programa Juego Limpio (para escucharla pulsad en el enlace de abajo).

Entrevista Punto Radio Nochebuena 2010

Día 403 (22/12/2010): El faro del fin del mundo

A primera hora comenzamos con los preparativos, la mañana era muy fría y llovía, el viento soplaba de la entrada con 20-25 nudos de intensidad, pero comparado con el de los días anteriores nos pareció una suave brisa. Nos apoyamos con la auxiliar para liberarnos de la boya y largar amarras, todo salió fácil.

Pusimos proa al estrecho paso y entre las montañas fuimos saliendo de Puerto Parry, por más que lo hubiese visto no me cansaba de contemplar el entorno. Una vez en mar abierto bordeamos la Isla Observatorio y arrumbamos directamente al Cabo San Juan, el extremo más oriental de la Isla de los Estados. Navegamos a vela con un viento del Noroeste moderado y un mar bien formado.

Iniciada la tarde echábamos el ancla en el fondeadero interior de la bahía que conforma Puerto San Juan del Salvamento, aunque puerto no hay ninguno, a simple vista no se distingue ningún vestigio de presencia humana en los alrededores. Suaves colinas de vegetación muy baja lo protegen, siendo muy tranquilo y prácticamente abrigado de todos los vientos. Un autentico bosque de inmensas algas crea una barrera hasta la orilla, el barco se quedó prácticamente en el borde, maniobramos con mucha precaución para no engancharlas con la hélice o que taponaran de nuevo la admisión de agua.

Ni siquiera el fueraborda pudo superar las plantas subacuáticas, acabamos levantándolo y remando para ganar tierra, no había manera.

Una vez en la playa de piedra exploramos en una y otra dirección tratando de localizar un camino o senda que nos condujera al cementerio y las ruinas del antiguo penal, que operó entre 1884 y 1899, ni rastro. Cuando ya casi nos dábamos por vencidos detectamos un pequeño claro en el bosque con una cruz y un ancla, muy cerca del agua, pero casi cubierto por la vegetación, era el cementerio, allí había una placa conmemorativa. Un poco más adentro encontramos un conjunto de cruces blancas sobre montículos, aquel fue el lugar en el que enterraban a los que debían caer como moscas, solo de pensarlo se te ponía la piel de gallina, y eso que estamos en verano y vamos bien equipados, no quiero ni imaginar cómo debía ser pasar allí un invierno. Continuamos hacia el interior tratando infructuosamente de encontrar algún vestigio del penal, pero la naturaleza se había encargado de borrar cualquier huella del drama del que a buen seguro fue testigo, bosque cerrado y arbustos nos cerraban el paso, no tenía sentido seguir sin saber cómo encontrarlo, regresamos a la playa.

Levamos ancla y nos dirigimos a la parte exterior de la bahía, en ella hay una caleta próxima a la ubicación del Faro del Fin del Mundo, el que inspiró la novela de Julio Verne y también dio origen a una película. Se llamaba así por motivos obvios, durante un tiempo fue una referencia fundamental para la navegación por los mares del Cabo de Hornos, sirviendo como indicación del Cabo San Juan, y por lo tanto el extremo oriental de la Isla de los Estados, facilitando que la bordearan sin encallar en sus traicioneras aguas los barcos que evitaban el peligroso estrecho de Le Maire y que querían alcanzar el Océano Pacífico desde el Atlántico o viceversa.

De nuevo hubo que bajar a tierra a remo por una nueva barrera de algas, una vez allí encontramos la senda, esta vez bien definida, que lleva a la reconstrucción del antiguo faro. Casi una hora de marcha hasta llegar, tuvimos la sensación de estar en un lugar histórico, testigo de excepción de innumerables sucesos. La réplica, aunque dotada sistema de iluminación, es más bien un refugio que alberga objetos originales, testimonios del paso de visitantes y medios básicos de subsistencia ante una emergencia. Oteando el entorno desde su exterior casi podía imaginar los momentos de acción de la novela, que releí para la ocasión.
No demoramos en regresar al Bahari, queríamos zarpar con luz para salir de allí y bordear el cabo, zona de fuertes corrientes. A las 21 horas estábamos en ruta, abandonábamos la Isla de los Estados, un lugar peculiar del que guardaremos recuerdos de todo tipo, la bella y la bestia en uno solo.

Un grupo de focas se nos unieron en comitiva desde antes de llegar a mar abierto, era gracioso verlas nadar en formación, dando saltos como si de delfines se tratara, lo estaban pasando en grande persiguiéndonos, aunque siempre se mantenían a una distancia prudencial.

En el momento pasábamos al través el Cabo San Juan vimos una inmensa rompiente en el horizonte, similar a cuando enormes olas impactan sobre un arrecife, pero según la carta allí no había nada, debía estar provocada por un cruce de corrientes o el efecto del viento contra una de ellas. Amenazadoramente la rompiente se fue acercando, hasta que nos alcanzó, un muro de agua mucho más alto que el bimini se alzó en nuestra popa y rompió violentamente sobre la cubierta, el agua casi entra dentro, menos mal que la bañera es muy abierta y la desalojó casi inmediatamente. Por suerte Jose Carlos estaba en ese momento al timón y pudo controlar el barco, tomando rumbo de fuga del mar encolerizado que seguía a las rompientes. A parte del susto no tuvimos mayor problema, pero constatamos de nuevo que por estas latitudes viento y mar se comportan de forma violenta y extraña.

Mañana os sigo contando.

Sed felices.

Kike