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Días 1.428 a 1.432 (12 al 16/10/13): Cape Town, la ciudad del cabo

Comenzó como un mero puesto de aprovisionamiento de alimentos frescos y agua para los barcos que se dirigían hacia el Cabo de Buena Esperanza, rumbo a las indias. Los restos de un naufragio holandés, a mediados del siglo XVII, dieron origen a la construcción de un fuerte que se ocuparía permanentemente para ayudar a las castigadas tripulaciones en su largo viaje desde Europa, muchas veces afectadas de escorbuto.

Los portugueses habían descubierto la ruta más de 150 años atrás, bautizándola como el cabo de las tormentas, aunque rápidamente su rey le cambio el nombre por Buena Esperanza, de otro modo pocos voluntarios iba a conseguir para explorar y establecer las rutas comerciales que deseaba.

Sin embargo, los aborígenes vivían allí desde el origen de la humanidad, hay restos de homínidos que confirman su presencia desde hace millones de años, aunque poco se sabe de del pasado de los pobladores hasta la llegada de los europeos.

La historia de Sudáfrica es una historia de luchas entre hombres (holandeses – los boers-, ingleses e indígenas) y del hombre por conquistar un vasto territorio rico y virgen, pero plagado de peligros. El descubrimiento de minas de oro y diamantes desencadenó guerras por su control económico, aunque tal vez la etapa más negra (y no es un chiste), por ser más reciente y conocida, fue la del Apartheid, que duró hasta 1.994.

Al ver una ciudad tan moderna y desarrollada como Ciudad del Cabo a uno le cuesta pensar que esta en el mismo continente africano que ve morir a muchos de hambre y que alberga tantas guerras intestinas que a nadie interesa parar. Pero no es oro todo lo que reluce, y a pesar de que Sudáfrica es con mucho el país más rico del continente, también está en las primeras posiciones mundiales de desigualdad social y de delincuencia violenta, la sombra del racismo sigue planeando, aunque no es explícito, pero no hay que ser muy observador para darse cuenta de que en la mayoría de sitios no hay mezcla racial.

Desde el punto de vista de un visitante que tiene mucho cuidado de no meterse en problemas solo se aprecia lo positivo, y Cape Town tiene mucho que ofrecer, es una ciudad bonita, rodeada de preciosas vistas, dotada de excelentes servicios y repleta de atracciones turísticas, en general enamora a todo aquel que la conoce.

Para nosotros Ciudad del Cabo también ha supuesto una de las mejores escalas técnicas del viaje, además de ser la última oportunidad para conseguir y reparar ciertas cosas hasta España. La afición a la vela es evidente, gran cantidad de buenos barcos bien construidos, regatas casi a diario, frenética actividad en el Royal Cape Yacht Club, y lo que más nos interesaba, posibilidad de encontrar prácticamente cualquier pieza de repuesto, material o servicio náutico, y además a precios muy competitivos.

Prácticamente la mitad del tiempo lo hemos destinado a reparaciones y trabajos en el barco, pero los días restantes los hemos aprovechado bien para disfrutar de la ciudad y su entorno.

Había una cosa que llevaba en mente desde el momento en que se diseñó el plan de viaje inicial, bucear con el gran tiburón blanco, Sudáfrica es uno de los pocos lugares del mundo en los que es posible de forma regular. Para ello hay que desplazarse unos 175 Km hacia el sudeste, hasta Gansbaai, un pueblecito situado en una pequeña península llamada curiosamente «Danger Point», a medio camino entre los cabos de Agujas y Buena Esperanza.

Elegí una mañana con buen tiempo, y viento y mar en calma, para tener más oportunidades de disfrutar la inmersión. Una vez fondeada la lancha, mientras la tripulación lanzaba restos de pescado y sangre al agua para atraer a los tiburones, se me pasó por la cabeza preguntar si me permitirían bucear fuera de la jaula para poder tomar mejores imágenes, al fin y al cabo he hecho incontables inmersiones rodeado de grandes escualos, estando atento a su lenguaje corporal no tendría porque haber ningún problema.

En cuanto vi aparecer al primero se me quito la idea de la cabeza, del fondo marino surgió una enorme sombra, los ejemplares adultos alcanzan 6,5 metros de longitud y 3.000 Kg de peso, era mucho más grande que la jaula y casi se equiparaba al tamaño de la embarcación. Emergió casi por completo del agua, abriendo unas fauces que podrían engullir un humano entero de un solo bocado, y sin rubor alguno lanzó una poderosa dentellada al cebo que había en el agua. No tardaron en aparecer varios colegas que por turnos se disputaban la «caza» de grandes cabezas de pescado atadas al extremo de un cabo.

Efectivamente no era muy razonable meterse sin protección en un agua plagada de los mayores depredadores del océano, que además en aquel momento estaban excitados con sangre y comida. Sin decir palabra ni pensar más tonterías me metí en la jaula cuando llegó mi turno, teniendo además cuidado de que ninguna parte de mi cuerpo sobresaliera de los gruesos barrotes.

Bajo el agua la visibilidad era muy mala y la temperatura bajísima (14ºC), tiritaba de frío mientras esperaba, de repente, a medio metro de mi cara apareció una gran aleta, luego una mandíbula gigantesca con afilados dientes, un ojo enorme… y un gran estruendo hizo temblar la jaula, si no hubiese estado agarrado con firmeza me habría golpeado con la parte trasera, el gran blanco había embestido contra nosotros…

No fue la única vez, realmente impresiona el poderío de estos colosos del mar, tienen la fuerza de varios toros (son puro músculo, su cuerpo no puede acumular grasa), unas mandíbulas con 5 filas de dientes que son el sistema del corte más eficiente de cualquier criatura viviente, son inteligentes y feroces, no dudan en atacar a presas de su mismo tamaño, en un sprint pueden alcanzar 40 nudos de velocidad, saltando por completo fuera del agua si fuera necesario, a veces llegas incluso a dudar si los barrotes de hierro serán suficiente protección.

Pero cuidado, no son esa criatura diabólica que retratan películas como «Tiburón», no es más que un animal salvaje que sigue su ciclo biológico. Los escasos ataques a humanos son más bien por confusión (en general surfistas que confunden con focas), no superan los 100 por año en todo el mundo (10 de ellos mortales), muchísimas menos víctimas de las que provocan por ejemplo avispas, abejas, serpientes, cocodrilos o hipopótamos. La pesca indiscriminada los ha llevado al peligro de extinción, sería una pena que esta máquina casi perfecta, coetánea de los dinosaurios y con millones de años de evolución, despareciera de los océanos.

Ciudad del Cabo tiene como mínimo dos visitas obligadas para cualquier turista. Una de ellas es Table Mountain, la montaña de formas cuadradas y cumbre plana omnipresente en el paisaje de la ciudad, los oriundos dicen que con ella no se pierden nunca, es visible casi desde cualquier lado y ayuda a orientarse. Existe un teleférico que sube hasta la cima, a algo más de 1.000 metros sobre el nivel del mar, desde arriba se disfruta de una soberbia vista 360º a la redonda, por abajo quedan las laderas sobre las que se asienta la ciudad, el puerto, las distintas playas y calas en las que se ubican barrios residenciales de lujo, e incluso mirando a lo lejos se divisa Cape Point, la segunda visita obligada.

Unos 15 Km al sur de la ciudad se encuentra False Bay, una bahía con forma de herradura abierta por el Sur, su límite occidental lo conforma la estrecha península del Cabo, declarada parque natural. En el extremo Sur de la península, en una especie de «T» invertida, se ubica el Cabo de Buena Esperanza en su punta más Oeste y Cape Point en la situada más al Este.

Desde tierra Buena Esperanza no es nada espectacular, más allá de su importancia geográfica y lo que representa para la navegación, el primer punto de África en que los navegantes pueden arrumbar hacia el Este, por eso se consideró durante muchos años el extremo meridional del continente y el lugar en el que el Océano Atlántico se encontraba con el Índico, pero con el desarrollo de la cartografía se descubrió que ese punto exacto era en realidad era el Cabo de Agujas.

Cape Point presenta un paisaje más imponente, rodeado de verticales acantilados de 200 metros se alza como uno de los señores del mar, la vista del océano y las rocas batidas por sus olas encoge el corazón, no quiero ni imaginar el pavor que supondría verse arrastrado hacia ellas por un temporal, una tragedia que se ha dado muchas veces en la historia. En su punto más alto está el antiguo faro, a 250 metros sobre el nivel del mar, también llamado el faro invisible, porque la niebla y nubes bajas lo cubrían frecuentemente, ocultando su luz, motivo de numerosos naufragios, ya que es peor saber que hay un faro y no verlo (piensas que estas a una distancia suficiente) que saber que no hay ninguno (extremas la distancia de resguardo). A los pocos años se tuvo que construir otro en su ubicación actual, mucho más baja y menos afectada por estos fenómenos atmosféricos.

Durante estos días tampoco han faltado las visitas al turístico Waterfront, la animada Long Street, recorridos por la ciudad o cenas con amigos, en fin, en Ciudad del Cabo si quieres no paras ni un momento.

Pero de nuevo llega el momento de partir, las fechas no perdonan y el tiempo pasa rápido, todavía nos quedan muchas millas por delante y poco tiempo si queremos llegar a Valencia antes de Navidades.

El Bahari ya está listo, reparaciones hechas, repostado, estibado y arranchado, de modo que mañana por la mañana temprano zarparemos hacia una larga travesía que nos llevará hasta la remota isla de Santa Helena, en mitad del Atlántico Sur, a 1.700 millas de distancia (entre 10 y 15 días de navegación).

Sed felices

Kike

Días 1.422 a 1.424 (6 al 8/10/13): ¡Cruzamos el cabo de Buena Esperanza!

¡Tercer intento de doblar el cabo de Buena Esperanza! Pasado el temporal nos lanzamos de nuevo al mar para tratar de franquear el extremo austral del continente africano.

A última hora de la tarde del sábado entrábamos en el puerto de Mossel Bay, prácticamente in extremis, mientras arriábamos frente a la bocana veíamos la furia blanca que se aproximaba velozmente hacia nosotros. Durante la aproximación y atraque el viento era tan fuerte que las gotas de agua (no se sabe si de lluvia o de la que levantaba el mar) hacían daño en los ojos, no se podía mirar hacia delante, me tuve que poner unas gafas de nadar para conseguir ver algo durante la maniobra. 5 minutos más tarde y lo habríamos pasado realmente mal.

Llegamos empapados y ateridos de frio, aunque conseguimos una ducha caliente y una buena cena no hubo forma de quitarse la gélida sensación de humedad que duró hasta el día siguiente. Los miembros del Mossel Bay Yacht Club fueron extremadamente acogedores y atentos con nosotros, la solidaridad marina, nos despidieron con palabras de ánimo y deseos de buena navegación, una señora mayor, a quien todo el mundo llama “mami”, no dejó que nos volviéramos a mojar con la lluvia que seguía arreciando bajo el intenso viento, nos llevó en coche hasta el barco. La pena es que no sirviera de mucho, amarramos en un muelle para grandes navíos y durante la noche tuvimos que salir varias veces bajo el diluvio de agua helada para ajustar las defensas por el cambio de marea.

El domingo 6 por la mañana, tras confirmar que la meteorología cambiaba a una situación favorable, abandonábamos el abrigo del puerto y continuábamos con la travesía hacia Cape Town que tan complicada nos está resultando.

Todavía quedaban restos del temporal en forma de viento del Sudoeste (de proa) y enormes olas de mar de fondo coronadas por formas más abruptas levantadas por la brisa. Avanzar a motor era complicado y los pantocazos durísimos (parecía que el barco se iba a desmontar entero), de modo que izamos velas y nos pusimos a ceñir al máximo, cuando está escorado el Bahari pasa mejor la ola de proa.

Poco a poco fuimos ganando distancia efectiva haciendo bordos, hasta que llegó un momento en el que pudimos mantener rumbo directo al Sur del Cabo de Agujas, aunque todavía estaba muchas millas por delante.

Durante la noche el mar bajó y el viento se abrió un poco, tuvimos una navegación más cómoda, aunque a velocidades moderadas de 6-7 nudos, pero tampoco había prisa, con superarlo manteniendo el barco de una pieza, y nosotros dentro de él, nos valía.

A las 08:00 horas GMT del lunes 7, 10:00 horas locales, que coinciden con fecha y hora de España, franqueábamos el punto situado en 34º 54’S, 20º 00’E, esto es 4,5 millas exactamente al Sur del Cabo de Agujas, conseguíamos bordear el mítico cabo de las tormentas, ¡a la tercera va la vencida!

El sol brillaba con fuerza, una brisa de 15 nudos nos empujaba por el través, mayor y génova desplegadas rendían tributo a uno de los señores de viento y mar.

No hemos querido aproximarnos más porque está rodeado de bajíos y arrecifes, la corriente lleva hacia él y las olas se elevan a mayor altura y rompen con fuerza en sus inmediaciones. Desde la distancia lo hemos observado con la arrogancia y alegría de un David escapando de un Goliat, siendo consciente de que el otro es mucho más fuerte.

Desde aquí no parece tan temible, pero es porque hoy está de buen humor. En el fondo, al que hay que dar las gracias está al otro lado, el océano, sin más que mover un meñique nos arrodillaría pidiendo clemencia, a él jamás lo desafiamos.

Pero tampoco quiero cantar victoria, todavía nos queda un hito importante antes de llegar a Cape Town, Buena Esperanza, el otro cabo situado 90 millas al Noroeste, prevemos tener mucho más viento al llegar allí y el mar puede embravecerse con montañas de agua.

Y así ha sido, aparentemente según su criterio todavía no habíamos recibido bastante, no íbamos a pasearnos delante de los grandes y salir de rositas, a medida que nos acercábamos a Buena Esperanza el viento ha incrementado su intensidad y nos ha obligado a ir recortando vela para poder mantener estable al Bahari.

A primera hora de la noche navegábamos ya con 40 nudos de viento por la aleta, hemos tenido que poner el segundo rizo a la mayor y recoger por completo el génova, no aguantábamos más trapo. Las olas no se han querido perder la fiesta y nos catapultaban una y otra vez en larguísimas planeadas que parecían no tener fin.

Un poco más tarde, a las 22:30 horas, pasábamos frente al cabo de Buena Esperanza bajo condiciones de temporal, tal vez esa sea su forma de saludar, pero desde luego nos ha hecho sufrir hasta el último momento, el viento seguía arreciendo sin piedad y las olas se han cruzado ligeramente al barco, pero con su altura y potencia cada vez que nos impactaban casi nos hacían volcar.

Menos mal que todo pasa, a pocas millas de Ciudad del Cabo misteriosamente el temporal ha desaparecido gradualmente, hasta quedarse en una encalmada que nos ha obligado a recorrer las últimas millas hasta puerto a motor. Tal vez el Océano Atlántico, por el que ya navegamos, nos ha reconocido y nos da la bienvenida.

Sea como sea, doblar el Cabo de Buena Esperanza ha supuesto un importante desafío, técnico y físico, no en vano es uno de los dos lugares más peligrosos para navegar del mundo, nadie lo cruza a la ligera vaya en un sentido u en otro, la corriente de Agujas y su durísima meteorología son algo que uno siempre tiene que respetar si no quiere verse en un problema de gravísimas consecuencias, y aun así te sigues encontrando con temporales no previstos.

Hoy es un gran día para Aventura Oceánica, estamos orgullosos de tener en nuestro currículum los dos grandes cabos el planeta, y no porque nadie nos lo vaya a valorar, más bien porque como navegantes es el máximo desafío, una prueba de superación y sobre todo una intensísima experiencia.

Durante estos días en Ciudad del Cabo celebraremos este triunfo, pero para siempre quedará en nuestro recuerdo el día en que nos enfrentamos a uno de los monstruos de los océanos, el que tantas vidas y naufragios se ha cobrado entre sus fauces, el que hacía temblar a capitanes y tripulaciones, el segundo aro en la oreja de los veteranos del mar… y podemos contarlo…

Sed felices

Kike