Día 98 y 99 (20 y 21/02/10): Cayo Piedras y Cayo Blanco
Cien días ya, ¡qué barbaridad! Como pasa el tiempo, aunque en el fondo, si lo pienso, me parece tan lejana Valencia y mi vida anterior, llega un momento en el que pierdes la noción del tiempo, no sabes en que día de la semana estas, tienes que mirar el reloj para saber la fecha, uno se habitúa a todo, a veces me parece que llevo navegando toda la vida, que solo he hecho que esto, y que mis recuerdos anteriores son implantes, como en la película Blade Runner, mi película favorita. Por cierto, una de las cosas que me ha permitido este viaje ha sido leer el libro en el que se inspiró la película: «¿sueñan los androides con ovejas mecánicas?», una obra maestra de Philip K. Dick, eso sí, la lectura ha sido en formato electrónico, con mi e-book, un invento excelente para un viaje de este tipo, 15.000 libros a tu disposición en un dispositivo del tamaño de una cuartilla, no lo perdáis de vista como regalo estrella para las próximas Navidades.
Como os conté, la noche del viernes al sábado la pasamos fondeados frente a Marina Gaviota, ninguna respuesta ni visita de las autoridades durante la noche, todo tranquilo hasta la mañana siguiente. Según estaba previsto amaneció con un sol de justicia, aunque con viento frio, pero para nosotros era un lujo, tras más de dos semanas con un frente frio tras otro, sin apenas sol y con temperaturas bajas.
No dudamos en la decisión, marchar a los cayos, aunque fuera para pasar el día, ya que por la tarde debíamos volver a recoger a Henry, el amigo suizo de Daniel que llegaba en avión al país para unirse a nosotros.
La impaciencia por disfrutar de un día de mar y naturaleza era tal que no esperamos ni a que Jose Carlos se levantara, en el momento nos encontramos en el salón del barco tras salir de nuestros camarotes decidimos levar anclas e ir haciendo camino.
La distancia en línea recta no es mucha, pero como se trata de una zona plagada de bajos y arrecifes hay que seguir los canales, en este caso balizados razonablemente, no tardamos más de 1 hora y media en llegar. Como siempre, la aproximación visual y con mucho cuidado, las cartas llega un momento que no te ofrecen información de detalle. Pudimos fondear bien cerca de la playa y protegidos de un noreste que soplaba con unos 15 nudos de intensidad. La capa de arena es muy fina, y al inicio garreabamos, tuvimos que soltar cadena y meter una segunda ancla en serie con la primera, una maniobra manual que requiere bastante esfuerzo de natación y buceo.
Cayos piedra es un conjunto de cayos con una isla principal en la que se ubica un faro y un radar de la armada cubana, habitada exclusivamente por militares, con un par de preciosas playas de arena en sudeste y sudoeste, y el resto rodeada de pequeños cayos y arrecifes. Comimos para retomar fuerzas y nos dispusimos a bucear en el arrecife. En este caso Jose Carlos prefirió quedarse descansando en el barco, así que Daniel y yo tomamos la auxiliar, nuestro equipo de buceo y nos dirigimos al norte de la isla, al arrecife.
Inicialmente íbamos a disfrutar del buceo a pulmón, a contemplar la vida subacuática y como mucho a fotografiarla con nuestras cámaras, pero como bien decía Groucho Marx: «estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros…», la cosa cambió en el momento detecté una langosta escondida bajo una roca, pensé que incorporarla a nuestro menú de la cena no estaría mal. Tomé referencias de donde estaba, fui a nado hasta donde habíamos dejando amarrada la auxiliar, volví al barco a coger el fusil de pescar submarina, y vuelta al lugar de origen. Mientras nadaba buscando la roca pensaba que sería demasiada casualidad que no se hubiera movido de su ubicación, pero, cuando llegué allí estaba esperándome, así pues, era el destino, esa noche nos acompañaría en la cena, pero no como una invitada, sino como una parte implicada en la misma. No fue complicado, apunte con el fusil, ni se movió, disparé y no hubo fallo, cenaríamos langosta. Se trataba de un ejemplar de un kilo aproximadamente y medio metro desde la punta de las antenas hasta la cola, nada mal para haberla encontrado a poca profundidad y en un lugar visitado por turistas.
Tras intentar hacerme de nuevo con una barracuda, que se me resistió, decidimos volver al barco para regresar a nuestro punto de fondeo, como siempre, queremos llegar de día para observar los fondos con claridad.
Casi de forma sincronizada Henry que llegaba a la marina y nosotros al fondeo, así que rápidamente tomamos la auxiliar y entramos a puerto. Nos llamó la atención no ver a ninguna autoridad, normalmente suelen estar fuertemente vigilados, pensamos que dado que prácticamente es un puerto en exclusiva para los charters diarios que salen con turistas a los cayos, sería normal así. No fue difícil encontrarnos, y tras la lógica dificultad de acomodar a 4 personas, 2 maletas y un portátil en una lancha de 2,60m. volvimos al barco.
Mientras preparaba la cena (ceviche con la barracuda del día anterior, langosta recién pescada y una ensalada) detectamos el sonido de una lancha que se acercaba, intuimos que se trataba de las autoridades. Cuál fue mi sorpresa cuando nada más subir al barco nos comienzan a acusar de una ilegalidad por haber subido a Henry sin pasar por aduanas e inmigración y sin revisar su equipaje. Ciertamente, la paciencia se nos acabó, comencé a dejarles las cosas bien claritas, desde nuestra llegada sin respuesta a las llamadas por emisora, y sin nadie que nos dijera nada en 2 días, desde luego si no habíamos notificado nada había sido por su ausencia de servicio, no por mala fe. No tardaron en entendernos y estar de acuerdo, peleando con sus superiores para evitar la sanción. Lo consiguieron, no hubo ningún problema, anotaron en la lista de tripulantes a Henry y nos dijeron que al día siguiente nos dirigiéramos a las autoridades de puerto para completar los trámites.
Así lo hemos hecho esta mañana, aunque increíblemente un funcionario insistía en que se había cometido una ilegalidad y que por lo tanto teníamos que ser sancionados. Discusiones, intentos de razonamiento, explicaciones lógicas, etc., pero no ha habido manera, a mi como Capitán me han hecho un apercibimiento por escrito de que he cometido una ilegalidad y a Henry otro, más una notificación de multa de 500 CUC, que puede ser efectiva o no a criterio de sus superiores. Realmente nos hemos enfadado, una persona que entra al país por un aeropuerto, siguiendo los trámites de inmigración y aduanas del mismo, resulta que tiene que volver a pasarlos antes de subir a un barco, pero además con el agravante de que nadie ha escuchado a nuestras llamadas, ni ha venido a decirnos nada, siquiera cuando desembarcamos en el puerto, ya que según ellos coincidió con que estaban cenando. Esto es el no va mas, este tipo de cosas generan mal rollo, hacen que lo que tengas es ganas de irte, que es lo que ahora mismo me apetece. Estoy harto de la falta de libertad, de la burocracia interminable al llegar y salir de cualquier lado, no puedes fondear donde quieras, no puedes usar la auxiliar, no puedes dejar solo el barco, tienes que avisar por VHF para decir donde estas si duermes fuera de la marina, etc. ¿pero esto qué es? ¿Así quieren potenciar el turismo náutico? No me extraña que no haya barcos por aquí. Todo esto sumado al mal tiempo que nos acompaña desde hace dos semanas hace que si no fuera porque me sabe mal por estos amigos de Suiza que nos acompañan yo hoy mismo habría salido rumbo a Miami.
Pasado el mal rato hemos intentado conseguir algo de comida, misión imposible, nada en kilómetros a la redonda. Desesperados hemos levando anclas y nos hemos dirigido hacia Cayo Blanco, a unas 8 millas hacia el este. La isla recibe ese nombre por la gran playa de arena coralina que tiene en su extremo más septentrional, que junto a sus manglares y palmeras le dan un aspecto puramente caribeño. El acceso, a través de un canal sin balizar entre arrecifes y la maniobra de fondeo han sido muy complejas, en dos ocasiones casi tocamos fondo intentando alcanzar una mancha de arena en la que echar el hierro, por fin lo hemos conseguido y estamos bien trincados.
Durante la tarde Jose Carlos he hecho kite surf aprovechando el viento, y el resto hemos paseado por la playa e intentado pescar algo con el fusil sin éxito. Al caer la noche vuelta al barco y relax.
Las previsiones meteorológicas no son buenas, entra un nuevo frente frio, así que todavía no tenemos claro lo que vamos a hacer durante los siguientes días, por aquí no hay muchos refugios con nuestro calado, tendremos que tomar decisiones, igual nos toca volver a la marina y hacer algún tipo de plan por tierra.
En fin, lo veremos en breve, ya os voy contando, de momento estamos bien protegidos en el fondeadero y por si acaso, para dormir tranquilos, hemos largado toda la cadena, sabemos que de este modo aguantamos más de 35 nudos de viento sin problemas, sobre todo teniendo el ancla bien clavada en la arena.
Sed felices
Kike
Protegido: Día 95 a 97 (17 a 19 /02/10): Pruebas superadas
Día 94 (16/02/10): Fuego a bordo
Hemos tenido un buen susto, pero afortunadamente sin consecuencias graves para ninguno de nosotros ni para el barco, os cuento como han sucedido las cosas estos días, es un texto largo, pero intenso a la vez.
Navegamos de Marina Hemingway a Varadero la noche del lunes al martes, en un principio íbamos a motor ajustando la velocidad para llegar de día, de repente se empezó a levantar el viento y a abrirse, de modo que nos permitía navegar a vela. Al inicio de mi guardia decidí apagar motor, los 5 nudos que necesitábamos los hacíamos perfectamente solo con el génova y la brisa suave que teníamos a un descuartelar. Progresivamente el viento fue subiendo y yéndose hacia el largo, se estableció en una intensidad de 20 nudos, así que no tuve más remedio que ir enrollando génova para ajustar la velocidad, acabé dejando 3 ó 4 metros de vela, y con eso andábamos lo suficiente. ¡Qué ironía! Cuando quieres ir rápido no hay viento o te viene de proa y cuando se trata de lo contrario aparece un viento excelente, navegar es así… Para amenizar la noche, además de tener que ir frenando el barco, de repente se puso a llover con una intensidad propia de estas latitudes, la dejamos caer sin lamentarnos por ello…
Varadero tiene dos marinas, una situada en el extremo de la península de Hicacos, donde están ubicados todos los hoteles y resorts, y otra en el interior de la Laguna de Malpaso, aproximadamente en la base de la península. Decidimos ir a la segunda por tener más garantías de calado, aunque tiene el inconveniente de que para ir a la playa hay que dar una gran vuelta para tomar un puente que cruza la laguna, además de estar un poco aislada.
Llegamos a la hora prevista, entrando por el estrecho canal, rodeado de muros de hormigón, que da acceso a la laguna, y atracamos en la marina. La primera cosa que nos llamó la atención fue la abundancia de peces por todos lados, un banco enorme de sardinas se movía entre los pantalanes, acechado por barracudas y otros depredadores que las hacían moverse de un lado a otro como si se trataran de un único organismo vivo. A simple vista y a poca distancia se ven lo que aquí llaman sábalos, con más de un metro de longitud y 25 kilos de peso, estuve tentado, pero no me atrevo a tirarles con el fusil de pesca submarina, seguro que si le doy pierdo el fusil, tiene que tirar con mucha fuerza, según dicen aquí en la marina todavía nadie ha sido capaz de sacar uno. Eso había sido hasta nuestra llegada, hoy hemos pescado uno de 1 metro y más de 10 kilos.
Tras descansar y comer algo fuimos a la zona más poblada de Varadero, Jose Carlos y Daniel querían entretenerse un poco haciendo kite surf y yo tenía que gestionar el modo para volver al día siguiente a la Habana, tras una conversación con la embajada Española nos confirmaron que debíamos presentarnos en la Oficina de Intereses de los Estados Unidos para gestionar un visado y poder entrar con el barco en el país.
Reservé un coche de alquiler, me pasé un rato a verlos como jugaban en la playa con la cometa y volví al barco a hacer cosas mientras ellos venían. En el momento oscurecía decidí conectar el barco a la corriente de 220V de puerto para cargar baterías, ahí comenzaron los problemas serios.
Nada más entrar al barco me di cuenta que algo no iba bien, las luces del cuadro eléctrico de 220 parpadeaban de una forma extraña, sin embargo no había saltado ni diferencial ni magneto térmico, de repente detecté un fuerte olor a quemado y un poco de humo salía de la sala de maquinas. Apagué todos los interruptores por si acaso, abrí la puerta frontal, una enorme masa de humo negro salió al exterior y mientras trataba de averiguar su origen pude comprobar con pavor como se iniciaba una llama al lado de unos cables eléctricos, rápidamente cerré para evitar que entrara aire y alimentara el fuego. Afortunadamente tenía muy claro donde estaban los extintores, los saqué fuera a toda velocidad y me dispuse a activarlos a través de una pequeña abertura con tapa corrediza que hicimos con este fin durante la reforma. Tiré de la anilla del primer extintor, ley de Murphy, no salía, tomé el segundo, tiré fuerte y esta si salió. En el momento iba a usarlo por el agujero de extinción la tapa lateral que está justo debajo saltó cayendo al suelo a poca distancia, comprendí lo que había pasado, ¡que mala suerte!, durante la última revisión de aduanas un joven funcionario la abrió para comprobar si había algo encendido, debió cerrarla mal y el aumento de la presión interior por la combustión la lanzó hacia fuera. No tenía muchas opciones ni margen de tiempo, así que de todos modos apunté hacia dentro y vacié por completo el extintor.
Todo el interior del barco ya estaba lleno de un humo denso, me costaba respirar y ver, es increíble la velocidad con la que se incendia algo, se prende lo que hay alrededor y se genera una cantidad inmensa de humo, hasta aquí no habrían pasado más de 30 segundos, tal vez menos.
Observando por la abertura que dejaba la tapa lateral no vi ningún resplandor, parecía controlado, mi tranquilidad no duró más de 3 segundos, de repente volví a ver la aterradora luz que producen las llamas cuando se incendia algo que quieres.
Puesto que el aire entraba libremente por la tapa lateral decidí abrir la tapa frontal para ver mejor el origen del fuego e intentar atacar su base, cuando la levanté y miré el mundo se me cayó a los pies, toda la sala de máquinas estaba ardiendo, las llamas eran enormes, no podía soportar el calor, apenas veía a un palmo de mis narices por el humo, no podía respirar, estaba solo, nadie en los barcos de alrededor que pudiera oír mis gritos y no podía sacar la anilla del último extintor que me quedaba.
En ese momento pensé que se acabo todo, no iba a ser capaz de controlar ese fuego, era demasiado grande y potente, llegue incluso a tener mis dudas si de un momento a otro podría desmayarme por todos los gases que estaba aspirando, pensé que ni el barco ni yo salíamos de esta, era el final de una bonita historia, que pena que tanto esfuerzo y tanta ilusión acabaran de esa forma…
Pero aquellos que me conocen saben que no soy persona que se da fácilmente por vencido, así que se me ocurrió un plan. Lo primero, y a la máxima velocidad que me permitían mis piernas y mis manos, fue abrir todas las escotillas y los portillos, para que se fuera el humo, el barco estaba completamente cerrado, ya que a lo largo del día había llovido en varias ocasiones, también decidí contener la respiración, si yo me desmayaba no podría resolver nada, mantenerme consciente era fundamental, para conseguir salvar el barco, y por supuesto para mí. Lo segundo cogí el extintor, fui a la cocina, saqué un cuchillo de sierra y con todas mis fuerzas intenté cortar el pasador, lo conseguí, vamos, lo partí por la mitad y casi me corto yo de la potencia con que lo hice.
Ahora quedaba lo más complicado, pero cuanto más tiempo pasara peor, así que «al toro», levanté la tapa frontal, las llamas seguían ahí, lástima, no se habían apagado espontáneamente, apunté y lo vacié por completo, si a la vez que hacia todo hubiese podido cruzar los dedos, lo habría hecho, pero vamos, lo hacía mentalmente, a la vez que me encomendaba a los dioses, era mi último cartucho, si esto fallaba ya era evidente que lo mejor era abandonar el barco y salir a pedir ayuda al exterior, pero ya con pocas posibilidades, en el momento la fibra se prende no hay forma de apagarla, solo cuando se hunde en el agua. Como las llamas, el calor y el humo no me dejaban mirar directamente, mientras usaba el extintor aparte la cara, cuando la volví para abrir los ojos y ver el resultado todo era una incógnita, cara o cruz, todo o nada, así es la vida a veces…
En este caso fue cara, comprobé con alivio que no quedaban llamas encendidas, aunque seguía saliendo gran cantidad de humo, el segundo extintor había sido efectivo, los dioses nos habían sonreído de nuevo, creo que no desean que nuestra odisea acabe tan pronto
Era el momento de salir a buscar ayuda, el fuego podría volver a reproducirse, no me quedaban más extintores y además, ya no aguantaba más tiempo sin respirar, y no quería aspirar más gases y humo, sentía una sensación extraña en los pulmones.
Descalzo, recorrí los 200 metros que habrá hasta el edificio de la marina en tiempos de clasificación para la olimpiada, estoy seguro. Apenas sin aliento, solo llegué a articular palabras sueltas a los vigilantes de seguridad que estaban allí concentrados: «ayuda, mi barco se quema, extintores, rápido» y volví al barco corriendo a la misma velocidad.
Cuando llegué el panorama era diferente, ya no había tanto humo en el barco y apenas seguía saliendo de la sala de máquinas, tomé una linterna y empecé a alumbrar en búsqueda de algún foco, no vi nada.
A los pocos segundos llegó una legión de vigilantes de seguridad armados con extintores enormes, se disponían a vaciarlos en el interior del barco conmigo dentro, me dio el tiempo justo de decirles – ¡quietos! No hagáis nada hasta que yo os lo diga (a ver si no me ha matado el humo ni el fuego y lo van a hacer estos con los extintores).
Observé atentamente durante un tiempo y nada, parecía completamente extinguido, no había síntomas de nuevos focos. Increíble la velocidad con la que había pasado todo, desde el inicio, hasta que estuvo completamente apagado habrían pasado 2 ó 3 minutos, a mi me parecieron horas, tuve tiempo de pensar tantas cosas, de experimentar tantas sensaciones, que no hay una proporcionalidad entre mi tiempo interno y el tiempo físico transcurrido en realidad.
A los pocos minutos llegaron Jose Carlos y Daniel, cuando se enteraron de lo sucedido quedaron muy afectados, al primer comentario negativo mi respuesta fue la contraria, éramos inmensamente afortunados, podría haber sucedido en cualquier momento, si no llego a estar en el barco y a reaccionar con rapidez con toda seguridad no se habría podido controlar el incendio.
Cuando empezamos a hacer una rápida inspección de los daños nos dimos cuenta que contrariamente a lo que parecía no había cosas graves, el aislante acústico de toda la sala de máquinas tenía una especie de tela de protección, esta había ardido por completo en la zona de inicio de fuego y en todo el techo, sin embargo el motor, potabilizadora, cargador de baterías y resto de equipos no parecían afectados, algunas fugas de líquidos, pero por los manguitos. Contrariamente a lo que pensaba ni quiera el interior del barco estaba negro a consecuencia del humo y la carbonilla, increíble desde mi punto de vista. El aspecto visual era malo, todo lleno del polvo de los extintores y con los restos de la tela quemada colgando como telas de araña, pero a simple vista nada importante.
Tenemos un ángel de la guarda, no sé quién o qué es, cada uno puede tener sus teorías (yo tengo la mía, pero es muy personal, los míos seguro que saben a quién me refiero) pero desde luego no es normal. Tenemos distintos amuletos, bendiciones y buenos deseos que nos ha ofrecido la gente que nos aprecia, aprovecho para agradecerlos, alguno de ellos está funcionando muy bien, o todos apoyan un poco a la vez, está claro que los Dioses (por denominar de alguna forma a un ente genérico que puede materializarse en muchas ideas, energías o creencias) por el momento nos apoyan.
Esa noche, durante la cena, abrimos una buena botella de vino y brindamos porque nuestra buena estrella continúe.
Os sigo contando mañana
Sed felices
Kike